jueves, 25 de abril de 2024

POEMAS DE MARIA DO ROSÁRIO PEDREIRA


retina

 

Yo, que nunca pensé dejar de ser

 

hija, hago ahora de madre de mi madre

 

los domingos: soy su muleta en los

 

largos corredores de la casa antigua y

 

le acerco mantas a las rodillas porque

 

los viejos tiemblan en la vida con el frío

 

de la muerte. Para huir de las cosas que la

 

entristecen, le pregunto por gente

 

del pasado, pues sé que lo que sucedió

 

ayer está ya demasiado lejos de su

 

memoria—y, en los días buenos, la respuesta

 

dura la tarde entera. Al principio,

 

mi madre censuraba la forma como yo

 

iba vestida, pero ya hace mucho tiempo que no

 

dice nada. Pensé que hubiera finalmente

 

acertado con su gusto o que ella,

 

derrotada, hubiera desistido de cambiarme.

 

Sólo después percibí que ya no me ve.

 

ojos

 

Apaga la luz —es justo

 

que tengas en tus

 

brazos a la muchacha

 

que fui antes de ti.

Tomado de:

https://diarioportal.com/2022/06/09/poemas-de-maria-do-rosario-pedreira/

 

 

venas

 

Por mis venas corre viento – por

eso, dame un vestido inflamado de

rosas y enséñame las horas del amor:

 

de aquí a la muerte es un instante.

 

 

pierna

 

Escondo la pierna morada en el refugio de la

falda y la herida abierta en la gruesa media.

Me duele y no lo digo. Si callo los dolores,

tal vez se sientan ignorados y dejen

 

de matarme; y si no, que me

duelan entonces más fuerte que los otros –

los que vienen de más hondo y fruncen el ceño

a la barriga llena de nada de mis hijos. Para

 

ésos no hay, ni siquiera en la farmacia,

remedio que valga; y la pierna, aunque

morada y palpitante, recorre de memoria

su camino. Me duele y no lo digo – la pomada

 

equivale ahora a menos pan, y la fiebre siempre

pone un plato sobre la mesa.

 

 

cabeza

 

Vi campos de lavanda invadidos por flechas.

Vi amapolas ensangrentadas entre los caballos caídos

en las batallas. Vi corazones ya fríos saliéndose

de pechos que no volverían a amar, y pulmones

negros de humo, como cartas quemadas vivas

 

en el rescoldo de la hoguera. Vi pies a punto de salvarse

que fueron cercenados y manos que tampoco

llegaron a tiempo de coser las heridas ajenas.

 

Vi ratas comiendo, descaradas, la oreja de

un soldado en las trincheras. Vi cuerpos caídos

en el fuego y en el abismo, y cuerpos chorreando lluvia

ácida de la espantosa bomba. Vi a padres tapando los

 

oídos de sus hijos en los refugios, y las ciudades abatidas

llenas de edificios huecos; vi bebés muertos entre las

ruinas de esas ciudades. Vi ese dolor intermitente de

quien cayó por disparos de metralla, y el sufrimiento

tremendamente lento de los torturados; vi también

a quien murió sin darse cuenta, pulverizado por las minas.

 

Vi vientres abiertos a golpes de puñal, mostrando

fetos en sus entrañas. Vi muchachas muertas con las piernas

abiertas y la cabeza cobardemente tapada

con bolsas de papel. Vi penes arrancados, más

impotentes que nunca, metidos en bocas que

nunca más hablaron. Vi pies calzados lejos de las

 

piernas que los hicieron caminar. Y vi un muchachito

que disparaba como alguien muy viejo. Yo vi

 

la guerra en todas las formas en mi cabeza

sin nunca haber estado ahí. Con un libro en la mano,

 

yo veo, perfectamente nítidos, todos los siglos.

* Poemas pertenecientes al O meu corpo humano (2022) ganador del Premio Correntes d’Escritas en 2023.

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/de-aqui-a-la-muerte-es-un-instante/

 

 

BÁRBAROS

 

Venían de lejos, empujados por los vientos, y escondían

 

en las manos un puñado de arena fina para no olvidarse

 

del olor de los desiertos. Subieron a la montaña y,

 

con una rama quebrada, se pusieron a trazar el contorno

 

del lago y los caminos tortuosos de las primeras márgenes.

 

El agua les fascinaba, como a los caballos que traían

 

alados y sin crines para llegar siempre más pronto.

 

 

 

Esa noche acamparon en el valle. Asaron un venado. Brindaron por

 

las mujeres que habrían de tener. Y se durmieron

 

más lejos del cielo.

 

 

 

Soñaron con el fuego para no tener que cortar el trigo.

 

Por la mañana, la planicie estaba aún más plana.

 

 

Antes de un lugar está su nombre. Y aún antes

 

el viaje hasta él, que es otro lugar

 

más discontinuo e innombrable.

 

 

 

Recuerdo

 

 

 

el cuadriculado verde de las colinas,

 

el sol entretenido por los tejados a lo lejos,

 

los rebaños empujados en los caminos,

 

un perro pequeño que se arriesgó en la carretera

 

 

 

¿Íbamos o veníamos?

 

 

Los gatos se resguardan de la lluvia.

 

Alguien dice tu nombre en la ventana,

 

mientras mira las aves que parten hacia el sur.

 

 

 

Hay una memoria empañada de otro otoño,

 

cenizas en el patio,

 

el perfume de algo que muere, pero no duele.

 

 

Cuando yo muera, no digas a nadie que fue por ti.

 

Cubre mi cuerpo frío con una de esas sábanas

 

que colmamos de besos cuando marcaban otras horas

 

los relojes del mundo y no había aún quién supiese

 

de nosotros; y llévalo después junto al mar, donde pueda

 

ser solo un poema más, como aquellos que escribía

 

en cuanto la madrugada se apoyaba en las ventanas y yo

 

tenía miedo de acostarme sola con tu sombra. Luego deja

 

 

 

que en mis brazos se posen las aves (que, como yo,

 

traen entre las plumas la nostalgia de un verano cargado

 

de pasiones). Y planta a mi alrededor una sarta de rosas

 

blancas que llamen a las abejas y una hilera de árboles

 

que perfumen la noche… porque la muerte debe ser clara

 

como la sal en la cresta de las olas, y la ceguera siempre

 

me asustó (y ya me cegué de amor, pero no le cuentes

 

a nadie que fue por ti). Cuando muera, déjame

 

 

 

viendo el mar desde lo alto de un peñasco, y no llores ni

 

roces con tus labios mi boca fría. Y prométeme

 

que rasgarás mis versos en trozos tan pequeños

 

como pequeños fueron siempre mis odios; y que después

 

los lanzarás en la soledad de un archipiélago y te irás sin mirar

 

hacia atrás ninguna vez: si alguien los ve de lejos brillando

 

en la polvareda, pensará que son flores desvestidas por el viento, estrellas

 

que se han escapado de las tinieblas, gotas de luz, lágrimas de sol,

 

o plumas de un ángel que perdió las alas por amor.

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/maria-do-rosario-pedreira-2/

 

 

AL FINAL DE ESTE POEMA, PARTIRÁS

 

Al final de este poema, partirás. Después de

la mordedura vana de mi silencio y de las piedras

que te he arrojado al corazón, la poesía es la última

coincidencia que nos une. Al escribir

este poema, la misma neblina que impide la

memoria límpida de los sueños y confunde los

navíos llevándolos a un mar desconocido

se adentra en mis ojos – porque es difícil

mirarte en este preciso instante sabiendo que

no estarías aquí si yo no escribiese. Y yo, que

sigo amándote en sordina, con esa inercia

sobria de las montañas, te ofrezco palabras, y no

besos, porque el poema es el único refugio donde

podemos repetir la luz de los antiguos encuentros.

 

Pero ahora me pides que pare, que me detenga aquí,

que escriba solo hasta el fin de esta página

(que, como las demás, será solamente tuya – ese

beso que ya no deseas de mis labios). Y yo,

que aprendí todo sobre las despedidas pues la nostalgia

nos hace adultos para siempre, sé que te perderé.

 

En todo caso al final del poema partirás;

y con tu partida se desvanecerá

la última coincidencia que nos une.

 

(Traducción ©Índigo–2014/nuria p. serrano)

 

 

SLEEP, MY LOVE

 

Dejé de escucharte. Y sé que estoy

más triste por tu silencio.

 

Prefiero pensar que simplemente te quedaste dormido;

pero incliné tu muñeca a mi oído

nada más que para escuchar a mi dolor.

 

Dios te necesita, lo sé. Y

no veo cómo culparle

 

o perdonarle.

 

(Traducción de Dr. Edwards)

Tomado de:

https://libroemmagunst.blogspot.com/2016/03/maria-do-rosario-pedreira-3-poemas-3.html

 

 

Fado

Dicen los vientos que las mareas no duermen esta noche.

Estoy asustada esperando que regreses: las olas ya

se tragaron la playa más pequeña y derramaron algas

en las macetas del balcón. Y, en la ciudad, se cuenta que

la plazas acogieron por la tarde a decenas de gaviotas

que persiguieron a las palomas y las mordieron.

 

La chimenea crepita lentamente. El pan todavía está tibio

en tu mesa. Pero el agua ha hervido ya tres veces

para el caldo. Y en casa la luz se debilita, no tardará

en apagarse. Y tú no tardes, que hice una tarta

de hierbas con canela; y hay mermelada de ciruelas

y merengues y una manta de lana en la cama y yo

 

estoy asustada. Sólo está la mitad de la luna,

la tierra tiembla. Y yo tiemblo, temiendo que no vuelvas.

 

 

Arte poética

En una historia, una taza es tan sólo

una taza, que puede derramar

café sobre un poema, si el poeta,

entiéndase bien, es el personaje.

 

En un poema, así esté manchado

de café, la taza es con seguridad el

cuenco de una mano; por donde yo

bebo el mundo en éxtasis si tú,

entiéndase bien, eres el poeta.

 

En nuestra historia, yo no soy siempre

quien lleva las tazas a la mesa

donde nos sentamos cada noche, enlazando

las manos, para comentar que la lata del café

se terminó, pero pensando que es la vida

la que ya ha avanzado mucho para los

libros que todavía quisiéramos leer.

 

En mi poema no necesitamos café

para mantenernos despiertos: mi

boca está siempre en el cuenco de tu mano,

todos los días hay páginas en tus ojos,

la vida se escribe y nunca envejecemos.

Tomado de:

https://www.poesiabogota.org/maria-do-rosario-pedreira/

miércoles, 24 de abril de 2024

POEMAS DE SERGIO RODRIGO KANEK QUINTANAR TAPIA

 

Dientes

 

Tengo miedo de perder los dientes

cada pequeño dolor en la boca se siente como el presagio de un hueco

cuando engullo cosas que requieren una masticación contemplativa

me pregunto cuál será la sensación de comerlo con las encías.

Los dientes son la coraza dura del silencio

el cascarón que envuelve a las palabras.

Tengo miedo de que al perder un diente se escapen sílabas involuntarias

que aprovechando la puerta abierta escapen

de las oraciones que no digo

y busquen su libertad

manchando la pureza del silencio

con el desparpajo de una mancha de salsa

en una camisa blanquísima

o con del rubor repelente y amarillento

de una mancha de sudor.

Mi padre no tiene dientes

y tal vez por eso su silencio siempre es tan angustiante

porque parece que nunca termina de ser silencio

nunca termina de cuajar

se agrieta con los impactos de sílabas prófugas

que se escapan de reclamos rencorosos

y corren hasta ser ceniza, rezos a dioses extraños

inventados en la desesperación de no encontrar ninguna respuesta.

Pero creo que lo que más me dolería de ya no tener dientes

sería no poder partir una zanahoria

por el puro placer de escuchar su quebranto.

 

 

Autorretrato a través de mis olores

 

I

 

El olor de las hojas del pirul cuando las aprieto con los dedos

me recuerda que no conozco lo que conocen sus raíces

es imposible conquistar los recuerdos del subsuelo

lo que se siente estar bajo la tierra

absorber el agua

tener carne de oscuridad

es algo que sólo conocen las lombrices

los huesos en sus tumbas

y las memorias de los árboles.

Mi árbol preferido es el pirul

porque me lo enseñó mi madre

y porque sus hojas se parecen a esas planas de la l en cursiva

que te piden hacer cuando vas en primero de primaria.

Entonces lo descubro:

lo que los árboles ponen en sus copas

son signos de su vida bajo tierra

síntomas que hablan de una negrura inquieta

en sus copas está la voz, en sus raíces están los ojos.

El aroma del pirul huele fresco

como si el limón se emancipara de su amargura.

Por lo que dice ese perfume no todas las sepulturas son fúnebres

no todos los sedentarismos son grises

la oscuridad también puede oler a cítrico liberado.

 

 

II

 

El olor del sudor después de varios días

abre en mis axilas un pozo de conciencia.

Cuando despierto me recuerda que tengo un cuerpo

el aroma es un talismán para volver del sueño

no conozco a nadie que pueda soñar con sus hedores

cuando vuelvo desde la noche hacia el día

necesito aspirar lo que mi piel acumula

una gota de realidad condensada en aroma

para estar donde está mi piel.

Sudamos cuando nos movemos

Y nos movemos cuando corremos

cuando amamos

cuando el sol nos regala calor de universo

en fin, sudamos cuando vivimos.

Entonces debajo de mis brazos hay un rastro de mi vida

que es también sensación

y no una quimera de la mente.

No estoy diciendo que el sudor

dibuje a los instantes

todo lo contrario

los instantes son movimiento

el sudor es su esencia

el perfume del tiempo.

 

 

III

 

El olor de los motores detenidos

pacifica mi agitación

disfruto mucho abrir el cofre de un auto

o poner mi nariz en un camión estacionado

porque la ciudad es un bordado de rugidos

gritos metálicos entretejidos en mi oreja

estampidas de títeres de lámina y fuego

que con su frenesí inundan mis ojos

pero cuando puedo olerlos sé qué ya no se mueven

olerlos es una señal de que están dormidos

oler un motor es como ver a un animal disecado

una ciudad disecada.

 

 

IV

 

El olor del cigarro cuando el humo escapa

se parece al color del papel envejecido

los libros viejos huelen a pastelito de almendras

en realidad, no huelen a palabras petrificadas

lo cual es desconcertante

para mi nariz la literatura es como el aroma después de fumar

en ese rastro huelo los pensamientos que se llevó el aire

rastros de palabras que se escaparon

lenguaje en movimiento

(por eso el incienso es tan importante en los rituales

porque es la traducción olfativa de la palabra)

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/tengo-miedo-de-perder-los-dientes/

 

 

Autorretrato a través de mis olores

Poesía Interlatente de Kanek Quintanar

 

 

I

 

El olor de las hojas del pirul cuando las aprieto con los dedos

 

me recuerda que no conozco lo que conocen sus raíces

 

es imposible conquistar los recuerdos del subsuelo

 

lo que se siente estar bajo la tierra

 

absorber el agua

 

tener carne de oscuridad

 

es algo que solo conocen las lombrices

 

los huesos en sus tumbas

 

y las memorias de los árboles.

 

Mi árbol preferido es el pirul

 

porque me lo enseñó mi madre

 

y porque sus hojas se parecen a esas planas de la l en cursiva

 

que te piden hacer cuando vas en primero de primaria.

 

Entonces lo descubro:

 

lo que los árboles ponen en sus copas

 

son signos de su vida bajo tierra

 

síntomas que hablan de una negrura inquieta

 

en sus copas está la voz, en sus raíces están los ojos.

 

El aroma del pirul huele fresco

 

como si el limón se emancipara de su amargura.

 

Por lo que dice ese perfume no todas las sepulturas son fúnebres

 

no todos los sedentarismos son grises

 

la oscuridad también puede oler a cítrico liberado.

 

 

II

 

El olor del sudor después de varios días

 

abre en mis axilas un pozo de consciencia.

 

Cuando despierto me recuerda que tengo un cuerpo

 

el aroma es un talismán para volver del sueño

 

no conozco a nadie que pueda soñar con sus hedores

 

cuando vuelvo desde la noche hacia el día

 

necesito aspirar lo que mi piel acumula

 

una gota de realidad condensada en aroma

 

para estar donde está mi piel.

 

Sudamos cuando nos movemos

 

Y nos movemos cuando corremos

 

cuando el sol nos regala calor

 

en fin, sudamos cuando vivimos.

 

Entonces debajo de mis brazos hay un rastro de mi vida

 

que es también sensación

 

y no una quimera de la mente.

 

Los instantes son movimiento

 

el sudor es su esencia

 

el perfume del tiempo.

 

 

III

 

El olor de los motores detenidos pacifica mi agitación

 

disfruto mucho abrir el cofre de un auto

 

o poner mi nariz en un camión estacionado

 

porque la ciudad es un bordado de rugidos

 

gritos metálicos entretejidos en mi oreja

 

estampidas de títeres de lámina y fuego

 

pero cuando puedo olerlos sé qué ya no se mueven

 

olerlos es una señal de que están dormidos

 

oler un motor es como ver a un animal disecado

 

una ciudad disecada.

 

 

IV

 

El olor del cigarro cuando el humo escapa

 

se parece al color del papel envejecido

 

los libros viejos huelen a pastelito de almendras

 

en realidad, no huelen a palabras petrificadas

 

lo cual es desconcertante

 

para mi nariz la literatura es como el aroma después de fumar

 

en ese rastro huelo los pensamientos que se llevó el aire

 

rastros de palabras que se escaparon

 

lenguaje en movimiento

 

(por eso el incienso es tan importante en los rituales

 

porque es la traducción olfativa de la palabra).

Tomado de:

https://www.interlatenciasrevista.com/post/autorretrato-a-trav%C3%A9s-de-mis-olores

 


Walmart

En el Walmart me dan ganas de voltear todos los empaques

 

y ver las listas de ingredientes

 

leerlas como confesiones

 

¿de qué me sirve saber que mis gomitas tienen benzoato de sodio?

 

eso no sabe a nada

 

no sé qué es

 

detrás de alguno de todos esos empaques hay un poema oculto

 

qué gozo encontrar poesía detrás de una caja de cereal

 

nunca me ha pasado

 

pero tolero la existencia del Walmart

 

pensando que un día puede suceder

 

que los Corn Flakes estén hechos de:

 

“un alto surtidor que el viento arquea

 

árbol bien plantado mas danzante”

 

un Walmart es un acto de magia macabra

 

no huele a nada, como un museo

 

las cajas de cereal surgen naturalmente

 

parece que siempre estuvieron destinadas a terminar ahí

 

cada pasillo es una selva de sensaciones potenciales

 

cuando imagino todos los olores posibles para un detergente

 

me dan ganas de gritar

 

un jabón de naranja no huele a naranja

 

yo podría decir que huele a tulipanes

 

o a turbosina

 

o a mierda de unicornio

 

y daría lo mismo

 

porque esos perfumes son deliciosos pero ¿a qué huelen?

 

grito imaginando que nada dentro de un Walmart es real

 

la abstracción de un pedazo de jamón

 

¿qué cerdo tiene las piernas cuadradas?

 

¿con cuatro ángulos perfectos de noventa grados?

 

aberradamente imaginamos cerdos geométricos

 

y vendemos esa fantasía

 

para nutrir a los hombres que juegan a contar el dinero ajeno.

 

eureka, la comida ilusoria de los supermercados

 

sirve para nutrir vidas ilusorias de una humanidad que renuncia a su rostro

 

no puedo ponerme a llorar en medio del pasillo de los condimentos

 

porque vendría un guardia a golpearme

 

él no comprendería que Ulises jamás hubiera regresado a Ítaca

 

si Penélope le hubiera ofrecido esas aceitunas asfixiadas en plástico

 

como embriones grotescos flotando en salmuera

 

ya no hay regreso a casa

 

toda la comida sale de una bodega oscura

 

qué ganas de poner mi estómago en el refrigerador de las carnes frías

 

colgarlo en un gancho

 

en medio de las luces blancas y congeladas

 

flotando ahí, bolsa misteriosa de carne incógnita

 

sé que se hincharía y se hincharía

 

ningún vendedor sabría qué hacer con él

 

nadie pide doscientos cincuenta gramos de panza de poeta

 

pero no lo tirarían

 

porque si no lo encuentran en los inventarios interminables

 

nadie se atreve a descartarlo

 

pero un día,

 

lleno de asco y furia y gritos,

 

reventará

 

sacando a la luz miles de mariposas doradas

 

y libélulas, y nubes que cantan

 

correrán por todos los pasillos quemando las cajas y el cartón

 

en un huracán de catarsis que borra esa publicidad engañosa

 

que te hipnotiza y te ahoga

 

y el Walmart se incendiará pero sin dañar a nadie

 

porque las llamas de este incendio serán espigas de trigo

 

y nadie sabrá explicar de qué manera nació un trigal inextinguible en medio de la ciudad

 

pero todos los cajeros

 

y todos los choferes

 

y todos barrenderos

 

y todos los burócratas

 

saltarán dentro para convertirse en ranas

 

y yo también saltaré dentro de ese fuego de trigo

 

para nunca más tener hambre

 

aniquilaremos toda la ciudad

 

hasta que todo esto vuelva a ser

 

un lago inmenso de silencio

 

pacífico e inexplicable.

Tomado de:

https://paginasalmon.com/2023/11/16/walmart-por-sergio-rodrigo-kanek-quintanar-tapia/