Cuatro poemas de María Mercedes Carranza
Aquí entre nos
Un día escribiré mis memorias,¿quién que se irrespete no lo hace? Y allí estará todo. Estará el esmalte de las uñas revuelto con Pavese y Pavese con las agujas y una que otra cuenta de mercado. Donde debieran estar los pensamientos sublimes pintaré tus labios a punto de decirme buenos días todos los días. Donde haya que anotar lo más importante recordaré un almuerzo cualquiera llegando al corazón de una alcachofa, hoja por hoja. Y de resto, llenaré las páginas que me falten con esa memoria que me espera entre cirios, muchas flores y descanse en paz.
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Babel y ustedSi las palabras no se arrugaran, sifuera posible ponérselas cada mañana, como una blusa o una falda, previo uso del quitamanchas, el cepillo y la plancha. Si no se pudieran pronunciar ya más por lo brilladas y rodillonas. Si, después de un largo viaje, se botaran como la maleta, tan descosida, tan llena de letreros y de mugre. Si no se cansaran, si fuera normal y corriente someterlas a chequeo médico cada año, con diagnósticos y exámenes de laboratorio, vitaminas y reconstituyentes y hasta menjurges para la anemia. Si las palabras hicieran sindicato en defensa de sus fueros más legítimos y reclamaran indemnizaciones por abuso de confianza a aquellos que las tratan como a violín prestado. Si algún día hicieran huelga, ¿qué opina usted, García?
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El oficio de vestirseDerepente, cuando despierto en la mañana me acuerdo de mí, con sigilo abro los ojos y procedo a vestirme. Lo primero es colocarme mi gesto de persona decente. En seguida me pongo las buenas costumbres, el amor filial, el decoro, la moral, la fidelidad conyugal: para el final dejo los recuerdos. Lavo con primor mi cara de buena ciudadana visto mi tan deteriorada esperanza, me meto entre la boca las palabras, cepillo la bondad y me la pongo de sombrero y en los ojos esa mirada tan amable. Entre el armario selecciono las ideas que hoy me apetece lucir y sin perder más tiempo me las meto en la cabeza. Finalmente me calzo los zapatos y echo a andar: entre paso y paso tarareo esta canción que le canto a mi hija: “Si a tu ventana llega el siglo veinte trátalo con cariño que es mi persona”.
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Tengo miedo
“Todo desaparece ante el miedo. El
miedo, Cesonia; ese bello sentimiento, sin aleación, puro y desinteresado; uno de los pocos que saca su nobleza del vientre”.
Albert Camus
Miradme: en mí habita el miedo.Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo. El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de verlo, cuando atardece porque puede no salir mañana. Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se derrumba, ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo. Procuro dormir con la luz encendida y me hago como puedo a lanzas, corazas, ilusiones. Pero basta quizás sólo una mancha en el mantel para que de nuevo se adueñe de mí el espanto. Nada me calma ni sosiega: ni esta palabra inútil, ni esta pasión de amor, ni el espejo donde veo ya mi rostro muerto. Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo. |
Y sin la rosada levedad que da el deseo
Flotan sus pasos y sus gestos.
Las sonrisas sonámbulas, casi sin boca,
Aquellas palabras que no fueron posibles,
Las preguntas que sólo zumbaron como moscas
Y sus ojos, frío pedazo de carne azul.
Días perdidos en oficios de la imaginación,
Como las cartas mentales al amanecer
O el recuerdo preciso y casi cierto
De encuentros en duermevela que fueron con nadie.
Los sueños, siempre los sueños.
¡Qué sucia es la luz de esta hora,
Qué turbia la memoria de lo poco que queda
Y qué mezquino el inminente olvido!
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Te perseguiré por los siglos de los siglos.
No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar.
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No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar.
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