¡Cruel pillete! Con ramaje de mimbrera
tramé el lazo en un instante...;
hasta diez no tuve contado,
cuando un tierno pajarillo
en mis manos prisionero aleteaba...
Y con pérfida alegría,
encerrado en una jaula, a mi cuarto lo conduje,
y gocé aterrorizando a mi cautivo
con miradas furibundas y con jestos de amenaza...
Cuando el juego ya dejó de divertirme,
satisfechas mis feroces crueldades,
a la jaula coloqué sobre la mesa
para abrir con precaución su puertecilla...
¡Con qué májica viveza de sus alas hace uso
aquel pájaro enjaulado a quien se ofrece
libertad y alegre vida!
Raudamente hacia la luz dirije el vuelo,
pero cae tras el choque con los vidrios...
¡Pobre pájaro cautivo; ahora quedas bien vengado!
que es ahora el cazador quien prisionero,
encerrado está en la jaula;
en la jaula donde en vano
poseído de terror se ajita triste...
¡Ay! También una mirada furibunda en él se fija,
tras la reja de su cárcel;
y ese ojo pavoroso le da miedo
y le hace estremecerse de temores y de espanto...
Y si el mísero imajina que la cárcel está abierta,
tras la dulce libertad se precipita,
mas, sus alas
lo conducen a estrellarse con los vidrios...
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