(Noruega, 1908 - 1994)
Una palabra
Una piedra
En un río frío.
Otra piedra más
Tengo que poner más piedras
Para poder cruzarlo.
Concha
Le construyes una casa a tu alma.
Y te paseas orgulloso
a la luz de las estrellas
con tu casa a la espalda
como un caracol.
Si adviertes peligro,
te metes en la casa
y te sientes a salvo
detrás del duro
caparazón.
Y cuando ya no existas,
quedará
la casa
y testimoniará
de la belleza de tu alma.
Y dentro susurrará
el mar de tu soledad.
No se cuelga el sombrero en un rayo de sol
Tienes que tener siempre
suelo firme
bajo los pies, algo
a que agarrarte,
la idea
no se atreve
a soltarse,
es como un niño
no tiene confianza, pero
siempre anda
buscando apoyo.
No se cuelga
El sombrero en un
rayo de sol,
tarde aprendiste
a nadar, desconfías
del avión,
no te sientes seguro
La espada
Corta
Cuando se desenvaina,
Si no otra cosa
el aire.
Corté el manzano grande
Corté el manzano grande que tenía delante de la ventana.
Me tapaba la vista, esa era una razón, hasta en verano
estaba oscura la habitación, además
en el mercado de frutas ya
no querían sus reinetas.
Pensé en lo que hubiera dicho
mi padre, a él le gustaba
aquel manzano.
Pero lo talé.
Todo se hizo más luminoso, puedo
ver todo el fiordo
y seguir mejor lo que pasa
en todas las direcciones,
la casa está ahora
más a la vista,
se exhibe mejor.
No quiero admitirlo, pero echo en falta al manzano.
CABAÑAS DE RAMAS Y GRUTAS DE NIEVE
Estos poemas
no tienen nada especial, son sólo
unas cuantas palabras, unidas
al azar.
Pienso
sin embargo
que es divertido
hacerlos, entonces
se tiene algo como una casa
un instante.
Recuerdo las cabañas de ramas
que construíamos
cuando éramos niños:
entrar a gatas, sentarnos
a escuchar la lluvia,
saber que estábamos solos en plena naturaleza,
sentir las gotas en la nariz
y en el pelo–
O las cuevas de nieve en Navidad,
entrar a gatas y
cerrar tras de sí con una arpillera,
encender una vela, estar allí
en las noches frías.
Pregunta al viento, 1971. Traducción de Francisco J. Uriz.
UN POEMA CADA DÍA
Quiero escribir un poema cada día,
cada día.
Tiene que ser posible.
Browning pudo hacerlo mucho tiempo, a pesar de
que rimaba y
marcaba el ritmo
con sus pobladas cejas.
Así pues, un poema cada día.
Algo se te ocurrirá,
algo pasará,
algo nuevo descubrirás.
–Me levanto. Clarea.
Tengo buenas intenciones.
Y veo al pardillo elevarse del cerezo
al que ha robado unas yemas.
Pregunta al viento, 1971. Traducción de Francisco J. Uriz.
HUMAREDA
El humo sale lentamente de la chimenea
entre los árboles, donde
vive la joven pareja.
Con alegría ofrendan
a los grandes poderes de la luz
trozos de abeto,
duros abedules.
Donde vive el avaro el humo
es delgado y turbio:
tiempos funestos,
no del todo propicios
para Dios.
Nunca verás
tu propia humareda.
Yo por años
permanecí sentado
cual Caín
en la oscuridad.
CHOZAS Y ESCONDITES DE NIEVE
Estos poemas no valen
demasiado, son sólo
unas palabras arrojadas
de forma azarosa.
Aún así
para mí
hay algo bueno
en hacerlos, es
como si tuviera en ellos por un breve
momento una casa.
Pienso en esas casitas
que hacía uno con ramas
cuando niño:
escabullirse en ellas, sentarse
y escuchar cuando llueve,
solo entre la maleza,
sentir las gotas de lluvia en tu nariz
y en tus cabellos –
o escondites de nieve en Navidad,
escabullirse y taponar después
con una bolsa,
encender una vela, y estar ahí
por frías y enteras tardes.
Caracol
Le construyes una casa a tu alma.
Y te paseas orgulloso
a la luz de las estrellas
con tu casa a la espalda
como un caracol.
Si adviertes peligro,
te metes en la casa
y te sientes a salvo
detrás del duro
caparazón.
Y cuando ya no existas,
quedará
la casa
y testimoniará
de la belleza de tu alma.
Y dentro susurrará
el mar de tu soledad.
Lágrima, no hace falta que caigas
Era poco para ti
pero mucho para mí:
Una sonrisa cuando hacía falta
y un apretón de manos era todo.
Lágrima,
no hace falta que caigas
sé que eres salada.
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