(Lancram, 1895 - Cluj, 1961)
La tierra
Nos tendimos de espaldas en la hierba: tú y yo.
El aire derretido cual cera bajo el ardor del sol
corría como un río sobre los rastrojos.
Un silencio abrumador imperaba en la tierra
y una pregunta cayó en mi alma
hasta el fondo.
¿Nada tenía que decirme
la tierra? Toda esta tierra,
de anchura despiadada y cruelmente muda,
¿nada?
Para escuchar mejor pegué
mi oído a los campos, vacilante y sumiso
y por debajo de la tierra escuché
el latir bullicioso de tu corazón.
La tierra respondía.
Silencio
Hay tanto silencio alrededor que me parece oír
cómo se estrellan los rayos de luna en los cristales.
En el pecho
una voz extraña ha despertado
y una canción canta en mí ajenas añoranzas.
Se cuenta que los antepasados muertos antes de tiempo,
con sangre todavía joven en las venas,
con pasiones intensas en la sangre,
con sol palpitante en las pasiones
retornan,
retornan para continuar
en nosotros
la vida no vivida.
Hay tanto silencio alrededor que me parece oír
cómo se estrellan los rayos de luna en los cristales.
Oh, ¿quién sabe, alma mía, en qué pecho cantarás
también tú más allá de los tiempos
-en las dulces cuerdas del silencio,
en arpas de oscuridad – la nostalgia ahogada
y la rota alegría de vivir? ¿Quién sabe? ¿Quién sabe?
Pan
Cubierto de hojas mustias yace Pan sobre una roca.
Está ciego y es viejo.
Sus pies son pedernal,
en vano intenta parpadear aún,
pues sus ojos se cerraron –como los caracoles- durante el invierno.
Cálidas gotas de rocío le caen sobre los labios:
una,
dos,
tres,
la naturaleza abreva a su dios.
¡Oh, Pan!
Veo como estira la mano y coge una rama
y palpa
con suaves caricias los brotes.
Un cordero se acerca por entre las matas.
El ciego lo escucha y sonríe,
pues no tiene Pan mayor alegría
que la de tomar suavemente entre sus palmas
la cabeza de los corderitos
y buscar sus jóvenes cuernos bajo los blandos botones de lana.
Silencio.
A su alrededor las cuevas bostezan soñolientas
y le contagian también a él su bostezo.
Se despereza y dice:
“las gotas de rocío son grandes y cálidas,
los cuernos asoman
y los brotes son plenos.
¿Será la primavera?
La muerte de Pan
I
PAN A LA NINFA
Con ajomate en los cabellos asomas de los juncos,
una onda
quiere abrazarte y arenas van a hervir.
Como de una invisible ánfora redonda
viertes tu esbelto cuerpo desnudo en la hierba.
En las sienes las venas me palpitan
cual papo de un lagarto perezoso
que bajo el sol se tuesta,
un movimiento me susurra rumor de manantiales.
Como al caliente pan te partiría yo,
tu movimiento me trae dulces momentos a la sangre.
Las arenas van a empezar a hervir.
¡Verano,
sol,
hierba!
II
EL DIOS ESPERA
En los rastrojos juegan
ratones y terneros,
y las parras
Sostienen en las palmas
ranitas verdes.
Con un diente de león
entre los labios
espero
su llegada.
No deseo sino
pasar mis limpios
dedos abiertos
por su cabello,
por su cabello
y luego de las nubes
recoger
como de una madeja
los rayos, así como en otoño
se recogen del aire
telarañas.
IIILA SOMBRA
Pan rompe panales
a la sombra del nogal.
Está triste:
proliferan monasterios en los bosques
y le molesta el brillo de una cruz.
Vuelan a su alrededor los vencejos
y las hojas del olmo
interpretan las ánimas.
Bajo la campana de queda Pan está triste.
Por un caminito pasa la sombra
color luna
de Cristo.
IVPAN CANTA
Estoy solo y estoy lleno de cardos.
Alguna vez fui dueño de un cielo constelado
y a los mundos
yo les tocaba el caramillo.
La nada tensa su cuerda.
Hoy en mi gruta no penetra
ningún extraño,
sólo las salamandras abigarradas vienen
y a veces:
la luna.
VLA ARAÑA
Ahuyentado por las cruces sembradas en los caminos
Pan
se escondió en una cueva.
Los rayos inquietos se agolpaban
y se empujaban con los codos para llegar a él.
Compañeros no tenía,
sólo una araña solitaria.
La pequeña fisgona había tejido una red de seda
en su oreja
y Pan, amable por naturaleza,
cazaba mosquitos para la última amiga que le había quedado.
Pasaban a todo correr otoños con estrellas fugaces.
Alguna vez el dios tallaba
una flauta en una varilla de saúco.
La bicharraca enana
paseaba por su palma
y en los chispazos de madera podrida
Pan descubrió con asombro
que su amiga llevaba en la espalda una cruz.
Inmóvil y sin habla se quedó el viejo dios
en la noche con estrellas fugaces
y afligido se sobresaltó:
la araña se ha cristianizado.
Al tercer día cerró el féretro de los ojos de fuego.
Estaba protegido por la escarcha
y descendía el crepúsculo de las ánimas.
Inconcluso quedó el caramillo de saúco.
Heráclito junto al lago
Junto a las verdes aguas se encuentran los senderos.
Hay silencios aquí, pesados silencios abandonados por el hombre.
Calla perro, que husmeas el viento con la nariz, calla.
No ahuyentes los recuerdos que llegan
llorando a enterrar los rostros en su propia ceniza.
Apoyado en los troncos adivino mi suerte
en la palma de una hoja otoñal.
Tiempo, cuando quieres emprender el camino más corto
¿por dónde te encaminas?
Mis pasos resuenan en la sombra
como si fueran unos frutos podridos
que caen de un árbol invisible.
¡Oh, cómo enronqueció de vejez la voz del manantial!
Toda mano que se alza
es una duda más, sólo eso.
Los dolores insisten
hacia el misterio oculto de la tierra.
Arrojo espinas desde la orilla al lago,
con ellas en círculos me deshago.
Carta
Tal vez tampoco hoy te hubiese escrito estas líneas
si no fuera porque los gallos cantaron tres veces
en la noche
y tuve que gritar:
Señor, Señor, ¿a quién he negado?
Soy, Madre, más viejo que tú,
pero idéntico a como me conoces:
algo encorvado de hombros
e inclinado sobre las preguntas del mundo.
Aún hoy ignoro por qué me enviaste a la luz.
¿Sólo para andar entre las cosas
y hacerles justicia diciéndoles
cuál es más verdadera y cuál es más hermosa?
Mi mano se detiene: es demasiado poco.
La voz se apaga: es demasiado poco.
Madre, ¿por qué me enviaste a la luz?
¿Por qué me enviaste?
Mi cuerpo se desploma a tus pies
pesado como un pájaro muerto.
Humo caído
Se escucha el vuelo breve e inútil
de los gansos sobre los pastos fríos.
En algún lugar una canción se inflama
con llamados de eternidad.
Una flauta se agota y otra no se muestra.
Aleluya, mi mirada se llena de pájaros y viento,
no estoy en deuda con la vida ni siquiera
con un pensamiento
pero le debo toda la vida.
Con movimientos a menudo detenidos
veo bóvedas derrumbadas en el agua.
De la hojarasca de la aldea salgo
como de una bíblica tienda.
Aleluya, hoy como nunca
soy el cansado hermano
del cielo de abajo
y del humo caído del lar.
Perspectiva
Noche. Bajo las esferas, bajo las grandes esferas,
las mónadas duermen.
Mundos comprimidos
lágrimas sin sonido en el espacio,
las mónadas duermen.
Su movimiento – elogio del sueño.
En la divisoria de las aguas
Tú estás en verano, yo estoy en verano. En el verano
que marcha
a su fin, en el filo los dos en la divisoria de las aguas.
Con pensamiento viajero acaricio el cabello de la tierra.
Nos inclinamos sobre las rocas, bajo el azul imperfecto.
¡Mira hacia abajo! Mira largamente, pero no hablemos.
Podría ocurrir que las voces nos tiemblen.
Desde el portón de la altura y hasta el valle
envejece, ay, cuán rápido, el agua. Y la hora.
¿Hay mucho atrás? Tanto hay también adelante
aunque parecerá mucho menos.
Nos escondemos –ardiendo lentamente- detrás del
fantasma del verano.
Nos cerramos el corazón después de palabras no dichas.
El sendero de ahora desciende como el humo
del sacrificio que no fue recibido. Desde aquí
reemprendemos el camino
hacia el polvo y el valle, traicionados mil veces
por un cielo convocador e indomable.
Los alfareros
Por siglos ellos tienen aquí su morada, del principio
de los tiempos, grotescos y rudos, papudos sin voz.
Alfareros son ellos, llamados a ablandar y a cocer el barro.
Como dragones mansos y tardíos,
con rostros prolongados en las gaitas,
estos arcaicos seres debajo de la tierra
cargan su sueño frágil por los pesados días.
La rueda gira y zumba en cada casa.
Testigos en el corazón, los moldes viejos.
Se esmeran como en sueños y junto a los hornos
lentos los alfareros arden.
Sólo de vez en cuando son fisgoneados
por alguna luz y algunas hadas.
En los valles de cosechas sublimes
no existe una aldea de espíritus más apacibles,
tampoco una aldea en la que ardan
vasijas más hermosas y más esbeltas,
con la cintura de una pecadora santa joven.
Canción para el año 2000
El buitre que en el cielo da vueltas
habrá muerto hace ya mucho tiempo.
Cerca de Sibiu, cerca de Sibiu, en las riberas
sólo los robles perdurarán.
¿Me recordará algún paseante, le hablará de mí
a un desconocido bajo sus horas?
Pienso que nadie evocará mi nombre,
pues la historia empezaría así:
Por aquí pasaba él, iba y venía,
contemporáneo con las mariposas, con Dios.
Inscripción
Los caminos que no andamos,
los caminos que permanecen en nosotros
también nos llevan, innumerables, a alguna parte.
Las palabras que no pronunciamos,
las palabras que permanecen en nosotros
también revelan, sin límites, el ser.
Las batallas que no damos,
las batallas que permanecen en nosotros
también agrandan, en secreto, la patria.
La semilla que no ofrendamos,
la semilla que permanece en nosotros
también multiplica infinitamente la vida.
La muerte de la que no morimos,
la muerte que permanece en nosotros
también ahonda en nosotros el silencio.
Y en todas partes y en todas las cosas
pone sus cimientos la poesía.
Cuarteta
Tampoco el canto es fácil. Día
y noche, nada es fácil sobre la tierra.
El rocío es el cansancio de los ruiseñores
que cantaron sin cesar toda la noche.
Significados
El sentido de las flores no es el fruto
El sentido de la muerte no es la tierra
El sentido de la llama no es el humo
El sentido del fuego no es la ceniza
El sentido de la hoja no es la sombra
El sentido del otoño no es la escarcha
Pero del camino es la añoranza
Y el sentido del horizonte es la nube
transhumante
pasajera, errabunda.
De profundis
Un año más, un día, una hora,
los caminos, todos, se han retirado ya
bajo mis pies, a mi paso.
Un año más y un ensueño y un sueño
y ya seré, debajo de la tierra,
amo y señor
de los huesos que rígidos duermen
El aire semillas mueve
Aquella vez en la cumbre de la montaña
inmóviles bajo los abetos,
anonadados por el ardiente azul
de la proximidad del otoño,
te acurrucaste a mi lado
adormecida por los rayos de sol,
por el murmullo de las ramas,
por el rumor venido de las profundidades
como una ola fresca, lentamente.
En el valle que dejamos atrás se extinguió
ha tiempo el último rumor.
Una hoja, como una llamarada,
se posó en tu cabello.
Caía dando vueltas la hoja y soñaba
que podría de nuevo
ser adorno dorado en otro árbol.
En la cumbre de la montaña se extinguió
ha tiempo el último rumor.
Traídas de otro siglo por invisibles hilos
diáfanas semillas aladas
volaban sobre nosotros.
Nos tienta así el deseo algunas veces
hacia el cruel, sagrado asombro.
Mas la naturaleza no agota su sustancia
y en el inefable derroche
de la imaginación, entre un tiempo y otro tiempo
todo no puede ser engaño.
El aire semillas mueve
hacia destinos sólo en los mitos
vislumbrados.
Y mientras dormida sonreías
besé tu mano en dulce ceremonia.
Nunca lo sabrás,
besé la caliente palidez de tu mano
en la nítida línea de la vida.
Las todosabedoras
Escucha una palabra, escucha lo que pienso
de las cosas. Donde estemos
nos prueban, nos invaden, nos acechan.
Vivimos rodeados de todosabedoras.
Nos ocultaron la vida y la pasión.
Pero ellas nos conocen. Recuerda:
el camino sabe de los anhelos secretos,
el viento sabe cuán salada es la lágrima.
A través del sufrimiento, ardiendo
llevamos nuestro ser en duda de un lugar a otro.
Apenas conocemos el vacío, el pesar.
Las cosas adivinan nuestra plenitud.
Llegamos hasta la nieve por el amargo tiempo
y no sabemos todavía que amamos.
Pero el agua, el agua bajo el puente, donde
nos reflejamos, lo sabe desde hace un verano.
Poesía
Un relámpago palpita
en su fulgor
apenas lo que dura
su camino de la nube hasta el árbol
deseado, con el que se une.
Así la poesía.
Sola en su luz
dura ella cuanto dura
de la nube hasta el árbol
de mí hasta ti.
¿Qué envejece en nosotros?
¿Qué envejece en nosotros
que de repente, una mañana
sentimos el anhelo de esconder
nombre y cara?
¿Qué envejece en nosotros
que en un crepúsculo de día y de vida,
nos encontramos, hombres de otro tiempo,
extraños entre los de hoy, sombras en la niebla?
No es la ola de sangre la que envejece en nosotros,
ni el corazón mientras late, ni la pasión,
ni el espíritu, ni el eco en el oído,
sólo la lágrima.
El hombre viejo llora
con lágrimas viejas.
TRISTEZA METAFÍSICA
En los puertos abiertos hacia los secretos
de las grandes aguas,
he cantado con los pescadores,
altas sombras en la orilla,
soñando en buques cargados
por el milagro ajeno.
Al lado de los obreros ceñidos con mallas oxidadas,
he lazado puentes de acero
sobre el vuelo del pájaro puro,
sobre profundos bosques,
y cada puente se arqueaba
llevándonos consigo por tierras de leyenda.
He demorado mucho entre las rocas
al lado de los viejos santos,
como las curanderas del país,
y he esperado que se abriera
una ventana de salvación
entre los poderosos espacios del anochecer.
Con todos y con todo
me retorcí por los caminos, por las orillas,
entre máquinas y las iglesias.
Al lado de fuentes sin fondo,
abrí el ojo del conocimiento.
Recé con los obreros harapientos,
soñé con los pastores de las ovejas
y esperé en los barrancos con los santos.
Ahora me doblo en la luz
y lloro bajo los tardíos restos
de la estrella bajo la cual andamos.
Me alcé las heridas en los vientos
con toda la criatura
y guardé ¡ay, ningún milagro se cumple!
No se cumple, no se cumple jamás.
Y sin embargo, con palabras sencillas,
como las nuestras,
hicieron el mundo, los fantasmas, el día y el fuego.
Con pies como los nuestros
Jesús anduvo sobre las aguas.
EL VIEJO MONJE ME DICE DESDE EL UMBRAL
Joven, tú que vas por la hierba de mi convento,
¿queda mucho aún para que se ponga el sol?
Quiero entregar mi alma
junto con las serpientes aplastadas en las madrugadas
por los palos de los pastores.
¿No me contorsioné yo también como ellas
en el polvo?
¿No me retorcí yo también como ellas bajo el sol?
Mi vida ha sido todo lo que quieras,
alguna vez fiera,
otra vez flor,
otra vez campana que riñe con el cielo.
Hoy me callo y el hueco de la tumba
suena en mis oídos como una campana de arcilla.
Espero en el umbral la frescura del fin.
¿Queda mucho aún? Ven, joven,
toma tierra en las manos
y pónmela encima como agua y vino.
Bautízame con tierra.
La sombra del mundo pasa sobre mi alma.
PARA LOS LECTORES
Allá está mi casa. Más allá es sol y el huerto con colmenas.
Vosotros pasáis por el camino, miráis por entre las rejas
y esperáis a que os hable. ¿Cómo empezar?
Creedme, creedme,
se podría hablar sobre cualquier cosa cuanto se quisiera:
sobre el destino y sobre la serpiente del bien,
sobre los arcángeles que surcan con su arado
los jardines del hombre,
sobre el cielo hacia el cual crecemos,
sobre el odio y la caída, sobre tristezas y crucificaciones
y más que nada sobre el gran correr.
Pero las palabras son las lágrimas
de los que quisieron llorar y no pudieron.
son tan amargas todas las palabras,
por esto, dejadme
pasear mudo entre vosotros,
salir a la calle con los ojos cerrados.
ORILLA DEL MAR
Viñas rojas,
viñas verdes ahogan las casas bajo salvajes tallos
poderosos, como pólipos
que apretasen en sus brazos una víctima.
El sol saliendo limpia de sangre en el mar
las lanzas con que mató rápido a la noche
como una fiera.
Yo
me quedo en la orilla -mi alma está lejos de su
casa.
Se ha perdido por un sendero sin fin y no encuentra
el camino para volver.
AUTORRETRATO
Lucian Blaga está mudo como un cisne.
En su país
la nieve del cuerpo ocupa el sitio de la palabra.
Su alma está buscando,
en muda, secular búsqueda,
la de siempre,
hasta los últimos confines.
Está buscando el agua que se traga el arco iris.
Está buscando el agua
en la cual el arco iris se traga su hermosura
y su inexistencia.
LA ESTALACTITA
El silencio es mi sabiduría
y como permanezco inmóvil y sereno,
tal un asceta de piedra,
me parece
que soy un estalactita dentro de una cueva inmensa
con el cielo por bóveda.
Lentas,
lentas,
lentas gotas de luz,
gotas de paz, caen incontenibles
del cielo
y se hacen de piedra dentro de mí.
QUIROMANCIA
A los cuarenta años, esperando aún,
andarás como hoy entre estrellas tristes y hierbas.
A los cuarenta años, ahogándote la palabra,
te perderás dentro de ti –buscando.
A lo largo de los años, un viento
te perseguirá bajo el cielo,
comerás miel negra y callarás doblado.
A los cuarenta como a una orilla llegarás,
donde siempre
esperarás que venga a ti la otra ribera,
eterno saqueo deseándote para los pájaros
del otro horizonte.
Por setenta y siete callejuelas
andarás descalzo y sin cubrirte la cabeza:
¿qué semilla no fue en desierto echada?,
¿qué luz no fue en vano cantada?
SILENCIO
Tanto silencio me rodea que me parece oír
el choque de los rayos de la luna en la ventana.
Una voz ajena despierta dentro de mi alma
y una canción canta
un ansia que no es mía.
Se dice que los antepasados muertos antes del tiempo
con la sangre aún joven en las venas,
con grandes deseos en la sangre,
con mucho sol en los deseos,
vuelven,
vuelven para vivir todavía un poco más
dentro de nosotros
la vida que dejaron de vivir.
Tanta quietud me rodea que me parece oír
el choque de los rayos de la luna en la ventana.
Ay, quién sabrá, alma mía, dentro de qué pecho
cantarás tú más allá de los siglos,
en las dulces cuerdas del silencio
en arpas de tiniebla, tus ahogados anhelos
y tu vencida alegría de la vida.
¿Quién lo sabrá, quién?
BELLAS MANOS
.
Presiento,
bellas manos, cómo acogéis hoy con
vuestro calor mi frente soñadora;
pronto sostendréis también
la urna de mis cenizas.
Sueño,
bellas manos, que unos calientes labios soplarán
al viento mis cenizas
a las que sostendréis en vuestras palmas como un cáliz;
seréis como esas flores
cuyo polen esparce la ventisca.
Y lloro:
seréis entonces aún lozanas, bellas manos.
EVA
Al tenderle el fruto a Eva, la serpiente habló
entre las hojas como una campanilla de voz tintineante y plata.
Y sucedió que, luego, le susurró algo más
al oído,
muy bajo, muy bajo,
algo que no aparece en las Santas Escrituras.
Ni el mismo Dios comprendió ese susurro,
a pesar de la escucha vigilante.
Y Eva no se lo quiso decir a
Adán.
Desde entonces, la mujer oculta bajo los párpados un enigma,
mueve cada pestaña insinuando
que ella sabe algo
que nosotros ignoramos,
que todos ignoran,
incluso Dios.
La lengua no es la palabra que pronuncias.
La única lengua, tu lengua completa,
la dueña de todos los secretos y la luz,
es la que sabes callarte.
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Fácil... ni siquiera cantar es fácil. Día
y noche - nada es fácil sobre la tierra:
el rocío es el sudor de los ruiseñores
cansados de cantar toda la noche.
LAS ESPINAS
Era un chiquillo. Recuerdo que, una vez,
recolecté rosas silvestres.
Tenían muchas espinas,
mas no quise arrancarlas.
Pensé que eran la yema de la flor
y que florecerían.
Después llegaste tú. Oh, cuántas espinas,
cuántas espinas encontré,
mas no quise quitarlas, pues creí
que iban a florecer.
Hoy pienso en todo aquello y sonrío. Sonrío
y yerro, vagabundo, por los bosques,
y me alborota el viento. Era un chiquillo.
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