(6 de noviembre de 1966, Malabo, Guinea Ecuatorial)
XII
No canto mi verso
para los que no leen
la letra de los campos
ni ponen los puntos sobre las íes.
Con la letra de la geografía,
alzo la vista para ver al niño
sobre la acera muerta de ciudades destruidas.
Tenéis razón,
pero antes de pan vivíamos
y sobre laureles dormíamos
hasta que los burros comieron la corona,
y ya no quedan huesos
de los que viven de palabras.
Dios.
Ríos
Carcajadas de paz eterna,
sigues, undívago, el curso,
aprobado con notable, llevando calma
a quien contigo tropieza.
Con paz de haber vivido largo,
bajas con la esperanza de tener
un testigo: El hombre de cemento.
Tú, carne de sabor blanco,
no sientes nada cuando todo
limpias.
Con margen o sin ella
corres, cual veloz galgo,
enseñando a hombres
que sólo hacer bien justifica
la muerte.
Ríos. Vena. Vena de la tierra,
casa de la lluvia
que se inicia con el hombre
que quiere ser como
el alumno de Juan Bautista.
Los dedos de Dios
Los labios del judío
se agarran a la lengua
de la pecadora
y la carne hace su trabajo.
¡Maldición!, ¡fuego!,
¡destrucción!
¡Ha caído la pecadora!
¡Ha sido sorprendida
sin bragas!
-Maestro, ¿qué pides
por ella con la ley en la diestra?
-La piedra primera
sea sobre ella,
pues ha pecado,
pero que sean de limpias manos.
Y alarga la suya Cristo
y escribe la Biblia
sobre tierras del desierto.
Somos de ciudad
Angola baila al son de naranjas fritas
como suena a chunga la frase: somos de ciudad.
Malabo suena a paquete de Benson fumado
por mercaderes negros que saben que aquí
hay fortuna.
No hay agua, ni luz
ni fe para decir
que el petróleo matará los mosquitos
del paludismo de los charcos.
Somos de ciudad, hospitalario paraje
para mentes sedientas de ideas frescas.
No hay luz, no hay agua, y sobre el techo,
una frase-pantalón vaquero
que grita
con fuerza de mujer joven:
Somos de ciudad.
A los que desean irse
A vos, que de penas
y malas fortunas
de este mundo queréis salir,
si os dicen de regalo
que la otra vida es como aquesta,
¿qué salto, mortal salto,
daréis para caer
en la tercera?
¿Conformarse con dos muertes
sucesivas?
¿Cambiar de aire en la segunda
y ser resignado por sufrido?
Si el cielo abierto
con un sol no convence nada,
¿cuánto convencerá
un descelado mundo
sin estrellas?
Comprad, si queréis, gato en saco.
xxiii |
El Sudán de negros fuertes
fue visitado por ladrones
porque la cosecha de Colombia se perdía.
El negro tendió su mano
y los saludó, dientes negros,
pero no era eso lo que querían.
“No se perderá-dijeron-
lo que tanto costó
al capitán de tierras extrañas,
queremos manos para las uvas”.
(La obstinación de Colón no fue en vano)
Desataron sus cadenas
y llenaron sus barcos
(la historia ya dirá
sobre partos abortados
y mozos arrojados
al abrazo de voraces tiburones)
Hoy, Namibia llora en la ONU
porque una tos de Harlem,
tierra de negros,
no sale a la calle
por la indecencia de un negro frente al escaparate
deseando ajenos bienes.
Una bala segó el verbo del pastor valiente
porque tuvo un sueño.
La historia sigue su curso.
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A los que desean irse
A vos, que de penas
y malas fortunas
de este mundo queréis salir,
si os dicen de regalo
que la otra vida es como aquesta,
¿qué salto, mortal salto,
daréis para caer
en la tercera?
¿Conformarse con dos muertes
sucesivas?
¿Cambiar de aire en la segunda
y ser resignado por sufrido?
Si el cielo abierto
con un sol no convence nada,
¿cuánto convencerá
un descelado mundo
sin estrellas?
Comprad, si queréis, gato en saco.
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xxvii
Hannon, cartaginés
bollos comía en la guerra
contra Roma, hace siglos.
Bollos comía Hannon, bollos,
para lanzar piedras a los cuñados
de los Escisiones,
que firman su paz
lanzando bombas sobre Prístina esdrújula.
En el encierro,
los esclavos piden agua y algo de comida
en una guerra ajena, pero en su casa.
¡Bum!, ha caído la fortaleza, un hospital de niños
con fiebre perniciosa.
Con la chatarra de los aviones,
las mujeres de Kosovo
harán hornillos
para bollos para el hambre de posguerra.
La ONU ya no sabe si la guerra es barata
o si el desayuno de Hannon, cartaginés,
es más caro.
Perdimos el tiempo
David ganaba su vida
insultando a los extraños
del otro lado de su tierra.
Goliat, su compinche,
Blandía su larga lanza
y respondía al insulto;
y allí perdimos el tiempo
cuando corrió la sangre filistea
por el campo de los pobres labriegos.
(la honda de David fue más lejos
y batió al palestino gigante)
Un poco corrió la historia
y descubrimos en los persas
y medos, sus vecinos,
la sangre que corría, corría la sangre.
Con nombres de ahora
Irán no descansa
si Sadam no pierde a su hijo
en la guerra
larga.
Y perdimos el tiempo.
La sangre de los rusos
hirvió en el frío
cuando los godos de ahora
alzaron la porra.
Adolfo se fue
y dio paso a los desterrados,
los que buscan su verdad
en el hambre del mundo
lanzando naves al espacio.
Y perdimos el tiempo.
Nosotros estamos aquí,
en el centro de la tierra
esperando el milagro
de una dulce vida
con la conquista de Saturno.
Y perdimos el tiempo.
El vino, malo, la vendimia, peor
Chicas y chicos
fueron al campo a salvar la cosecha
de las uvas.
Dicen que todo fue peor.
Las chicas se alzaban para hacer el trabajo
y dejaban al aire los deseos de sus faldas ceñidas.
Malo el vino, dicen.
Los chicos, sobrios como obispos,
miraban bajo la falda y descubrían la gloria
de las niñas con recato.
Y es tan malo el vino
que al tercer trimestre del siguiente año
todas de ellas abrieron sus piernas
y alumbraron sendos niños.
Pasmados, exclamaban los padres y maestros:
Vino malo, el alcohol, peor.
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