lunes, 20 de agosto de 2018

POEMAS DE VALERY YAKLOVICH BRYUSOV


Resultado de imagen para valeri briusov

(13 de diciembre de 1873, Moscú, Rusia - 9 de octubre de 1924, Moscú, Rusia)


YO

Mi espíritu no sucumbió al enfrentado caos,
ni agotaron mi razón fatales conjunciones.
No hay sueño o lengua que no me sean caros.
Pues canto en honor de todos nuestros dioses.
Yo elevé a Hécate, a Astarté la voz de mi clamor,
Cual sacerdote, ofrecí sangrientos sacrificios.
Loé, más que la muerte poderosa, al amor.
Y humillado me postré al pie del crucifijo.
Jardines de Liceos, Academias frecuenté
y en cera recogí los juicios de los sabios.
Como primer alumno, a todos contenté
pero del verbo el arte solo he adorado.
En isla de Quimera, entre estatuas y cantos,
sendas hallé de luz y de tinieblas;
ora amé las más carnales y brillantes,
ora temblé ante las sombras ciegas.
Y me enamoré del enfrentado caos,
y ávido busqué fatales conjunciones.
Pues sueño o lengua no hay que no me sean caros.
Y canto en honor de todos nuestros dioses…
Traducción de Ricardo San Vicente.

EL OTOÑO INCIPIENTE

El otoño incipiente del amor agonizante.
En secreto admiro los matices dorados
Del otoño incipiente, del amor en agonía.
Las ramas diáfanas, la alameda vacía,
En la oscuridad palideciente, flameante, derretiente
Se oculta la calma, la belleza, la pureza.
Las hojas, suspirando, bajo el viento que les acaricia,
Se van rodando serenamente y se alejan
(Los pensamientos sobre el pasado en la visión adulante).
Vivir y no vivir: está bien y no se siente ninguna pena.
La hoz afilada, cortando indolorosamente,
Oprime en el alma la exaltación y la tristeza.
El sol brillante sin la rebeldía de antes,
La lluvia como las gotas del rocío que fluyen
(Lánguidas caricias sin la rebeldía de antes),
El olor de las rosas en los jardines, terminando de florecer.
En el corazón: el manantial de la ternura calmada,
La felicidad sin celos, la pasión sin amenazas.
¡Bienvenidos los días celestes, otoñales,
El dorado de los tilos y de los álamos púrpura!
¡Bienvenidos los días, anteriores a la despedida, otoñales!
¡La aureola, que corona los días luminosos, pálida!
¡Los días de las palabras sin expresar y los instantes
De la apacible docilidad de los corazones fundidos!

LAS DACHAS EN PLENO OTOÑO

Un día poco atrevido de otoño, me encanta
escuchar el sollozo de las hojas translúcidas,
Entrando el mundo huérfano
de las vacías y cerradas casas de campo.
Claveteadas con madera están las terrazas,
Despiden una mirada ciega los cristales,
En los jardines — las bellezas rotas,
Se queda medio abierta solo la bodega, como sepultura.
Mirando los patios de las dachas vecinales,
He ahí las hojas levantadas por el viento,
La trepidación de las últimas libélulas
De la muerte presagiosos sueños.
Y creo en los días cuando todo
Nuestro mundo saluda a su fin,
Perturbará el sueño de la capital desierta
Algún advenedizo misterioso.

Caballo pálido


Y he aquí un caballo pálido y el que lo monta
tiene por nombre Muerte 
Apocalipsis, VI, 8

I

La calle estaba – como tormenta. La turba pasaba
como si los persiguiera el irreversible Hado.
Marchaban los ómnibus, carruajes y automóviles,
era inagotable el correr furioso de la gente.

Letreros, torciéndose, brillaban con ojos cambiantes,
desde el cielo, de la terrible altura de treinta pisos;
en altivo himno se mezclaban con el estruendo de ruedas y galopes,
gritos de periodiqueros y chasquidos de látigos.

Vertían luz  implacable lunas encadenadas,
lunas, creadas por los amos de la naturaleza.
en esta luz, este zumbido – eran jóvenes las almas,
almas de los embriagados,  seres bebidos de ciudad.

II

Y de súbito – en esta tormenta, en este susurro infernal,
en este delirio encarnado en formas terrenales,
irrumpió, perforó un ajeno, discordante tremor,
matando el rumor, la conversación, el fragor de las carretas.

Se mostró en una curva un ígneo jinete,
el caballo volaba con estrépito y había en sus ojos fuego.
En el aire aún trepidaban – los ecos, los gritos,
pero hubo un instante – la emoción, las miradas- ¡el terror!

 Había en las manos del jinete un largo pergamino
letras de fuego anunciaban su nombre: Muerte…
En vivas franjas, como hebras sueltas de hilo,
en alto sobre la calle de súbito ardía el firmamento.

III

Y en un gran terror, cubriéndose los rostros, - la gente
 exclamando sin sentido: “¡Pena! ¡Con nosotros está Dios!”,
caídos al pavimento, batiéndose en una gran pila…
las bestias escondían los hocicos, en el caos, entre las patas.

Sólo una mujer, que llegó para la venta
de su belleza, -  se lanzó en éxtasis al caballo,
llorando besaba los cascos del corcel,
las manos alzaba al día de fuego ondeante.

Y aún un loco, prófugo del sanatorio,
apareció, desgarrado,  con un grito estridente
“¡Señores! ¿No reconocen la mano del Creador?
¡Morirá un cuarto de ustedes – de peste, hambre y acero!”
     
IV

El éxtasis y el horror prolongaron – un corto instante.
Tras un momento, en la multitud, agitado no había nadie:
venía de calles cercanas un nuevo movimiento,
era todo brillantemente inundado por la luz habitual.

Y nadie podía responder, en la tormenta tan ruidosa,
si fue una visión desde lo alto o un sueño vacío
sólo la mujer de vida alegre y el loco
tendían sus manos a la desaparecida fantasía.

Pero a ellos también las olas de gente borraron    
como palabras innecesarias de un renglón olvidado.
Marchaban los ómnibus, carruajes y automóviles,
era inagotable el correr furioso de la gente.
 

Primer golpe


Era época de frío y de “Tristán”.
La orquesta cantaba la mar herida,
La tierra verde tras la niebla azul,
El corazón detenido de golpe.
Nadie se dio cuenta de cómo entró en el teatro
Y se sentó en el palco una beldad
Como salida de un cuadro de Briulov.1 
Mujeres así viven en las novelas,
Se pueden encontrar en la pantalla...
En su nombre se cometen crímenes y atracos,
Sus seguidores espían sus carruajes
Y se envenenan en las buhardillas.
Ahora ella seguía, atenta y modestamente,
Las aventuras de un amor fatal,
Sin ajustar el mantón escarlata
Que resbaló de su hombro aperlado,
Sin darse cuenta de que a su alrededor
Muchos binoculares la seguían...
Yo no la conocía, pero igual contemplaba
La penumbra del palco al parecer vacío…
Había ido a una sesión espiritista,
Aunque no me gustan los espiritistas,
Y me dio lástima el medium, un checo ajado.2 
Por la ventana alta entraba libre
El cielo azul helado.
La luna parecía brillar desde el norte:
Islandia, Groenlandia y Tule,
La tierra verde tras la niebla azul...
Y recuerdo: mi cuerpo estaba atenazado
Por un sopor previo al estallido,
La repugnancia y la espera,
El último pudor y el máximo placer…
El golpe ligero no se interrumpía dentro,
Como la cola de un pez golpeando contra el hielo…
Me levanté a los tumbos, como un ciego lunático,
Llegué a la puerta… de pronto esta se abrió…
Del palco salió un hombre
De unos veinte años, con los ojos verdes,
Me tomó por alguien más,
Estrechó mi mano y dijo: “¿Fumamos?”
¡Qué fuerte golpeó el pez con la cola!
La desgana precede a la voluntad suprema
El último pudor y el máximo placer
La tierra verde tras la niebla azul...


Undécimo golpe 


—¿Respiras? ¿Estasvivo? ¿No eres un fantasma?
—Soy el primogénito del verde vacío.

—Escucho el tambor del corazón, se calienta la sangre...
—No murieron aquellos a los que llama amor...

—Las mejillas recuperan su color, huye la decadencia...
—Se realiza el cambio misterioso.

—¿Con qué se encontrará primero el ojo renovado?
—Veo una trucha que rompe el hielo.

—Apóyateenlamano... Prueba... Levántate.
—Revive la tela rota por el viento.

—¿Olvidarás la pereza verde?
—Subo al siguiente peldaño.

—¿Arde otra vez tu espíritu?
—El fuego convierte el cobre en oro.

—¿El ángel de las transformaciones  ha vuelto?4 
—Sí, el ángel de las transformaciones ha vuelto.


Duodécimo golpe


En el puente albean los caballos,
Nevados del invierno,
y apretando palma contra palma
vamos volando a casa.

No hay palabras, sólo sonrisas,
No hay luna, brillan las estrellas,
Los errores y los cambios
Fluyen como el agua.

A lo largo del Neva, en el canal
Y en la escalera alfombrada,
Corres arriba como antes,
Como siempre, en la casa conocida.

Dos guirnaldas de porcelana,
Dos cubiertos en la mesa,
Y en tu mirada verde
Dos rosas en su tallo.

Se oyen las doce sin prisa
En el reloj del vestíbulo
Será mi trucha que rompe
Sonora el último hielo.

¿Estamos vivos? Los demás también están vivos.
¿Estamos muertos? ¡Qué envidiable ataúd!
Honrando los rituales centenarios,
Hace ¡pop! el tapón de la botella.

¡No hay lugar para tristezas,
No hay inquietudes ni dudas!
¡Por las puertas entra el rubio,
Rizado, loco año nuevo!

JUVENTUD


En el bosque seco chasquea un extenso látigo,
en los arbustos crujen las vacas,
las nevadillas azules florecen
y bajo los pies susurran las hojas de roble.

Las nubes de lluvia se pasean por el cielo,
un viento fresco sopla en el campo gris,
y el corazón se entristece en la alegría secreta,
de que la vida, como la estepa, es vacía y grande.


A UN JOVEN POETA



Joven pálido de mirada ardiente,
hoy te dejo tres preceptos,
recibe el primero: no vivas el presente,
lo venidero es el dominio del poeta.
Recuerda el segundo: a nadie compadezcas,
ámate infinitamente.
Guarda el tercero: adora al arte,
solo a el, irreflexivamente, inútilmente.
¡Joven pálido de mirada ardiente!
Si aceptas mis tres preceptos,
caeré silenciosamente, vencido como un soldado,
sabiendo que en el mundo dejo a un poeta.

San Sebastián

En un fuego lento y humeante quemas y consumes en el arte, ¡
oh tú, alma mía!
En un fuego lento y humeante quemas y consumes arte,
con perdón oculto.

Te mueves como Sebastián, atravesado por flechas puntiagudas,
acosadas y gastadas.
Te caes como Sebastián, perforado con flechas puntiagudas,
Tu carne todo rasgada.

Tus enemigos te rodean y miran con alegre risa
y arco inclinado.
Tus enemigos te rodean y miran con alegre risa
Tus tormentos disminuyen.

Las brasas arden, y suave es la flecha que arde
"Bajo el cielo vespertino".
Las brasas arden y el flechazo es suave
cuando el final se acerca.

¿Por qué no acelera tu sueño en tus labios, ahora pálido
Con muerte mortal?
¿Por qué no acelera ahora tu sueño en tus labios? ¿Besar
tu boca?

Las aves feroces


Pájaros feroces, con plumas hechas de fuego puro,
Voló por encima de la entrada al Imperio de Dios.
Los reflejos inflamados alcanzaron la blancura de mármol,
Y los extraños desaparecieron en la inmensidad de las aguas.
Pero, en mármol virgen de los pasos de entrada,
Algo enrojecido por el resplandor antinatural,
Y por puertas y arcos, eterno, más puro ...
Los ángeles bebían de copas de misteriosos señuelos.


"El mar - en paz ..."


El mar - en paz, largo y letal -
El movimiento, como si estuviera vaporizado.
El mar, como si estuviera hecho de metal fundido
Un espejo de cielos purificados.

Las piedras, en dureza de dormitar,
Las orillas, por reposo esclavizado, -
Sueño del atrevido y alegre,

Trabajo creativo

La sombra de criaturas
increíbles Flickers en sueño,
Como hojas de palma
En una pared de esmalte.

Manos violetas
en la pared de esmalte
Diligente boceto suena
en el resonante silencio resonante.

Y quioscos transparentes,
en el resonante silencio resonante,
crecen como lentejuelas
en la luz azul de la luna.

Una luna desnuda se eleva
En la luz de la luna azul ...
Suena flotando soñolientamente, Los
sonidos me acarician.

Los secretos de las criaturas creadas
me acarician cariñosamente
y las sombras de las palmeras caen
sobre una pared de esmalte.
Miel y onda agria.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario