POEMA PARA UN AÑO QUE SE VA
Salgo a volar mis sienes por el campo
y camino como un dedo entallado por un hierro de
invierno.
En el árbol del sol tiendo la juncia de mis ojos,
tiendo a secar las páginas de mis pupilas clavadas en la
lluvia de los números,
tiendo a secar la ropa de mis huesos y el pájaro de paja
de mi alma.
Los poetas de América me mandan un pedazo de mar,
los poemas son nubes-mariposas, o peñascos de humo, o
ramajes
de ortigas de muchachas violadas, o niños hambrientos
con los
vientres hinchados, o mujeres preñadas con lámparas de
lepra en las entrañas.
En una larga caña un muchacho llevaba de bandera
una serpiente de agua.
Un hombre arranca olivos
y una nube gris cubre el árbol del sol,
y baja el invierno con su golpe de maza para romper la
nuca de los pobres.
Huele a salas de fiestas lejanas,
huele a “feliz” como una campanada de ceniza de sol en
los ojos de un ciego,
huele a obrero español en Alemania,
a pieles de suburbios
y a canciones de lata.
La tradición es una caja llena de polvo oscuro de
carcomas pegadas,
los agujeros suenan a reliquias,
tienen saliva azul de estampa,
árbol de Navidad de millonario,
sonidos de campanas.
Suena un tractor tosiendo debajo del veneno del
crepúsculo.
Por el monte de pinos baja lenta la escarcha.
LAS MOSCAS
El esputo de Enero con sus patas de escarcha
golpeaba la espalda del poeta
y en el sucio cristal de la ventana
las moscas gordas resbalaban
como golpes de humo de alquitrán
y el invierno movía sus salivas de gripe
y el ojo del poeta miraba el halo oscuro de las moscas,
sus páginas de ojos de cadáveres,
sus ojeras de otoño supurando el azúcar de la muerte.
Sonaban a latidos de niños sin cabezas,
a gemidos de pieles quemadas,
a párpados de ciegos golpeando el cristal de la niebla.
¿De dónde en el invierno, en la ventana sucia de un
archivo,
pegadas al cristal como espectros de manchas atómicas,
aparecían como gotas de agua las sombras de las moscas?
¿De qué gusano oculto de un planeta invisible nacieron
sus latidos?
¿No vendrán las moscas a comerse el cadáver de la
Tierra?
El Poeta esperaba la invasión de las moscas.
LAS CUCARACHAS
Las cucarachas están sonando.
En los ojos del insomnio las cucarachas babean
sus cuerpos charolados.
Parecen uñas de hombres enterrados vivos,
parecen negros relámpagos.
Oigo los cubos de la noche.
Alguien escarba y araña en las dormidas cosas de la
noche.
No invento nada. Nadie está inventando.
Suena en la casa vieja caer pelusas de azul cascarillado
y la mujer inválida llora y llora clavada en su sillón
con un dolor terrible en el vientre y en el ano.
La hija de la mujer que llora está clavada en la cruz de
la madre,
en la cruz del polvo,
en la cruz cotidiana de las escupideras.
El poeta toca la realidad como si fuera un clavo
y las cucarachas como teclas de un piano mudo
suben y suben sus flemas de asco.
Las cucarachas vienen de los agujeros del carbón,
la carbonera está abajo y se matan a cientos y nacen
como huevos de gusanos.
Suena la música de jazz,
suenan y resuenan las cucarachas huyendo de los zapatos.
Las cucarachas están lloviendo, corriendo y arañando
las mejillas de la noche.
La casa vieja está llorando.
INSERVIBLE
Para curar el cáncer
no sirven las libélulas.
Para curar la muerte
no sirve el cementerio.
Nacer tampoco sirve
para curar la vida.
Tomado de:
https://diazmartinez.wordpress.com/2009/04/08/manuel-pacheco-poemas/
El sol nuestro de cada día
El sol nuestro de cada día
que no se nuble hoy
y que brille más que nunca
para que canten los pájaros del cielo,
los pájaros de la mujer
y los pájaros del hombre;
para que calienten los harapos
de ese pobre de pedir limosna,
los pies de ese niño descalzo
y los pechos de esa muchacha.
El sol nuestro de cada día
que no se nuble hoy
para que se calienten
las manos de todos los hombres
y no se muerdan en el odio del frío
en las noches sombrías de las guerras.
El sol nuestro de cada día
que no se apague nunca.
Crepúsculo otoñal
(Alcazaba de Badajoz)
Muere la tarde entristecida
Sobre los árboles marchitos
Y está el crepúsculo llorando
Con una pena de chiquillo.
Y está llorándome tu vida
Por este otoño que yo piso.
En los nidales del silencio
Me canta un pájaro amarillo.
Las piedras cuentan a la historia
El esqueleto de los siglos.
Mi corazón está en el agua
Con las palmeras del estío.
Tengo en la tarde tus ojeras
Y un libro abierto de suspiros
Y está llorándome tu vida
Por este otoño que yo piso.
Tomado de:
Poema para hablar con Béla Bartok
Quinto cuarteto
La ciudad levantaba su pupila de araña,
sus uñas de jabón,
su pulso de dinamo
y sus fríos muñones de asfalto.
La viola interrogaba los dientes del pasillo
y largas avenidas de sudor
deformaban sapatos encendidos.
Tú mirabas el nombre de la música.
Placas de rosas muertas iniciaban el arpa del crepúsculo
y em mansiones grises de la angustia
se quedaron tus manos detenidas.
Y dijeron los ángeles:
—No toques la blancura,
no cojas su jazmín que perfuma en la noche
el Emblema del Sueño;
escucha su figura de perfil de muchacha
y no levantes com tu rastra iimpura
los tantanes ahogados en el Nilo de Bach.
Los átomos lloraban soñándose em el alma a cristales
podridos,
y cogiste la sombra del piano
reflejando el azul de su quijada
sobre el espectro impuro de las Guerras.
Desde entonces sonaron tus violines a limón derretido,
y un pájaro de arena se detuco en tu frente,
y uma gruta de alambre te encerro la cabeza
llenándose los ojos de alaridos de tiza.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/espanha/manuel_pacheco.html
NOCTURNO EN ROJO MENOR (2)
Un delirio de amapolas
sobre tu cuerpo cansado.
Por los filos de la noche
navega tu lecho intacto.
Tu piel de seda en olvido
pide el ansia de unas manos,
en tu soledad sin nadie
tu cuerpo se está quemando.
Tristeza de ser mujer
con cadenas en los brazos,
plumas en flor de mercurio
sin volar alto ni bajo.
Tu cuerpo de nieve azul
por tu frente dominado.
HAY QUE HACERLO ESPERANZA (3)
La vida es una carga
y el sudor camellos
que ayudan a llevarla.
Hay butacas manchadas de espaldas
que no se doblan nunca
y se pudren de digestiones anchas.
Hay que decirle al hombre que camine,
que luche, que se haga.
Noches de tinta china
cayendo en las ciudades,
el emblema de la espiga
en horizontes de balas.
Si el niño nace barro
hay que hacerlo esperanza.
TODAVÍA (4)
Todavía no se ha ido todo el humo,
todavía están las sombras
ocultando la libertad de España;
todavía está el hombre con sus naves
haciendo payasadas en el cielo
y el cáncer en la tierra
comiéndose a la gente.
Todavía el amor está dormido,
dormida la amapola, el alba y las palomas.
Todavía está el hombre jugando con los átomos
y envenenando el aire que respira.
Todavía se pudren los niños,
se matan los hombres
y la babosa del odio
mancha el campo del alma.
Todavía está Dios en las iglesias.
Todavía está todo todavía.
NOTAS
(1) El resto de sus poemarios aparecen en la
bibliografía. Escribió además relatos (El huevo y otros relatos, Diario del
otro loco y Diario de Laurentino Agapito Agaputa) y obras de teatro (El ángel y
las cerillas). Su preocupación por los desheredados, su aprecio por los
sentimientos humanos y su aversión contra la injusticia, lo hicieron un
escritor muy apreciado y editado en buena parte del mundo.
(2) Poema de Ausencia de mis manos, con el
que Pacheco dedica unos versos sensuales a su amiga Isabel Benedicto.
(3) Poema de Presencia mía en forma de
arenga que anima a difundir la cultura entre los niños, para que aprendan a
construirse un futuro esperanzador.
(4) Poema de Todavía está todo todavía, donde
el autor se queja de que todo sigue igual: la falta de libertad, la violencia,
la enfermedad, el desamor.
Tomado de:
http://extremaduraxxisiglosdepoesia.educarex.es/index.php/poesia-social
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