Balada del mar no visto, ritmada en versos diversos
No he visto el mar.
Mis ojos
–vigías horadantes, fantásticas luciérnagas;
mis ojos avizores entre la noche; dueños
de la estrellada comba;
de los astrales mundos;
mis ojos errabundos
familiares del hórrido vértigo del abismo;
mis ojos acerados de viking, oteantes;
mis ojos vagabundos
no han visto el mar...
La cántiga ondulosa de su trémula curva
no ha mecido mis sueños;
ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre;
ni aturdió mi retina con el rútilo azogue
que rueda por su dorso...
Sus resonantes trombas,
sus silencios, yo nunca pude oír...:
sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos;
ni su mutismo impávido cuando argentos y oros
de los soles y lunas, como perennes lloros
diluyen sus riquezas por el glauco zafir...!
No aspiré su perfume!
Yo sé de los aromas
de amadas cabelleras...
Yo sé de los perfumes de los cuellos esbeltos
y frágiles y tibios;
de senos donde esconden sus hálitos las pomas
preferidas de Venus!
Yo aspiré las redomas
donde el Nirvana enciende los sándalos simbólicos;
las zábilas y mirras del mago Zoroastro...
Mas no aspiré las sales ni los iodos del mar.
Mis labios sitibundos
no en sus odres la sed
apagaron:
no en sus odres acerbos
mitigaron la sed...
Mis labios, locos, ebrios, ávidos, vagabundos,
labios cogitabundos
que amargaron los ayes y gestos iracundos
y que unos labios –vírgenes- captaron en su red!
Hermano de las nubes
yo soy.
Hermano de las nubes,
de las errantes nubes, de las ilusas del espacio:
vagarosos navíos
que empujan acres soplos anónimos y fríos,
que impelen recios ímpetus voltarios y sombríos!
Viajero de las noches
yo soy.
Viajero de las noches embriagadas; nauta
de sus golfos ilímites,
de sus golfos ilímites, delirantes, vacíos,
- vacíos de infinito..., vacíos...-Dócil nauta
yo soy,
y mis soñares derrotados navíos...
Derrotados navíos, rumbos ignotos, antros
de piratas...! el mar!
Mis ojos vagabundos
–viajeros insaciados- conocen cielos, mundos,
conocen noches hondas, ingraves y serenas,
conocen noches trágicas,
ensueños deliciosos,
sueños inverecundos...
Saben de penas únicas,
de goces y de llantos,
de mitos y de ciencia,
del odio y la clemencia,
del dolor
y el amar...!
Mis ojos vagabundos,
mis ojos infecundos...:
no han visto el mar mis ojos,
no he visto el mar!
Balada del tiempo perdido
I
El tiempo he perdido
y he perdido el viaje...
Ni sé adónde he ido...
Mas sí vi un paisaje
sólo en ocres:
desteñido...
Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas
de turbio pelaje,
de negras plumas.
Y luces mediocres. Y luces mediocres.
Vi también erectos
pinos: señalaban un dombo confuso,
ominoso, abstruso,
y un horizonte gris de lindes circunspectos.
Vi aves
graves,
aves graves de lóbregas plumas
-antipáticas al hombre-,
silencios escuché, mudos, sin nombre,
que ambulaban ebrios por entre las brumas...
Lodo, barro, nieblas; brumas, nieblas, brumas.
No sé adónde he ido,
y he perdido el viaje
y el tiempo he perdido...
II
El tiempo he perdido
y he perdido el viaje...
Ni sé adónde he ido...
Mas supe de un crepúsculo de fuego
crepitador: voluminosos gualdas
y calcinados lilas!
(otrora muelles como las tranquilas
disueltas esmeraldas).
¡Sentí, lascivo, aromas capitosos!
Bullentes crisopacios
brillaban lujuriosos
por sobre las bucólicas praderas!
Rojos vi y rubios, trémulos trigales
al beso de los vientos cariciosos!
¡Sangrantes de amapolas vi verde-azules eras!
Vi arbolados faunales:
versallescos palacios
fabulosos
para lances y juegos estivales!
Todo acorde con pitos y flautas,
comamusas, fagotes pastoriles,
y el lánguido piano
chopiniano,
y voces incautas
y mezzo-viriles
de mezzo-soprano.
Ni sé adónde he ido...
y he perdido el viaje
y el tiempo he perdido...
III
Y el tiempo he perdido
y he perdido el viaje...
Ni sé adónde he ido...
por ver el paisaje
en ocres,
desteñido,
y por ver el crepúsculo de fuego!
Pudiendo haber mirado el escondido
jardín que hay en mis ámbitos mediocres!
o mirado sin ver: taimado juego,
buido ardid, sutil estratagema, del Sordo, el Frío, el
Ciego.
Canción de Dinarzada
Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada:
todo tu ser se le entregó a mi ruego!
todo tu ser se le rindió a mi Nada!
todo tu fuego se fundió en mi fuego!
¡Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
¡Ya qué me importa el torvo rumbo ciego!
Es lumbre para mí la desolada
llanura yerma! Alígero navego
bajo la tempestad desmelenada!
¡Todo tu fuego se fundió en mi fuego!
Tu grande corazón, tu alma extasiada,
tu espíritu finísimo, a mi ruego
se rindieron: donáronse a mi Nada!
Noche: en tus brazos únicos me entrego,
Dinarzada sutil, noche soñada...
¡Tú fuiste mía, ardiente Dinarzada!
¡Todo tu fuego se fundió en mi fuego!
Canción ligera
Me quedas tú, y me donas tu alegría
con el dolor, y tu miel deleitable
con el acerbo aloe.
Me quedas tú, y la luz que tu alma cría
dentro la tenebrura inenarrable
de mi yo solitario:
Siempre loe
tu don ilusionario.
Me quedas tú, y el claro sortilegio
de tus ojos rïentes: con su hechizo
mi soledad se puebla.
Me quedas tú, y tu risa, cuyo arpegio
me embriaga, y tu tesoro de oro cobrizo
solaz del alma sola:
La gris niebla
tu regalo aureola.
Me quedas tú, y el filtro que tu ardida
boca frutal, sombreada, en mis febriles
resecos labios vierte.
Me quedas tú, la ingenua enardecida,
me quedas tú, la experta, de sutiles
tácticas retrecheras:
Vida. Muerte.
Lo que quieras.
Canción nocturna
En tu pelo está el perfume de la noche
y en tus ojos su tormentosa luz.
El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.
Mi corazón, clavado sobre la noche de avenuz.
La noche está en tu frente morena, erguida y frágil
y en tus brazos que un vello sutil aterciopela.
La noche está en recónditos parajes de tu cuerpo:
-la noche perfumada de nardo y de vainilla y de canela...
La noche está en tus ojos brunos, iridiscente:
constelaciones bullen en su vivaz burbuja.
La noche está en tus ojos brunos, cuando los cierras:
noche definitiva, noche agorera, noche bruja.
En tus oídos, toda la música de la noche
se refugia, y te arrulla con su vago susurro.
En tus oídos, toda la música de la noche,
y en tu voz, y en tu risa, y en tu tácito llanto...
En tu frente, su angustia latente insomne yerra,
y en tu pecho amoroso su tormentosa luz.
En la noche sortílega, sortílego discurro...
El sabor de la noche vibra en tu boca palpitante.
Tus manos son dos pálidas lunas sobre mi frente.
Clavos en ti me clavan, oh Noche deleitosa!
noche...! tibio madero de mi cruz!
Canción nocturna 2
Mañana sí veré con ojos jubilosos
la luz, la luz del día;
en pleno día miraré la noche fúlgida,
en pleno día oiré sus cánticos, absorto,
los cantos de la noche única!
en pleno día
respiraré el aroma de la noche estremecida!
Yo besaré los labios de la noche:
y mis manos febriles
pondrán presas sus manos tibias
y oprimirán los flancos de la noche
y los muslos -vía láctea-, los muslos siderales de la
noche;
y mis manos febriles
retozarán en cálidos oteros
y odorantes colinas
y jardines ocultos de la noche...
Yo escrutaré los ojos de la noche:
me beberé el fulgor de sus pupilas
por saber si es amor ese fulgor...:
-por saber si es amor el hondo efluvio,
el tormentoso exálito que efunde la melena de la noche,
me embriagaré en su bruna cabellera...:
por saber si es amor todo el perfume
que envuelve el cuerpo en ascuas de la noche,
yo estrecharé en mis brazos el cuerpo de la noche...
Mañana sí veré con ojos jubilosos
la luz, la luz del día:
en pleno día miraré la noche fúlgida,
en pleno día oiré sus cánticos, absorto,
los cantos de la noche única!
en pleno día
aspiraré el aroma de la noche estremecida!
Cancioncilla
Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a ésa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño...
Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a ésa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.
Quise una vez y desde nunca
-ya la querré y hasta que muera-
a ésa mujer, en cuya boca
gusté -otoñal- la primavera.
Quise una vez -nadie así quiso
ni así querrá, que es arduo empeño-
a ésa mujer, en cuyo cálido
regazo en flor ancló mi ensueño.
Quise una vez -jamás la olvide
vivo ni muerto- a ésa mujer,
en cuyo ser de maravilla
remorí para renacer...
Y ésa mujer se llama... Nadie,
nadie lo sepa -Ella sí y yo-.
Cuando yo muera, digas -sólo-
quién amará como él amó?
Cancioncilla 2
Tú coronas mis quince lustros
con el cíngulo de tus brazos,
con el cíngulo de tus muslos,
con el perfume de tus labios,
con el éxtasis de tu júbilo
-cabrilleante por los lagos
auriendrinos, hondos carbundos-.
Con la tersura de tus manos,
con el ardor de tu combusto
tesoro en flor, que orna melado
toisón en rizos: el refugio
fragante, que al híspido fauno
tú le donas, -intercolumnio-:
oasis tibio entre alabastros.
Tú coronas mis quince lustros
con el hechizo de tus labios;
con el cíngulo de tus muslos,
con el cíngulo de tus brazos,
con tus fulgentes ojos rútilos,
con tus besos trémulos, ávidos,
-ora lustrales, ora lúbricos...-
Con la tersura de tus manos,
con tu voz rauca en el susurro,
con tus ímpetus inexhaustos,
con tus anhelos sitibundos
que el corazón hinchente: heraldos
de los mis goces y los tuyos,
-nuestra embriaguez y nuestro gaudio-.
Con el cíngulo de tus muslos,
con el cíngulo de tus brazos,
con el prodigio intercolumnio
con el regusto de tus labios...
Tú coronas mis quince lustros
con el brillo de tus ojazos,
-gémulas de móvil mercurio-.
Con tu voz grave, con tu osado
corazón fiero, con tu iluso
férvido ensueño, con tu claro
zahareño espíritu agudo.
Con el oreo de tu cálido
sexual exhálito y efluvio,
y prístino efluvio y exhálito.
con tu severo rictus duro,
con tu sonrisa en sobresalto,
con tu silencio o tu murmurio,
-tu pasional mezzo-soprano
que se asordina en el connubio...-
Con el cíngulo de tus brazos,
con el cíngulo de tus muslos...
con la caricia de tus manos,
con el éxtasis de tu júbilo,
con el éxtasis de mi gaudio,
con nuestros éxtasis en uno,
con el embrujo de tus labios,
coronaste mis quince lustros
y continúas coronándolos...
Divagación nocturna
Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar...
En el silencio de mis noches
oigo tu voz aletear,
tu voz que me dice muy paso
que no me quieres olvidar...
En el silencio de mis noches,
-como la luna sobre el mar-
riela en mi alma tu recuerdo...
Veo el undívago vibrar
de las estrellas, en tus ojos...
Me embriaga el cálido aromar
de tu melena tenebrosa...
Tu frente, -un milagro lunar-
trasluce los puros anhelos
de tu querer, de tu ensoñar.
Se van mis horas solitarias
tras tu recuerdo, en un girar
de sueño y sueños ilusos...
(No los podremos realizar?)
Melancólico ensueño ilusorio
que justifica el vegetar
del ánima mía soberbia,
de mi espíritu singular...
Melancólico ensueño ilusorio...
(no lo podremos realizar...?)
Riela en mi alma tu recuerdo...
Siento en mi boca palpitar
el beso trémulo y perenne
con que nos hemos de besar...
miro en tus ojos de misterio
-como si fueran a llorar...-
todo el poema de la vida
que no pudimos realizar...
En tu nocturna cabellera
-nardos y lirios y azahar-
aspiro todos los perfumes
con que quisiera aletargar
mi quimérica pantomima
de soñar y soñar y soñar!
Está en tu grácil cuerpo fino
toda la euritmia del rimar...
Son tus manos palidecidad
-parece que fuera a nevar...-,
tus manos, lánguidas y breves,
pareja de lirios sin par!
Tus manos, que bendijeron
con su perdón, mi divagar
por arduos caminos oscuros
y muelles sendas del pescar...
Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar...
En el silencio de mis noches
oigo tu voz aletear...,
tu voz, que me dice muy paso
que no me quieren olvidar!
Siento en mi frente ensombrecida
tus manos cándidas posar...
Siento en mi ardida frente gélida
el balsámico palpitar
de tus labios, que borran culpas
y que me quieren perdonar...
¡Melancólico ensueño ilusorio
de mi incoherente divagar!
Fantasía disparatada
de mi espíritu singular!
Delirio ingenuo que se trueca
-irónico y duro- en pesar...
¡Melancólico ensueño ilusorio
que no podremos realizar...!
Riela en mi alma tu recuerdo
como la luna sobre el mar.…!
Doble canción
I
Tengo una sed de vinos capitosos
-venusino furor, pugnas salaces,
ojos enloquecidos por el éxtasis,
bocas ebrias, frenéticos enlaces-.
Tú, Dinarzada, tú, fogosa mía,
tú, Melusina, vid de mis deseos:
¡dóname tu lagar tibio y recóndito!
quiero oprimir tus uvas!
Y tus vinos
exprimir!
-fulgurante filtro cálido
para mi sed de zumos citereos!
II
Tengo una sed de búdicos nirvanas
-xahareño no oír, callada acidia,
ojos enceguecidos por el éxtasis,
espiritual ardor, psíquica lidia-.
Tú, viaje azul, deliquio, noche intacta,
música..., oh tú, mi inasequible dueño:
¡llévame
a tus refugios ataráxicos!
quiero tañer tus fibras!
y
el prodigio
de tu entraña exprimir!
-don
inefable
para mi sed de fugas y de ensueño.
Esta mujer es una urna...
Esta mujer es una urna
llena de místico perfume,
como Annabel, como Ulalume...
Esta mujer es una urna.
Y para mi alma taciturna
por el dolor que la consume,
esta mujer es una urna
llena de místico perfume...!
La luna blanca... y el frío...
La luna blanca... y el frío...
y el dulce corazón mío
tan lejano... tan lejano...
¡tanto distante su mano...!
La luna blanca, y el frío
y el dulce corazón mío
tan lejano...
Y vagas notas del piano...
Del bosque un aroma arcano...
Y el remurmurar del río...
Y el dulce corazón mío
tan lejano...!
Más breve
No te me vas que apenas te me llegas,
leve ilusión de ensueño, densa, intensa flor viva.
Mi ardido corazón, para las siegas
duro es y audaz...; para el dominio, blando...
Mi ardido corazón a la deriva...
No te me vas, apenas en llegando.
Si te me vas, si te me fuiste...: cuando
regreses, volverás aún más lasciva
y me hallarás, lascivo, te esperando...
Mi pobre amor se está yendo...
Mi pobre amor se está yendo...
yo me quedaré llorando...
La lluvia, leve, cayendo;
una nube, allá, glisando...
Mi pobre amor se está yendo.
Lejos, muy lejos!, soñando
la dulce amada, y tejiendo
su ilusión, me va matando...
Mi pobre amor se está yendo...
¿Qué pasa, que nada entiendo?
Qué pena se va a acercando?
La lluvia, leve, cayendo...
Una nube, allá, glisando...
La dulce amada tejiendo
su ilusión, que voy matando!
Mi pobre amor se está yendo...
Yo me quedaré llorando!
Nocturno N° 2 en mi bemol
(Scherzo Serloso)
I
Tiro los dados en el azul tapete de la noche
para jugar el albur supremo!
Juego mi vida!
La llevo perdida
sin remedio...!
Bien poco valía!
II
Juego mi vida contra una sonrisa de Venus Cipriota
hembra madura, parpadeante en acecho del primer cupido;
o contra la Osa Mayor
que ha de bailar en las ferias al són del adufe;
o contra el anillo de latón de Saturno, viejo verde,
taimado prestamista, insigne usurero;
o contra el rebaño de las Pléyades,
-vírgenes necias, capretinas locas-.
Juego mi vida contra la Cruz del Sur,
condecoración barata,
o contra un guiñar de ojos de Urano,
andrógino, equívoco planeta, ebrio Narciso;
o contra el diablo Aigoi,
veleta de Perseo, ágil funámbulo;
o contra la farola pintarrajeada
de Sirio, trovador nocharniego;
o contra el Cinto de Orión que apresa los flancos
voluptuosos
de la Noche: febril sacerdotisa de los ritos secretos,
de las íntimas lides;
o contra un beso frío de la Luna
ofélida!
Tiro los dados en la azul alcatifa de la noche
para jugar el albur supremo!
Juego mi vida!
Bien poco valía!
La llevo perdida
sin remedio!
III
Para la burla de Venus Veleta
mi corazón es el premio;
y mi sonrisa -flor de indiferencia-.
Para las fechas del Sagitario
el amplio pecho,
y mi sonrisa -flor de cansancio-.
Para Scorpio
traicionero,
mis zancajos, y mi risa sin odio.
Para Shylock y su balanza,
mi carne, que es el precio,
y mi sangre -adehala.
Y para Zoilo y Compañía
-en el estuche del silencio-
la flor de la sonrisa.
Juego mi vida!
Bien poco valía!
La llevo perdida
sin remedio!
Juego mi vida, oh Noche, contra el abrazo perenne
de tu cuerpo moreno y felino, fogoso
o hecho ascuas de nieve!
Contra tu abrazo, oh Noche, Oh Sheherazada!
oh tú, Sacerdotisa de las íntimas lides,
de los ritos secretos!
Me extenúen tus besos profundos!
Me extinga entre tus brazos de terciopelo!
¡En tu seno aromoso me sepulte!
y naufrague en tus ojos de sombra y de lascivia y de
misterio!
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue....
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue...
dejemos al amor y vamos con la pena,
y abracemos la vida con ansiedad serena,
y lloremos un poco por lo que tanto fue...
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue...
Dejemos al amor y vamos con la pena...
Vayamos a Nirvana o al reino de Thulé,
entre brumas de opio y aromas de café,
y abracemos la vida con ansiedad serena!
Y lloremos un poco por lo que tanto fue...
por el amor sencillo, por la amada tan buena,
por la amada tan buena, de manos de azucena...
Corazón mentiroso! si siempre la amaré!
Rimas
Tímida, la palabra
de tus labios caía,
y en mi pálida frente
dolorosa y macabra,
toda melancolía
se regó, evanescente,
blanda, como un arrullo...
Oh tu voz adorable...
¡Voz única entre tantas!
(Bajo el influjo suyo
fue placer inefable
mi dolor...) -Hoy no encantas
este fúnebre yermo...
(No sé dónde se riega
-toda melancolía-
tu voz...) -Y estoy enfermo
porque tu voz no llega
a bañar de alegría
mi sufrir... en mi vida
dolorosa y macabra,
tal vez hubieran sido
para curar la herida,
tu voz y tu palabra
que yo jamás olvido...!
Ritmos
A Rafael Maya
Atardecer.
Temor crepuscular...
Inquietudes que el véspero insinúa...
Luces violadas. Nombre de mujer
que escucho musitar
cuando el silencio se acentúa...
Angustia tremulenta.
Indeciso dolor
que no se nombra...
Indeciso dolor que se aposenta
-frío y taimado- en lo interior
de nuestra sombra!
Parpadear
lento,
undívago, ingrávido, en la penumbra...
y el mismo musitar
y el mismo acento
del nombre y de la voz que mi cansancio
/ apesadumbra!
Atardecer.
Campanas augurales.
Tristeza insomne, múltiple, que en su gris me
/ circuye:
y un rostro de mujer
tras los cristales,
que me mira y me nombra... y que me huye!
Abulia; anhelos
de languidez, de sueño..., ¡no sentir!
Escancio
tu licor, oh crepúsculo!, en los hielos
del cansancio...
tu licor en los hielos del morir!
Atardecer.
Temor crepuscular.
Inquietudes que el véspero insinúa.
Luces violadas. Nombre de mujer
que escucho musitar
cuando el silencio se acentúa!
Atardecer...
Ritornelo
"Esta rosa fue testigo"
de ése, que si amor no fue;
ninguno otro amor sería.
¡Esta rosa fue testigo
de cuando te diste mía¡
El día, ya no lo sé
-sí lo sé, mas no lo digo-
Esta rosa fue testigo.
De tus labios escuché
la más dulce melodía.
¡Esta rosa fue testigo:
todo en tu ser sonreía!
Todo cuanto yo soñé
de ti, lo tuve conmigo...
Esta rosa fue testigo.
¡En tus ojos naufragué
donde la noche cabía!
Esta rosa fue testigo.
En mis brazos te oprimía,
entre tus brazos me hallé,
luego hallé más tibio abrigo...
Esta rosa fue testigo.
¡Tu fresca boca besé
donde triscó la alegría!
Esta rosa fue testigo
de tu amorosa agonía
cuando del amor gocé
la vez primera contigo!
Esta rosa fue testigo.
"Esta rosa fue testigo"
de ése, que si amor no fue,
ninguno otro amor sería.
Esta rosa fue testigo
de cuando te diste mía!
El día, ya no lo sé
-sí lo sé, mas no lo digo-
Esta rosa fue testigo.
Señora, Dama, dueña de mis votos...
Señora, Dama, dueña de mis votos!
¿cuándo veré tus ojos encantados,
tus manos inasibles, tus dedos abusados,
y tus cabellos -piélagos ignotos-
Cuándo veré tus ojos encantados,
y oiré tu voz de ritmos sosegados...!
Pero serán todos mis sueños rotos
por el furor de inevitables notos...
y tus manos pequeñas -los dedos ahusados-
no curarán mis rudos alborotos,
ni darán paz a mis martirizados
labios, que ardieron odios y sedes y pecados...!
Señora, Dama, dueña de mis votos!
nunca veré tus ojos encantados,
ni tus cabellos -piélagos ignotos-
ni oiré tu voz de ritmos sosegados...,
ni besarán tus labios ambiciados,
sobre mi frente, mis ensueños rotos...!
Soneto
No te besé la boca sino cuando
me decías que el viento te besaba...
Si te gocé, ello fue si te gozaba
también Eros…: con él te iba gozando.
Yo sólo se decir como es "amando"
ni supe ni sabré como es "amaba"....
Más libre soy si tengo el alma esclava:
y esclavo soy, joyoso, duro y blando.
No te besé la boca, alta Fonoe
reticente, si no porque venusta
quemada del deseo, la ofrecías:
si te gocé, Belinda (o Nice, o Cloe
o Altacira) fue cuando combusta
pira de Eros, lujuriante, ardías...
Variaciones sobre un añejo temilla
«Venías de tan lejos...» 1935
Variación
N° 5
Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre.
Venías de tan lejos... Mejor que no llegaras...
Sonatas de silencio y en claves inaudibles
contúrbanme el sentido con tácita latencia.
Cantatas de silencio, con voces abolidas
me inundan, cataratas sordas, mudas, de hielo...
Venías de tan lejos... Mejor que no llegaras,
mejor que no advinieras...: llegabas de mí mismo.
Función, mito, entelequia, trasunto, resonancia
de malhadados sueños sin apenas relieves,
sin apenas volumen: fantasma de quimera,
claridad incorpórea, sombra de fantasía:
eco, luz, cavilancia
-verberación del sueño-,
poema sin raigambre para en jamás escrito.
Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre.
Venías de tan lejos... Mejor que te quedaras...
Sonatas de sortílego fervor -imperfectibles-
contúrbanme el sentido -substancia sin presencia-.
Cantatas jubilosas, patéticas, transidas,
me invaden, cataratas de pasión sin anhelo.
Venías de tan lejos, mejor que te quedaras,
mejor que no advinieras: te nutría mi abismo.
Eras trasunto: recolmaste mi espíritu y mi estancia.
Eras mis sueños y resueños inútiles y densos o asaz leves.
Función o Cavilancia. Fata irreal, y única, y verdadera.
Claridad, eco, sombra, lumbre: si todo a ti me asía!
Substancia, resonancia,
ficción... Cordial, filtro o beleño...
Poema incorporado. Rito sensual, Sollozo, Extasis. Grito.
Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre.
Tomado de:
http://amediavoz.com/greiff.htm
Tergiversaciones
I
Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa
dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso
suelo rimar —en verso de contorno difuso—
mi viaje byroniano por las vegas de Zipa...,
tal un ventripotente agrómena de jipa
a quien por un capricho de su caletre obtuso
se le antoja fingirse paraísos... al uso
de alucinado Pöe que el alcohol destripa!,
de Baudelaire diabólico, de angelical Verlaine,
de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén, y
en fin... hasta del Padre Víctor Hugo omniforme...!
Y tánta tierra inútil por escasez de músculos!
tánta industria novísima! ¡tánto almacén enorme!
Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos...
(1916)
Relato de sergio stepansky
Juego mi vida!
Bien poco valía!
La llevo perdida
sin remedio!
Erik Fjordsson.
Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida...
Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...
La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
—en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo...
Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.
Y la juego —o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo o la regalo...:
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:
todo, todo me da lo mismo:
lo eximio y lo rüin, lo trivial, lo perfecto, lo malo...
Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.
Cambio mi vida por lámparas viejas
o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:
—por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota nubia,
la pálida morenaza, la amarilla oriental, o la hiperbórea
rubia:
cambio mi vida por un anillo de hojalata
o por la espada de Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno: —para echar a rodar
la bola...
Cambio mi vida por la cándida aureola
del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que le llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio por
un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca...
o por esa muñeca que llora
como cualquier poeta.
Cambio mi vida —al fiado— por una fábrica de crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra—
o por su naricilla que está en algún Museo;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas...
¡o por dos huequecillos minúsculos
—en las sienes— por donde se me fugue, en grises podres,
toda la hartura, todo el fastidio, todo el horror que
almaceno en mis odres...!
Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida...
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