Una suave tempestad
Una suave tempestad más tres enojos de ola
no son una marea.
Un océano menos dos nubes negras sigue siendo un océano.
Se vive rodeado de volcanes
acechan tsunamis
ciclones y borrascas de pasiones intermedias.
Todo esto es maligno.
Mas el poeta con el mismo hilo
que junta las voces del mundo y el silencio
teje las pequeñas permanencias recordadas.
Su palabra brota en esa parte del ojo
donde el vértigo nos convierte en intangibles
o posibles.
Dos truenos más un mientras relámpago
no son todavía una tormenta.
Tomado de:
http://lasillaprestada.blogspot.com/2012/02/dos-poemas-de-humberto-vinuenza.html
El caballo relincha y presiente lluvia
más allá la historia es un páramo
de fulanos y zutanos
en la noche sin bornes
mi bisabuelo era un jinete que corría
detrás de un horizonte esquivo
un hombre a caballo inclusive cuando iba a pie
yo le habría leído un poema de Arquíloco
o este otro sobre la estrella que me visita
a través de las distancias que no miden
lo mismo al anochecer o al amanecer
quizás no frecuentaba la poesía
si para vivir a caballo no era imprescindible
o tal vez otros versos leyó
-no los poemas de Kalidasa ni los míos-
porque para amar y vivir dependía
del silencio que casi con ternura
se pronuncia a sí mismo
y del amor que hace como que canta sus silencios
hoy su ausencia ha dejado de ser jirón de nombre
y me conmueve deletrearlo lentamente
un pensamiento en la luz
no de cualquier crepúsculo vespertino
sino de este atardecer-anochecer
que resuena en el latido de Venus.
El caballo presiente niebla y relincha.
Tener menos miedo y silabear
la inminencia de la palabra en la arcilla
en la osamenta
y en el polvo de caminos esfumados
atar la voluntad al deseo de exceder
el credo a la patria
la pata de algo que va a moldearse con algo
rumbo hacia el extremo
tener menos miedo
de celebrar las certidumbres
y entre serpentinas aproximarse a golpear
con un palo de ciego la vasija de los aciertos
la médula que mientras duermes confunde
el espíritu y la burbuja protectora de la carne
el hilo carnal de la tentación
y el espíritu que se hila a sí mismo
y tener menos miedo
de que todo vuelva a escribirse
y lo escrito
deje de estar en un solo anillo
y en el asombro se descongele
lo más diferente de lo distinto
y sea un resguardo del sentir de los decires
y abandone el deseo de mostrarse
solo con su voz que conspira desde el desacierto.
Tomado de:
https://www.crearensalamanca.com/poemas-de-humberto-vinueza-xix-encuentro-de-poetas-iberoamericanos/
Deseo que poseas formas inventadas por mí
Deseo que poseas formas inventadas por mí
y que puedan borrarse
y volver a pedacearse como alimento para pájaros
inspiradores
y otra vez dibujarse con temblor de línea imaginaria
entre el recelo y la confianza en las estrellas.
Que seas avatar del micro poder en el lecho
en el recato de los saldos
y hasta en la soledad de la autocomplacencia
para comenzar.
Que ocupes el centro apenas encubierto con madeja
cabalística
o el único extremo del miedo que bordea el pulso
con su cola de relámpago.
Aunque se indague por el latido no exista segunda
orilla
donde se oculte el resto de tu cuerpo.
Imagen tuya que no posea como posee la mía
deseo embozado de ser signo
fijo en medio de la marea de las formas
De tanto esperarte ahora tengo tu edad
De tanto esperarte ahora tengo tu edad
o más: podrías ser mi primogénito.
Tu voz me despierta en el sueño
y me dice “para qué tanta vigilia
de la sal
de los enredos de la carne”.
Nuestro tiempo –respondo– se celebra
con exactitud al reverso de las hojas
en el sacramento de orfandades semejantes.
Nadie vive interesado en saber
de cuál paternidad somos transcurso.
A nadie le importa que tú seas mi padre
o que yo sea el tuyo.
Lo percibimos de idéntico modo.
Ambos nos besamos en la frente
entre dos puertas.
Más acá de los signos zodiacales
Estoy triste, andino,
equinoccialmente triste. No cabe
en mi fardo, en mi paciencia vacante de shamán
tanta harina monótona para el verso ázimo;
tanto ensimismamiento, vasos comunicantes,
tanto Vallejo, dispuesto y prelúdico,
tanto alambique triste. Beso en mi bufanda
las tristécimas de la unidad que somos,
tú yo, pareja más impostergable que póstuma.
Puedo gritar, aullar como Ginsberg
al eco en el silencio del silencio.
(La luna se dilata, bajísima, como propaganda
de preservativos contra el SIDA).
Puedo, ahora lo sé, ahora puedo
como Pound escribir en las paredes:
"Lo que bien amas permanece.
Pero haber hecho en vez de no haber hecho
eso no es vanidad".
Soy un actor sensible a las autocríticas
-laxante rasgo incorporado a mi cultura
de nieves perpetuas, páramos y marismas.
Reasumo la libido y sus lindes elásticas
en cuarta dimensión; la vida desde lo más
simple hasta lo compuesto-descompuesto;
todos los reflejos condicionados o no,
con señuelos siniestros; los complejos
(todos), especialmente el de superioridad
tan venido a menos: incomparable.
Mi lucidez impasible busca símiles
en los laberintos siderales, en el tiempo
de los tiempos recién inventado
por el primer segundo de los amantes;
en el infinito visto a través del milímetro
recuperado de humanidad.
Es la desgarradura nuestro striptease verídico
y nunca se callarán las rocolas lejanas
a no ser que, de pronto, el camino
sea Marx y Cristo el atajo,
pero, mientras tanto, ocurre lo contrario.
Marx en la cruz y
Cristo sobre la geometría magnética
entre el frenesí y la quimera. Así,
los desuniversados bajo la intemperie
teneblosa del cosmos esperan, siempre
esperamos lo peor de la resurrección imposible.
El camino es el atajo;
con Marx y las cruces construiremos la rueda.
Por lo demás, ya lo intuía,
¡quién no tiene su década de los sesenta,
por no decir lustros maleables, años de soler y
amanecer,
instantes remordidos entre paralelos y meridianos,
su aura de hombrenuevo, implícita en el instinto
como vacuna; su aventura en serio,
portátil, su Gagarin; su tonada mundial
en un poema para el íntimo baile!
¡Quién no escarba en su mochila llena de bitácoras,
lámparas, añicos, lascas, hojas de coca en la
escarcela,
partituras de los más bellos cantos de sirenas,
reencarnaciones a medio re, clones místicos,
fotografías de ovnis con Dulcineas redundantes,
cabellos de ellas de cuando la calvicie
era todavía un arcano síntoma,
brújulas arrojadas al insomnio
por la imposibilidad siempre inconclusa del absurdo,
horóscopos que rozan la espalda intermitente
para fenecer un poco y mucho renacer
burlando los signos del zodíaco!
La duda hace lo suyo
atada al vuelo de dos murciélagos.
Está agotado el script.
Quizás algún motel esté abierto
para lúdicos, terrícolas, vulnerables
amantes;
mas
tú no estás conmigo.
Nadie, a esta hora, camina en la ciudad.
Sueño que borro tu sueño
Sueño que borro tu sueño
y al hacerlo borro también aquel sueño
en el que tú borrabas el mío.
Ojalá al despertar no hayamos sido borrados
por un simple extravío de vigilias.
La memoria colectiva
La memoria colectiva es la cúspide
de profetas poetas y santos
pero hemos llegado muy temprano
demasiado tarde o quien sabe en el momento justo:
la memoria humana reserva solo un sitio cada mil
años.
Tal vez nos registre algún confidente de la nada
nos diluya el yodo de las inconstancias cardinales
o el olvido infrarrojo de dios.
A destiempo hemos llegado a la trama abierta en el
extremo
oportunamente quizás a la cisura del fondo.
El poeta remienda su tropo trunco cada día
y en el bullicio o en el silencio bucea
la constelación atávica de su voz.
La suma de todos los poetas
se condensa apenas en la primera sílaba
del hombre iniciado como verso.
La meta ondea en la memoria colectiva.
Si día a día no transformas el mundo áspero
Si día a día no transformas el mundo áspero
y antes de llegar al fondo no creas
otro que corresponda a tu catadura
perecerás a causa de la campana del juicio final
repicando sobre tus hombros.
Crear un mundo significa corregir a dios
sus devaneos predilectos
renovarle la garantía de irrealidad a la realidad
conseguir que la muerte sea un evento improbable.
Hay que crear un mundo aun a costa de la memoria
no obstante el entrevero de insania
con escarcha de cordura
a riesgo de inmaterializar su esencia
en remotas noticias de utopía.
Hay que crearlo sin una pizca de luz
sin sombra de casi nada.
El ojo graba paisajes simultáneos
El ojo graba paisajes simultáneos
expuestas intimidades
caricias.
Desde el fondo de las ventanas centrípetas
el viento reconstruye el sueño
con manojo de armonías temporales
que se llevan las palomas
en la partitura de la ciudad sinfonía.
En la noche recién vaciada
cuatro labios se besan como si fuera la última vez
que la palabra o el silencio se pasmaran en su estallido.
Afuera la muerte y la utopía se disputan el bullicio
la salvaguardia del abismo
la vigilia de los dioses en pie de guerra.
Mudamos el espacio
Mudamos el espacio hacia el tiempo vivo
la eternidad hacia el lustre
vigente de los muebles y los trastos.
Los libros y las cacerolas
las sábanas de batallas y armisticios
las alfombras en verso y prosa
las otras pieles del insomnio
la juguetería envuelta en las olas del aire
los cuchillos que dan confianza
el vestuario ilusorio de nuestras tragicomedias
los disfraces para no temerle ni a la vida
los abalorios del humor la ternura el apego
los cuadros de fidelidad probada
las fotos en otro entonces a colores.
El camino más corto entre los dos
es mudarnos mutuamente.
El más largo no existe.
Tomado de:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario