miércoles, 5 de abril de 2023

POEMAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ


CANTAR DE LA ALMA

¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,

aunque es de noche!.

 

I

 

Aquella eterna fonte está ascondida.

¡Que bien sé yo do tiene su manida

aunque es de noche!

 

II

 

Su origen no lo sé pues no le tiene

mas sé que todo origen della viene

aunque es de noche.

 

III

 

Sé que no puede ser cosa tan bella,

y que cielos y tierra beben della

aunque es de noche.

 

IV

 

Bien sé que suelo en ella no se halla

y que ninguno puede vadealla

aunque es de noche.

 

V

 

Su claridad nunca es escurecida

y sé que toda luz de ella es venida

aunque es de noche.

 

VI

 

Sée ser tan caudalosos sus corrientes,

que infiernos cielos riegan y a las gentes

aunque es de noche.

 

VII

 

El corriente que nace desta fuente

bien sé que es tan capaz y omnipotente

aunque es de noche.

 

VIII

 

El corriente que de estas dos procede

sé que ninguna de ellas le precede

aunque es de noche.

 

IX

 

Aquesta eterna fonte está escondida

en este vivo pan por darnos vida

aunque es de noche.

 

X

 

Aquí se está llamando a las criaturas

y de esta agua se hartan, aunque a escuras

porque es de noche.

 

XI

 

Aquesta viva fuente que deseo

en este pan de vida yo la veo

aunque es de noche.

 

 

COPLAS DEL ALMA QUE PENA POR VER A DIOS

 

Vivo sin vivir en mí

y de tal manera espero,

que muero porque no muero.

 

1. En mí yo no vivo ya,

y sin Dios vivir no puedo;

pues sin él y sin mí quedo,

este vivir ¿qué será?

Mil muertes se me hará,

pues mi misma vida espero,

muriendo porque no muero.

 

2. Esta vida que yo vivo

es privación de vivir;

y así, es continuo morir

hasta que viva contigo.

Oye, mi Dios, lo que digo:

que esta vida no la quiero,

que muero porque no muero.

 

3. Estando ausente de ti

¿qué vida puedo tener,

sino muerte padecer

la mayor que nunca vi?

Lástima tengo de mí,

pues de suerte persevero,

que muero, porque no muero.

 

4. El pez que del agua sale

aun de alivio no carece,

que en la muerte que padece

al fin la muerte le vale.

¿Qué muerte habrá que se iguale

a mi vivir lastimero,

pues si más vivo más muero?

 

5. Cuando me pienso aliviar

de verte en el Sacramento,

háceme más sentimiento

el no te poder gozar;

todo es para más penar

por no verte como quiero,

y muero porque no muero.

 

6. Y si me gozo, Señor,

con esperanza de verte,

en ver que puedo perderte

se me dobla mi dolor;

viviendo en tanto pavor

y esperando como espero,

muérome porque no muero.

 

7. ¡Sácame de aquesta muerte

mi Dios, y dame la vida;

no me tengas impedida

en este lazo tan fuerte;

mira que peno por verte,

y mi mal es tan entero,

que muero porque no muero.

 

8. Lloraré mi muerte ya

y lamentaré mi vida,

en tanto que detenida

por mis pecados está.

¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será

cuando yo diga de vero:

vivo ya porque no muero?

 

 

OTRAS CANCIONES A LO DIVINO DE CRISTO Y EL ALMA

1. Un pastorcico solo está penado,

ajeno de placer y de contento,

y en su pastora puesto el pensamiento,

y el pecho del amor muy lastimado.

 

2. No llora por haberle amor llagado,

que no le pena verse así afligido,

aunque en el corazón está herido;

mas llora por pensar que está olvidado.

 

3. Que sólo de pensar que está olvidado

de su bella pastora, con gran pena

se deja maltratar en tierra ajena,

el pecho del amor muy lastimado.

 

4. Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado

de aquel que de mi amor ha hecho ausencia

y no quiere gozar la mi presencia,

y el pecho por su amor muy lastimado!

 

5. Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado

sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos,

y muerto se ha quedado asido dellos,

el pecho del amor muy lastimado.

Tomado de:

https://poemas.yavendras.com/san-juan-de-la-cruz/

 

 ***

1. En el principio moraba

el Verbo, y en Dios vivía,

en quien su felicidad

infinita poseía.

 

5. El mismo Verbo Dios era,

que el principio se decía;

él moraba en el principio,

y principio no tenía.

 

10. El era el mismo principio;

por eso de él carecía.

El Verbo se llama Hijo,

que del principio nacía;

hale siempre concebido

y siempre le concebía;

 

15. dale siempre su sustancia,

y siempre se la tenía.

Y así la gloria del Hijo

es la que en el Padre había

y toda su gloria el Padre

 

20. en el Hijo poseía.

Como amado en el amante

uno en otro residía,

y aquese amor que los une

en lo mismo convenía

 

25. con el uno y con el otro

en igualdad y valía.

Tres Personas y un amado

entre todos tres había,

y un amor en todas ellas

 

30. y un amante las hacía,

y el amante es el amado

en que cada cual vivía;

que el ser que los tres poseen

cada cual le poseía,

 

35. y cada cual de ellos ama

a la que este ser tenía.

Este ser es cada una,

y éste solo las unía

en un inefable nudo

 

40. que decir no se sabía;

por lo cual era infinito

el amor que las unía,

porque un solo amor tres tienen

que su esencia se decía;

 

45. que el amor cuanto más uno,

tanto más amor hacía.

 

 

 

 


De la comunicación de las tres Personas.

 

 

En aquel amor inmenso

que de los dos procedía,

palabras de gran regalo

 

50. el Padre al Hijo decía,

de tan profundo deleite,

que nadie las entendía;

sólo el Hijo lo gozaba,

que es a quien pertenecía.

 

55. Pero aquello que se entiende

de esta manera decía:

­Nada me contenta, Hijo,

fuera de tu compañía;

y si algo me contenta,

 

60. en ti mismo lo quería.

El que a ti más se parece

a mi más satisfacía,

y el que en nada te semeja

en mí nada hallaría.

 

65. En ti solo me he agradado,

¡Oh vida de vida mía!.

Eres lumbre de mi lumbre,

eres mi sabiduría,

figura de mi sustancia,

 

70. en quien bien me complacía.

Al que a ti te amare, Hijo,

a mí mismo le daría,

y el amor que yo en ti tengo

ese mismo en él pondría,

 

75. en razón de haber amado

a quien yo tanto quería.

 

 


De la creación.

 

 

­Una esposa que te ame.

mi Hijo, darte quería,

que por tu valor merezca

 

80. tener nuestra compañía

y comer pan a una mesa,

del mismo que yo comía,

porque conozca los bienes

que en tal Hijo yo tenía,

 

85. y se congracie conmigo

de tu gracia y lozanía.

­Mucho lo agradezco, Padre,

el Hijo le respondía­;

a la esposa que me dieres

 

90. yo mi claridad daría,

para que por ella vea

cuánto mi Padre valía,

y cómo el ser que poseo

de su ser le recibía.

 

95. Reclinarla he yo en mi brazo,

y en tu ardor se abrasaría,

y con eterno deleite

tu bondad sublimaría.

 

 


Prosigue

 

 

­Hágase, pues ­dijo el Padre­,

 

100. que tu amor lo merecía;

y en este dicho que dijo,

el mundo criado había

palacio para la esposa

hecho en gran sabiduría;

 

105. el cual en dos aposentos,

alto y bajo. dividía.

El bajo de diferencias

infinitas componía;

mas el alto hermoseaba

 

110. de admirable pedrería,

porque conozca la esposa

el Esposo que tenía.

En el alto colocaba

la angélica jerarquía;

 

115. pero la natura humana

en el bajo la ponía,

por ser en su compostura

algo de menor valía.

Y aunque el ser y los lugares

 

120. de esta suerte los partía,

pero todos son un cuerpo

de la esposa que decía;

que el amor de un mismo Esposo

una esposa los hacía.

 

125. Los de arriba poseían

el Esposo en alegría;

los de abajo, en esperanza

de fe que les infundía,

diciéndoles que algún tiempo

 

130. él los engrandecería.

y que aquella su bajeza

él se la levantaría

de manera que ninguno

ya la vituperaría;

 

135. porque en todo semejante

él a ellos se haría

y se vendría con ellos,

y con ellos moraría;

y que Dios sería hombre,

 

140. y que el hombre Dios sería,

y trataría con ellos,

comería y bebería;

y que con ellos contino

él mismo se quedaría,

 

145. hasta que se consumase

este siglo que corría,

cuando se gozaran juntos

en eterna melodía;

porque él era la cabeza

 

150. de la esposa que tenía,

a la cual todos los miembros

de los justos juntaría.

que son cuerpo de la esposa,

a la cual él tomaría

 

155. en sus brazos tiernamente,

y allí su amor la diría;

y que, así juntos en uno,

al Padre la llevaría,

donde del mismo deleite

 

160. que Dios goza, gozaría;

que, como el Padre y el Hijo,

y el que de ellos procedía

el uno vive en el otro,

así la esposa sería,

 

165. que, dentro de Dios absorta,

vida de Dios viviría.

 

 


Prosigue

 

 

Con esta buena esperanza

que de arriba les venía,

el tedio de sus trabajos

 

170. más leve se les hacía;

pero la esperanza larga

y el deseo que crecía

de gozarse con su Esposo

contino les afligía;

 

175. por lo cual con oraciones,

con suspiros y agonía,

con lágrimas y gemidos

le rogaban noche y día

que ya se determinase

 

180. a les dar su compañía.

Unos decían: ­¡Oh si fuese

en mi tiempo el alegría!

Otros: ­¡Acaba, Señor;

al que has de enviar, envía!

 

185. Otros: ­¡Oh si ya rompieses

esos cielos, y vería

con mis ojos que bajases,

y mi llanto cesaría!

¡Regad, nubes, de lo alto,

 

190. que la tierra lo pedía,

y ábrase ya la tierra,

que espinas nos producía,

y produzca aquella flor

con que ella florecería!

 

195. Otros decían: ­¡Oh dichoso

el que en tal tiempo sería,

que merezca ver a Dios

con los ojos que tenía,

y tratarle con sus manos,

 

200. y andar en su compañía,

y gozar de los misterios

que entonces ordenaría!

Tomado de:

https://www.mercaba.org/DOCTORES/JUAN-CRUZ/poesias.htm#1%C2%BA

 

 

Esposa

 

 

 

         Gocémonos, Amado,

 

y vámonos a ver en tu hermosura

 

al monte u al collado

 

do mana el agua pura;

 

entremos más adentro en la espesura.

 

 

 

         Y luego a las subidas

 

cavernas de la piedra nos iremos,

 

que están bien escondidas;

 

y allí nos entraremos,

 

y el mosto de granadas gustaremos.

 

 

 

         Allí me mostrarías

 

aquello que mi alma pretendía,

 

y luego me darías

 

allí, tú, vida mía,

 

aquello que me diste el otro día.

 

 

 

         El aspirar del aire,

 

el canto de la dulce filomena,

 

el soto y su donaire,

 

en la noche serena,

 

con llama que consume y no da pena.

 

 

CANCIONES DEL ALMA – I
 
(NOCHE OSCURA)

 

 

 

En una noche escura

 

con ansias en amores inflamada,

 

¡oh dichosa ventura!,

 

salí sin ser notada,

 

estando ya mi casa sosegada.

 

 

 

A oscuras, y segura

 

por la secreta escala, disfraçada,

 

¡oh dichosa ventura!,

 

a oscuras, y en celada,

 

estando ya mi casa sosegada.

 

 

 

En la noche dichosa

 

en secreto, que nadie me veía,

 

ni yo mirava cosa

 

sin otra luz y guía

 

sino la que en el corazón ardía.

 

 

 

Aquésta me guiaba

 

más cierto que la luz del mediodía,

 

adonde me esperaba

 

quien yo bien me sabía,

 

en parte donde nadie parecía.

 

 

 

¡Oh noche, que guiaste;

 

oh noche, amable más que la alborada:

 

oh noche, que juntaste

 

amado con amada,

 

amada en el Amado transformada!

 

 

 

En mi pecho florido,

 

que entero para él solo se guardaba,

 

allí quedó dormido,

 

y yo le regalaba,

 

y el ventalle de cedros aire daba.

 

 

 

El aire de el almena,

 

cuando yo sus cabellos esparcía,

 

con su mano serena

 

en mi cuello hería,

 

y todos mis sentidos suspendía.

 

 

 

Quedéme, y olvidéme,

 

el rostro recliné sobre el Amado:

 

cesó todo, y dejéme,

 

dejando mi cuidado

 

entre las azucenas olvidado.

Tomado de:

http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/espanha/san_juan_de_la_cruz.html

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