jueves, 22 de junio de 2017

TROVAS DE GUILHEM DE PEITIEU

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(1071 - 1126)

 I
Farai un vers de dreit nien:
non er de mi ni d'autra gen,
non er d'amor ni de joven,
           ni de ren au,
qu'enans fo trobatz en durmen
          sus un chivau.

                  II
No sai en qual hora·m fui natz,
no soi alegres ni iratz,
no soi estranhs ni soi privatz,
          ni no·n puesc au,
qu'enaisi fui de nueitz fadatz
          sobr'un pueg au.

                  III
No sai cora·m sui endormitz,
ni cora·m veill, s'om no m'o ditz;
per pauc no m'es lo cor partitz
          d'un dol corau;
e no m'o pretz una fromitz,
          per Saint Marsau!

                  IV
Malautz soi e cre mi morir;
e4 re no sai mas quan n'aug dir,
Metge querrai al mieu albir,
          e no·m sai tau;
bos metges er, si·m pot guerir,
          mor non, si amau.

                  V
Amigu'ai ieu, non sai qui s'es:
c'anc no la vi, si m'aiut fes;
ni·m fes que·m plassa ni que·m pes,
          ni no m'en cau:
c'anc non ac norman ni franses
          dins mon ostau.

                  VI
Anc no la vi et am la fort;
anc no n'aic dreit ni no·m fes tort;
quan no la vei, be m'en deport;
          no·m prez un jau:
qu'ien sai gensor e belazor,
          e que mais vau.

                 VII
No sai lo luec ves on s'esta,
si es en pueg ho es en pla;
non aus dire lo tort que m'a,
          abans m'en cau;
e peza·m be quar sai rema,
          per aitan vau.

                 VIII
Fait ai lo vers, no sai de cui;
e trametrai lo a celui
que lo·m trametra per autrui
          enves Peitau,
que·m tramezes del sieu estui
          la contraclau.

I.    Haré un verso sobre absolutamente nada: no será sobre mí ni sobre otra gente, no será de amor ni de juventud, ni de nada más, sino que fue trovado durmiendo sobre un caballo.

II.    No sé en qué hora nací, no estoy alegre ni triste, no soy arisco ni soy sociable, ni puedo ser de otro modo, porque así fui hechizado de noche sobre una alta montaña.

III.    No sé cuándo estoy dormido ni cuándo velo, si no me lo dicen; por poco se quiebra el corazón por un cordial dolor; y ello no me importa una hormiga, por San Marcial.

IV.    Estoy enfermo y temo morirme; y sólo sé lo que oigo decir. Buscaré médico a mi capricho, y no sé de ninguno así; será buen médico si puede curarme, pero no [lo será] si empeoro.

V.    Tengo amiga, no sé quién es: pues nunca la vi, a fe mía, ni hizo [nada] que me pluguiera ni que me pesara, y no me importa: porque nunca hubo normando ni francés dentro de mi casa.

VI.    Nunca la vi y la amo mucho; nunca tuve de ella favor ni me hizo ofensa; cuando no la veo, me lo tomo en broma: no me importa un gallo. Porque sé de una más gentil y más hermosa y que más vale.

VII.    No sé si el lugar hacia donde vive está en la montaña o está en el llano; no oso decir lo injusta que es conmigo, antes bien me callo; y pésame mucho que ella se quede aquí, [y] por esto me voy.

VIII.    He hecho el verso, no sé sobre quién, y lo enviaré a aquel que, por medio de otro, lo enviará de mi parte hacia Peitieu, [para] que me envíe la contrallave de su estuche.
Introducción y versión literal de Martín de Riquer
Compañeros, haré un verso…

Compañeros, haré un verso que será adecuado:
habrá en él más necedad que juicio,
y estará mezclado de amor, de alegría y de juventud.

Y considerad rústico a quien no lo entiende
o gustosamente no se lo aprende de memoria.
Duro le es separarse del amor a aquel que lo encuentra a su agrado.

Tengo dos caballos apropiados a mi silla:

son buenos, esforzados para las armas y valiosos,
pero no puedo tenerlos a ambos porque el uno no tolera al otro.
Si consiguiese domarlos a mi gusto,
no quisiera emplear en otros mi guarnición,
pues iría mejor montado que nadie toda mi vida.

El uno fue el más corredor de los montaraces;
pero desde hace tiempo se ha apoderado de él tan fiera esquivez,
 y es tan díscolo y tan salvaje, que no se deja almohazar.

El otro fue criado allá abajo, cerca de Cofolen,
y, según mi parecer, nunca visteis otro más hermoso.

Este nunca será cambiado, ni por oro ni por plata.

Porque yo lo entregué a su amo cuando aún era pollino que pacía,
pero me reservé para mí suficientes derechos para que,
si él lo tenía un año, yo lo tuviese más de ciento.

 Caballeros, dadme consejo en mis cuitas,
pues nunca estuve tan perplejo en la elección.
No sé por cuál decidirme, si por Agnés o por Arsén.

Tengo el castillo y el dominio de Gímel,
 y a causa de Niol me enorgullezco ante todo el mundo,
pues ambos me han rendido homenaje y pleitesía con juramento.

Un poema haré, pues tengo sueño


Un poema haré, pues tengo sueño
y en el camino al sol descansaré.
Hay damas con malas ideas,
 y os diré cuales:
las que el amor de un caballero
tienen a menos.

No comete un grave pecado
 la que ama a un leal caballero;
 mas si ama a un monje o a un clérigo
no tiene juicio:
en razón quemarla debieran con un tizón.

Por Alvernia, junto a Limoges,
 viajaba solo, con muceta:
vi a la mujer de Garín y a
la de Bernardo;
saludáronme escuetamente
por san Leonardo.
Díjome la una en su latín:
“Dios os guarde, buen peregrino!
De buen linaje parecéis
vos, a fe mía;
 pues vemos mucho en los caminos
a gente necia”.

Oíd ahora lo que respondí:
no le dije ni fu ni fa
ni hierro o madera nombré
 tan sólo dije:
“babariol, babariol,
  babarián”.
Dijo Inés a Ermesinda: “¡Hermana,
 encontramos lo que queríamos!
 Por amor de Dios, hospedémoslo,
 talmente es mudo
 y por él nunca nuestra idea
 podrán saberla”.
 Bajo su capa me metió una,
 me llevó a su cuarto, a la lumbre;
 sabed que me hallé muy a gusto:
 bueno era el fuego,
 y con placer me calenté
 con gruesos leños.

 De comer me dieron capones,
        sabed que pillé más de dos.
 No había cocinero ni pinche,
 sólo los tres;
 había pan blanco, buen vino
 y mucha pimienta.

 “Hermana, por si este hombre finge,
 y no quiere hablar con nosotras,
 traigamos nuestro gato rubio
 ahora mismo;
 que verás cómo él lo hace hablar,
 si es que nos miente”.
 Inés fue a buscar al grimoso:
 grande era y de largos bigotes.
 Cuando yo lo vi entre nosotros,
 me asusté tanto
 que a poco no pierdo el coraje
 y hasta el ardor.

 Una vez bebido y comido,
 me desnudé como querían;
 detrás me pusieron al gato
 infiel y pérfido,
 me lo arrastró una del costado
 a los talones.

Por el rabo lo cogió al gato,
 le pegó un tirón, y arañó;
 más de cien heridas me hicieron
 aquella vez,
 mas yo no habría abierto la boca,
 ya me matasen.
 Dijo Inés a Ermesinda: “Hermana,
 no hay duda alguna de que es mudo;
 dispongámonos a apareamos
 y a solazamos”.
Ocho días, y más,
 estuve en aquel horno.

Tanto las jodí como oiréis:
ciento ochenta y ocho veces, pues,
 que a poco la polla se me cae
 en muchos trozos
 y no os puedo decir el mal
 que me pegaron.

Monet, vete por la mañana,
 lleva mi poema en el zurrón,
  a las mujeres de Garín
 y de Bernardo:
diles que, en atención a mí,

 maten al gato.

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