martes, 26 de julio de 2022

POEMAS DE ANTONIO MACHADO A UN AÑO MÁS

 


Caminante no hay camino

Caminante, son tus huellas

 

el camino y nada más;

 

 

Caminante, no hay camino,

 

se hace camino al andar.

 

Al andar se hace el camino,

 

y al volver la vista atrás

 

se ve la senda que nunca

 

se ha de volver a pisar.

 

Caminante no hay camino

 

sino estelas en la mar.

 

 

Los sueños malos

Está la plaza sombría;

 

muere el día.

 

Suenan lejos las campanas.

 

De balcones y ventanas

 

se iluminan las vidrieras,

 

con reflejos mortecinos,

 

como huesos blanquecinos

 

y borrosas calaveras.

 

En toda la tarde brilla

 

una luz de pesadilla.

 

Está el sol en el ocaso.

 

Suena el eco de mi paso.

 

¿Eres tú? Ya te esperaba…

 

¿No eras tú a quien yo buscaba?

 

 

Daba el reloj las doce… y eran doce

Daba el reloj las doce... y eran doce

 

golpes de azada en tierra…

 

— ¡Mi hora! ...—grité. El silencio

 

 

me respondió: —No temas;

 

tú no verás caer la última gota

 

que en la clepsidra tiembla.

 

Dormirás muchas horas todavía

 

sobre la orilla vieja,

 

y encontrarás una mañana pura

 

amarrada tu barca a otra ribera.

Tomado de:

https://psicologiaymente.com/cultura/mejores-poemas-antonio-machado

 

 

El amor y la sierra

 

 

 

Cabalgaba por agria serranía,

una tarde, entre roca cenicienta.

El plomizo balón de la tormenta

de monte en monte rebotar se oía.

 

Súbito, al vivo resplandor del rayo,

se encabritó, bajo de un alto pino,

al borde de la peña, su caballo.

A dura rienda le tornó al camino.

 

Y hubo visto la nube desgarrada,

y, dentro, la afilada crestería

de otra sierra más tenue y levantada

 

-relámpago de piedra parecía-.

¿Y vio el rostro de Dios? Vio el de su amada.

Gritó: ¡Morir en esta sierra fría!

 

 

El limonero lánguido suspende...

 

El limonero lánguido suspende

una pálida rama polvorienta

sobre el encanto de la fuente limpia,

y allá en el fondo sueñan

los frutos de oro...

Es una tarde clara,

casi de primavera;

tibia tarde de marzo,

que al hálito de abril cercano lleva;

y estoy solo, en el patio silencioso,

buscando una ilusión cándida y vieja:

alguna sombra sobre el blanco muro,

algún recuerdo, en el pretil de piedra

de la fuente dormido, o, en el aire,

algún vagar de túnica ligera.

 

En el ambiente de la tarde flota

ese aroma de ausencia

que dice al alma luminosa: nunca,

y al corazón: espera.

 

Ese aroma que evoca los fantasmas

de las fragancias vírgenes y muertas.

 

Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara,

casi de primavera,

tarde sin flores, cuando me traías

el buen perfume de la hierbabuena,

y de la buena albahaca,

que tenía mi madre en sus macetas.

 

Que tú me viste hundir mis manos puras

en el agua serena,

para alcanzar los frutos encantados

que hoy en el fondo de la fuente sueñan...

 

Sí, te conozco, tarde alegre y clara,

casi de primavera.

 

 

El mar triste

 

 

Palpita un mar de acero de olas grises

dentro los toscos murallones roídos

del puerto viejo. Sopla el viento norte

y riza el mar. El triste mar arrulla

una ilusión amarga con sus olas grises.

El viento norte riza el mar, y el mar azota

el murallón del puerto.

Cierra la tarde el horizonte

anubarrado. Sobre el mar de acero

hay un cielo de plomo.

El rojo bergantín es un fantasma

sangriento, sobre el mar, que el mar sacude...

Lúgubre zumba el viento norte y silba triste

en la agria lira de las jarcias recias.

El rojo bergantín es un fantasma

que el viento agita y mece el mar rizado,

el tosco mar rizado de olas grises.

 

 

Elegía de un madrigal

 

 

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío,

¡oh tarde como tantas! , el alma mía era,

bajo el azul monótono, un ancho y terso río

que ni tenía un pobre juncal en su ribera.

 

¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia

que borra el misterioso azogue del cristal!

¡Oh el alma sin amores que el Universo copia

con un irremediable bostezo universal!

 

Quiso el poeta recordar a solas

las ondas bien amadas, la luz de los cabellos

que él llamaba en sus rimas rubias olas.

Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...

 

Y un día -como tantos-, al aspirar un día

aromas de una rosa que en el rosal se abría,

brotó como una llama la luz de los cabellos

que él en sus madrigales llamaba rubias olas;

brotó, porque una aroma igual tuvieron ellos...

Y se alejó en silencio para llorar a solas.

 

 

¿Empeñé tu memoria? ¡Cuántas veces!

 

¿Empeñé tu memoria? ¡Cuántas veces!

La vida baja como un ancho río,

y cuando lleva al mar alto navío

va con cieno verdoso y turbias heces.

 

Y más si hubo tormenta en sus orillas,

y él arrastra el botín de la tormenta,

si en su cielo la nube cenicienta

se incendió de centellas amarillas.

 

Pero aunque fluya hacia la mar ignota,

es la vida también agua de fuente

que de claro venero, gota a gota,

 

o ruidoso penacho de torrente,

bajo el azul, sobre la piedra brota.

y allí suena tu nombre ¡eternamente!

 

 

En estos campos de la tierra mía...

 

 

En estos campos de la tierra mía

y extranjero en los campos de mi tierra

-yo tuve patria donde corre el Duero

por entre grises peñas,

y fantasmas de viejos encinares,

allá en Castilla, mística y guerrera,

Castilla la gentil, humilde y brava,

Castilla del desdén y de la fuerza-,

en estos campos de mi Andalucía,

¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.

Tengo recuerdos de mi infancia, tengo

imágenes de luz y de palmeras,

y en una gloria de oro,

de lueñes campanarios con cigüeñas,

de ciudades con calles sin mujeres

bajo un cielo de añil, plazas desiertas

donde crecen naranjos encendidos

con sus frutas redondas y bermejas;

y en un huerto sombrío, el limonero

de ramas polvorientas

y pálidos limones amarillos,

que el agua clara de la fuente espeja,

un aroma de nardos y claveles

y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena;

imágenes de grises olivares

bajo un tórrido sol que aturde y ciega,

y azules y dispersas serranías

con arreboles de una tarde inmensa;

mas falta el hilo que el recuerdo anuda

al corazón, el ancla en su ribera,

o estas memorias no son alma. Tienen

en sus abigarradas vestimentas

señal de ser despojos del recuerdo,

la carga, bruta que el recuerdo lleva.

Un día tornarán, con luz d-el fondo ungidos,

los cuerpos virginales a la orilla vieja.

 

Lora del Río, 4 de abril de 1913.

 

 

Eran ayer mis dolores...

 

Eran ayer mis dolores

como gusanos de seda

que iban labrando capullos;

hoy son mariposas negras.

 

¡De cuántas flores amargas

he sacado blanca cera!

¡Oh, tiempo en que mis pesares

trabajaba como abeja!

 

Hoy son como avenas locas,

o cizaña en sementera,

como tizón en espiga,

como carcoma en madera.

 

¡Oh, tiempo en que mis dolores

tenía lágrimas buenas,

y eran como agua de noria

que va regando una huerta!

Hoy son agua de torrente

que arranca el limo a la tierra.

 

Dolores que ayer hicieron

de mi corazón colmena,

hoy tratan mi corazón

como a una muralla vieja:

quieren derribarlo, y pronto,

al golpe de la piqueta.

 

 

Glosa

 

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar a la mar,

que es el morir. ¡Gran cantar!

 

Entre los poetas míos

tiene Manrique un altar.

 

Dulce goce de vivir:

mala ciencia del pasar,

ciego huir a la mar.

 

Tras el pavor de morir

está el placer de llegar.

 

¡Gran placer!

Mas ¿y el horror de volver?

¡Gran pesar!

 

 

Guerra de amor

 

El tiempo que la barba me platea

cavó mis ojos y agrandó mi frente,

va siendo en mí recuerdo transparente,

y mientras más el fondo, más clarea.

 

Miedo infantil, amor adolescente,

¡cuánto esta luz de otoño os hermosea!,

¡agrios caminos de la vida fea,

que también os doráis al sol poniente!

 

¡Cómo en la fuente donde el agua mora

resalta en piedra una leyenda escrita:

el ábaco del tiempo falta una hora!

 

¡Y cómo aquella ausencia en una cita,

bajo las olmas que noviembre dora,

del fondo de mi historia resucita!

 

 

Hacia tierra baja III

 

Un mesón de mi camino.

Con un gesto de vestal,

tú sirves el rojo vino

de una orgía de arrabal.

 

Los borrachos

de los ojos vivarachos

y la lengua fanfarrona

te requiebran ¡oh varona!

 

Y otros borrachos suspiran

por tus ojos de diamante,

tus ojos que a nadie miran.

 

A la altura de tus senos,

la batea rebosante

llega en tus brazos morenos.

 

¡Oh, mujer,

dame también de beber!

 

 

Hastío

 

Pasan las horas de hastío

por la estancia familiar,

el amplio cuarto sombrío

donde yo empecé a soñar.

 

Del reloj arrinconado,

que en la penumbra clarea,

el tictac acompasado

odiosamente golpea.

 

Dice la monotonía

del agua clara al caer:

un día es como otro día;

hoy es lo mismo que ayer.

 

Cae la tarde. El viento agita

el parque mustio y dorado...

¡Qué largamente ha llorado

toda la fronda marchita!

 

 

He andado muchos caminos...

 

He andado muchos caminos

he abierto muchas veredas;

he navegado en cien mares

y atracado en cien riberas.

 

En todas partes he visto

caravanas de tristeza,

soberbios y melancólicos

borrachos de sombra negra.

 

Y pedantones al paño

que miran, callan y piensan

que saben, porque no beben

el vino de las tabernas.

 

Mala gente que camina

y va apestando la tierra...

 

Y en todas partes he visto

gentes que danzan o juegan,

cuando pueden, y laboran

sus cuatro palmos de tierra.

 

Nunca, si llegan a un sitio

preguntan a donde llegan.

Cuando caminan, cabalgan

a lomos de mula vieja.

 

Y no conocen la prisa

ni aún en los días de fiesta.

Donde hay vino, beben vino,

donde no hay vino, agua fresca.

 

Son buenas gentes que viven,

laboran, pasan y sueñan,

y un día como tantos,

descansan bajo la tierra.

 

 

Horizonte

 

En una tarde clara y amplia como el hastío

cuando su lanza blande el tórrido verano,

copiaban el fantasma de un grave sueño mío

mil sombras en teoría, enhiestas sobre el llano.

 

La gloria del ocaso era un purpúreo espejo,

era un cristal de llamas, que al infinito viejo

iba arrojando el grave soñar en la llanura...

 

Y yo sentí la espuela sonora de mi paso

repercutir lejana en el sangriento ocaso,

y más allá, la alegre canción de un alba pura.

 

 

Húmedo está, bajo el laurel, el banco...

 

 

Húmedo está, bajo el laurel, el banco

de verdinosa piedra;

lavó la lluvia, sobre el muro blanco,

las empolvadas hojas de la yedra.

 

Del viento del otoño el tibio aliento

los céspedes ondula, y la alameda

conversa con el viento...,

¡el viento de la tarde en la arboleda!

 

Mientras el sol en el ocaso esplende

que los racimos de la vid orea,

y el buen burgués, en su balcón, enciende

la estoica pipa que el tabaco humea,

 

voy recordando versos juveniles...

¿Qué fue de aquel mi corazón -sonoro?

¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,

huyendo entre los árboles de oro?

 

 

Huye del triste amor, amor pacato...

 

Huye del triste amor, amor pacato,

sin peligro, sin venda ni aventura,

que espera del amor prenda segura,

porque en amor locura es lo sensato.

 

Ese que el pecho esquiva al niño ciego

y blasfemó del fuego de la vida,

de una brasa pensada, y no encendida,

quiere ceniza que le guarde el fuego.

 

Y ceniza hallará, no de su llama,

cuando descubra el torpe desvarío

que pedía, sin flor, fruto en la rama.

 

Con negra llave el aposento frío

de su tiempo abrirá. ¡Despierta cama,

y turbio espejo y corazón vacío!

 

 

Jardín

 

Lejos de tu jardín quema la tarde

inciensos de oro en purpurinas llamas,

tras el bosque de cobre y de ceniza.

En tu jardín hay dalias.

¡Malhaya tu jardín!... Hoy me parece

la obra de un peluquero,

con esa pobre palmerilla enana,

y ese cuadro de mirtos recortados...

y el naranjito en su tonel... El agua

de la fuente de piedra

no cesa de reír sobre la concha blanca.

 

 

Inventario galante

 

Tus ojos me recuerdan

las noches de verano,

negras noches si luna,

orilla al mar salado,

y el chispear de estrellas

del cielo negro y bajo.

Tus ojos me recuerdan

las noches de verano.

Y tu morena carne,

los trigos requemados,

y el suspirar de fuego

de los maduros campos.

 

Tu hermana es clara y débil

como los juncos lánguidos,

como los sauces tristes,

como los linos glaucos.

Tu hermana es un lucero

en el azul lejano...

Y es alba y aura fría

sobre los pobres álamos

que en las orillas tiemblan

del río humilde y manso.

Tu hermana es un lucero

en el azul lejano.

 

De tu morena gracia

de tu soñar gitano,

de tu mirar de sombra

quiero llenar mi vaso.

Me embriagaré una noche

de cielo negro y bajo,

para cantar contigo,

orilla al mar salado,

una canción que deje

cenizas en los labios...

De tu mirar de sombra

quiero llenar mi vaso.

 

Para tu linda hermana

arrancaré los ramos

de florecillas nuevas

a los almendros blancos,

en un tranquilo y triste

alborear de marzo.

Los regaré con agua

de los arroyos claros,

los ataré con verdes

junquillos del remanso...

Para tu linda hermana

yo haré un ramito blanco.

 

 

La calle en sombra. Ocultan los caserones...

 

La calle en sombra. Ocultan los altos caserones

el sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.

 

¿No ves, en el encanto del mirador florido,

el óvalo rosado de un rostro conocido?

 

La imagen; tras el vidrio de equívoco reflejo,

surge o se apaga como daguerrotipo viejo.

 

Suena en la calle sólo el ruido de tu paso;

se extinguen lentamente los ecos del ocaso.

 

¡Oh angustia! Pesa y duele el corazón. ¿Es ella

No puede ser... Camina... En el azul la estrella.

 

 

La muerte

 

Aquel juglar burlesco

que, a son de cascabeles, me mostraba

el amargo retablo de la vida,

hoy cambió su botarga

por un traje de luto y me pregona

el sueño alegre de una alegre farsa.

Dije al juglar burlesco:

queda con Dios y tu retablo guarda.

Mas quisiera escuchar tus cascabeles

la última vez y el gesto de tu cara

guardar en la memoria, por si acaso

te vuelvo a ver, ¡canalla!...

 

 

La primavera besaba...

 

La primavera besaba

suavemente la arboleda,

y el verde nuevo brotaba

como una verde humareda.

 

Las nubes iban pasando

sobre el campo juvenil...

Yo vi en las hojas temblando

las frescas lluvias de abril.

 

Bajo ese almendro florido,

todo cargado de flor

-recordé-, yo he maldecido

mi juventud sin amor.

 

Hoy en mitad de la vida,

me he parado a meditar...

¡Juventud nunca vivida,

quién te volviera a soñar!

 

 

La vida hoy tiene ritmo...

 

La vida hoy tiene ritmo

de ondas que pasan,

de olitas temblorosas

que fluyen y se alcanzan.

 

La vida hoy tiene el ritmo de los ríos,

la risa de las aguas

que entre los verdes junquerales corren,

y entre las verdes cañas.

 

Sueño florido lleva el manso viento;

bulle la savia joven en las nuevas ramas;

tiemblan alas y frondas,

y la mirada sagital del águila

no encuentra presa..., trema el campo en sueños,

vibra el sol como un arpa.

 

¡Fugitiva ilusión de ojos guerreros

que por las selvas pasas

a la hora del cenit: tiemble en mi pecho

el oro de tu aljaba!

 

En tus labios florece la alegría

de los campos en flor; tu veste alada

aroman las primeras velloritas,

las violetas perfuman tus sandalias.

 

Yo he seguido tus pasos en el viejo bosque,

arrebatados tras la corza rápida,

y los ágiles músculos rosados

de tus piernas silvestres entre verdes ramas.

 

¡Pasajera ilusión de ojos guerreros

que por las selvas pasas,

cuando la tierra reverdece y ríen

los ríos en las cañas!

¡Tiemble en mi pecho el oro

que llevas en tu aljaba!

 

 

Llamó a mi corazón, un claro día...

 

Llamó a mi corazón, un claro día,

con un perfume de jazmín, el viento.

 

-A cambio de este aroma,

todo el aroma de tus rosas quiero.

 

-No tengo rosas; flores

en mi jardín no hay ya, todas han muerto.

 

-Me llevaré los llantos de las fuentes,

las hojas amarillas y los mustios pétalos.

 

Y el viento huyó...Mi corazón sangraba...

Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?

 

 

Me dijo una tarde...

 

Me dijo una tarde

de la primavera:

si buscas caminos

en flor en la tierra,

mata tus palabras

y oye tu alma vieja.

 

Que el mismo albo lino

que te vista, sea

tu traje de duelo,

tu traje de fiesta.

Ama tu alegría

y ama tu tristeza,

si buscas caminos

en flor en la tierra.

 

Respondí a la tarde

de la primavera:

tú has dicho el secreto

que en mi alma reza:

yo odio la alegría

yo odio a la pena,

mas antes que pise

tu florida senda,

quisiera traerte

muerta mi alma vieja.

 

 

Melancolía

 

Tarde tranquila, casi

con placidez de alma,

para ser joven, para haberlo sido

cuando Dios quiso, para

tener algunas alegrías...lejos,

y poder dulcemente recordarlas.

 

Es una tarde cenicienta y mustia,

destartalada, como el alma mía;

y es esta vieja angustia

que habita mi usual hipocondría.

 

La causa de esta angustia no consigo

ni vagamente comprender siquiera;

pero recuerdo y recordando digo:

-Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.

 

 

¿Mi amor?

 

¿Mi amor?...¿Recuerdas, dime,

aquellos juncos tiernos

lánguidos y amarillos

que hay en el cauce seco?...

 

¿Recuerdas la amapola

que calcinó el verano,

la amapola marchita,

negro crespón del campo?...

 

¿Te acuerdas del sol yerto

y humilde en la mañana,

que brilla y tiembla roto

sobre una fuente helada?...

 

 

¿Mi corazón se ha dormido?...

 

¿Mi corazón se ha dormido?

Colmenares de mis sueños,

¿ya no labráis? ¿Está seca

la noria del pensamiento,

los cangilones vacíos

girando, de sombra llenos?

 

No, mi corazón no duerme.

Está despierto, despierto.

ni duerme, ni sueña, mira,

los claros ojos abiertos,

señas lejanas y escucha

a orillas del gran silencio.

 

 

Never more

 

¡Amarga primavera!

¡Amarga luz a mi rincón oscuro!

Tras la cortina de mi alcoba, espera

la clara tarde bajo el cielo puro.

En el silencio turbio de mi espejo

miro, en la risa de mi ajuar ya viejo,

la grotesca ilusión. Y del lejano

jardín escucho un sollozar riente:

trémula voz del agua que borbota

alegre de la gárgola en la fuente,

entre verdes evónimos ignota.

Rápida silba, en el azur ingrave,

tras de la tenue gasa,

si oscura banda, en leve sombra suave,

de golondrinas pasa.

Lejos miente otra fiesta el campanario,

tañe el bronce de luz en el misterio,

y hay más allá un plañido solitario

cual nota de recóndito salterio.

¡Salmodías de abril, música breve,

sibilación escrita

en el silencio de cien mares: leve

aura de ayer que túnicas agita!

¡Espíritu de ayer!, ¡sombra velada,

que prometes tu lecho hospitalario

en la tarde que espera luminosa!.

¡fugitiva sandalia arrebatada,

tenue, bajo la túnica de rosa!

 

* * *

 

¡Fiesta de abril que al corazón esconde

amargo pasto, la campana tañe!...

¡Fiesta de abril!. ..Y el eco le responde

un nunca más, que dolorido plañe.

Tarde vieja en el alma y virgen: miente

el agua de tu gárgola riente,

la fiesta de tus bronces de alegría;

que en el silencio turbio de mi espejo

ríe, en mi ajuar ya viejo,

la grotesca ilusión. Lejana y fría

sombra talar, en el abril de ocaso

tu doble vuelo siento

fugitivo, y el paso

de tu sandalia equívoca en el viento.

 

 

Noche de verano

 

Es una hermosa noche de verano.

Tienen las altas casas

abiertos los balcones

del viejo pueblo a la anchurosa plaza.

En el amplio rectángulo desierto,

bancos de piedra, evónimos y acacias

simétricos dibujan

sus negras sombras en la arena blanca.

En el cenit, la luna y en la torre

la esfera del reloj iluminada.

Yo en este viejo pueblo paseando

solo, como un fantasma.

 

 

Nocturno

 

                                                A Juan Ramón Jiménez

 

 

                           berce sur l'azur qu' un vent douce effleure

                           l'arbre qui frissonne et l'oiseau qui pleure.

                                                                                               Verlaine

 

Sobre el campo de abril la noche ardía

de gema en gema en el azul...  El viento

un doble acorde en su laúd tañía

de tierra en flor y sideral lamento.

 

Era un árbol sonoro en la llanura.

dulce cantor del campo silencioso.

que guardaba un silencio de amargura

ahogado en el ramaje tembloroso.

 

Era un árbol cantor, negro y de plata

bajo el misterio de la luna bella,

vibrante de una oculta serenata,

como el salmo escondido de una estrella.

 

Y era el beso del viento susurrante,

y era la brisa que las ramas besa,

y era el agudo suspirar silbante

del mirlo oculto entre la fronda espesa.

 

Mi corazón también cantara el almo

salmo de abril bajo la luna clara,

y del árbol cantor el dulce salmo

en un temblor de lágrimas copiara

que hay en el alma un sollozar de oro

que dice grave en el silencio el alma,

como un silbante suspirar sonoro

dice el árbol cantor la noche en calma-

si no tuviese mi almo un ritmo estrecho

para cantar de abril la paz en llanto,

y no sintiera el salmo de mi pecho

saltar con eco de cristal y espanto.

 

 

Orillas del Duero

 

Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.

Girando en torno a la torre y al caserón solitario,

ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno,

de nevascas y ventiscas los crudos soplos de infierno.

Es una tibia mañana.

El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.

 

Pasados los verdes pinos,

casi azules, primavera

se ve brotar en los finos

chopos de la carretera

y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.

El campo parece, más que joven, adolescente.

 

Entre las hierbas, alguna humilde flor ha nacido,

azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florido,

y mística primavera!

 

Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,

espuma de la montaña

ante la azul lejanía,

sol del día, claro día!

¡Hermosa tierra de España!

 

 

Otoño

 

 

El cárdeno otoño

no tiene leyendas

para mí. Los salmos

de las frondas muertas,

jamás he escuchado,

que el viento se lleva.

Yo no sé los salmos

de las hojas secas,

sino el sueño verde

de la amarga tierra.

Tomado de:

http://amediavoz.com/machado.htm

 

 

 

La saeta

 

Dijo una voz popular:

«Quién me presta una escalera

para subir al madero

para quitarle los clavos

a Jesús el Nazareno?»

 

Oh, la saeta, el cantar

al Cristo de los gitanos

siempre con sangre en las manos

siempre por desenclavar.

Cantar del pueblo andaluz

que todas las primaveras

anda pidiendo escaleras

para subir a la cruz.

 

Cantar de la tierra mía

que echa flores

al Jesús de la agonía

y es la fe de mis mayores

!Oh, no eres tú mi cantar

no puedo cantar, ni quiero

a este Jesús del madero

sino al que anduvo en la mar!

 

 

Anoche cuando dormía

 

Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que una fontana fluía

dentro de mi corazón.

 

Di, ¿por qué acequia escondida,

agua, vienes hasta mí,

manantial de nueva vida

de donde nunca bebí?

 

Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que una colmena tenía

dentro de mi corazón;

 

y las doradas abejas

iban fabricando en él,

con las amarguras viejas

blanca cera y dulce miel.

 

Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que un ardiente sol lucía

dentro de mi corazón.

 

Era ardiente porque daba

calores de rojo hogar,

y era sol porque alumbraba

y porque hacía llorar.

 

Anoche cuando dormía

soñé, ¡bendita ilusión!,

que era Dios lo que tenía

dentro de mi corazón.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/los-mejores-poemas-antonio-machado/

 

 

 

 

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