LA VIDA ESTÁ EN OTRA PARTE
Los cardiacos, en la
Corniche Al-Manara, no vuelven mucho la cabeza, pasan deprisa con el abrigo
abotonado hasta arriba, sin pararse con nadie. Es una señal de la herida
borrada de sus pechos, de que el cuerpo que se la ha tragado no está tranquilo.
Temer no temen que salga de sus vidas, es el secreto que aún yace en el centro,
tal vez el sentido anodino de sus rondas vespertinas.
Los cardiacos que van de
acá para allá por la Corniche no vuelven mucho la cabeza. Quieren que la gente
aprecie el vigor de sus pies: alzan sus zapatillas deportivas y vencen a cada
paso a sus corazones traicioneros y los pisotean. Llevan de acá para allá la
herida que es signo de su victoria, llevan su vida y la vencen de acá para
allá. Estiran la vejez y la enfermedad por segunda vez, conscientes de que la
vida está «en otra parte». Tal vez esté beoda y sea impotente, tal vez sea una
mazorca de maíz tostada o una palmera vieja. Van de acá para allá y la piedra
que se agranda en la pierna cae de la pierna, y el destino al que dan un
puntapié se cumple otro día.
UN BILLETE
¿De qué me azoro ante la
puerta de Brandeburgo? Pienso que debería tener un detalle con la Historia, que
una herida en el pecho bastaría, pero no es cosa de enseñársela al conductor.
De lo que debería avergonzarme es de haber subido al vagón y haberme sentado
sintiéndome en falta, como si no tuviera billete. ¿Y si finjo que todo esto es
incomprensible en mi lengua? ¿O me zafo del asunto palpándome el billete en el
bolsillo y le entrego mi apuro al revisor?
Traducción de Luz
Gómez García
Tomado de:
https://mahmuddarwix.blogspot.com/2010/04/dos-poemas-por-abbas-beydoun.html
Un deseo insatisfecho
Las hojas que enrojecen con
fuerza antes de caer y los anhelos que se inflaman sin cumplirse, nos los
frotamos contra la piel mientras el frío del otoño respira por la tela de
nuestras camisas. Vemos montones, pero no podemos tirar, así como así nuestro
placer en la calle, agobia la ceniza espesa del deseo insatisfecho.
El soldado
Ahora voy a ser el soldado
de mi vida. La sirvo como sirvo a mi bandera. El soldadito de mi vida soy, mi
sola tarea es desfilar. Yo con mis zapatos lo haré. El viento en la cara. En mi
pecho canta, avanzo. Se enciende mi sangre, me chorrea la existencia por la
camisa, avanzo. Firmes las rodillas, llenas de secretos y de fuerza, avanzo.
Pasos rotundos y prietos, imprimo mi corazón, imprimo mi alma, le doy un
puntapié, avanzo. A cada paso encierro y libero una vida bajo mi pie, levanto y
aplasto mi destino. Ahí está, el soldadito de mi vida, mi sola tarea es
desfilar.
Calles
Donde se encuentran dos
calles, cuando necesito ser un punto me paro ahí. Con la intersección de cuatro
me convierto en una esquina. Cuando mis ojos se encuentran con el asfalto, no
me devuelve la mirada y huye a toda prisa. Quizá se pare antes del final y se
vuelva y me mire. Mi alma le sigue y se diluye en la lejanía. Mi mirada se
difumina en la luminosidad. Se vacía sin trazas de ceguera. Quizá me esté
observando sin yo saberlo. Quizá se funda con el aire y la luz y se esparza con
ellos. La calle no me devuelve mi cara, en su negro ojo asfáltico no me es
posible reconocerme, no logro verla en el trasiego incesante de cuatro calles.
Tengo la esperanza de que el tráfico pare y el silbato del guardia me
despierte, tengo la esperanza de que mi alma, que ha enloquecido con las prisas
y el trasiego, vuelva a mí. En realidad, nada se para, todavía no necesito mis
pasos, mis ojos son esa negrura asfáltica y mi alma mi camino.
La inspiración
Los poemas que le he
arrancado al hastío a la vista está que me han costado. Que fue dura la
batalla, que disputé cada palabra tumbado en la cama. Salieron a trancas y
barrancas y hasta de la pluma con que los escribí me hube de ganar con
paciencia la tinta clara. Si he de decirlo con imágenes, diría que, al
escarbar, surgieron con heridas en el rostro de las palabras, no llegaron
fácilmente, vinieron llenos de rasguños y todos cubiertos de polvo.
Resumiendo, no llegaron
por inspiración ni por ningún otro arte de magia. Fueron cosa, sin duda, de mis
huesos anquilosados, mi oído duro al que le costaba captarlos, y mi dificultad
para respirar que aumentaba según los perseguía.
Fueron cuatro poemas que
me dejé bajo un montón en un hotel, y cuando sin saber cómo, los recuperé, vi
que servían, que el destino los había señalado. Pero no siempre fue así, la
estilográfica borboteó y me dejó en los dedos unas manchas oscuras que me
recordaron la lucha en la cama, que los extraje uno a uno del hastío y la
soledad, quizá de un desierto anímico, por la noche. Pero la tinta se fue al
mero contacto con el agua, y lo único que significó aquello es que otra vez,
quizá por mucho tiempo, había perdido la inspiración.
Trad. Luz Gómez
García
Tomado de:
https://stylozano.com/category/abbas-beydoun/
Llegarás
No llegarás de un camino menos peligroso
Pero llegarás
Un poco deshabituada
Pondrás tus maletas delante de la puerta
Antes de saludar
Y no llegarás
Hasta que no te pierda un poco
Hasta que algo de tu rostro
Huya hacia ese camino
Donde te esperan las paradas de tu fuga.
Tumbas de cristal
Perros invisibles ladran en los subterráneos, en las
células, en las trincheras, en los vestíbulos y en los confines
Ladran desde la imaginación entera
Y en la noche cruzan las rejillas y atraviesan los
sueños en silencio
Ladrido tras ladrido como relámpagos secos
Un ladrido detrás de las puertas macizas de abajo
Trampas en el pórtico
El trueno hueco sobre la ósea tierra
Un ladrido
Y ya no nos vemos
Onzas caminan sobre los alambres de espino.
Este tren inmenso que avanza como una solitaria
Huye con sus generales muertos y sus cadáveres, fijando
los urinarios
Y con sus tumbas de cristal
Vemos tumbas blancas en lo infinito
Vemos cajones blancos abiertos
Tarjetas y cartas que se extienden hasta el fondo
Gangrena que se renace a partir de los recuerdos
Aroma creador
Tomado de:
https://vientodelsureditores.blogspot.com/2011/03/muestra-de-poesia-libanesa-moderna.html
La vida en una maleta
Se puede reducir la vida a
una maleta: no es más que el conjunto de lo que se queda y de lo que hay que
llevar. Puede luchar en una laringe herida o golpear en un bronquio. Es que tú
no sabes en qué momento estás solo en tu garganta o en una vértebra, o en el
espíritu que se desprende de tus uñas. Se puede reducir la vida a una sola
maleta, con unos zapatos relucientes y un libro nuevo —tú no te irás con
bártulos viejos, dejas junto lo que se queda y prefieres comprarlo nuevo. Pero
los muertos no viajan, residen en un palmo de recuerdos y es difícil
arrancarlos del suelo; de todos modos, y sin que sepamos cómo, llegan antes que
nosotros.
Tomado de:
https://veronicaaranda.blogspot.com/2013/02/resena-del-poemario-de-abbas-beydoun.html
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