jueves, 31 de octubre de 2024

POEMAS DE SANDRA CISNEROS


PERRAS

No puedo imaginar a esa mujer blanca y tonta

contigo. Su piel rosada en tu oscuridad.

Tu lengua sobre la de ella. No puedo

imaginar sin reírme.

Quién lo hubiera pensado.

 

No su ex novio…

tu viejo camarada favorito,

el que juraste que era más grueso que los parientes

tu hermano de sangre blanca, tu amigo–

que quiere cortarte abierto

como a un cerdo

y no lo culpo.

 

No es gracioso.

Él actuando como mexicano,

tú actuando como blanco.

 

No me puedo imaginar a esta mujer.

ni a tu ex esposa blanca, ni a ninguna

de aquellas a quienes abrazaste y sostuviste,

tan extrañas del país que compartimos.

 

Maldita sea. ¿Dónde está tu respeto?

Podrías haber usado un poco de imaginación,

elegir a alguien que no conocía. O al menos,

una perra más a mi gusto.

 

 

PORQUÉ NO LO HICE

Claro,

Yo iba a, ya sabes.

o tal vez no lo sabes…

 

Mi boca se había suavizado,

cuando me diste un beso de buenas noches

y me dejaste ir.

 

Pero en lugar de amor

sólo había un viejo saco de dormir,

que me lanzaste y tres

mordidas de pulgas en mi vientre

a la siguiente mañana.

No sabias eso

¿O sí?

 

No lo creo.

 

Ni tu nombre que robé

y llevo conmigo

todo el camino desde San Antonio

a Puerto Escondido.

 

Y hoy cuando esperé,

que apareciera

tu camioneta para recogerme.

Volveré y me dejarás ahí,

en tu cochera llena de maletas y

cajas y sierras y cedro.

 

Entré en tu habitación

y me acosté en tu cama

solo para ver si me conviene.

Las sábanas estaban frescas

y un fino talco de polvo yacía por todas partes.

la forma en que algunos hombres que viven solos

están acostumbrados a vivir.

 

Oh, estoy asustada

¿No te has dado cuenta?, Lo estoy,

soy tímida cuando me gusta un hombre.

Y a decir verdad,

no estoy segura de que el amor valga

el riesgo de perder una amistad.

 

Habría sido fácil,

podría haberte reclamado.

Tenía miedo de la oscuridad,

soy, ya sabes. Miedosa, quiero decir.

 

Pero ahí estaba ese avión

que tomar la mañana siguiente.

Y tenías que ir a trabajar.

Además, yo tenía sueño.

Y el amor, ese pez demasiado viejo para escapar,

estará allí a la mañana siguiente. Y si no,

hay otras mañanas, otros peces.

 

 

Sacás la mexicana en mí

Sacás la mexicana en mí.

El escondido espiral grueso y oscuro.

El núcleo de un grito del corazón.

La amarga bilis.

El tequila de lágrimas en sábado todo

hasta el próximo domingo de la semana.

Sos el único al que me gustaría dejar ir con otros amores,

entregar mi casa de mujer sola.

Permitirte el vino tinto en la cama,

incluso con mis sábanas de encaje vintage.

Puede ser. Puede ser.

 

Por vos.

 

Sacas la Dolores del Río en mí.

El rabiosa mexicana en mí.

Las navajas crudas, brillo y pasión en mí.

El ascenso de Caín y el baile con el diablo de patas gallo en mí.

Las lentejuelas salpicadas en mí.

El águila y la serpiente en mí.

La sangre de las trompetas de mariachis en mí.

La guerra de amor azteca en mí.

La lengua feroz obsidiana en mí.

la berrinchuda, bien-cabrona en mí.

La curiosidad de Pandora en mí.

La muerte pre-colombina y la destrucción en mí.

El desastre de la selva, la amenaza nuclear en mí.

El miedo de los fascistas en mí.

Sí, lo hacés. Sí, lo hacés.

 

Sacas la colonizadora en mí.

El holocausto del deseo en mí.

El terremoto en la Ciudad de México del ’85 en mí.

El Popocatépetl / Iztaccíhuatl en mí.

La ola de la recesión en mí.

El Agustín Lara romántico empedernido en mí.

Los taquitos barbacoa del domingo en mí.

La cubierta de los espejos con un paño en mí.

 

Dulce gemelo. Mi otro malvado,

Soy la memoria que rodea tus pernoctaciones,

que te tira tenso como la luna de océano remolcado.

Te afirmo todo mío,

arrogante como el Destino Manifiesto.

Quiero sacudirte y rasgarte en dos.

Quiero contaminarte y elevarte al infierno.

Quiero sacar los cuchillos de cocina,

opacos y afilados, y batir el aire con cruces.

Me sacas lo mexicana en mi*,

te guste o no, cariño.

 

Sacás el Uled – Nayl en mí.

La atenta perra blanca en mí.

La navaja en el maletero de mí.

La clavadista de Acapulco en mí.

El desastre de montaña Flecha Roja en mí.

El dengue en mí.

La ¡Alarma! asesina en mí.

Podría matar en nombre tuyo y pensar

si vale la pena. Blandir un tenedor y aterrorizar rivales,

femeninos y masculinos, que pierden el tiempo y te miran,

lánguido en tu luz. Oh,

 

Soy mala. Soy la sucia diosa Tlazoltéotl.

Soy la succionadora de pecados.

La diosa de la lujuria sin culpa.

El libertinaje delicioso. Sacás

la exquisitez primordial en mí.

La obsesión desagradable en mí.

El pecado venial corporal en mí.

la transgresión original en mí.

 

Ocre rojo. Ocre amarillo. Índigo. Cochineal.

Piñón. Copal. Pasto dulce. Mirra.

Todos ustedes santos, beatos y terribles,

Virgen de Guadalupe, diosa Coatlicue,

Los invoco.

 

Quiero ser tuya. Sólo tuya. Sólo vos. Quiero amarte. Atarte. Amarrarte.

Amar de la forma en que una mujer mexicana ama. Déjame

mostrarte. Amar de la única forma que conozco.

 

 

Solteronas

Mis primas y yo,

no nos casamos.

Somos muy viejas para

los estándares mexicanos.

 

Y los familiares

sospecharon desde hace tiempo

que no estaremos más

de blanco.

 

Mis primas y yo,

somos solteronas

de treinta años.

 

Quién no vestiremos a los chicos,

y nunca santos –

aunque los desvestiremos.

 

Las tías,

se rindieron con nosotras.

No más codazos – Sos la que sigue.

 

En vez de –

¿Qué pasó en tu infancia?

¿Qué te dejaron todas estas adolescentes?

¿Quién te lastimó, cariño?

 

Pero estudiamos

matrimonios demasiado tiempo

 

Tía Ariadne,

Tia Vasti,

Comadre Penélope,

querida Malintzin,

Señora Cáscara de calabaza –

 

las lecciones nos sirvieron mucho.

 

 

Lo dejo que me lleve

Lo dejo que me lleve

por encima del umbral y de

la rodilla. Serví y seguí,

albergué mis cosas

y peregriné con él.

Ellos se rieron de mi elección

cuando asumió

e hice

una vigilia de esa

soledad,

mi vida.

Trabajé el amor,

suturado feroz

y lo alimenté.

Encamado y esposado.

Él nunca decepcionó,

hirió, abandonó.

Marido, amor, mi poema

vida.

 

 

Tu nombre es mío

Y sacra de mí Y tu espíritu

Y ese doble divino

La muerte me reconoce en mi sexo

Una respiración completa Y este silencio

¡Confío Y aúllo! Este cuerpo este

Espíritu que me diste

Un regalo de lluvia de Taxco

Fino como la plata

Un placer antiguo

Obsidiana y jade

Los siglos que te conocí

Incluso antes de conocer a tu hombre

Madre sexual de mí la elegancia

De tu boca de jaguar

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/sandra-cisneros/

 

 

Un último poema para Richard

 

24 de diciembre y terminamos de nuevo.

Esta vez es definitivo, lo sé, porque

no te eché de la casa – y nos despedimos incluso con la mano.

No hubo zapatos. Ni puertas enojadas.

Doblamos nuestra ropa y nos fuimos

cada quien por su lado.

Tú dejaste esa camisa de franela

que me gustaba, pero te acordaste de llevar

tu cepillo de dientes. ¿Dónde estarás esta noche?

 

Richard, es Nochebuena de nuevo

y los viejos fantasmas vuelven a la casa.

Estoy sentada al lado del árbol de Navidad

preguntándome qué hicimos mal.

 

Okey, no funcionó, y los recuerdos,

a decir verdad, no son buenos.

Pero hubo buenos tiempos.

El amor era bueno. Amaba tu dormir chueco

a mi lado y nunca tenía miedo al soñar.

 

Deberían haber estrellas para grandes guerras

como las nuestras. Deberían haber premios

y mucha champaña para los supervivientes.

 

Después de todos los años de degradaciones,

de muchos días festivos fallidos,

debería haber algo

para conmemorar el dolor.

 

Algún día olvidaremos el gran desastre de Brasil.

Hasta entonces, Richard, te deseo lo mejor.

Deseo que tengas romances y mucha agua caliente,

y mujeres más amables que lo que yo te traté.

Olvidé la razón, pero una vez te amé,

¿lo recuerdas?

 

Tal vez en esta temporada, borracha

y sentimental, estoy dispuesta a admitir

que una parte de mí, desquiciada y kamikaze,

propicia para la anarquía, ama todavía.

Tomado de:

https://vuelapalabra.com/un-ultimo-poema-para-richard-de-sandra-cisneros/

 

 

DESPUÉS DE TODO

 

Siempre es lo mismo.

sin alcohol en casa,

el último puro apagado en sus cenizas

y una gran dosis de poemas.

 

A las 2 a.m. sabes

eso no es bueno para ti.

Pero ahí vas,

arterias crujiendo como

artillería cuando marcas

el teléfono.

 

Este u oeste.

Central o Pacífico.

Chicago, San Antonio, Nueva York.

 

Y cuando atraviesas,

lanzando palabras tan grandes como piedras,

cortando el aire con la lengua,

detonando esposas y

sentando bebés llorando.

 

Y cuando tus amantes terminan

diciéndote: ¡estás loca,

jódete, deja de gritar

y habla inglés por favor!

 

Después de todo

lo rompible está roto,

el silencio salió caro,

el tono del teléfono aúlla

como tu corazón.

 

Traducción de Zel Cabrera

 

 

***

El olor de alguien tostando café, el olor a tortillas de maíz calientes junto con el pat-pat de las manos de las mujeres haciéndolas, el ardor de los chiles cuando los asan en tu garganta y en tus ojos. Algunas veces un olor en la mañana, muy fresco y limpio que te pone triste. Y un olor en la noche cuando las estrellas se abren blancas y suaves como un bolillo recién horneado.

Cada año que cruzo la frontera, es lo mismo: mi mente olvida. Pero mi cuerpo siempre recuerda.

Tomado de:

https://libroemmagunst.blogspot.com/2019/05/sandra-cisneros-3-poemas-3-1.html

 

 

Poema bahía de Berkeley

En las mañanas yo todavía

busco por ti antes

de abrir mis ojos

Un hábito viejo del

verano pasado cuando nos empujábamos

los dos en el calor de nuestros cuerpos

y estómago, dormíamos con una mano

alrededor del otro.

El sol the Texas era así

como un cuerpo durmiendo contigo

pero cuando abro mis ojos

­

la niebla en la ventana y la luz azul

de la bahía, yo recuerdo

donde estoy.

Este peso

en el otro lado de la cama

solo son libros, y no tú. Lo que

dije que amaba más que a ti.

Verdad.

aunque estas mañanas

yo desearía que los libros me amarán también.

Tomado de:

https://slabeeber.org/media/open/1081

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