lunes, 11 de noviembre de 2024

POEMAS DE JORGE GARCÍA USTA

 


Arenga de las mujeres necesarias

 

Ah, necesarias para vivir y morir, con sus aguas rezadas.

Antes de llegar, ellas mojaban de cantos todos los asaltos,

los días con sus cejas veloces,

el mayor misterio con su gestión de penumbra.

 

Anchas, siempre.

Como de plaza o establo, como de río.

Muchos deseos de noche a su tercer labio,

besos mundiales a sus modos montunos.

 

Vastas, siempre.

Deidades de teta agreste y alma compañera.

Con las espaldas caídas

como tronos milenarios.

Violentas para morir, en la cruz de los mercados.

Y la salud de sus proverbios:

bestias lentas exigiendo carne y viento.

 

Buenas, siempre.

Locas libres para hacer de los respiros

otra conversación intensa,

para portar el río en la mirada,

ordenar los gastos de cielo,

para fundar en el hombre último

el primer niño.

 

Necesarias

 

(a Carmelita Millán)

 

Postdata para Fellini

 

No me digas que ahora no hay quien sople

las canciones romanas en el descanso

mientras el actor te mira como a un almanaque cesáreo

y la actriz sueña con darte sus pezones alcanforados

y la película corre como un venado

por entre tus propios callejones de vidrio

y la asamblea de periodistas alcanza

a saber que eres un hombre con éxito y diarreas

y tú haces crecer el mundo

poniendo en una servilleta

esos encuadres descomunales

que parecen simples delirios de El Bosco

gritos crepusculares de Dylan

productos de la siesta sin guardianes

o del prolongado bostezo frente a la plaza

que nadie entiende mientras en otra parte

la luz está encendida

afuera los perros aúllan como lobos huérfanos

las motocicletas pasan creyéndose proclamas modernas

entonces la tía de grandes tetas se desnuda frente al espejo

y de los castigados sostenes

salen las tierras y las enfermedades y las guerras

y por el ojo de la cerradura

el niño mira cómo nace el mundo

adivina el pasado

y sesenta años después muere

con el único ojo que le sirve al siglo

pegado

a esa cerradura.

 


Del silencio

 

Cuando ella puso la mano de él

en su sexo intacto

y él usó su mano como quien roza

un fuego nunca prometido

 

Cuando ella lamió su ombligo

con aquella sed súbita y antigua

y él vio brillar sus nalgas

como una zanja de pedernal en la noche de la selva

 

ambos supieron que sus abuelos tenían razón.

 

La mayor pobreza está en las palabras

 


Tu voz

 

Tu voz que divide la lástima del aire,

chorro de veras en el surtidor de la locura,

ánima de discordias,

 

fruta obscena en la pila de las puras.

 

Tu voz, morral para el desterrado.

 

Tu voz, que forma corazas de inútil oro

en el muro de la cocina, tu voz que agita

el pesar de la yuca, tu voz que anima

el lodazal y enciende las salas de recibo

donde el gerente ignora al monstruo que lo custodia.

 

Tu voz que baila

en la punta de los desaires,

címbalo diagonal de nueve condenados,

 

penacho de maíz flotando

en la plaza moribunda,

 

principio gemelo de mi mejor porción de almas.

 

Tu voz

que sabe irse.

Tomado de:

https://www.arquitrave.com/arquitraveantes/archivo_revista/enlace7febrero05.htm

 

 

Charanga postmortem

Después de mi muerte, quién dedicará una tarde

a hablar de la grandeza de mi susurro propicio,

de mi mirar para salir gritando

las noticias olorosas, la música flotante,

la palabra que encuentra su llaga en la floresta.

A ti, olvidadizo, te di la noticia de los principios,

a ti, altiva, te ofrecí la joya de mi mirar,

y dentro de las caravanas, dije las palabras más precarias

pero apunté al centro de la riqueza

y reseñé las oscuridades y las llamas,

pero no me refugié en el asco semanal

ni sostuve a los augures cómodos.

Quien hablará de mi manía nocturna

de adivinar en las estrellas inermes

alguna suave indicación del castigo futuro,

de atender en el pubis amado

la hoguera submarina, la categoría del liquen y la laca,

y los documentos rizados de la borrasca.

A ti, olvidadizo, te di mi mano como un océano,

ingresé por ti en el partido de los suplicantes

y nunca cerré las ventanas.

A ti, altiva, busqué entre tus ojos la primera llamada

y respeté tu forma de desplegar el silencio

y de comer sola pero tributaria entre el pan de la multitud

Quién recordará mi manera de leer en los ojos de las mujeres

que pasan por la calle toda clase de anuncios sobre mi poquito de

mundo,

y en el desprecio precioso de sus nalgas,

en el compañerismo de sus nalgas,

en la teoría maciza de sus nalgas,

el supremo veredicto sobre el estado de la tierra

Quién dirá cómo sobaba la cabeza de mis hijos perplejos

para entender mejor la muerte de mi madre,

quién hablará de mi cuchara obsoleta,

quién dirá cómo me enfrenté a los vociferantes,

cómo besé la boca deseada

y caí insultando las piedras sagradas,

cómo ofrendé al traidor mi clamorosa mudez,

y cómo nunca pude negociar con el coro,

pero entendí en el mar la materia más limpia

y estuve al lado de los compañeros

poniendo las piedras para el camino,

el precipicio, la herida mayor

A ti, olvidadizo, te di las antesalas de mi muerte,

no evalúes mi ritmo de mudo funámbulo,

ni mi cuarto ojo sobre la espalda del tiempo

A ti, altiva, te di la muerte justa, el instante de ya no verte,

y cuando salí de ti, te elevé en la memoria de la colina

Quién sabrá otra vez cómo miré a fondo el mar

en octubre del 83 con tu mano en la mía

y ya no pude ser el mismo.

Quién me hará el favor último

de hablar asombrado o celebrante

de qué ridícula, dulce y estruendosa manera traté

de ser hombre entre las mujeres y los hombres.

Tomado de:

https://bibliotecadigital.univalle.edu.co/bitstreams/4fbf996b-f61f-4120-b228-5078abb276e1/download

 

 

Crónica del beso y del besar

 

En el principio fue el beso.

 

El beso fue inventado un día de dioses arrechos,

a partir de la sombra sonora

y la precisión del sol

para originar escándalos.

 

En el principio fue el auge de la nariz

y el dedo purgatorial

revisando labios recientes

y luego el beso ocupó la noche

con sus patentes de lluvia desamarrada.

 

Crónicas de piedra viva

cuentan que el baile

no fue más que un simulacro de besadores

en época de prohibición

y que allí el beso alcanzó

la dignidad del agua bien usada.

 

El nuevo arte hizo de los perfiles,

un paisaje del éxtasis.

 

Y allí todo hombre suda y se purifica

y la muerte se aleja, esperando.

 

Más que escribir una historia,

hacer la crónica del beso

es documentar un fulgor.

 

Por eso,

besos galantes con límites

en frote y tiempo

no sirven a quienes saben

que mañana

la guerra romperá la casa,

el comisario reemplazará los atavíos del queso

y morirán muchos funcionarios de buen amor.

 

Por eso —lo manda la crónica original—

hay que besar con las normas del caballo:

con la peligrosa mansedumbre del loco,

las manos trabajando en la distancia

y el temblor enlunado de siempre.

 

 

Señales de vecino para Pessoa

 

1

 

No me importa si tenías más de una crisis tardía

                         un reloj de bolsillo

                         un canario en el párpado

o pensabas demoler

media docena de alguaciles

 

caminando tranquilo

como una imagen perfecta de la desdicha

trasquilado por el viento de los sepultureros

 

y tantos escritorios y cigarrillos

apagados al terminar la esquina

 

sólo esa declaratoria:

        yo no miento

 

escudado en la limpia fiesta del poema.

 

2

 

Definitivamente, señor

de agrio estar, repentinamente

lo descubro:

 

debiste atrasar tu nacimiento

una media docena de mundos.

 

3

 

Una mujer pasó por aquí

Sola, con su flujo intenso

una carga de casa al hombro

respirando como una gran bestia irremplazable

 

y cuando pasó sentí

 

que el aire en torno mío

 

de repente

una mentira pública.

 

4

 

Ahora las doce de la noche

en todo el yodo

arrugado de la ciudad

 

los borrachos

gritan

que el mundo es de ellos

 

lo aseguran y ante el que duda

 

escupen, muestran el puño

 

o simplemente

 

lo invitan a orinar juntos.

 

 

(a jaime arturo martínez)

 

 

Casi nada: el buen Villon que aconseja en una tienda

 

Dame un diario de hojas sueltas

          y trovaré tu sueño

Dame una hectárea de pezones

          y conocerás el loco del viento

Dame un tercio de escuelas

          y haré ríos regulares

Desaloja tu oro podrido

y habrá caldos frontales

Guarda los sentimientos puntuales

y podrás ser canción.

 

Canta para los que no te oyen

y la palabra se te volverá mazorca,

luz en el costado, suela de vals.

 

Ásperas muchachas

con mapas en las axilas

son el mejor auditorio

para las espléndidas baladas.

 

Reúne, además, ladrones y mensajeros

y alguien que sepa leer

y copias estos gozos semanales.

 

En fin, ahora verán mis meneos.

 

(Después, comenzó a flautar las bribonerías de su amor

y desmandó el contorno

con su azul tan putañero)

 

 

(a gustavo tatis)

Tomado de:

https://letralia.com/93/le11-093.htm#google_vignette

 

 

Declaración de amor de Clemente Spath

No sé cómo vine

a estas tierras tan anchas

Las voces son más solas,

los cielos más ansiosos.

 

El verde no limita: se derrama y duele.

el río responde, a lo lejos,

por todo destino

pero la selva ya no se sabe esperanza.

 

Someya Báladi,

me gustan sus manos con costumbres,

su parentesco con la lluvia,

su oficio de sombra.

 

La veo salir y entrar a la luz

como puñal de leyenda.

 

Puedo prometerle, apenas,

una casa con lámparas,

cinco hijos correctos,

almacén y hombrías.

 

Usted, Someya Báladi,

Es mi tercera patria.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/Antologia/usta.html

 

 

LAS COSAS EN EL OJO DEL GAITERO

 

Mírale el ojo al gaitero

mientras sopla la música.

Míralo a fondo.

Oyes el agua invicta,

los preparativos de la muerte.

 

La mujer es mujer

entre todas las flautas.

El abeto ayuda

al cantor

a bien morir.

 

 

 

Vuelve

y mira el ojo del gaitero.

Mira cómo grita el hombre

en todas las pieles del río,

cómo tiembla el día

con sus hamacas extremas.

 

Mira el ojo del gaitero

y quiere tu sombra.

Has visto al dios posible y es tuyo.

 

 

ORTOGRAFÍA DE HOJAS.

Hace meses que las hojas

copian sin margen

las huellas

que en letras urgentes

deja en tu cuerpo mi mano.

 

(Así, sin embargo,

sólo aprenderá a leer el bosque)

 

Del silencio

Cuando ella puso la mano de él

en su sexo intacto

y él usó su mano como quien roza

un fuego nunca prometido

Cuando ella lamió su ombligo

con aquella sed súbita y antigua

y él vio brillar sus nalgas

como una zanja de pedernal en la noche de la selva

ambos supieron que sus abuelos tenían razón.

La mayor pobreza está en las palabras

 

Tomado de:

https://libertaletra.blogspot.com/2016/01/jorge-garcia-usta.html

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