Poema de
cumpleaños
Nazco en mi casa,
la menor de cuatro hijos.
El doctor me trae tal cual lo prometió
en su bolso de cuero negro de motociclista.
Va sacándome por partes
primero asegura los miembros y el torso
y después, del torso hasta la base del cuello.
Abre el ombligo de mamá
y me mete, de cabeza.
Nado por el canal alimentario hacia arriba
con el mentón apuntando para atrás,
paso por la boca y el agujero de la nariz
y en la cima de la cabeza golpeo
para que me deje salir
por la partecita sin pelo.
Hoy mi mamá cumple ochenta y dos
empulserada y empelucada, espléndida.
Tuvo que ir a buscarme cuatro veces al pozo
para tenerme.
El
trabajo de la vida
Mi nena, mi mamá,
me acuerdo de esta escena:
recién salida del Conservatorio
a los dieciocho una experta en Bach
de blusa almidonada
suplicando permiso para ir de gira
con el violinista virtuoso al que nunca
ibas a poder acompañar y él, que
arrojaba su música desde el arco
por la colofonia,
pelando línea tras línea
como notas de gracia en clave de sol
mientras mi abuelo
ese hombre respetable al que no conocí
con un pañuelo te limpiaba la boca
diciéndote no hija mía
y te desabrochaba el relicario de oro
que usabas sin foto alguna
y toda la casa alemana de la calle 15
se acomodaba a la cadencia…
A los dieciocho yo quería ser nadadora.
El pelo largo me chorreaba encima de la cena
servida en plato chino.
Con los dedos arrugados por el entrenamiento
nocturno
como pasas rubias Sunsweet,
mi boca masticaba pero yo seguía haciendo
largos.
Entraba en el agua como un cuchillo.
Toda músculos y siete puertas.
Una rana en el borde.
El rey de las anguilas y señora.
Tragaba y rezaba
que me dejaran entrar en la Aquacade
y mi papi perfecto
el que te hizo fugarte
después de que al violinista se le
rompió el diapazón y perdió su causa
mi papi con la cara sucia de salsa
juraba sobre el estofado y las zanahorias
que yo no iba a llegar a nada
que a la pena iba a llegar …
Bien, los padres de mano dura están muertos
y no llegué a la pena.
En vez de eso llegué a las palabras
para contar el cuentito que quedó:
Siguen siendo las medianoches de mi infancia.
Las escaleras vuelven a hablar bajo tus pies.
Las puertas pesadas del salón se cierran
y
“Claro de luna” hace pucheros,
simple como el tictac del reloj en un aula,
desde las teclas obedientes.
Y de la Canción de amor de Debussy, lo que
oigo más nítido es la resonancia
seca de tus uñas largas al golpearlas.
Natación
matutina
A la cabeza vacía me viene una
playa de algodón, un muelle desde donde
me ponía en marcha, aceitada y desnuda,
a través de la niebla, en la soledad fría.
No había línea, ni suelo ni techo
para distinguir el agua del aire.
La niebla de la noche, espesa como felpa,
me rodeaba en su profusión enmarañada.
Yo colgaba mi bata de dos ganchos.
Y sostenía el lago entre las piernas.
Invadida e invasora. Iba por encima
de ese cielo chato.
Los peces se movían debajo de mí, rápidos y
sumisos.
Entonaban mi nombre en su zona verde.
Y al ritmo de la brazada
tarareaba en dos por cuatro un himno lento.
Tarareaba “Quédate conmigo”. El ritmo
subía con cada azote delicado de mi pie.
Subía en las burbujas oblicuas que
soltaba, y que trepaban por mi boca.
Mis huesos se tomaban el agua: el agua que
caía
por todas mis compuertas. Yo era el manantial
que alimentaba el lago que se reunía con el
mar
por el que iba cantando “Quédate conmigo”.
Apetito
Me como estas
frambuesas rojas silvestres
todavía tibias por el sol
y con un leve olor a balsamina
en memoria de mi padre
que se ponía la servilleta
bajo la barbilla y se inclinaba
sobre un bol de siderita
bañado en el jugo
de los granos brillantes
mi padre
con el suspiro de un hombre
que todo lo vio y fue redimido
decía una y otra vez
levantando la cuchara:
los hombres matan por esto.
Nuestra
estadía en tierra va a ser breve
Las luces azules de aterrizaje le hacen
agujeros de clavos a la oscuridad.
Cae una nieve fina.
Nos posamos
en la pista a recoger
la correspondencia, la carga rápida,
bandejas de ratones de laboratorio,
café y masitas
para los pasajeros.
Vayamos donde vayamos
es lunes a la mañana.
Vengamos de donde vengamos
es el regazo de mamá.
Arriba, entre el montón de nubes,
dispersas como semillas
de chirivía o de apio, están
las almas de los no-nacidos:
Los hijos de los hijos de mis
hijos y los de su papá.
Vamos tomando velocidad para el último
recorrido
y despegamos bajo la tormenta.
Marmotas
Gasear las marmotas no resultó bien.
La bomba eliminatoria de la alimentación y el
intercambio de granos
Apareció como misericordioso, rápido en el
hueso.
y el caso que tuvimos contra ellos fue
hermético,
Ambas salidas están calzadas con el pudín,
pero tenían un sub-sub-sótano fuera de rango.
A la mañana siguiente volvieron a aparecer, no
peor.
Por el cianuro que nosotros por nuestros
cigarrillos.
y la tienda estatal Scotch, todos nosotros
hasta el principio.
Bajaron las caléndulas como cuestión de
rutina.
y luego se hizo cargo de la parcela de
verduras
pellizcando los brotes de brócoli, decapitando
las zanahorias.
La comida de nuestra boca, dije, justamente
emocionante.
a la sensación del .22, las narices pulcras de
las balas.
Yo, un pacifista vencido, caído en desgracia.
inflado con piedades darwinianas por matar,
Ahora dibujaba una cuenta en el rostro de la
pequeña marmota.
Él murió en las rosas eternas.
Diez minutos después dejé caer a la madre.
Ella
Flipflop en el aire y cayó, sus dientes de
aguja
Todavía enganchado en una hoja de la primera
acelga suiza.
Otro bebé al lado. O uno-dos-tres
El asesino dentro de mí se levantó con fuerza.
El asesino hawkeye entró en el escenario de
inmediato.
Hay un chuck izquierda. Viejo astuto, él
guarda
Yo amartillado y listo día tras día tras día.
Toda la noche cazo su forma jorobada. yo sueño
Veo a lo largo del barril en mi sueño.
Si solo hubieran consentido en morir sin ser
vistos.
gaseada bajo tierra a la manera nazi
tranquila.
El
ermitaño sube ático
Hasta el ático, Lucas Harrison, Dios descansa.
Sus huesos frugales, una vez guardaron una
cuenta ordenada.
por cuchillo de alguna cosecha desaparecida.
La madera era nueva. El terreno de juego se
redujo a contundente.
El año: 1811, la puntuación: 10, la esculpió.
en el centro de la viga para representar
Sus amores, palizas, pérdidas, horas, o tal
vez.
Los carniceros que le pusieron fuerza en la
espalda y murieron de hambre.
Las ardillas rojas suben cada árbol cosechado.
1812 corrió mejor. Si se tratara de fanáticos,
se arriesgó,
Él habría puesto a sus hijos a rastrillarlos
hasta el tobillo
para pasar el invierno, para quitarse las
cáscaras
mientras que abajo bajó su sueño para dormir.
Para 1816, cualquiera que sea el cultivo se
agriará.
Tres recortes cortados por el cuchillo son
todos
En un polvo de moscas muertas y polvo de
madera pálido como la harina.
La muerte, si llegó entonces, se ha vuelto
seca y pequeña.
Pero el ermitaño hace esto. Nada se sabe
Debajo de esta quilla de tejados con vetas de
castaño.
costillas Hasta el ático siempre oye los
fantasmas.
de los grandes árboles de Lucas Harrison se
quejan
rozándose contra sus clavijas embutidas,
una mujer en el parto lanzando de lado a lado
Hasta que la cabeza mojada se corona entre sus
piernas.
otra vez, y otra vez ella llevará a su hombre
a horcajadas
y de la pelea de los hijos él manejará como
bueyes
apretado en el bloque y aparejo, batido a la
traza,
suben estos corpulentos mástiles, estas cruces
rotas
de su crecimiento y abotonados en su lugar.
Lo que sea que sea ahora es una camada de
conchas.
Incluso al mediodía, la bóveda del ático es
tenue.
El ermitaño talla su propio nombre en el
alféizar.
que alguien después hará un balance de él.
Donde yo
vivo
es vertical:
jardín, estanque, cuesta arriba
pastizal, corrida en el cobertizo.
A través de los pinos, calabaza cresta.
Dos vueltas hacia abajo
Torre de la iglesia, escupida de la ciudad.
Donde subo yo inspecciono
los guisantes, cadetes erectos
en hileras de lima,
escuchar golpes de martillo
como pileateds peck
la podredumbre de hickories shagbark
agrandando el último
nidos de pterodactyl del año.
Erratas de granito
jorobado como osos
salpicar el pasto más exterior
donde en hierba alta
coágulos de excremento ovoide
Butternut tamaño, lechoso marrón
anunciar nuestro medio crecido
alce acolchado pasado
en el bosque
Para picar los brotes de haya.
Wake-Robin Trillium
en tono bajo. Violetas,
Mares sin salida al mar en los que nado.
Solía recoger
ramos
para ella, los enmarcó
con hojas. Schmutzige
ella dijo, abrazándome
para fregar mi cara rayada.
Casi desde aquí me toco
la muerte de mi madre
Purgatorio
Y supongamos que los queridos llegan a Mantua,
Supongamos que engañan a la cripta, ¿y ahora
qué? Empezar
Con él, sin afeitar. Aunque no, te concedo, un
gallo desagradable, hay yema de huevo en su
barbilla.
La aleta de su túnica de mala muerte, tiene el
reum.
Pobre querida, la manteca de cocinar ha fumado
su ojo.
Otro montague esta en el vientre
Aunque el trasero del primer bebé aún no está
seco.
Ella desplaza una carta semanal a su enfermera
que se atreve a enviar una bata a través de
Balthasar,
y una vez al mes, su padre coloca un bolso.
Noticias de Verona? Siempre noticias de
guerra.
¡Qué
años tan amargos lleva corregir este error!
El
quinto acto corre desmesuradamente largo.
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