Leónides
¿Eres tú mi
mujer? ¿Mi mujer hecha para llegar al encuentro del presente? La hipnosis del
fénix ambiciona tu juventud. La piedra de las horas lo vistió con su hiedra.
¿Eres tú mi
mujer? El año del viento donde guerrea una vieja nube hace nacer la rosa, la
rosa de la violencia.
Mi mujer
hecha para llegar al encuentro del presente.
El combate
se va dejándonos un corazón de abeja sobre nuestras tierras, la sombra
despierta, el pan ingenuo. La velada avanza lentamente hacia la inmunidad de la
Fiesta.
Mi mujer
hecha para llegar al encuentro del presente.
El rostro nupcial
Ahora desaparece mi cortejo, de pie en la distancia;
La dulzura del número acaba de destruirse.
Adiós a ustedes, mis aliados, mis violentos, mis
indicios.
Todo se los lleva, tristeza obsequiosa.
Amo.
El agua es pesada a un día del venero.
La parcela bermeja franquea sus lentas ramas a tu
frente,
dimensión tranquilizada.
Y yo semejante a ti,
Con la paja florecida al borde del cielo gritando tu
nombre,
Destruyo los vestigios,
Herido, sano de claridad.
Cinturón de vapor, multitud suavizada, divididores
del temor,
toquen mi renacimiento.
Pared de mi duración, renuncio a la ayuda de mi
amplitud
venial;
Yo lleno de árboles el expediente de mi morada;
entorpezco el
primor de las supervivencias.
Quemándome de soledad rural,
Evoco el nado en la sombra de su Presencia.
El cuerpo desierto, hostil a mezclarse, ayer, se había
vuelto
hablante negro.
Ocaso, no te maravilles, cae tu maza de congojas, agrio
sueño.
El escote disminuye los huesos de tu exilio, de tu
esgrima;
Tú vuelves fresco el servilismo que se devora la
espalda;
Rocío de la noche, detén esa carreta lúgubre
De voz vidriosa, de partidas lapidadas.
Pronto sustraído al flujo de las lesiones inventivas
(El pico del águila lanza alto la sangre abierta)
Sobre un destino presente yo llevé mis franquezas
Hacia el azur multiválvula, * la disidencia granítica.
¡Oh bóveda de efusión sobre la corona de su vientre,
¡Murmullo de dote negra!
¡Oh movimiento agotado de su dicción!
Natividad, guía a los insumisos, que descubran su base,
La almendra creíble del mañana nuevo.
La noche ha cerrado su llaga de corsario donde viajaban
los cohetes
vagos entre el miedo sostenido de los
perros.
En el pasado las huellas de duelo sobre tu rostro.
Vidrio inextinguible: mi aliento ya aflorando la
amistad
de tu herida,
Armaba tu realeza desapercibida.
Labios de neblina descendió nuestro placer de umbral
de duna, de
techo de acero.
La consciencia aumentaba el atavío estremecedora de
tu
permanencia;
La sencillez fiel se extendió a todas partes.
Franquicia de la divisa matinal, muerta-estación de la
estrella
precoz,
Yo corro hasta el final de mi cúpula, coliseo
sepultado.
Basta de besar las crines núbiles de los cereales:
La cardadora, la obstinada, nuestros confines la
someten.
Basta de maldecir la bahía de los simulacros nupciales:
Toco el fondo de un retorno compacto.
Riachuelos, soplo de los muertos cavernosos,
Ustedes que siguen el cielo árido,
Mezclen sus pasos a las tormentas de quien supo sanar
de la
deserción,
Dando contra sus estudios salubres.
En el seno del techo el pan sofoca para llevar corazón
y luz.
Toma, Mente mía, la flor de mi mano penetrable,
Siente el despertar de la obscura plantación.
Yo no veré tus costados, esas parvadas de hambre,
secarse,
llenarse de zarzas;
Yo no veré la langosta sucederte en tu invernadero;
Yo no veré a los paseantes inquietar el día que nace;
Yo no veré la raza de nuestra libertad servilmente
bastarse.
Quimeras, hemos subido al altiplano.
El sílex tiembla bajo los sarmientos del espacio;
La palabra, cansada de derrotar, bebía en el
embarcadero
angélico.
Ninguna salvaje sobrevivencia:
El horizonte de los caminos hasta donde nace el rocío,
El íntimo desenlace de lo irreparable.
He aquí la arena muerta, he aquí el cuerpo salvado:
La Mujer respira, el Hombre está de pie.
Hojas de hipnos
1
En la medida
de lo posible, enseña a ser eficaz, para el objetivo por alcanzar, pero no más
allá. Más allá es humo. Donde hay humo hay cambio.
5
No
pertenecemos a nadie sino al punto luminoso de esta lámpara desconocida por
nosotros, inaccesible a nosotros que mantiene despierta la valentía y el
silencio.
12
Lo que me ha
traído al mundo y lo que de él me expulsará, no interviene sino en los momentos
en que soy demasiado débil para resistírmele. Anciana cuando yo nací. Joven
desconocida cuando moriré.
La única y la
misma Pasante.
15
Los niños se
aburren el domingo. Passereau propone una semana de veinticuatro días para
descuartizar el domingo. O una hora de domingo que se agregue a cada día, de
preferencia, la hora de las comidas, porque ya no hay pan seco.
Pero que ya
no le hablen del domingo.
28
Hay un tipo
de hombre siempre adelante de sus excrementos.
31
Escribo
brevemente. No puedo siquiera ausentarme mucho tiempo. Extenderse llevaría a la
obsesión. La adoración de los pastores ya no es útil al planeta.
34
Cásate y no
te cases con tu casa.
35
Ustedes serán
una parte del sabor del fruto.
44
Amigos, la
nieve espera la nieve para un trabajo simple y puro, en el límite del aire y de
la tierra.
46
El acto es
virgen, incluso repetido.
81
La
aquiescencia ilumina el rostro. El rechazo lo embellece.
117
Claude me
dice: “Las mujeres son las reinas del absurdo. Entre más se compromete un
hombre con ellas, más complican ellas este compromiso. Desde el día en que me
volví ʻpartisanoʼ,
no he vuelto a ser desdichado ni a estar decepcionado...”
Ya habrá
tiempo para enseñarle a Claude que uno no esculpe su vida sin cortarse.
131
A todas las
comidas comunes, invitábamos a la libertad a sentarse con nosotros. El lugar
continúa vacío pero el cubierto continúa puesto.
184
Curar el pan.
Sentar a la mesa el vino.
224
Hace tiempo,
en el momento de ir a la cama, la idea de una muerte temporal durante el sueño
me tranquilizaba; hoy en día, me duermo para vivir algunas horas.
Los encajes de Montmirail
[Fragmentos]
Parece ser el
cielo el que tiene la última palabra. Pero la pronuncia en voz tan baja que
nadie lo oye nunca.
Sólo tenemos
un recurso con la muerte: hacer arte antes que ella.
Contravenir
Obedezcan
ustedes a sus cerdos que existen. Yo me someto a mis dioses que no existen.
Seguiremos
siendo inclementes.
Hambre roja
Estabas loca.
¡Hace tanto tiempo!
Te moriste, un dedo frente a la boca,
En un movimiento noble,
Para cortar de tajo la efusión;
En el sol frío de un verde reparto.
Eras tan bella que nadie se dio cuenta de tu muerte.
Más tarde, de noche, te pusiste en camino conmigo.
Desnudez sin desconfianza,
Senos podridos por tu corazón.
A sus anchas en este mundo ocurrente,
Un hombre que te había estrechado en sus brazos,
Vino a la mesa.
Sé bien, tú no eres.
Juramento
En las calles
de la ciudad está mi amor. Poco importa a dónde va en el tiempo dividido. Ya no
es mi amor, cualquiera puede hablarle. Ya no se acuerda; ¿Quién pues la amará?
Busca a su
semejante en el deseo de las miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad.
Dibuja la esperanza y ligera la despide. Es preponderante sin comprometerse.
Yo vivo en el
fondo de él como una chatarra feliz. Sin que él lo sepa, mi soledad es su
tesoro. En el gran meridiano donde se inscribe su impulso, mi libertad lo
ahonda.
En las calles
de la ciudad está mi amor. Poco importa a dónde va en el tiempo dividido. Ya no
es mi amor, cualquiera puede hablarle. Ya no se acuerda; ¿Quién pues la amó y
lo ilumina de lejos para que no caiga?
Cepa
El despertar
al cambio, la conquista, la promesa, la represión. La aventura fue de punta a
punta dolorosa, masa iluminada lunarmente. ¡Cómo vivir después de eso!
Al escalofrío
de la corteza terrestre, hombres y mujeres exangües sucedían.
Los esclavos
tienen necesidad de esclavos para exhibir la autoridad de los tiranos.
París sin salida
Calle de Sèvres
Una puerta de garaje antes de la tienda Le Tournis,
Mediodía, y el verano
Sobre el asfalto suspende todos los impulsos.
Una joven mujer,
La línea de sombra de su falda desnuda
Es cómplice de su cuerpo encantador,
Persigue un sueño despierto,
Sentada en la piedra misma del umbral.
Yo la llamo
Lectora de las doce adormideras blancas,
Meridiana,
Aunque todavía tenga los ojos muy abiertos
Y los dedos simétricos
Mientras hojea su libro ausente,
Permanece, la pierdo.
Sin tardanza, en la siguiente calle
Sílaba de eco, amante precipitada.
Canción de los pisos
Es de día con la reina.
Es de noche junto al rey.
Ya canta la reina.
Apenas duerme el rey.
Las sombras que lo encadenan,
Una a una, las ve él.
La mirada de la reina
En ellas no se detiene.
El destino que las lleva,
Y que hace temblar al rey,
No turba un punto a la reina.
Allá abajo brilla el mar,
Y, al ritmo de sus venas,
Aquella que fue a quemar,
Ola de mismas arenas.
Oh las jornadas serenas,
¡ustedes no son del rey!
El recuerdo de un roble
Sobre su frente de preocupación
Pone clara mancha noble.
Fue en otra vida
Donde despertó la reina
Contra el corazón del rey.
Ah, cierra tu palacio
O sube por sus pisos
Tímido soberano.
Comprenderás por qué
Sobre una roca salvaje
La reina apoya su seno.
Entenderás por qué
Y te consolarás.
Los inventores
Llegaron, los habitantes del bosque de la otra ladera,
los
desconocidos para nosotros, los rebeldes a
nuestras
costumbres.
Llegaron y eran muchos.
Su grupo apareció en la línea que divide los cedros
Del campo de la vieja cosecha ahora irrigado y verde.
La larga caminata los había agitado.
Sus gorras ajustadas sobre sus ojos y sus pies bruñidos
se posaban en
el baldío.
Nos vieron y se detuvieron.
Aparentemente no esperaban encontrarnos ahí,
Sobre tierras fáciles y surcos bien cerrados,
Completamente despreocupados de una audiencia.
Levantamos la frente y los animamos.
El más elocuente se acercó, después otro igualmente
desarraigado
y lento.
Venimos, dijeron, a prevenirlos de la llegada
inminente del
huracán, su implacable adversario.
Tal como ustedes, nosotros tampoco lo conocemos
Más que por las relaciones y las confidencias de los
ancestros.
¿Pero por qué estamos incomprensiblemente felices
frente a
ustedes y repentinamente como niños?
Les dijimos gracias y los despedimos.
Pero antes bebieron, y sus manos temblaban, y sus
ojos reían en
las comisuras.
Hombres de árboles y de golpes, capaces de hacer
frente a
cualquier terror, pero inaptos a conducir
el agua, a
alinear las construcciones, a cubrirlas
de
colores agradables,
Ignoran el jardín del invierno y la economía de la
alegría.
Cierto, pudimos haberlos convencido y conquistado,
Pues la angustia del huracán es emotiva.
Sí, el huracán iba a venir pronto;
¿Pero valía la pena que hablásemos de él y que
molestásemos
el porvenir?
Ahí en donde estamos nosotros, no hay ningún temor
urgente.
De 1943
Has gozado bastante de nuestras almas,
¡Oh viejo sueño de la putrefacción!
Desde entonces,
Luna tras día,
Viento tras noche,
Ligeros o fuertes,
Te esperaremos.
* El verso en lengua francesa se lee: Vers l’azur
multivalve, la granitique dissidence. En la entrada para “azur” del diccionario
de la Real Academia Española se designa lo “dicho de un color heráldico: Que en
pintura se representa con el azul oscuro, y en el grabado, por medio de líneas
horizontales muy espesas”. Debido a que la traducción de l’azur es “arriba”, en
relación con el término “multiválvula” el verso puede también ser interpretado
como se anota enseguida: “Hacia arriba multiválvula, la granítica disidencia”,
probablemente en relación con el órgano cardiaco. (N. del E)
Tomado de:
RESTOS MORTALES Y MOZART
Al alba, una sola vez, la vieja despoblada nube rosa
sobrevolará los ojos en lo sucesivo distantes, con toda la majestad de su
lentitud libre; luego vendrá el frío, el ocupante inmenso, luego el tiempo que
no tiene lugar.
Sobre la longitud de sus dos labios, en tierra común,
de repente el allegro – desafío de este desecho sagrado- traspasa y refluye
hacia los vivos, hacia la totalidad de hombres y mujeres que guardan luto por
la patria interior y, errabundos para no ser semejantes, a través de Mozart, a
probarse en secreto.
-Bienamada, cuando sueñas en voz alta y por ventura
pronuncias mi nombre, tierno vencedor de nuestros pavores conjugados, de mi
descrédito solitario, clara es la travesía de la noche.
De La biblioteca está en llamas y otros poemas
PARA UN PROMETEO SAXÍFRAGO
Tocando la mano eólica de Hölderlin
A Denise Naville
La realidad sin la energía dislocadora de la poesía,
¿en qué queda?
Dios había vivido demasiado poderosamente entre
nosotros. Ya no lográbamos levantarnos y partir. Las estrellas, que fueron
soberanas en su mirada, están muertas en nuestros ojos.
Las preguntas de los ángeles son las que han provocado
la irrupción de los demonios. Nos clavaron al peñasco para golpearnos y para
amarnos. De nuevo.
La única lucha acontece en las tinieblas. La victoria
solamente se da en sus orillas.
Noble semilla, guerra y merced de mi prójimo, ante la
sorda aurora te guardo con mi mendrugo, esperando ese día previsto de alta
lluvia, de limo verde, que vendrá para los ardientes y para los obstinados.
Del libro Por encima del viento
LA GUADAÑA ALZADA
Cuando el boyero de los muertos con el bastón golpee,
Dedicad al verano mi color ya disperso.
Con mis puños morados asombrad a un niño.
Poned en sus mejillas mi lámpara y espigas.
Manantial que tiemblas en tu estrecho reducto,
Prodigarás mi ganancia a la sed de los campos.
Desde el húmedo helecho a la febril mimosa,
Entre el recién llegado y el que partió hace mucho,
El gesto de amar te dirá inclinándose:
“No hay lugar fuera de éste, en todas partes cunde la
desgracia”.
De Por encima del viento
EN CAMINO
A Georges Blin
Esos incesantes y fosforescentes regueros de la muerte
en uno mismo que leemos en los ojos de quienes nos aman, sin desear
ocultárselos.
¿Es menester distinguir entre una muerte repelente y
una muerte preparada por la mano de los genios? ¿Entre una muerte con rostro de
bestia y una muerte con rostro de muerto?
Sólo podemos vivir en lo entreabierto, exactamente en
la hermética línea divisoria de la sombra y la luz. Pero somos arrojados
irresistiblemente hacia adelante. Todo nuestro ser presta ayuda y vértigo a
este impulso.
La poesía es a la vez palabra y provocación silenciosa,
desesperada de nuestro ser-exigente del advenimiento de una realidad que no
tenga rival. Imputrescible, aquélla. No imperecedera; pues que arrostra los
peligros de todos. Pero la única que visiblemente triunfa sobre la muerte material.
Tal es la Belleza, la Belleza de altura, aparecida ya en los primeros tiempos
de nuestro corazón, tan pronto irrisoriamente consciente como luminosamente
avisado.
Lo que me hincha la simpatía, aquello que amo, al punto
me causa casi tanto sufrimiento como aquello de lo que me aparto, resistiendo,
en el misterio de mi corazón; preparativos velados por una lágrima.
Es la poesía quien traza la única firma al pie de la
vida blanca. Y siempre entre nuestro corazón estallado y la cascada aparecida.
Para la aurora, la desgracia es el día que va a llegar;
para el crepúsculo, la noche que engulle. Antaño fue posible encontrar gentes
de aurora. Aquí estamos, acaso, en esta hora de caída. ¿Pero por qué moñudos
como alondras?
Del libro Marcha
ANTONIN ARTAUD
No tengo la voz para elogiarte, gran hermano.
Si me agachara sobre tu cuerpo que la luz va a
dispersar,
Tu risa me repelaría.
El corazón entre nosotros, durante lo que llamamos
impropiamente
una bella tormenta,
Cae varias veces,
Mata, excava y quema,
Y renace más tarde en la suavidad del hongo.
No necesitas una pared de palabras para elevar tu
verdad,
Ni volutas del mar para ungir tu profundidad,
Ni esta mano febril que nos rodea la muñeca,
Y ligeramente nos lleva a abatir un bosque
Del cual nuestras entrañas son el hacha.
Basta. Regresa al volcán.
Y nosotros,
Que lloremos, que asumamos tu relevo o preguntemos:
“¿Quién es Artaud?”, a esa espiga de dinamita de la
cual ningún
grano se desprende,
Para nosotros, nada ha cambiado,
Nada, menos esa quimera muy viva del infierno que se
despide de nuestra angustia.
Traducción
De Emilie Robert
De Retorno río arriba
LA LIBERTAD
Vino por esta línea blanca que puede significar la
salida del alba
o la palmatoria del crepúsculo.
Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas
destripadas.
Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad
de la mentira, el alcohol del verdugo.
Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se
inscribió mi aliento.
Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron,
cisne sobre la herida, vino por esta línea blanca.
Alta fuente
Siempre hacia a ti
Mas sin decírtelo
Hasta tu boca
amada.
Pero el instante que se va
Me nombra
Cualesquiera sean los rasgos
que yo adopte.
Favorita del aire, la calandria
No deja caer a tierra su canto,
Y por los trigos pasa el viento.
Acerco a la rosa
La punta de mi llama.
¡No ha gemido la espina!
Solo mi propio polvo
Puede gastarme.
De: «Cantos de la Balandrane»
Traducción
de Jorge Riechmann
LA LUJURIA
El águila ve cómo se borran gradualmente las huellas de
la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa
que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible
Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte
El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que
declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes
Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tomar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.
De: «El Martillo sin dueño»
Traducción de Aldo Pellegrini
TENEMOS
Nuestra palabra, en archipiélago, os ofrece -tras el
dolor y el desastre- fresas que trae de las landas de la muerte, así como sus
dedos calientes por haberlas buscado.
Tiranías sin delta, nunca iluminadas por el medio día,
para vosotras somos el día envejecido; pero ignoráis que también somos el ojo
voraz -aunque velado- del origen.
Crear un poema es tomar posesión de un más allá
nucpcial que se encuentra muy dentro de esta vida, muy ligado a ella, y sin
embargo próximo a las urnas de la muerte.
Es necesario establecerse en el exterior de uno mismo,
a la orilla de las lágrimas y en la órbita del hambre, si queremos que se
produzca algo fuera de lo común, destinado únicamente a nosotros.
Si la angustia que nos vacía abandonase su gruta
helada, si la amante detuviese la lluvia de hormigas en nuestro corazón,
volvería a comenzar el Canto.
Es el caos de una avalancha, dos piedras unidas en un
salto pudieron amarse, desnudas en el espacio. Al agua de nieve que las acogió
le sorprendió su espuma ardiente.
Seguramente el hombre fue la más loca promesa de las
tinieblas: por eso somos tenebrosos, envidiosos y locos bajo el poderoso sol.
Ha comenzado la agonía de una tierra que era bella,
ante la mirada de sus volatineras hermanas y en presencia de sus hijos
insensatos.
*
Tenemos en nosotros inmensas extensiones que nunca
llegaremos a recorrer, pero que son útiles para la aspereza de nuestros climas,
y propicias tanto a nuestro despertar como a nuestra perdición.
¿Cómo arrojar a las tinieblas nuestro corazón anterior
y su derecho de retorno?
La poesía es el fruto maduro que apretamos en la mano,
con alborozo, en el instante mismo en que se nos muestra- tan incierto su
porvenir- sobre el tallo cubierto de escarcha, en el cáliz de la flor.
Poesía, única ascensión de los hombres, a la que el sol
de los muertos no puede ensombrecer en el infinito perfecto y burlesco.
*
Pues que un misterio más fuerte que la condena otorgaba
inocencia a su corazón, plantaron un árbol en el Tiempo, se quedaron dormidos a
su pie, y el Tiempo se llenó de afecto.
Del libro Marcha
EL INOFENSIVO
Lloro cuando el sol se pone porque te sustrae a mi
vista y porque soy incapaz de llevarme bien con sus rivales nocturnos. Aunque
esté bajo y ahora sin fiebre, imposible obrar contra su ocaso, suspender su
eshoje, arranar todavía algún deseo a su fulgor moribundo. Al partir te diluye
en su oscuridad igual que el limo del lecho se deslíe en el agua del torrente
más allá de los escombros de las riberas destruidas. Dureza y blandura, de
nervio tan diferente, causan entonces efectos similares. Dejo de recibir el
himno de tu palabra; de repente ya no apareces íntegra a mi lado; lo que aprieta
mi mano no es el huso nervioso de tu muñeca sino la rama hueca de un arbolillo
cualquiera muerto y ya aserrado. Ya no se pone nombre a nada, sino al
escalofrío. Es de noche. Los artificios que se encienden me sorprenden ciego.
No he llorado de verdad más que una sola vez. Al
desaparecer, el sol había cercenado tu rostro. Tu cabeza había rodado a la
zanja del cielo y yo ya no creía en el mañana.
¿Cuál es el hombre de la mañana, y cuál el de las
tinieblas?
MARTHE
Marthe de quien estas paredes no pueden apoderarse,
fuente donde se refleja mi monarquía solitaria, cómo podría olvidarte nunca si
no tengo necesidad de recordarte: eres el presente que se acumula. Nos uniremos
sin tener que abordarnos, que prevernos, igual que dos adormideras forman en el
amor una anémona gigante.
No entraré en tu corazón para limitar su memoria. No
retendré tu boca para impedirle entreabrirse al azul del aire y la sed de
partir. Quiero ser para ti la libertad y el viento de la vida que atraviesa el
umbral de siempre antes de que la noche se vuelva inencontrable.
Tomado de:
https://poesiamaspoesia.com/113-poesia-mas-poesia-rene-char/
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