viernes, 20 de septiembre de 2024

POEMAS DE SILVIA CASTILLERO


Sirena

Entre dos gajos de la noche

agoniza la sirena.

Al arrastrarse

agua tersa va muriendo.

Retrocede hasta donde cierra la calle

para olvidar sus ojos

sobre una piedra.

on botellas vacías circunda su lecho;

todo allí está roto.

Entre soplos arenosos

y polvo que se clava

se desvanece

abierta a la noche y ciega.

 

 

El mono

El monto en el árbol

prisionero

entre el negro y el ocre.

El mono nace

enrejado por líneas.

Del mismo color del árbol

seco nace.

 

Un solo rasgo lo distingue:

su mandíbula de hombre,

su grito más grande que

todo su alrededor.

 

 

La cebra

La gente empezó a cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas en la capa negra del asfalto; nada hay que se parezca menos a la cebra, pero así llaman a este paso.

 

José Saramago,

Ensayo sobre la ceguera

 

Al irse, él se hundió en el humo negro de resina ardiente. Atravesó franjas, pequeños abismos donde su paso parecía esfumarse. Una vez que comenzó a cruzar la avenida, Silenia lo vio desde el borde, sobre las franjas negras, alargar vertical su cuello, en una línea mínima e interminable, y someterlo al propio cuerpo, horizontal ahora, para borrarse ante la corriente de las franjas blancas: acumulada como una ola que se estrella en una roca y cede sus formas a la luz.

 

El claroscuro de la cebra se sucedía en un hilo de nada. Pocas horas más tarde, la duermevela quiso volverla inofensiva, de un gris de asno. Entonces era sólo una pasarela curva por la que desfilaban rápidas, zapatillas de charol negro y tacón fino. O una charca por la que botas de ante se abrían paso. Lo cierto es que de la cebra desaparecieron sus fauces de espectro y su geometría peligrosa de negros y blancos, rayando ruidosamente la lejanía.

 

Pero cuando la cebra quedó sola, y los rayos del sol callaron sobre el polvo rojizo de la calle, la sombra se alargó desmesuradamente hasta dibujar un sueño en Silenia: unir la ciudad y traer el mar a los lados.

Tomado de:

https://www.otraparte.org/agenda-cultural/literatura/silvia-castillero/

 

 

Cantos

 

De la piedra, Eloísa,

vuelves incandescente, de cada piedra

eres extraída en un cúmulo de años:

rosetones de lo que fue tu cuerpo.

Te aligeras, tal vez

te aligeras cuando apareces bajo el cincel,

clara, cálida, de un ocre matutino. La luz

con su prisma incita tu boca impregnada de sol.

Pero la piedra te arrebata,

sólo mis sensaciones te reconocen, ruedas

entre los bloques extraídos del suelo, cantos

agudos y esculpidos te arrastran del detalle

hacia el tiempo tumultuario y amorfo.

 

 

El ángel

 

No quiere ver el cielo

resbala por el cordel

hacia una penumbra color sepia

en el vano de columnas.

No quiere el cielo, en sus manos

el temblor:

rúbricas de la tierra.

Y sus dedos alargan el tacto

sobre la desnudez de la bóveda.

Las alas abiertas;

mas su cuerpo se inclina

ávido de cierzos y cabras,

se va con nuestro paso:

ese ángel.

 

 

Letanía

 

Dintel o tallo,

pétalo: la memoria.

Palabra inútil

entre labios ávidos,

sin despedida

voló, tasajeó,

hubo alianzas,

sonidos acodados.

¿Música?

Rogaba en rimas,

mejor: rezaba.

Empeño balbuciente

—la memoria—

atiza la mañana.

Como letanía al alba

se vuelve necedad.

Al atardecer

memoria violenta,

y toca una a una

sus astillas,

letra sin letras,

rijosa, cruel.

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/silvia-eugenia-castillero-cantos/

 

 

Hendidura 

 

Se rasga una superficie pero nadie sabe,

 

la cima está en la textura misma y no hay quien lo advierta.

 

En la alcantarilla hay milímetros expandiéndose

 

inútilmente, se agitan las formas espaciales en

 

el reflejo de la hendidura, en su vertedero, en su derramarse todo

 

en el vacío. Ahí están las huellas buscadas, en esa innecesaria

 

corriente de miligramos que van incrustándose de migaja en migaja.

 

Impera el precipicio desde ahí, olvida la barranca, el acantilado;

 

en las inmundicias está la catástrofe, el derrumbe inicia en su desfase,

 

en el monstruoso engranaje de la materia. Ahí estás tú.

 

.

Claridades

 

Claridades

 

de frente como playas encontradas

 

se interrogan

 

ansiosas, arremeten contra sí.

 

En su rango de luz ansiosa

 

se bifurcan —son camino

 

que nunca se encuentra.

 

Rival de sí misma

 

la luz gorjea ávida hasta el borde

 

de la tarde

 

restañando las siluetas

 

seccionadas por ese bisturí

 

de luz naciente sobre arena dispersa.

 

Roce perpetuo y alado

 

el rastro de luz:

 

parece una vela violenta

 

encajada, tirante,

 

acrisolada en su propia violencia,

 

en su anhelo de

 

ser oscuridad es

 

sólo un pestañeo:

 

indecisa continúa destruyéndose.

 

.

Destinos 

 

Entre el suelo apisonado y la borrasca.

 

Entre partículas de aire y los átomos del agua.

 

Entre el sonido de un mapa y la bandada de nubes en silencio.

 

Entre cada piedra y su lugar perdido.

 

En ese hueco del olvido.

 

En ese hoyo sideral, negro o gris, en esa catacumba de los espacios

 

va la vida de una hormiga, o ni siquiera, va la morosa actividad del polvo.

 

Pero nadie ve las huellas de lo recóndito:

 

encender la luz, cerrar la ventana, caminar por caminar.

 

Pasos inútiles que no son pasos, pasos que no se cuentan:

 

económicos intentos de existencia o paranoicos excesos por existir,

 

hacia su propia servidumbre irían, pero pasan

 

sin ser contemplados, pasan.

 

.

Boulevard 

 

Un hombre camina por el boulevard, pregunta, voltea y

 

mira una calle que rezuma una y otra vez la misma historia

 

de un hombre que camina sin voltear atrás. La calle

 

vierte hombres que no miran, sólo caminan, si caen

 

se levantan sin voltear, si miran caen y siguen. Voltear

 

es palabra aguda y la calle, andar la calle, es tan grave:

 

lo único que nos habla de verdad es el polvo,

 

sentimos los grumos, las piedras minúsculas nos

 

persiguen. Se levanta a veces un cúmulo de impurezas,

 

un tumor, el falso espacio del vacío que se llena, se tejen

 

sus moléculas sobre la textura de algo que pareciera

 

un ser vivo, balbuciente en su necedad

 

de andar la calle. Titubea, no siente, camina y sigue.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2014/08/poesia-mexicana-silvia-eugenia-castillero/

 

 

LA ESPERA

Eloísa espera.

Un silencio de quilla de barco

al romper las aguas atraviesa cada

trazo del tiempo,

allí suspendida una gota se alarga

se alarga,

la espera inconclusa

colgando

de cualquier veta.

Puede ser una rama

rodeada de vacío,

queriendo volcarse en algo,

caer por fin, romperse.

 

 

TAJO

Tiene que haber sido el mar con su furia.

Arrastró de tajo las formas, la lengua,

la plegaria matinal. Tiene que haber sido

esa descomunal fuente de cristal en pedazos.

Labriego insoluto, huérfano océano

desbordó la intimidad;

rabioso horadó los herrajes de la noche.

Furia venida del espesor de arenas

y rocas. Con su perfil de resaca

nos dejó sin costa, sin muelles,

en la abstracta posición del alba.

(De Eloísa, Editorial Aldus

y Universidad de Guadalajara,

Ciudad de México, 2010.)

 

 

YO SOY LA VIRGEN NEGRA

Yo soy la virgen

mírame qué opaca,

tengo en la mano el trigo,

las mieses como balanza.

Yo soy la virgen negra,

oscura por mi caos,

violenta y tibia;

no tuve en mis manos

el horóscopo, nunca supe ver el cielo,

tampoco me dieron la balanza

que otras mujeres toman

y la introducen al seno

para ser luminosas.

Yo soy la virgen imperfecta,

me preñaron los campos

de ardor inconsciente,

me rondaron los vencejos

y quedé a medio terreno

tres veces preñada,

ajena a la tierra.

Quise ir tras los ángeles,

buscar un lugar en los cielos,

quise luces, quise ráfagas.

Soy la virgen negra.

 

 

EL AQUELARRE

La gota cae del pozo al océano,

un vuelo de gansos:

entre mis dedos el confín,

gota tras gota.

Es la confusión —porque lo amaba.

Sube la marea, llegan los diablos,

forman un aquelarre en mis manos.

El sudor las agrieta. Llueve: doce gotas

caen sobre el cántaro. Es el tiempo.

Mi mano entumecida se llena

de hormigas: agujas. Vienen los gansos

de nuevo —mil entre mis sueños—.

¿Volverá? Gotas y penumbra, siluetas

y el espejo: allí permanece un buitre. Acecha.

En la acequia las gotas ya no irrigan paz.

Buitre y océano son aguijón: victimarios.

Me quedo esperando a la intemperie.

Sin corazón. Regreso, lo busco.

Soy Lot. Prefiero la piedra.

(De En un laúd —la catedral,

Fondo Editorial Estado de México,

Toluca de Lerdo, 2012.)

 

 

PLAZA SAINT-SULPICE

Girasoles allí, tambaleantes,

rondando a los leones su color

amarillean y casi boquiabiertos.

En su rumor: letanía del caer y aglomerarse,

el agua se desprende de su ruta; ya sube,

ya bucea, canta por la piedra, entre la fauna,

hasta el fondo de su propio espiral.

Con espasmos se hunde, se alarga lejos,

de su respiración breve sabemos

cuando renace,

en ese dibujo insolente que no se alcanza.

Atajarlo, arrebatarle su delirio,

capturar del agua sus repliegues.

Pero sólo temblamos: girasoles mudos.

Tomado de:

https://materialdelectura.unam.mx/poesia-moderna/401-212-silvia-eugenia-castillero

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