jueves, 31 de octubre de 2024

POEMAS DE SANDRA CISNEROS


PERRAS

No puedo imaginar a esa mujer blanca y tonta

contigo. Su piel rosada en tu oscuridad.

Tu lengua sobre la de ella. No puedo

imaginar sin reírme.

Quién lo hubiera pensado.

 

No su ex novio…

tu viejo camarada favorito,

el que juraste que era más grueso que los parientes

tu hermano de sangre blanca, tu amigo–

que quiere cortarte abierto

como a un cerdo

y no lo culpo.

 

No es gracioso.

Él actuando como mexicano,

tú actuando como blanco.

 

No me puedo imaginar a esta mujer.

ni a tu ex esposa blanca, ni a ninguna

de aquellas a quienes abrazaste y sostuviste,

tan extrañas del país que compartimos.

 

Maldita sea. ¿Dónde está tu respeto?

Podrías haber usado un poco de imaginación,

elegir a alguien que no conocía. O al menos,

una perra más a mi gusto.

 

 

PORQUÉ NO LO HICE

Claro,

Yo iba a, ya sabes.

o tal vez no lo sabes…

 

Mi boca se había suavizado,

cuando me diste un beso de buenas noches

y me dejaste ir.

 

Pero en lugar de amor

sólo había un viejo saco de dormir,

que me lanzaste y tres

mordidas de pulgas en mi vientre

a la siguiente mañana.

No sabias eso

¿O sí?

 

No lo creo.

 

Ni tu nombre que robé

y llevo conmigo

todo el camino desde San Antonio

a Puerto Escondido.

 

Y hoy cuando esperé,

que apareciera

tu camioneta para recogerme.

Volveré y me dejarás ahí,

en tu cochera llena de maletas y

cajas y sierras y cedro.

 

Entré en tu habitación

y me acosté en tu cama

solo para ver si me conviene.

Las sábanas estaban frescas

y un fino talco de polvo yacía por todas partes.

la forma en que algunos hombres que viven solos

están acostumbrados a vivir.

 

Oh, estoy asustada

¿No te has dado cuenta?, Lo estoy,

soy tímida cuando me gusta un hombre.

Y a decir verdad,

no estoy segura de que el amor valga

el riesgo de perder una amistad.

 

Habría sido fácil,

podría haberte reclamado.

Tenía miedo de la oscuridad,

soy, ya sabes. Miedosa, quiero decir.

 

Pero ahí estaba ese avión

que tomar la mañana siguiente.

Y tenías que ir a trabajar.

Además, yo tenía sueño.

Y el amor, ese pez demasiado viejo para escapar,

estará allí a la mañana siguiente. Y si no,

hay otras mañanas, otros peces.

 

 

Sacás la mexicana en mí

Sacás la mexicana en mí.

El escondido espiral grueso y oscuro.

El núcleo de un grito del corazón.

La amarga bilis.

El tequila de lágrimas en sábado todo

hasta el próximo domingo de la semana.

Sos el único al que me gustaría dejar ir con otros amores,

entregar mi casa de mujer sola.

Permitirte el vino tinto en la cama,

incluso con mis sábanas de encaje vintage.

Puede ser. Puede ser.

 

Por vos.

 

Sacas la Dolores del Río en mí.

El rabiosa mexicana en mí.

Las navajas crudas, brillo y pasión en mí.

El ascenso de Caín y el baile con el diablo de patas gallo en mí.

Las lentejuelas salpicadas en mí.

El águila y la serpiente en mí.

La sangre de las trompetas de mariachis en mí.

La guerra de amor azteca en mí.

La lengua feroz obsidiana en mí.

la berrinchuda, bien-cabrona en mí.

La curiosidad de Pandora en mí.

La muerte pre-colombina y la destrucción en mí.

El desastre de la selva, la amenaza nuclear en mí.

El miedo de los fascistas en mí.

Sí, lo hacés. Sí, lo hacés.

 

Sacas la colonizadora en mí.

El holocausto del deseo en mí.

El terremoto en la Ciudad de México del ’85 en mí.

El Popocatépetl / Iztaccíhuatl en mí.

La ola de la recesión en mí.

El Agustín Lara romántico empedernido en mí.

Los taquitos barbacoa del domingo en mí.

La cubierta de los espejos con un paño en mí.

 

Dulce gemelo. Mi otro malvado,

Soy la memoria que rodea tus pernoctaciones,

que te tira tenso como la luna de océano remolcado.

Te afirmo todo mío,

arrogante como el Destino Manifiesto.

Quiero sacudirte y rasgarte en dos.

Quiero contaminarte y elevarte al infierno.

Quiero sacar los cuchillos de cocina,

opacos y afilados, y batir el aire con cruces.

Me sacas lo mexicana en mi*,

te guste o no, cariño.

 

Sacás el Uled – Nayl en mí.

La atenta perra blanca en mí.

La navaja en el maletero de mí.

La clavadista de Acapulco en mí.

El desastre de montaña Flecha Roja en mí.

El dengue en mí.

La ¡Alarma! asesina en mí.

Podría matar en nombre tuyo y pensar

si vale la pena. Blandir un tenedor y aterrorizar rivales,

femeninos y masculinos, que pierden el tiempo y te miran,

lánguido en tu luz. Oh,

 

Soy mala. Soy la sucia diosa Tlazoltéotl.

Soy la succionadora de pecados.

La diosa de la lujuria sin culpa.

El libertinaje delicioso. Sacás

la exquisitez primordial en mí.

La obsesión desagradable en mí.

El pecado venial corporal en mí.

la transgresión original en mí.

 

Ocre rojo. Ocre amarillo. Índigo. Cochineal.

Piñón. Copal. Pasto dulce. Mirra.

Todos ustedes santos, beatos y terribles,

Virgen de Guadalupe, diosa Coatlicue,

Los invoco.

 

Quiero ser tuya. Sólo tuya. Sólo vos. Quiero amarte. Atarte. Amarrarte.

Amar de la forma en que una mujer mexicana ama. Déjame

mostrarte. Amar de la única forma que conozco.

 

 

Solteronas

Mis primas y yo,

no nos casamos.

Somos muy viejas para

los estándares mexicanos.

 

Y los familiares

sospecharon desde hace tiempo

que no estaremos más

de blanco.

 

Mis primas y yo,

somos solteronas

de treinta años.

 

Quién no vestiremos a los chicos,

y nunca santos –

aunque los desvestiremos.

 

Las tías,

se rindieron con nosotras.

No más codazos – Sos la que sigue.

 

En vez de –

¿Qué pasó en tu infancia?

¿Qué te dejaron todas estas adolescentes?

¿Quién te lastimó, cariño?

 

Pero estudiamos

matrimonios demasiado tiempo

 

Tía Ariadne,

Tia Vasti,

Comadre Penélope,

querida Malintzin,

Señora Cáscara de calabaza –

 

las lecciones nos sirvieron mucho.

 

 

Lo dejo que me lleve

Lo dejo que me lleve

por encima del umbral y de

la rodilla. Serví y seguí,

albergué mis cosas

y peregriné con él.

Ellos se rieron de mi elección

cuando asumió

e hice

una vigilia de esa

soledad,

mi vida.

Trabajé el amor,

suturado feroz

y lo alimenté.

Encamado y esposado.

Él nunca decepcionó,

hirió, abandonó.

Marido, amor, mi poema

vida.

 

 

Tu nombre es mío

Y sacra de mí Y tu espíritu

Y ese doble divino

La muerte me reconoce en mi sexo

Una respiración completa Y este silencio

¡Confío Y aúllo! Este cuerpo este

Espíritu que me diste

Un regalo de lluvia de Taxco

Fino como la plata

Un placer antiguo

Obsidiana y jade

Los siglos que te conocí

Incluso antes de conocer a tu hombre

Madre sexual de mí la elegancia

De tu boca de jaguar

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/sandra-cisneros/

 

 

Un último poema para Richard

 

24 de diciembre y terminamos de nuevo.

Esta vez es definitivo, lo sé, porque

no te eché de la casa – y nos despedimos incluso con la mano.

No hubo zapatos. Ni puertas enojadas.

Doblamos nuestra ropa y nos fuimos

cada quien por su lado.

Tú dejaste esa camisa de franela

que me gustaba, pero te acordaste de llevar

tu cepillo de dientes. ¿Dónde estarás esta noche?

 

Richard, es Nochebuena de nuevo

y los viejos fantasmas vuelven a la casa.

Estoy sentada al lado del árbol de Navidad

preguntándome qué hicimos mal.

 

Okey, no funcionó, y los recuerdos,

a decir verdad, no son buenos.

Pero hubo buenos tiempos.

El amor era bueno. Amaba tu dormir chueco

a mi lado y nunca tenía miedo al soñar.

 

Deberían haber estrellas para grandes guerras

como las nuestras. Deberían haber premios

y mucha champaña para los supervivientes.

 

Después de todos los años de degradaciones,

de muchos días festivos fallidos,

debería haber algo

para conmemorar el dolor.

 

Algún día olvidaremos el gran desastre de Brasil.

Hasta entonces, Richard, te deseo lo mejor.

Deseo que tengas romances y mucha agua caliente,

y mujeres más amables que lo que yo te traté.

Olvidé la razón, pero una vez te amé,

¿lo recuerdas?

 

Tal vez en esta temporada, borracha

y sentimental, estoy dispuesta a admitir

que una parte de mí, desquiciada y kamikaze,

propicia para la anarquía, ama todavía.

Tomado de:

https://vuelapalabra.com/un-ultimo-poema-para-richard-de-sandra-cisneros/

 

 

DESPUÉS DE TODO

 

Siempre es lo mismo.

sin alcohol en casa,

el último puro apagado en sus cenizas

y una gran dosis de poemas.

 

A las 2 a.m. sabes

eso no es bueno para ti.

Pero ahí vas,

arterias crujiendo como

artillería cuando marcas

el teléfono.

 

Este u oeste.

Central o Pacífico.

Chicago, San Antonio, Nueva York.

 

Y cuando atraviesas,

lanzando palabras tan grandes como piedras,

cortando el aire con la lengua,

detonando esposas y

sentando bebés llorando.

 

Y cuando tus amantes terminan

diciéndote: ¡estás loca,

jódete, deja de gritar

y habla inglés por favor!

 

Después de todo

lo rompible está roto,

el silencio salió caro,

el tono del teléfono aúlla

como tu corazón.

 

Traducción de Zel Cabrera

 

 

***

El olor de alguien tostando café, el olor a tortillas de maíz calientes junto con el pat-pat de las manos de las mujeres haciéndolas, el ardor de los chiles cuando los asan en tu garganta y en tus ojos. Algunas veces un olor en la mañana, muy fresco y limpio que te pone triste. Y un olor en la noche cuando las estrellas se abren blancas y suaves como un bolillo recién horneado.

Cada año que cruzo la frontera, es lo mismo: mi mente olvida. Pero mi cuerpo siempre recuerda.

Tomado de:

https://libroemmagunst.blogspot.com/2019/05/sandra-cisneros-3-poemas-3-1.html

 

 

Poema bahía de Berkeley

En las mañanas yo todavía

busco por ti antes

de abrir mis ojos

Un hábito viejo del

verano pasado cuando nos empujábamos

los dos en el calor de nuestros cuerpos

y estómago, dormíamos con una mano

alrededor del otro.

El sol the Texas era así

como un cuerpo durmiendo contigo

pero cuando abro mis ojos

­

la niebla en la ventana y la luz azul

de la bahía, yo recuerdo

donde estoy.

Este peso

en el otro lado de la cama

solo son libros, y no tú. Lo que

dije que amaba más que a ti.

Verdad.

aunque estas mañanas

yo desearía que los libros me amarán también.

Tomado de:

https://slabeeber.org/media/open/1081

miércoles, 30 de octubre de 2024

POEMAS DE ANDRÉ CHÉNIER


Texto de “L´improvviso”

Un día miré el profundo espacio azul,

y sobre los prados llenos de violetas

llovía el oro del sol y brillaba de oro el mundo;

la Tierra parecía un inmenso tesoro,

y el firmamento le servía de cofre.

De la tierra a mi frente

llegó una caricia, un beso.

¡Grité, ganado por el amor:

Te amo, a ti que me besas,

patria mía divinamente hermosa!

¡Y, lleno de amor, quise rezar!

Crucé el umbral de una iglesia;

un cura, en las hornacinas

de los santos y de la Virgen, acumulaba dones

y a su sordo oído, un viejo tembloroso

pedía pan en vano, y en vano tendía la mano!

(El abate y con él otros abates se levantan escandalizados)

¡Crucé d umbral de las viviendas!

Un hombre, blasfemando,

maldecía la tierra

que apenas le daba para el erario,

y contra Dios

y los hombres arrojaba

las lágrimas de sus hijos!

(Todos gesticulan vivamente rojos de ira contra Chénier. Sólo Gérard lo escucha desde

el fondo del invernadero, muy agitado. Los demás fingen no escucharlo)

Entre tanta miseria,

¿qué hace la gente distinguida?

(a Maddalena)

Sólo vuestros ojos

expresan humanamente

una mirada de piedad,

en la que os he visto

como a un ángel.

Y dije: "¡Ésta es la belleza de la vida!"

Pero luego, con vuestras palabras,

un nuevo dolor me ha golpeado en pleno pecho.

¡Oh jovencita hermosa,

no despreciéis lo que os dice un poeta.

¡Oíd! ¡No conocéis el amor?,

el amor, don divino, no lo escarnezcáis,

alma y vida del mundo es el amor!

Tomado de:

http://www.edu.xunta.gal/centros/iesblancoamorculleredo/system/files/L%C2%B4+improvviso.pdf

 

 

INVOCACIÓN A LA POESÍA

¡Ninfa tierna y bermeja, oh joven Poesía!

¿Qué bosque en este día elige tu retiro?

¿Qué flores, tras la onda en que se van tus pasos,

bajo pies delicados, se inclinan suavemente?

¿Dónde te buscaremos? Mira la estación nueva:

sobre su blanco rostro, ¡qué purpúreo destello!

Cantó la golondrina; Céfiro está de vuelta:

regresa con sus bailes; amor renacer hace.

Sombra, praderas, flores son sus gratos parientes,

y Júpiter se goza contemplando a su hija,

esta tierra en que dulces versos, apresurados,

brotan, por todas partes, de tus dedos graciosos.

En el río que baja por los húmedos valles

para ti ruedan versos dulces, sonoros, líquidos.

Versos, que en masa se abren por el sol descubiertos,

son las fecundas flores de cáliz encarnado.

Y montes, en torrentes que blanquean sus cimas,

lanzan versos brillantes al fondo del abismo.

 

 

La joven tarentina

Dulces alciones, oh pájaros sagrados, llorad,

Llorad, oh, dulces alciones, amados por Thetis,

Pues su vida ha vivido la joven tarentina.

A la playa de Camarina un barco la llevaba.

La boda, las canciones, las flautas, lentamente

Debían conducirla al umbral del amante.

La llave vigilante guardó para ese día

En el cofre de cedro tu vestido de bodas,

El oro que en la fiesta adornaría tus brazos

Y los perfumes listos para tu rubio pelo.

Pero, sola en la proa invocando los astros,

El viento impetuoso que distiende las velas

La envuelve, la sorprende, y de los marineros

Lejos, grita cayendo en medio de las olas.

En medio de la mar, la joven tarentina.

El bello cuerpo cae en las olas marinas.

Thetis en la oquedad de una roca, llorando,

A los monstruos voraces se encarga de ocultarla

Y siguiendo su orden las nereidas hermosas

La levantan encima de sus húmedas casas,

La llevan a la playa, y en ese monumento,

en el cabo del céfiro, la acuestan suavemente

Y, con voz desgarrada, llaman a sus amigas.

Y las ninfas del bosque, del monte y de las fuentes

Golpeándose los pechos y vestidas de negro

En torno de su féretro repiten su lamento.

¡Ay!, hasta tu amante ya no te llevarán.

No vestiste el vestido de tus bodas, ni el oro

En torno de tus brazos ha apretado sus nudos,

Ni han mojado los suaves perfumes tus cabellos.

 

 

La joven cautiva

Se alza la espiga naciente

Y hoz no la toca impaciente,

Y el pámpano en la ladera

La estación disfruta entera

Que el cielo le concedió.

También soy bella, estoy joven;

No es tiempo de que me roben

La vida; y aunque mis ojos

Sólo ven ruinas y abrojos,

Aun no quiero morir yo.

 

Arrostre el estoico fuerte

Con faz enjuta la muerte:

Yo, mujer, lloro y espero;

Si vendaval sopla fiero,

Me encojo, y cubro mi sien.

Si horas hay de amargo llanto,

Otras son tan dulces, ¡tanto!

¿Qué bien no tuvo sus penas?

Ondas que duermen serenas

Guardan borrascas también.

 

Breve trecho andado queda

De esta frondosa arboleda

Del camino de mi vida;

¡Tan distante la salida

Que aun no se descubre allá!

Al festín en este instante

Sentada, el labio anhelante.

Entre la festiva tropa,

Apenas llegué á la copa

Que en mis manos llena está.

 

Hoy luce mi primavera;

Cual astro que su carrera

Consuma, y llega a su ocaso,

Quiero gozar, paso a paso.

De todo lo por venir.

Hoy es mi primer mañana;

Yo flor esbelta y lozana,

De que el jardín hace alarde,

Ver de mi vida la tarde

Quiero, y entonces morir.

 

Así se queja y suspira

Cautiva joven que mira

El amago de la muerte,

Y mientras llora su suerte,

Torna mi lira a soñar.

Cautivo, postrado, mudo,

El desaliento sacudo,

Y vierto en medido canto

Aquel candoroso llanto,

Aquel dulce lamentar.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/andre-chenier/

 

 

A Versalles

(Traducción de Miguel Antonio Caro incluida en el libro Traducciones poéticas, 1889)

 

¡Oh pórticos! ¡Oh mármoles vivientes!

¡Oh bosques de Versalles!

¡Sitios más deleitosos y rientes

¡Que los Elíseos valles!

 

Los dioses y los reyes a porfía,

Recinto almo y sereno,

Tesoros de hermosura y lozanía

Vertieron en tu seno.

 

Frescura, al verte, y suavidad recibe

El pensamiento mío,

Y como hierba lánguida revive

A quien bañó el rocío.

 

No anhelo de París la varia escena:

Quiero ver a mis Lares

Bajo tu sombra reposar amena

En rústicos hogares,

 

De donde al campo, yo, circunvecino

Llevar tranquilo pueda

Los pasos, estrechándome el camino

Tresdoblada alameda.

 

¿Dónde están de ciudad armipotente

Las regias maravillas...?

Regalas tú con aromado ambiente,

Con trofeos no brillas.

 

El apacible sueño, el manso olvido,

El estudio y el arte,

Castas divinidades, han venido

Por suyo a consagrarte.

 

¡Ay! Ociosa indolencia me devora,

Y cosechar no intento

El fruto sazonado que elabora

Activo entendimiento.

 

Consumido de tedio me abandono;

Ni gárrula alabanza,

Ni públicos favores ambiciono;

Ha muerto la esperanza.

 

Y sólo ya la sombra taciturna

Dulce parece a un alma

Desengañada; la quietud nocturna,

La solitaria calma.

 

Si es vivir mi destino, en paz profunda

Calladamente viva;

Cebe amor de mi antorcha moribunda

La llama fugitiva.

 

Amo, ¡oh placer! Y tú, rincón florido,

Aquella imagen pura

Conoces; aquel nombre tú has oído

De inefable dulzura,

 

Que a tu silencio tímido confío

Cuando de tarde vengo,

Y en pensar que la he visto me extasío

O que de verla tengo.

 

Si por ella mi labio amor suspira,

Tus umbríos boscajes

En ecos dignos de celeste lira

La ofrendan homenajes.

 

Por ella la onda sacra de armonías

Que tierra y cielo inunda,

Hoy de mis labios como en otros días

Torna a correr fecunda.

 

¡Oh! Si el que ama el honor y la justicia,

Cuando el malvado impera

De olvidar y vivir a la delicia

El pecho abrir pudiera,

 

Tu silencio, Versalles, tus risueños

Asilos de verdura,

Nido fueran de cándidos ensueños

Y de perenne holgura.

 

Mas tus alegres ámbitos, el verde

Césped, la fresca gruta,

Todas sus galas ¡ay! súbito pierde

Y a mis ojos se enluta;

 

¡Y de un pueblo inocente, acuchillado

Por tribunal sangriento,

Pasar veo delante el no vengado

¡Espectro macilento!

 

 

La joven cautiva

(Traducción de Miguel Antonio Caro incluida en el libro Traducciones poéticas, 1889)

 

Se alza la espiga naciente

Y hoz no la toca impaciente,

Y el pámpano en la ladera

La estación disfruta entera

Que el cielo le concedió.

También soy bella, estoy joven;

No es tiempo de que me roben

La vida; y aunque mis ojos

Sólo ven ruinas y abrojos,

Aún no quiero morir yo.

 

Arrostre el estoico fuerte

Con faz enjuta la muerte:

 

Yo, mujer, lloro y espero;

Si vendaval sopla fiero,

Me encojo, y cubro mi sien.

Si horas hay de amargo llanto,

Otras son tan dulces, ¡tanto!

¿Qué bien no tuvo sus penas?

Ondas que duermen serenas

Guardan borrascas también.

 

Breve trecho andado queda

De esta frondosa arboleda

Del camino de mi vida;

¡Tan distante la salida

¡Que aún no se descubre allá!

Al festín en este instante

Sentada, el labio anhelante.

Entre la festiva tropa,

Apenas llegué a la copa

Que en mis manos llena está.

 

Hoy luce mi primavera;

Cual astro que su carrera

Consuma, y llega a su ocaso,

Quiero gozar, paso a paso.

De todo lo por venir.

Hoy es mi primer mañana;

Yo flor esbelta y lozana,

De que el jardín hace alarde,

Ver de mi vida la tarde

Quiero, y entonces morir.

 

Así se queja y suspira

Cautiva joven que mira

El amago de la muerte,

Y mientras llora su suerte,

Torna mi lira a soñar.

Cautivo, postrado, mudo,

El desaliento sacudo,

Y vierto en medido canto

Aquel candoroso llanto,

Aquel dulce lamentar.

Tomado de:

https://grandespoetasfamosos.blogspot.com/2009/01/andre-chenier.html

 

 

El sol de Mayo

Nota: Traducción de Miguel Antonio Caro incluida en el libro Traducciones poéticas (1889).

 

 

¡Oh pórticos! ¡Oh mármoles vivientes!

¡Oh bosques de Versalles!

¡Sitios más deleitosos y rientes

¡Que los Elíseos valles!

 

Los dioses y los reyes á porfía,

Recinto almo y sereno,

Tesoros de hermosura y lozanía

Vertieron en tu seno.

 

Frescura, al verte, y suavidad recibe

El pensamiento mío,

Y como hierba lánguida revive

A quien bañó el rocío.

 

No anhelo de París la varia escena:

Quiero ver á mis Lares

Bajo tu sombra reposar amena

En rústicos hogares,

 

De donde al campo, yo, circunvecino

Llevar tranquilo pueda

Los pasos, estrechándome el camino

Tresdoblada alameda.

 

¿Dónde están de ciudad armipotente

¿Las regias maravillas? ....

Regalas tú con aromado ambiente,

Con trofeos no brillas.

 

El apacible sueño, el manso olvido,

El estudio y el arte,

Castas divinidades, han venido

Por suyo a consagrarte.

 

¡Ay! ociosa indolencia me devora,

Y cosechar no intento

El fruto sazonado que elabora

Activo entendimiento.

 

Consumido de tedio me abandono;

Ni gárrula alabanza,

Ni públicos favores ambiciono;

Ha muerto la esperanza.

 

Y sólo ya la sombra taciturna

Dulce parece á un alma

Desengañada; la quietud nocturna,

La solitaria calma.

 

Si es vivir mi destino, en paz profunda

Calladamente viva;

Cebe amor de mi antorcha moribunda

La llama fugitiva.

 

Amo, ¡oh placer! Y tú, rincón florido,

Aquella imagen pura

Conoces; aquel nombre tú has oído

De inefable dulzura,

 

Que á tu silencio tímido confío

Cuando de tarde vengo,

Y en pensar que la he visto me extasío

O que de verla tengo.

 

Si por ella mi labio amor suspira,

Tus umbríos boscajes

En ecos dignos de celeste lira

La ofrendan homenajes.

 

Por ella la onda sacra de armonías

Que tierra y cielo inunda,

Hoy de mis labios como en otros días

Torna á correr fecunda.

 

 

¡Oh! si el que ama el honor y la justicia,

Cuando el malvado impera

De olvidar y vivir á la delicia

El pecho abrir pudiera,

 

Tu silencio, Versalles, tus risueños

Asilos de verdura,

Nido fueran de cándidos ensueños

Y de perenne holgura.

 

Mas tus alegres ámbitos, el verde

Césped, la fresca gruta,

Todas sus galas ¡ay! súbito pierde

Y á mis ojos se enluta;

 

¡Y de un pueblo inocente, acuchillado

Por tribunal sangriento,

Pasar veo delante el no vengado

¡Espectro macilento!

Tomado de:

https://canticoprimaveral.blogspot.com/2015/05/andre-marie-chenier-santi-lomarca.html