LOS NIÑOS DE PIEDRA
1. Homenaje a un niño muerto
Estos pantanos del muerto vagabundeo,
ultrajado, volando de nuestros bestiales nombres;
ellos entrecierran sus ojos y voltean sus rostros,
temerosos de lo que les traemos en estos tiempos de
anonimato
hablando de ofrendas, los viejos árboles sangran,
grandes masas de sangre en el sol tóxico,
pero el dolor en sus troncos procedía de nuestro fuego,
no de aquellas desgracias que crean híbridos injertos;
a causa de inveterados hombres de anarquía,
nuestras mejores obras son estos sanitarios, donde
las almas brincan y braman cada minuto en que claman
nuestras
voces, y traen escepticismo a sus cabezas,
tentando a algunos a preguntar si Dios era imberbe,
cuando nuestro apetito demoníaco profirió una maldición
bestial.
Esclavos del sexo, orgías sin onanismos, y escarnecidos
ancestros:
estas imágenes, sacrílegas por sí mismas, no se
comparan
con tu hijo sin nombre, trágico inocente
quien era el único candelabro de esta era tenebrosa.
Trato de olvidar la mano que dotó al niño desarmado,
dormir con un vaso de vino, temeroso de su voz,
tan sólo para ver su rostro al final del siglo,
mostrándonos la maldición de un continente.
El ser humanos estaba sólo a una copa de nuestros
labios,
y no era mucho como para que Dios nos lo pidiese,
prefiero entonces no imaginar su miseria al caer la
lluvia
en su tumba prematura, aunque extraño su mirada húmeda
para saber cómo murió, luego de habernos negado ser
humanos
Habiendo
perdido el habla ante esta matanza,
sólo me restan estas lágrimas, que también son mis
hermanas
para absolver a estos sacerdotes asesinos,
antes de embarcarme en el sendero mojado por el dolor
de una madre gritando cómo una piedra cayó entre sus
senos.
Entre los Muertos, una madre buscaba a su pequeño.
Inocente, ninguna muchacha lo había besado, su corazón
era frágil
cuando el día lo eligió. Su alma estaba aplastada
esta mañana, madre. Tú estabas allí para escuchar su
llanto
mientras esperaba a que la piedra le otorgase un
número.
Piedra preciosa, tú eres la mujer tanto tiempo deseada
luego de que el alba te lavara en aquel río azul-cielo.
¿Fue por ello que querían a tu niño? esta sangre en la
piedra
era demasiado caliente como para que su madre lo
acunase en sus brazos
Piedra maldita, ramera, vuelve tu rostro al sol,
para ver allí a su madre, aquel lunático preguntando
quiénes eran los hombres que vieron un mundo nuevo en
las piedras,
y enviaron a los muertos a marchar junto a los
mutilados
Cristal en sus corazones, aquellos hombres le mostraron
a ella
las piedras: aluviales, de mina, lapidarias y bruñidas
pero cuál es el nombre paterno qué dar a esta locura,
cuando sólo las ancianas demasiado fatigadas ya
para preocuparse por el color del sol, quedan para
recordar
el nombre luego de tomar al niño gimiente para recibir
la piedra
Adiós, niño inocente, sé dónde le duele a tu madre
al hablar con el sol, luego de que brilló la piedra en
tu carne.
La lluvia, que tiene el ruido de su corazón en sangre,
no puede lavar nuestra estación de anarquía,
ni hacer a las piedras preciosas responsables de estos
crímenes.
Oh Muerte tan voluble en tu póstuma inocencia
dame tu canción, tu antífrasis que cerró las puertas a
la crueldad de este día
nuestra gula fue perversa, piedra que tragó nuestra
carne.
En aquel paisaje donde reclamas tus manos, que no sea
con perdón
sino con furia, nuestros ojos húmedos y rojos de tus
labios encendidos
cuando escuchamos tu voz tronante habremos de aprender
cómo rehacer
este país, joya maldita, cuyo corazón desgarramos día a
día.
RÍO DE SANGRE
Contaminado ya, el río aluvial se llena hasta el borde
con su locura cocinada en las cabezas de mi hermano
mientras temblamos, horrorizados, ante el destello
solar
luego que la razón fue ahogada por una jeringa asesina
que inyecta a un país ya herido por nosotros
Ayer el río escondió algunos secretos en su pecho
pero con algo de suerte, accederemos a la fortuna
oculta allí junto a la sonrisa congelada y en reserva
para discretos banqueros olvidadizos del cáncer
que roe ya las raíces de la Sierra.
La riqueza fue siempre asesina, telúrica,
no honorable, prístina o profunda
en coro blasfemo, nos elevamos hacia los labios de Dios
aquellas copas llenas de ofrendas étnicas
enjugando los bellos colores del arco iris
Sin un país al que pueda llamar mío
excepto por éste, lleno de agujas de pino
en los cuales clavamos las vidas de nuestros niños
Me he postergado examinando estos huesos
cosecha salvaje, la tierra henchida
hasta aquel día en que todos los hijos de Dios
habremos de gritar a favor de nuestro nudo de sangre
Y arrepentido por no ser de ellos para sentir
ofrezco un inventario del abuso de mis hermanos
con esta miserable tierra en mis palmas
para recordarles nuestro ampuloso crecimiento
la longitud de un alfanje, o si ellos prefieren
el tamaño de nuestra incinerada hermandad.
CUANDO LOS MUERTOS HABLAN
Las lápidas erguidas son expuestas como mujeres
desnudas
en medio del cementerio, bajo vigilancia
falsos sacerdotes rompen la paz de los muertos
flores ceremoniales no perfuman ya sus tumbas
el memorial de hoy no será las ruinas del mañana
mientras las espadas de los profanadores de tumban se
precipitan para enriquecerlos
ante esta avalancha que amenaza con arruinar los restos
es posible que esta calamidad sea un acto de Dios
el filo cortante de su venganza luego de la cual
estas piedras que acogen los secretos de nuestros
muertos
permanecerán invioladas al levantarse sedientas
con el trémulo sonido de la omnipresencia
Corsarios de la noche, sus corazones desnudos ante los
muertos
su hora ha concluido, así que vigilen sus pasos antes
de abrir
sus tumbas en busca de tesoros; y hagas lo que hagas,
no mires
los dientes de los muertos, ni toques el fuego oculto
de sus dedos
Existe ya suficiente lujuria encendiendo nuestros
rostros
como para obligarles a que nos digan en medio de una
fumarola de furia
por cuánto tiempo ha de sobrevivir nuestra nación a
nuestro roce
de pimienta roja
Traducciones de Raúl Jaime Gaviria
Tomado de:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/80/coker.html
CAMPESINOS
La agonía: ¡Digo su agonía!
la agonía de imaginar su miseria, pero nunca saberlo
la agonía de hacinarlos en chozas infectadas de
cucarachas
la agonía de tratarlos como esclavos
5 la agonía de alimentarlos con teorías abstractas que
no entienden
la agonía de sus ojos lúgubres y almas maltratadas
la agonía de darles tarjetas de partido, pero nunca
apoyo de partido
la agonía de reunirlos el día de las elecciones, pero
nunca en las noches de banquete
la agonía de darles palabras melíferas, pero pan mohoso
10 la agonía de sus fogones de cocina humedecidos con
sin usar
la agonía de sus pies desnudos sobre el asfalto ardiente
y caliente
la agonía de sus hijos con vientres de proyectil
la agonía de largas noches miserables
la agonía de sus casas de paja con demasiados agujeros
15 la agonía de erigir hoteles, pero tener prohibido
entrar en ellos
la agonía de ver la cabalgata de limusinas
la agonía de los grandes bailes de estado para Dios
sabe quién
la agonía de los que estudian 'ismos sin sentido e
idiomas incomprensibles
la agonía de tarifas escolares intolerables, pero sin
trabajos a la vista
20 la agonía de todo esto digo la agonía de todo esto
pero sobre todo la maldita agonía de apelar a su
paciencia
¡África, cuidado! ¡su paciencia se está acabando!
Versión libre de este blog basada en el texto del
enlace siguiente:
https://afrilingual.wordpress.com/2011/04/07/peasants-syl-cheney-coker/
monstruo
2Mudo, suspendido del acantilado hacia su tumba
escuchando violines demoníacos;
si brama el tórax se expande en dialecto;
los dientes roen el bazo que almacenó demasiada sangre
3Pisando esa secreción antigua lavada hasta secarse
si la tos alérgica sobresale en pimienta de caimán
que sea brutal en las amígdalas perdidas, en la curva
de su frenillo;
esperando en la planta de la lengua, la paleta de los
pies,
el habla sobrecorvada, iluminaciones de muerte cruda
en el lustre de los vampiros
ahora que al revisar su suerte desciende
de cabeza al dolor, operístico en pimienta verde
sintiendo en espasmos de rabia
cómo el ombligo fue violado por sangre pestilente
4Pero al escuchar este último nocturno
se detendrá en la muerte para lavarse la cara
, lo que es después de todo un golpe de suerte;
la llevará bajo el brazo, apagando
con su mano magullada el asno de Salvador Dalí que se
desploma en llamas.
Compartirá su última botella con nosotros discutiendo
sobre
la bestia de su vida, llorando para que no
se arranque el pelo, para que no deshonre
el momento que la vida nunca fue tan difícil.
El sufrimiento orgánico cosido a su cuello
es todo lo que lleva consigo, esta baba,
esta tierra de muerte antediluviana que él entiende.
Tomado de:
https://journals.openedition.org/caliban/657
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