Abdominal
Llueve por todos los vitrales, llueve
y el canto del nogal anaranjado
se bate tras la luna del gimnasio,
y el farol que secciona
el rabo de los roedores
pinta sus señas con un brazo
bajo el techo:
al principio es el agua que se filtra
mojando el chor en pleno centro
y el clavo de Cristo va emergiendo
a medida que un ojo se perfila:
la nariz y la boca por debajo
y el otro ojo de pronto
y un manto de cabellos que desciende
y es el techo del gimnasio más brillante
que el fuego del nogal y de la luna:
rostro de la Madonna en las esferas
del ágil corazón que lo recuerda.
Y le hago reverencias.
Interdicciones con el Inca
Qué extrañeza al conocer a los marqueses, tus tíos,
sintiendo de veras el desdén que se les dedica
a los de tu calaña, mala sombra, diciendo,
de unos aventureros de rapiña, alturados
sin mayor lustre, retoños en indias promiscuas, que
ahora llegan
a reclamar dudosos heroísmos.
Allí y sólo allí
te encontraste de pronto ante el espejo, hijo de reyes
y de los mayores poetas
reducido al polvo de forjarse una honra con el brazo,
hasta que el brazo
se resolvió en una fina extremidad
que fue más poderosa que todas las macanas
y alabardas, el vuelo de la mano con la inteligencia
del halcón, el sonido de los precipicios
como un animal de plata
y un puente que se desteje en la memoria
y que comienzas a trenzar iluminado
por el triángulo perfecto del Salqántay.
“Y así me llamo yo a boca llena, y me honro con ello”, decidiste
y fue como salir de las tres cuevas, aliviado
de unos dolores de costado, de unos paños
que llegaban por el mar
en medio de botellas, pesando sobre tu cama
como los crucifijos que te perseguían, noche a noche,
alucinando
el encuentro con los primos, condiscípulos, abuelos
y la sabiduría de esperar al Sol en los solsticios,
celebrando
juntos el paso de las estaciones, tal como se figuraban
tus autores favoritos. ¿Dónde empezó la realidad?
¿Creaste todo o todo
fue así como te lo contaron, destilando el batallar de
las olas sobre las conchas
como el mar que se enloquece para lamer la costa, o la
palabra
que soporta los estantes del Imperio?
Villorrio de Montilla. Verano de 1571. Ya de vuelta
rasguñas unos libros con la pluma
adiestrándola
a dirigirse como el rayo sobre el árbol preciso, a
ordenar
una por una las naciones, los refranes
y los versos que cuentan el origen de la lluvia
y “sus idolatrías”, que por eso
muestran más limpio su rastro de felino, y su esperanza
que se reparte como plumas de los cóndores,
en pérfido arco iris
uniendo al noble padre con la madre silenciosa.
Hatun Qusqu, Ancha Llaqta, Sumaq Llaqta, un centro
colorido o, como expresabas,
otra Roma en su Imperio, para que te entendieran
los que confiaban en la majestad de tus palabras,
único territorio con el que te compensaron
una vida de servicio y la feroz humillación
de que vendieran a tu madre y con tu madre
toda la grandeza de los Incas.
“Así me incliné a vindicar los nombres mancillados
desde estos rincones de soledad
y de pobreza, martilleando
como los pájaros guaneros otro Imperio, contemplando
cómo un rebaño de llamas
en campos de zafiro pace estrellas”.
Sakra Boccata
21
Huele el viento a espuma del Atlántico
La sombra se articula como un rumor extranjero
De campanadas al compás del río
Una extraña picazón le raspa los pies a la ciudad
El Ciego deambula
Preguntando por el otro es el tiempo
de los
Vientos Árticos
Y el Hada Cristalina que toca con su vara erecta
Cuanto en piedra en barro en polvo
Se le tiende y lame
Es el tiempo de la alfombra mágica del último rosal
el que aún
tiene
La yema relumbrante de las cortaduras
Las pasiones secretas y las interrumpidas
Las miradas profundas que por un instante
Arrojan su deseo por la lengua
Es el tiempo es el tiempo —el Hada proclama—
Pidiendo que le rasguen las propias vestiduras
Con las arañas de un pincel
Así
Mirábanle y mirábanse alterados
Cubierto el mundo de doradas hojas de crujidos
Y colas acolchadas reventando
En la punta las flores encarnadas
Y al centro las agujas retorciéndose
Lincoln Memorial
De lejos y en las fotos parecen tus rasgos un portento
de Miguel Ángel.
No es así tu mirada pétrea.
Eres más como las columnas casi acartonadas
que
ascienden del rociado resplandor del agua.
Eres el oráculo de Delos por encima de las escaleras.
Allí vienen a mirarte de todos los rincones del
planeta.
Leen tus inscripciones en las tablillas de mármol,
Hablan de la Unión y de la Libertad,
Repiten la lección de Gettysburg,
Que despierte el leñador, murmura un niño
desde la
sombra,
Que despierte bailando sobre las tumbas
de los
soldados,
Que resucite a los que fundieron sus grilletes
En el muelle de un Ford 1901.
Aun así tu mirada pétrea habla con la tristeza
De un mundo perdido que ya no más
Devorará.
En el espejo acuático del cielo penetra una aguja
pálida
Y atrás de las palmeras se encienden los ojos rojos
De un dealer
Acuchillando la sombra.
Amazonas
Padre poderoso que te esfumas en el horizonte
Santificado sea tu fondo franela donde las conchas
Se funden con las ramas cimbreantes y las ramas
Un sueño milenario aletean en el desvientre de luz
El sabor de la sábila y el oro esperma del paiche
La iguana marrana / el cóndor delfín / la anguila mona
Y el loto de alfombras que dibuja el chullachaqui
Cubres lagos desde tu loma lechosa desde tus
Sabanas sabrosas de savia soberbia de subidas
Y bajadas restallando en el alcázar de tu sombra
Padre sembrado de arena derretida flotando sideral
Enfermo repentino incrustado de termómetros
Tus ninfas pústulas de arsón y fungen pécora
Tus algas ostentan las puntas quebradas tus pirañas
Se muerden entre ellas danzando en la niebla sidérea
Padre que estás en las ovas con la audacia de quien
Invade la planicie mamífera con océanos barrosos
Acidándose de úrea y de sueños de lavandería
De blancuras por venir que no olfatean su caña de mayo
Y miras con misericordia lo que hemos hecho de ti
Un seguro sin techo un dios inmortal y solamente eres
El animal bóveda de los espíritus de todas las matas
Y todas las copaibas y las nectandras y los zancudos
Que beben de tu cuello carnoso el hidrógeno sangre
La taruca tapiresca / el tortugo perezoso / la boa
lagartija
Y el tahuarí amarillo que los amaranta y charapea
Padre Yacuruna estarás con tu lagarto negro por los
Abismos de las cochas plateadas en la luna de tu madre
Corteza de tornillo cocinando la poción santificada que
Llevará tu grito ayaymama raspante por las quebradas
Sentado como el simpira auscultarás los movimientos
De los intrusos antorchas que suturan tus poros estarás
Atento a la hoja inerte alada de los rombos cristalinos
de
La caoba inmaculada y la cumala imberbe y la manchinga
Acurrucada en el pino chuncho y el cachimbo con sangre
De grado investirás de honor como pantera esos cráneos
Removerás con tus garras la hojarasca acecharás
Esos monos desnudos extraviados de su sendero
Y esos monos vestidos que traerán la fiebre ceniza
Padre Sachamama te desgajas y abandonas tu piel
Que bordan las enanas cabezonas definitivamente
Ordenadas herederas del universo en ellas te deslizas
Silencioso por las hojas del cedro y te recoges
En el vientre de una roca raída al acecho escondiendo
Tus sables insaciables paladines de tu vientre infinito
Padre Yanapuma brujo perverso entre los más malignos
Tu silueta de jaguarnoche se confunde con los
gallinazos
Para comer carne humana a cualquier costa la más dulce
De todas las delicias que la selva ofrece porque su
aroma
De animal limpio es más agradable a las entrañas
rojizas
Que asoman por tus ojos braseros por tu amargura de
dios
Momentáneo de dios todopoderoso lo que un rayo azota
Padre Mapinguari perezoso gigante deambulas a veces
Tumbando los arbustos más altos desgarrando pieles
Cubiertas de esmeraldas bailas bajo las tormentas
Cazando cocodrilos en las bolainas y en las orquídeas
Saltando con los colibríes y los urcututos
Trompeando con los trepatroncos y las guacamayas
Tu monte de gigante es temido andante de los maqui
Sapas colas de mano arácnidos con tetas y cara
De gárgola asustada de los ocelotes gruñidos y lentos
De los relámpagos que paren tu sombra abiertos
De piernas ante tu portento de portaestandarte
Padre Chicua que revelas las infidelidades felices
Las de los animales que sólo caen ante la gravedad
Del amor sin condiciones ni futuro sólo presente
Puro insondable como tu bolsa de boa traga aldabas
En tus serenas curvas se solaza el universo erige
Su bastón de mando para besarte en cada abismo
En cada noche bajo los troncos guarecidos y la lluvia
Lamiendo con furia su entrada al Paraíso rezando
Ave María Bendita Tú eres entre todos los placeres
Dispénsanos de rodillas te lo pedimos humildes
En tu leche palpitante y mullida nos fundimos en
El primer encuentro en el mar de la célula con cola
Y el recinto secreto de la esencia de la Eternidad
Padre Yurupary que cruzas el caudal silente
Subiste al cielo en misión oficial y así te pagaron
Tomando la batuta los que antes te temían
Decidieron ordenar la casa hacerse cargo de todo
Y tus hijos olvidados como los sajinos deambulan
Por las cortezas de las moenas y los motelos rumiando
Las estrellas reclamando tu regreso / el Sakro Cosmos
Restablecido por los siglos de los siglos loado tu
Nombre
Padre Tanrilla frágil garza de patitas de flauta de
licor
Tu música levanta obeliscos humedece las nubes plácidas
Que encuentran en su ritmo de posishon el goce eterno
Por el que vive y muere y se desdice en gemidos el coro
Que canta cada noche:
“Ayaymama, Huischuhuarca: Nuestra madre ha muerto
Y nos abandonaron”.
Ewa Chotamis
(la mamá libidinosa)
Cosa espantable es ser abandonada, sentir la carne
ardiendo de deseo.
Ewa Chotamis cantaba mientras lavaba a su pequeño hijo.
Cinco años
Tenía el muchacho y lloraba. Lloraba y lloraba por días
y noches.
Su madre a veces lo engullía completo, y lo calmaba. El
niño era feliz
Dentro de ella, se engordaba sin dar jugo y veía su
boshki como un
Tentáculo hundido en su cocha-mashpi tibiecita y mojada
como flor.
Y cuando Ewa no estaba el muchacho lloraba como un
ayaymama
Mischuwarpi por qué me has abandonado? Y su grito
corría el follaje
Rasgando cada hoja hasta hacerla temblar, sentir su
pena infinita.
“¿Qué cosa quieres, hijito?” Y el niño no quería nada.
Le daba de tomar,
De comer. Y nada. Sólo lloraba y lloraba y señalaba el
mashpi sabrosísimo
De Ewa. Nada más quería. Nada más hermoso que ese loto
perfumado.
Pero su boshki había crecido como una palma en verano,
inundado de lluvia
Esparciendo sus ramas por el aire. Ewa le dijo: “Ven ya
de una vez a hacer
Lo que hacía tu papá” y se le abrió chaparakai, bien
bonito. Mas el brazo
Del niño se había transformado, era de mono grande, no
entraba, dolía.
Ewa Chotamis insistía y el niño se desesperaba, hasta
que entró, matándola.
Él es ahora torcaza; Ewa musmuki y canta por las
bolainas mordiendo su herida.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2021/11/poesia-peruana-jose-antonio-mazzotti/
Intromisiones cuzqueñas
I. Tullumayu
Regresan dócilmente los cadáveres
al Río de los Huesos a bañarse.
Tiembla la noche blanca al ver los brazos
y nalgas y testículos flotando. Los modernos
andantes en el Cuzco hunden las piernas
sobre el rociado asfalto, como momias
intactas para siempre y con el brillo
de pétalos de plata en la mirada.
«Yo los toqué de niño y era tanta su frescura
que únicamente les faltaba hablar. Pero eran duros
como un espino seco, y sin embargo
más vivos porque hacían agacharse
por los cuatro países a millares
y hasta los invasores retiraban el sombrero
al paso de sus trajes con respeto».
Si ávido de pronto Tullumayu
del limo en que descansa se vistiera
y echara como en tiempo de sus padres
a andar las piedras todas y los templos
oh planchas de oro oh soberanas
torres dispuestas en función del arco iris
qué tristeza
hundirse como tibia en sus mollejas.
:
II. Saqsawaman
Un ángulo bosteza entre las piedras
igual que el inestable cielo limpio
que arquea ya sus nubes, ya sus gotas
y entonces la mañana es un incendio
claro: se hunden
las montañas en el aire
y arriba estira el brazo, al primer rayo,
el ángulo que carga las murallas.
Saqsa Uma:
cabeza jaspeada
con que el puma recibe la voz blanda
de un sol besando el valle más que el cielo
y extiende al otro extremo la pelambre
y échase a andar con sus comercios frescos.
Un trueno de paredes redondea
las torres sucesivas en que una
destaca por el norte y así instala
la boca del felino hacia los límites
de selvas y de mares imposibles.
Un solo muro, al sur, tiende las plantas
dejando para arriba que se curve
el arco cuya sombra ha de entregar
la mano de la esposa a la del cónyuge
en santa posesión de cielo y valles
teniendo como ombligo la sagrada
plaza que se alza y que camina con las garras
sobre el dorado imperio, cuyas puertas
cargan iglesias hoy, y éstas orines.
Sakra Boccata (28 poemas) (2006)
3
Tu Koncha es el lugar exquisito más dentro de la guerra
Allí hay que llegar con la destreza del piloto herido
Manejar los laberintos como la palma de su mano
Seguir cada curva como el mapa de un tesoro
Con sus paredes y sus puertas
Gritando Ron Rojo Ron Rojo / Nunca Destrucción
Desgarramiento de cuerpos sólo existe el que desbroza
Tus vellos recortados ante el espejo feliz
Ojo inmenso de la cerradura del delirio que te observa
Mira el rosado de su pliegue
Como el labio que cubre el horizonte
Al levantar la niebla
Tu Koncha es el espacio al centro de la Cruz del Sur
Santifica la ciudad con su rayo
Todos sus pecados se transforman en guirnaldas
Rodeando a la Virgen de Chapi con su manto negro
El olor del incienso trae brisa de espuma
Levita sobre los huesos
Besa la Vara del Señor y el oro se desliza de su frente
Ojos más verdes que el fondo de la selva
Purifica el orín de todas las paredes
Ventila el dedo la boca inferior
Repta la lengua por la acequia perfumada
Tu Koncha es ese músculo esponjoso que late
Y no deja de latir
18
¿Por qué desaparece el poeta de la faz de la tierra
Como si se hundiera
Y ganan las elecciones los soldados los mejores sueldos
birladores
Que esconden sus denarios detrás de cada sílaba por qué
desaparecen
Las nubes protectoras y el Sol nos latiguea sin
cubrirse
Hace siglos del globo de la Luna?
He bajado a los Infiernos para rescatarte y llevo las
manos heridas
Los extraños precipicios centellean
Y salen enanos orejudos de las cuevas preguntando
Cartones y documentos sayón de costal y sólo una flauta
en la mano
La misión del peregrino siempre será secreta pues a ti
sólo te concierne
Tú que te casaste con tantos martilleros que ocupaste
Un trono de lava y las plumas quemadas
Ave María Santísima Pagana te mereces el Reino de la
Tierra
Tu molúsculo de diosa vivirá en mis cantos y aunque mis
pecados
Te envíen al Reino de las Sombras volverás
Como el castaño que se incendia cada otoño
Y deja sus botones enterrados
¿Por qué desaparece el poeta si no es para traerte
limpiando la hojarasca aún helada
para alumbrar los atajos
en que tus pies marcarán una a una las piedras
como tus dientes en la espalda?
El Infierno, Eurídice, es tu ausencia
Sobre la faz de la tierra
EPITALAMIO DEL POETA Y SU DAMA
I went to the Garden
of love
and saw what I
never had seen
William Blake
Ya no postergaremos el momento de la rama
y su boca de rosa como nunca oscura:
en el espacio liberado
miríadas de historias salpicarán cada día
a los bordes del pliego donde repten
unas huellas cuneiformes:
de semejante baile obtendrás
este pequeño informe
plagado de colmillos y de escamas, evocando
la presa que puntual llega a cubrir su caza grande:
Ven entonces, Bestia Mía,
con tu figura de concreto en actitud contrita
dibujando la forma cuneiforme
a la luz de la luna alucinada:
tu soberano socaire
cae como un manto de agua limpia
en la testa calcinada por la arena
y el arco de tus playas
donde lamen las tarucas su franja de sal turquesa
anuncia su inmediata apertura hacia la tierra:
destrózame todita de inmediato, murmuraste
en el más alto obelisco de las contemplaciones
y despegué mi escondite de retamas
zarpando como un zorro hacia el Jardín central:
Desde entonces se suspende todo trámite intermedio;
el universo se reduce a la lenta conjunción
de Marte sobre Venus, cosa nunca vista
de la rama
saliendo de su boca como nunca clara.
HIMNOS NACIONALES
Cuántos jóvenes
sacrificados
y aún no calma su
hambre el Minotauro.
Persio
II
Este espacio que habito se llama el Perú.
Limita por el Norte con las auroras boreales
por el Sur con un galeón encallado en el Estrecho
por el Este con océanos de lodo
por el Oeste con el Laberinto.
Va hasta donde va mi pensamiento, como una llave Rosa
que abre las arcas herrumbradas, pero que nos hunde
en una Torre de Babel volteada
a la manera del flan de las abuelas.
Y se le ha cortado la leche,
se le ha endurecido el azúcar.
Allá habitan mis semejantes.
Se encuentra lejos en el mundo, en un rincón
que sólo se ilumina cuando le sonríen, como la concha
que goza en su molusco y su molusco la gobierna:
pero nunca gobernaron los moluscos
sino los erizos, se salieron en una marejada
y hasta hoy se encaraman en los arrecifes
cuando sueltan las acequias su descarga.
Y se encuentra en el espacio y forma constelaciones
aún no terminadas de nombrar.
IV
Por eso morir es comenzar nuevamente
por el Hijo del Hombre, el que surgió
de las fronteras andrajoso, marcando como huellas de un
pirata
los pasos de su cayado y deteniéndose
únicamente en los pueblos más brillantes.
Oh mira, caminante bastardo, no es suficiente ya el
daño que has hecho
con tu existencia dudosa, tu condición de trickster y
tus rayitos
señalando las estaciones y los límites
del día y la noche?
Dicen que saliste del lago, o que de la vagina de una
cueva, a estas alturas
quién sabe.
Dicen que lloviste fuego y que empreñaste
con tu verga de pájaro a la chica más rica.
Pero si del viejo cadáver quizá aún salga una
esperanza.
Quizá si el mismo pelo.
Quizá las mismas uñas.
Millones se han levantado con tu recuerdo y han dejado
su filo dental
en maderones y en cuellos delicados, una por otra, se
dijeron
la ominosa cadena los manifiestos más cursis
millones y millones se han levantado con una erección
sin lúcuma y sin sapo, sólo para contemplarte
saltando por los aires como una onda radial.
Y desde entonces
sus luces negó el Sol
y suponemos que has de volver
desde el mismo agujero que rompiste.
V
Por eso ya no lustramos el voto solemne, ya que no hay
Eterno. Desde el fondo del Laberinto se escucha el
bramar
de las ametralladoras, suspirando como vigilante
del Círculo de los Violentos.
Danilos y marías eran de infinitas losetas
que abrazaban el transbordador, dirigiéndose febriles
hacia los labios de la Nebulosa.
Ella era delgada y hermosa, él
flexible como un gato. Subidos a la punta de la barca
se explayaban
en recomendaciones para sus padres. Una vez arriba
se interrumpían las comunicaciones, intercambiaban
miradas,
soplaban su última sonrisa
ante el grito más intenso de una estrella.
Y nunca emitieron la menor señal de queja,
ni derramaron una lágrima en la gendarmería.
Tomado de:
https://catedradepoesia.blogspot.com/2010/09/poemas-de-jose-antonio-mazzotti-peru.html
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