sábado, 21 de febrero de 2015

LA NOCHE MÁS OSCURA

LA NOCHE MÁS OSCURA

  La casa es, más aún que paisaje, un estado del alma
                                                          Gastón Bachelard

Tantas puertas, las conté una a una, en tanto recordaba los rostros aun borrosos por el efecto lejano del alcohol.

La noche de mi cumpleaños número 30, no fue solamente una gran fiesta entre amigos, sencillamente las botellas de licor estuvieron presente con diligencia por parte de mis viejos amigos del bar. Esta era una época difícil, los diversos actores violentos se tomaban poco a poco la ciudad capital

Caminé un poco tambaleante y confuso, hacia un numeroso grupo de puertas de madera de estilo antiguo, todo se asemejaba a una de esas viejas escenas de película sobre la peste en la edad media; fui, una a una mirándolas, en busca de algún número, o detalle que me permitiera deducir realmente donde me hallaba en estos instantes. Todas eran iguales, un conjunto de seis tablas robustas de roble atadas con largas tiras de cuero, y adornadas con unos picaportes en forma de leones rugientes, no había en ellas el menor indicio de modernidad, esto me confundió aun más, pues estaba según lo discernía, en una de las calles cercanas al centro de la ciudad, un lugar en donde la tecnología, y lo moderno era lo generalizado.

Pero mis ojos no mentían y pese a que miraba y re miraba, las puertas seguían inmóviles, oscuros, con ese penetrante olor a brea, que re4cordaba a los viejos navíos… de las historias de piratas. Sin embargo, levanté mis ojos para buscar en el cielo, algún vestigio de luna, o alguna estrella solitaria que me ubicara mejor.

No encontré a mí alrededor, ni en el cielo semi-nocturno, ninguna señal que me diera una idea clara de mi ubicación en la ciudad.

Con el ardor de los ojos, producto de los primeros rayos de sol que anunciaban una mañana soleada, seguí tocando con mis manos la áspera superficie de las puertas aparecidas…caminé por un trecho cercano a los tres metros, perdí un poco el equilibrio, y caí dentro de una de aquellas enormes puertas; una oscuridad mayor a la de las noches de invierno sin luna me cobijó, me sentí ciego, desorientado, y con un sentimiento amargo y de tristeza infinita, una nostalgia que me quebraba los huesos y hacía salir salinas lágrimas de mis ojos. Froté con fuerza mis ojos, tratando de hallar en medio de esta cerrada oscuridad algo que me indicara en donde estaba, y lo más importante que era esto. Quise gritar, pero mi voz no salía, era como uno de esos sueños en los que deseas despertar, gritar pero una mano invisible te lo impide, luché… y el tiempo seguía infinito, o no infinito, más bien no calculado, mi noción de tiempo y espacio estaban totalmente ciegas… y el pánico empezaba a envolverme.

Intenté levantarme varias veces de este suelo terroso, y en la cuarta oportunidad lo logré con mucho esfuerzo, me paré en la punta de mis dedos, como intentando ver a lo lejos, pero la oscuridad era un bloque negro que todo lo escondía.

Alcé la vista, pero nada, ninguna luz, ninguna voz, estaba más cerca al vacío, era como una visión apocalíptica desde el cosmos, la negrura total.

Una pequeña luz, algo minúsculo, como una leve brisa de claridad se alzó a mitad de lo que pude identificar como un largo y casi interminable pasillo, esta luz, como una nube blanquecina, se alzó sobre las tinieblas reinantes, y en un acto de alquimia se empezó a mover dibujando círculos concéntricos, cada vez más y más rápido, hasta que fue tal la velocidad, que esta nube se convirtió en un disco brillante elevado sobre la negrura reinante, de inmediato, esta luz se posesionó en lo alto, dejando debajo de sí, iluminado un largo camino amarillento, de arena que se perdía por una montaña hasta casi tocar este disco luminiscente. LO que pude observar a continuación, es como esta habitación infinita quedó dividida en dos grandes partes, una, iluminada totalmente por este fantasmagórico disco, que parecía dar vida a un esplendoroso prado florido, que se extendía en un eterno día soleado, la otra mitad, de una negrura espesa, era una noche eterna, apenas salpicada por algunos brillos fugaces en un cielo azul oscuro, esta era una versión de noche eterna, y solo habitada por un número infinito de sombras y luces en su vientre, como pequeños ases de luz fugaces.

Solo me asaltaba una pregunta: qué camino seguir… yo buscaba con insistencia, otra puerta, una salida de emergencia, otra calle, algo que me indicara que era mi camino de salida; nada, solo un silencio, y por una parte una escena eternamente soleada… que me indicaba, o eso pensaba un camino sin descanso posible, una larga y eterna jornada, por otra parte estaba el soleado verano eterno, demasiado florido e iluminado para mi gusto… nada más, esta instancia no me mostraba un camino intermedio, únicamente dos salidas posibles, pero si lo pienso bien, ninguna era en realidad salida, del otro lado nunca divisé otra puerta, una salida, algo que me devolviera a la calle, pero nada… solo esa boca oscura que desde el inicio de mi aventura me rodeaba.

Tropecé con un objeto que sobresalía del suelo, no me di cuenta realmente de que se trataba, pero terminé de bruces sobre un piso húmedo algo pantanoso y pastoso, podría decir que era fango, pero su sabor era dulce, eso me preocupó, pues no hay nada más aterrador que la duda, el no saber dónde estás con certeza.

Con mucho esfuerzo recobré mi postura nuevamente de pie, miré a mi alrededor, pero seguí sin descubrir realmente nada nuevo, sin embargo empecé a sentir, como si un rayo cruzara mi espalda y saliera por mi pecho, algo como una lengua de fuego que atravesara mi cuerpo, pero algo invisible a los ojos, algo que no dejaba marcas en el cuerpo, seguí sintiendo ese ardor furioso en mi cuerpo; pese a que no veía aquella llama atormentada, tuve un inicio, algo co0mo una premonición, levanté la mirada, mi rostro, palideció al ver suspendido en lo alto, un par de ojos inquisidores, de allí provenía aquella energía que sentía en mi espalda y mi pecho, ojos de un azul profundo, ojos inyectados de sangre, como si un furioso Dios fuera quien me miraba. Justo al frente de estos, otro par de ojos, pero estos de color verde profundo, como dos esmeraldas muy talladas, también se depositaban en mí ser, por un momento me sentí de nuevo presa de un temor profundo e infundado, aquello semejaba una de aquellas pesadillas producidas por una larga vigilia acompañada de licor.

Un gran peso parecía caer sobre mis hombros, un peso, como debe ser el peso de las culpas, nuevamente un cansancio de muchos días se apropio de mi cuerpo, intenté caminar, pero aun no me definía por cuál de las dos geografías definirme, si por un eterno día soleado, o por una noche perpetua, pese a que siempre me consideré un noctámbulo irremediable, pensar en vivir una noche eterna tampoco me agradaba, pero tenía la esperanza de hallar en medio de esta oscuridad, una salida menos radical, algo que se acoplara más a mi sentidos, algo que me devolviera la vista en medio de esta ceguera que me tenía en gran conflicto. Intenté ubicar nuevamente aquellos ojos, pensé que si hallaba aquellos ojos podría ubicar un rostro completo, algo que le diera un mínimo de orden lógico a este espacio que no podía descifrar aun.

Con gran esfuerzo me levanté nuevamente, sacudí mis hombros tratando de espantar aquel peso que me atormentaba. Alcé mi rostro tratando de ubicar los ojos anteriormente vistos, pero no quedaba rastro alguno de ellos, se esfumaron, ahora únicamente quedaba aquel disco luminiscente que se había creado a partir de las nubes, esa luna brillante que intentaba sin lograrlo iluminar aquel territorio totalmente, y solo proveía una luz tenue tras la cual veía aquellos dos paisajes extremos que me daban al parecer como única salida, pero que a la vez solo representaban otro camino incierto y tal vez eterno, al cual no deseaba entrar. Esforzando mis ojos intentaba ver en lontananza para descubrir alguna salida alterna, alguna puerta que me regresara a mi estado inicial en las calles del centro.

Nada, no veía nada… esto cada vez parece más una prisión, es una suerte de limbo, un laberinto en medio de la ciudad, miraba a mi alrededor, y no descubría ninguna imagen… nada, absolutamente nada, era una ceguera tremenda, una sensación de abandono, seguía esforzando mis ojos, los frotaba con fuerza para intentar aclarar la vista, pero nada, absolutamente nada aclaraba mi panorama oscuro, la desesperación iniciaba una carrera en mi cabeza, nada era lógico, todo esto era semejante a una pesadilla, intentaba gritar, pero ningún sonido era emitido por mi garganta, pero si se hizo presente un fuerte dolor, en las cuerdas vocales.

Una sombra negra, con la forma de un perro grande se me presentó sin anuncio alguno, casi brinqué de terror, no estaba claro de qué tipo de criatura se me presentaba en este infierno… abrió su boca, grande, mostrando unos muy blancos dientes, que lanzaban brillos a la luz de la luna que iluminaba aquel lugar, el temor se iba apropiando de mí, pese a un gran esfuerzo que hacía, mi cuerpo temblaba y eso me daba aun más temor, pretendía estar muy quieto, para evitar que aquella criatura se percatara de mi presencia, para este momento no sabía si era amigo o enemigo, simplemente una sombra que se me antojaba amenazante.

Finalmente, mi garganta cedió, y un grito, fuerte como un trueno en medio de la tempestad salió de mi boca, toda la geografía tembló, y la sombra que yacía a mi lado volvió a mostrarse, sus dientes se hicieron aun más brillantes y blancos, otra vez el terror se apoderó de mí, no sabía exactamente que era, y el pánico me hizo temblar nuevamente.

Pronto aquella sombra me miró de frente, vi sus enrojecidos ojos, que lanzaban candela, un fuego que penetraba por mis ojos y me quemaba todo mi interior. Un fuerte dolor recorrió mi pierna, vi a aquella sombra abrir sus fauces y dar una fuerte mordida a mi pierna izquierda, un dolor como mil agujas recorrieron mi extremidad.

Un fuerte tirón de mi pierna me lanzó sobre la misma sombra, y de bruces nuevamente me hallé sobre aquel césped de sabor dulce, otra vez arrastrándome sobre mi vientre me encontré, pero un peso, como una lámina de metal me aplastaba la espalda.

Con gran esfuerzo levanté mi cabeza, logré ponerme de rodillas, y avancé sobre ellas un par de metros, tal vez, levanté mis manos tratando de asir algo en medio de la oscuridad reinante. Mis manos tropezaron con algo que semejaba un grueso lazo, una manila de algo parecido a una liana selvática, esto no lo había visto, solo era mi tacto, descubrí con placer, este objeto nuevo, esta podría ser una ventaja, recordé el viejo relato griego del hilo de Ariadna, entonces pensé que era el momento feliz de hallar una salida; tomé fuertemente la soga, y empecé a recogerla con mis manos, como quien sigue un camino desconocido, cuidadosamente la fui enrollando esta soga… y siguiendo el camino que me mostraba con cada segmento recogido… el aire se hizo liviano, po0día ahora respirar con más facilidad, pese a que la oscuridad aun no se disipaba, el camino que seguía, era un inmenso hoyo oscuro, negro, estaba ciego, y totalmente desubicado, pero la esperanza de hallar salida de este extraño foso, me hacía recobrar fuerzas… el tiempo transcurría, no sabía qué hora era, solo que habían pasado muchas horas, pero estaba tan oscuro que ni siquiera podía ver el reloj que llevaba atado a mi muñeca, calculé que habían pasado varias horas… debía ser medio día, pese a esta oscuridad tan densa, extrañaba para este momento ver el sol a plenitud, aquí todo parecía haberse detenido en una eterna media noche, a mi ya hasta los vestigios más pequeños de ebriedad habían pasado, sentía un sabor pastoso en mi boca, acre, y una sed desesperante, el alcohol siempre me produjo esta sensación al día siguiente, solo que esta vez no estaba en casa, y la confusión me aterraba cada vez más, continué mi camino siguiendo la soga.

Varios metros adelante, o eso calculé de acuerdo a cuantas brazadas de soga tenía entre mis brazos, una boca aun más oscura se abrió a mi paso, fue absolutamente imposible evadir este nuevo obstáculo, y sin remedio, y sin temor me entregué a este nuevo silencio, caí, por un túnel lleno de ecos, miles de voces, reunidas, un coro de iglesia, o una estación atestada de viajeros, pero ninguna figura, solo ese murmullo que crecía y crecía, hasta hacerse doloroso en lo más profundo de mi cerebro.

Al punto, en que el dolor de cabeza ya me llevaba a la desesperación volví a intentar un grito, ya no pidiendo ayuda, solo intentando como los murciélagos sentir si aquel foso contaba con límites… mi garganta se negaba, y mi susto era mayor. Sentí un taconeo que rítmicamente se acercaba desde algún lugar aun indefinido, pensé que estaba fuera de este lugar, sin embargo loa obscuridad era la misma, poco a poco el taconeo se fue acer5cando y creciendo, no solo en intensidad, sino en número, lo que en un principio fue el taconeo parejo de un solo ser, pronto se convirtió en la fuerte marcha de un ejército, que retumbaba en mi cabeza.

El tiempo… el tiempo, es muy relativo, pudo ser unas horas, unos minutos… no sé realmente, solo oía el retumbar de este ejército, pronto lo sentí casi sobre mi… me sobresalté mucho, que noche tan extraña… una voz, una voz aflautada y con un leve acento extranjero, pronto me escupió algunas palabras en mi rostro, parecía molesta, de un momento a otro gritaba y decía cosas, esta voz, venida con ese ejército taconeador me recriminaba, me gritaba, exigía respuestas… yo, callaba, mi asombro era superior al dolor de cabeza por la resaca y el taconeo intenso.

Intenté entonces levantarme, primero apoyé las palmas de mi mano en el cemento cálido, esto me sorprendió felizmente, pues ya no estaba en ese lugar de limo dulzón… pero tampoco me aclaraba mi nueva ubicación, de todas maneras, con mucho trabajo me puse de pié, solo para encontrarme en medio de un corrillo de personas vestidas de manera elegante frente a uno de los edificios de oficinas del centro de la ciudad, pude percatarme de la sorpresa causada a todos, me miraban con curiosidad, entonces dirigí una mirada a mi propio cuerpo, estaba hecho un desastre, mi ropa hecha girones, sin zapatos, con las medias rotas, y mucha maleza entre los dedos, como si hubiese arrancado la maleza de un jardín. Todos me miraban casi con lástima, estaba hecho un desastre. Miré a lado y lado, un hombre uniformado, con verde oliva me interrogó acerca de mi nombre… Enrique, creo… para este momento todo en mi eran dudas, busque si tenía algo a mano que me indicara mi nombre… nada… no tenía absolutamente nada, solo un profundo dolor en mi cuerpo, y mucha confusión en mi cabeza.

El hombre de uniforme oliva llevaba consigo un radio, lo tomó, dio un par de giros a las perillas, intercambió un muy breve diálogo con alguien al otro lado de la línea.

Al cabo de unos minutos, llegó un vehículo también de color oliva, con dos personajes con idéntica indumentaria. Ellos me hicieron un par de preguntas, que por obvias razones no logré contestar, mi cabeza solamente giraba y giraba sin cesar, no sabía nada, no entendía nada, ellos hablaban, pero yo no entendía, era como si de un momento a otro yo fuera un extranjero en mi propio cuerpo.

Entre los tres uniformados me ayudaron a ponerme de pie, fue muy difícil, pero finalmente lo logré, ahora me acercaron a su vehículo, me subieron en la silla de atrás, me recosté, luego encendieron el automóvil, y se inició un frenético correr ambientada por el intenso ulular de la sirena.

Ahora, estoy aquí, en este cuarto blanco y limpio, estoy conectado a una especie de monitor, no se escucha nada. Esta mañana una joven muy educada volvió a interrogarme, hizo varias preguntas, pero aun no se qué contestar, o mejor no tengo idea de nada.

Esta joven me dijo que mañana muy temprano vendrá un fotógrafo, y un par de periodistas de un diario local, todos, incluso ella tienen la esperanza puesta en que alguien a través de las fotografías y el relato, puedan discernir el misterio de acerca de quien realmente soy… si tengo casa, familia amigos o alguien que me auxilie, yo, únicamente recuerdo muchas puertas de roble… nada más.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario