miércoles, 30 de noviembre de 2016

POEMAS DE ROGELIO BUENDIA


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(14 de febrero de 1891, Huelva, España - 27 de mayo de 1969, Madrid, España)

La poesía de lo desconocido


 ¡Oh, la dulce delicia de lo incógnito
que se esfuma en las calles y en los campos!

¡Oh, el anhelar saber quién es la dama
que cerca de nosotros ha pasado,
oliendo a violetas o a caléndulas
o al perfume fragante de los nardos!

Delicia del anónimo inocente
que sin querer firmarse está firmado,
al hablar de unos celos y un amor,
por una temblorosa y blanca mano.

Curiosidad ingenua que tenemos
por unos ojos y un perfil románticos...

Pensamiento infantil de nuestra mente
al escuchar de noche ciertos pasos,
que nos hacen rezar estremecidos,
creyéndolos de brujas o de trasgos.

Música que se queda en la memoria,
sin que se sepa quién la habrá engendrado...

Versos que yerran por nuestro cerebro
y que locos acuden a los labios,
sin que jamás se sepa quién los hizo
sonar a río y trascender a prado...
-92-

Carreta que se oculta en la vereda
de rosas y de lirios del ocaso,
sin dejar más que surcos paralelos
que acabarán no se sabe dónde y cuándo.

¡Poesía sagrada de lo incógnito,
tienes tú para mí todo el encanto
de lo que se ha tenido y que se va,
y de lo que se espera y no ha llegado!

Serenata


 Árbol de sol colgando en la noche,
tu pelo caía,
escala de oro
por la ventana abierta.

La luna helaba, fría,
con su gumía
el cielo plafonado.

Nieve azul en la estrella
mayor, ojo de oro
sobre el negro absoluto.

La escala caía
de la ventana honda.

Decoración de noche,
de campanario y de estrellas.

Y la canción decía:
Sobre tus ojos se ha caído mi alma;
en el fondo, en el fondo
la veo, guija perdida en la laguna.

¿Qué vas a hacer de mí
si dentro
no tengo más que la penumbra,
como esta noche
metida está en la tierra?
¿Qué vas a hacer de mí, que vivo loco,
vacío de mí mismo?

Bosque de oro
que cuelgas en la noche,
luna aturdida en árboles de otoño,
mía sin serlo, sol de la noche.

Mi alma se cayó
en el fondo sombrío
de tus ojos de espejo.

Déjame que suba,
déjame que suba
por la rampa de oro
de tu pelo.

En el jardín, la risa de una estrella.

[La rueda de color]
    


Vuelo


 El árbol, la mañana, el pensamiento,
todo en azul volcado y construido;
todo en azul desde el primer momento:
la tierra, el corazón, el blando nido.

La sombra de la casa es amplia y queda
dentro de la caricia de su ambiente
un aroma de arroyo y de arboleda
que se entró con el aire y el relente.

El árbol, la mañana y este anhelo
de volar con los pájaros en vuelo
que no termine nunca. Con el nido

debajo de las alas, y en la rama
de un árbol y otro árbol, que la llama
de la canción revele su sentido.






 Tapiz marroquí


 El oro y el moro, y el fuego
que, detrás, pone el viento que quema.
El oro y el moro que teje
tapices de lanas y sedas.

Con aires de fuego están hechos
los rojos, los verdes y azules;
la lana trenzada y tejida
con brasas, de abril hasta octubre.

La brisa del Sur en invierno,
y el oro fraguado en la roca,
telares de ensueño refrescan,
y el dátil, surcando la boca.

El oro y el moro y el fuego
-la vieja y vivaz fantasía-
y como en las mil y una noches,
volando en la alfombra la vida.

    



Intermedio

 Por el cristal, la vida. Bajo mis pies, la tierra.
No hay nadie en la planicie erizada de lenguas
que forman las ardientes llamas de fuego.
Los árboles tundidos por los vendavales,
por los solazos y por las orugas serradoras.
La casa abierta a los planos verdes
y a los volúmenes de las casas y de las yerbas,
es un prisma irisado.
En cada muro blanco, toda clase de aves
y todas las flores del campo y del jardín,
que se entran por la puerta abierta,
por los limpios cristales que avanzan
como lentes para estudiar belleza.
Detrás de los cristales, abiertos ojos de cristal,
abiertas lentes,
penetradas por la primavera,
y cerradas, a medio abrir la persiana,
en estío, gritan los colores:
el azul del cielo que parece que se va a romper
como un búcaro gigante y frágil,
búcaro de cristal y de cansancio.
Flores a miles. Y en verde acuático, la estancia.
Y yo, siempre yo en soledad, solo.
El pie sale, el corazón se queda,
como el caracol de goma,
no se separa de su estancia.
¡Buenos días, mañana!


EL DOLOR DE ESCRIBIR

Escribir, porque el alma se concentra
y quiere decir cosas indecibles,
palabra que de rara no se encuentra,
cosas que nos parecen imposibles.

¡Escribir un soneto!… Y nuestra vida
se resbala en la pluma y se nos vierte
poco a poco la esencia y una herida
en el alma nos hace ver la muerte.

Y nuestra frente piensa y nuestra angustia
cayendo va en los yertos corazones
con la tristeza de una rosa mustia

que rimara en el viento un ritmo blanco
y que se deshojase en los rincones
de un viejo parque sobre un viejo banco.

«Cancionero diabólico», en Del bien y del mal, 1913.

SIEMPRE TÚ

¡Pero tú… eres Tú!
Paul Géraldy
Que los cañones bárbaros derrumben
las ciudades, que el águila se quede
bajo el hombre, que todos los misterios
se descorran ante el cerebro humano.
Tú siempre serás tú; que nadie nunca
te podrá destronar.

Los poetas irán en los motores
humeantes; dirán sus cantos líricos
por las ondas herzianas, y sus versos
tendrán polos –ánados y cátodos–
pero tú, serás tú, lo que ninguna
balanza pesará.

Todas las fiebres de venenos, todas
las fiebres de rencores, las perfidias
desatarán al mundo. Iremos todos
a un cataclismo horrible…
Pero tú
serás tú, siempre tú, y el polo único
de la belleza culminante, siempre
serás tú, siempre Tú.

El Liberal (Sevilla), 9 de octubre de 1919.

GRITO

Quiero cantar sin pausa
líricamente al desgaire,
como quiera hacer mi flauta
al entrar y salir del aire.

Quiero reírme sin sordina,
ampliamente, al sol del estío,
con esta risa divina
de este corazón tan mío.

Quiero bañar el alma en gozo
salvajemente, y saltar,
hasta tirar la angustia al pozo
y el prejuicio echarlo al mar.

Y, entonces, ir por los caminos
con la alegría en la mirada,
la voz llena de blancos trinos
y la sonrisa beatificada,

a decir que la vida es esto:
y el resto,
nada.

La rueda de color, 1923.

POEMA

Pez, pez, te escapas,
pez, pez, pez, te huyes,
te huyes de ti mismo
y tu sombra es tu cuerpo.

Pez, pez, te vas,
pez, pez, te escondes,
¿dónde y en qué sonrisa?
¿en qué rosado aire?

Mi mano te persigue.
¿Pez? ¡No pez! sonrisa.
Pez, pez. No pez. Un verso
que no pudo decirse.

Ventana abierta, en Poesía inédita y dispersa, 1999.

LOS VERSOS

Los versos son los niños
del alma que no pueden ser metidos
en cárceles ni en tristes calabozos
porque su vida es luz y es armonía
y juegan, inocentes, en los parques
de todos los alegres días de fiesta
que no se llaman lunes ni domingos.
Los versos son la gracia de la vida
y no pueden llevarse a sanatorios
ni comprimir en máquinas neumáticas
ni tundir con garrotes ni palabras.
Ellos cantan, rebrincan, dan sus gritos,
inocentes, lumínicos, radiantes,
en medio de las pistas blancas, como
titiriteros inconscientes que alzan
sus piernas alambres en sol y azules,
atrevidos, sin pizca de malicia,
sin temor al maestro de la escuela
ni al guardia de la esquina. Cantarinos
como el agua, mis niños, mis colegios,
en plena luz y en plena alegoría,
cantando siempre, van en una alegre
bandada como pájaros del cielo
que se posasen en la blanca nieve
donde hicieron sus nidos y se fueron
a todos los países del ensueño.
Venid, cogedlos. No los cogeréis,
porque, ¿quién ata un niño a un hombre duro?,
digo yo a los prosaicos hombres fríos
y a los que envidian, ¿quién en prisión mete
a los versos sencillos y fugaces
ni los ensartan como a muñecajos
con el filo cruel de un duro sable?

Ventana abierta, en Poesía inédita y dispersa, 1999.

POEMA

Te tira el dolor de las piernas,
te hinca lo feo su garra.
Ya quieres volar y no puedes,
hay algo que quiere añadirte
ideas de pan amasado
con cuajo que emporca la masa.
Los bajos y astrosos dolores
echados a ti te envanecen,
creyéndote físico tonto
que al fin triunfará de la muerte.
Por fin te has librado de todo:
del eco, del mal, de la nada.
Y sales, poema, tan limpio
e inútil, tan puro, que, clara
la luz que te trajo a la vida,
espejo o arroyo,
de ti se engalana.


1.
Rueda de color
parasol del cielo
plegado en la tierra
camello que gira
en el blanco del desierto



2.
Camello de oro
en el horizonte
Áspides de ojos
de colores

3.
Zambra de estrellas
lanzaba sus sones
en la algarabía
de la noche

4.
La estrella esmeralda
brillaba en el monte
pabellón de oro
cantando en el bosque

5.
En el hemisferio
de la luna oculta
estaba mi alma
oscura
esperando otra luna

6.
Y daba la vuelta
sin más que la voz
que tiene la boca
de una flor

7.
La flor huía
la flor se iba
como la nube
por la rampa azul
del cielo sube

8.
Rueda de color
parasol del cielo
el barco llevaba
la palabra dentro

9.
La rueda que huía
como va la nube
que la rampa azul
del cielo sube

10.
El camello
con su paso de oro
llenaba de luz el desierto

11.
Rueda de color
alminares
de rubíes en celo
sobre montes de aire


12.
Montes de gaviotas
sobre el mar anidados
deshechos en los cielos
en mil pedazos
de papeles blancos

13.
Montes de loros verdes
anidados en árboles
en vuelos de hojas
por el tapiz azul del aire

14.
Montes de estrellas
en el nido del cielo
que en arandelas de oro
brillaron y se fueron

15.
Rueda de sol
la sombra del camello
metaliza de luces
la falda clara del desierto



Desde lo alto del depósito
del agua de cementación,
adonde se convierte en cobre
al hierro y hasta el corazón,

desde esta altura en que corre
el agua como un torrente de berilio
y en que se escuhan estas sístoles
en medio de solemne sigilo,

se ven los ríos que se pierden
entre la gris pirita,
el monte de óxido de hierro
y la hilera de vagonetas que pita.

Oh el agudo chillido de los raíles
y de las ruedas sin aceite...
Es un ruido que es un dolor físico
mezcla de angustia y de deleite.

La torre de ladrillos, cuadrilonga,
de los hornos; afirmación moderna
con el airón guerrero de plumaje
color de ópalo noble...Y la galerna

que ruge dentro del taller oscuro...
y el circo de la corta... Lucha cruenta
del homnbre con la piedra fuerte...
¡Y una agonía lenta!