martes, 30 de julio de 2019

POEMAS DE LUIS PALÉS MATOS


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A GLORIA MARÍA MADRAZO


Cuando puedas leer lo que hoy te escribo,
Ya yo estaré muy lejos
Por remotos caminos,
En el último viaje sin regreso...
Para entonces te digo:
Toma a tu hermosa madre de modelo;
Ella es aire y es luz y es melodía,
Y es levedad, ternura y sentimiento.
De su mano, ligera cual la nube,
Alada como el céfiro,
Irás por claros mundos de armonía,
Azules mundos de quimera y sueño.
Y toma de tu padre
Su gran bondad de corazón abierto,
Su generoso espíritu de lucha
Que infunde un goce límpido al esfuerzo.

Flanqueada así, ya puedes
Desafiar los abrojos del sendero,
Pues tu padre y tu madre están contigo,
Y la fe y el amor están con ellos.

FIEBRE


Hay un fuerte magnetismo en las estrellas...
Cuando pegan su blancura en el zafir,
un vigor insoportable fluye de ellas
y nos dice, “¡Qué ridículo es vivir!

al decirnos, Tú eres pobre prisionero,
que no sabes ni pensar, ni oír, ni ver;
muere y vuela a nuestro inmenso alfiletero
y serás un metafísico alfiler.

Es entonces cuando el alma punza y vela;
es entonces cuando el alma se rebela
contra el burdo calabozo material,

y sentimos, brutalmente soberana,
repugnancia a nuestra sucia carne humana
¡y una aguda comezón espiritual!

MATICES


Para un suave poeta:
a Nicolás Blanco

              I

Una risotada
en todas las cosas
sobre la enramada
de las pomarrosas;

en el océano
que tiembla de gozo,
bajo el beso sano,
tibio y amoroso

de la luna llena,
que se muestra plena
de anhelos febriles,

cuando los celajes
pasan, cual mirajes
de cosas sutiles.

              II

Anhelo de agua
cristalina y pura,
bajo de la fragua
que da calentura

del sol irritante
que en el cenit brilla
como centelleante,
pupila amarilla.

Un hálito de horno
agranda el bochorno
que en todo se siembra,

y brilla el desmayo
al canto de un gallo
llamando a su hembra.

              III

Las hojas muriendo
pálidas y mustias
van al alma hiriendo
como haces de angustias,

y la brisa queda
en sus blandos giros
un tropel remeda
de amantes suspiros.

Mariposa blonda
silenciosa ronda
el jardín exiguo,

mientras la memoria
recorre la historia
de un recuerdo antiguo.

              IV

Desprovistos de hojas
los árboles viejos
dan al viento dejos
de ocultas congojas.

Lentos los salterios
vierten su tristeza
entre la pereza
de los monasterios

Bajo la nevada
parece que nada
de vida palpita,

y fulge la luna
como el alma de una
nostalgia infinita.


MEDIA NOCHE


Este silencio lleno de morfina
goza un mareo de profundidades,
donde el alma poética se inclina
atisbando soñadas claridades;

y se pierde en la sed, de una divina
procesión de simbólicas beldades:
novia blanca, y azul, y cristalina,
novia llena de espiritualidades.

Las doce de la Noche. Muy aprisa
pasa el arco invisible de la brisa
sobre el cordaje rudo de la fronda;

y el soñador bohemio, bajo una
borrachera, vacua ante la luna
que le clava su hostia pura y honda.


ENSOÑACIÓN


Por el cuadrado de una ventana de nuestra escuela
que de soslayo me ríe toda su claridad,
miro el paisaje chillón y viva, de un azul hondo
y una sencilla calma de infante diafanidad.

El cielo limpio, de vez en cuando, se mancha en una
de esas blancuras puras y llenas de santidad,
con que el celaje tiñendo el dombo del firmamento
risueña el éxtasis con su ternura de castidad.

Mientras discurre par la pizarra la geometría
le nacen alas de ibis al ave del alma mía,
y de la escuela me voy muy lejos, a una regióny

donde es más fresca la gran mejilla de la mañana,
y sollozando sobre las notas de la fontana,
me aguarda inquieta la dulce novia del corazón.


PUEBLO


¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!
Aquel viejo notario que se pasa los días
en su mínima y lenta preocupación de rata;
este alcalde adiposo de grande abdomen vacuo
chapoteando en su vida tal como en una salsa;
aquel comercio lento, igual, de hace diez siglos;
estas cabras que triscan el resol de la plaza;
algún mendigo, algún caballo que atraviesa
tiñoso, gris y flaco, por estas calles anchas;
la fría y atrofiante modorra del domingo
jugando en los casinos con billar y barajas;
todo, todo el rebaño tedioso de estas vidas
en este pueblo viejo donde no ocurre nada,
todo esto se muere, se cae, se desmorona,
a fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas.

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo!
Sobre estas almas simples, desata algún canalla
que contra el agua muerta de sus vidas arroje
la piedra redentora de una insólita hazaña...
Algún ladrón que asalte ese banco en la noche,
algún Don Juan que viole esa doncella casta,
algún tahúr de oficio que se meta en el pueblo
y revuelva estas gentes honorables y mansas.

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!

SIC EGO


Yo soy un amplio personaje:
albino lienzo de un paisaje
que el Todo unta en mi interior,
y cuya suavidad de raso,
chupa en la llaga del ocaso
el vino rancio del dolor.

Rabí Jeschona (mi maestro)
me dijo el santo Padre Nuestro,
pero también de él aprendí,
tocado de un amor profundo,
llorar a veces para el mundo
y reír siempre para mí.

Yo vivo una filosofía
toda contraste, anomalía,
pero que es muy original...
Yo fui beato mosaísta;
me consagré maniqueísta;
y caté el virus racional.

Bostezo frío escepticismo,
y tengo orgullo de mí mismo
porque me siento universal;
y encuentro que este vano orgullo,
empieza en chispa de cocuyo,
y acaba en lumbre de fanal.

Oculto cien remotas vidas
en mis cien lenguas, escondidas,
cual las de mítico dragón,
y cuando mueven su teclado,
yo permanezco ensimismado
sufriendo tanta confusión.

Entonces me imagino enorme...
Mas ¡ay! la falta de armonía
me empuja, unánime, a creer,
que es una enormidad deforme
la escandalosa algarabía
que canta dentro de mi ser.

Rijo la sonda de mi Ojo,
mezcla egoísmo, fiebre, antojo,
en mi honda personalidad,
y de mí mismo al extraerla,
sale borracha de una perla
de enbeodante claridad.

Perla divina, perla fina:
zarco suspiro de neblina,
lleno de Psiquis y ebria de
esencia vagamente antigua:
sándalo y ámbar... Gota ambigua
de caridad, ensueño y fe.

Entraño muchas cosas raras:
borrosamente, surgen caras
en mi simbólico Telar...
Dejo la magia de la Aguja,
y mi Ego, fosco, se arrebuja
en su vesania singular:

ora un entierro que negrea
por la calleja de una aldea,
bajo silencio de ataúd,
donde despliega la levita
una tiniebla de bendita
y filosófica actitud.

Ora un convento solitario,
dulce de miel de evangeliario
y tístico de soledad,
donde una pálida novicia,
suda el labio al caricia
de su ambagiosa enfermedad.

Un petimetre vulgarote...
ora un sublime don QUIJOTE,
niño en su estupidez pueril;
ora un don SANCHO, gordo y viejo,
en cuya panza arde el reflejo
de oro clásico y sutil.

Un sacerdote grave, austero;
que (ultra-humano pebetero)
gotea fragancias de perdón:
De los pecados yo te libro...
y entreabre, como un libro,
la inmensidad del corazón.

Un caballero muy galante,
dice bien y lleva un guante,
y luce flor en el ojal...
Tenorio audaz de mil amores,
que en la promesa de las flores
apaga el brillo del puñal.

Vergeles rubios y tranquilos,
enmelenados por los hilos
del jeroglífico estelar,
en donde cunde la apoteosis
láctea en insomnio y en coloris,
de anemia crónica y lunar.

Pasa el desfile de visiones,
ceremoniado de emociones
que erupta, opíparo, mi yo...
Se desconotorna la emotiva
virginidad de perspectiva...
y, el HOmbre en mí, resucitó...

Y otra vez hombre, rudo y feo
pira voraz en su deseo
de reventar contra el nivel
estoico y fijo de la vida...
La viad que es una bebida
de agua de azúcar y de hiel.

Yo anhelo el choque formidable
de lo invisible y lo palpable,
en el cannubio sepulcral:
quiero estrellar mi pobre nao,
y dinfundirme, como un vaho
dentro del Alma Universal.

Yo soy un amplio personaje:
albino lienzo de un paisaje
que el Todo unta en mi interior,
y cuya suavidad de raso,
chupa en la llaga del ocaso
el vino rancio del dolor.

Bostezo frío escepticismo,
y tengo orgullo de mí mismo
porque me siento universal;
y encuentro que este vano orgullo,
empieza en chispa de cocuyo,
y acaba en lumbre de fanal.


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