Ropa limpia
Le besé la mano y olía a jabón:
yo llevé la mía contra el corazón.
Le besé la mano breve y delicada
y la boca mía quedó perfumada.
muchachita limpia, quien a ti se atreva,
que como tus manos huela a ropa nueva.
¡Besé sus cabellos de crencha ondulada:
si también olían a ropa lavada!
¿A qué linfa llevas tu cuerpo y tu ropa?
¿En qué fuente pura te lavas la cara?
Muchachita limpia, si eres una copa
llena de agua clara.
Decadentismo
Mi musa oscura
de ojos ya velados, ya videntes;
mi musa de fracaso y de belleza,
se ha aferrado a los versos decadentes
por lo bien que disfrazan su locura
y por lo bien que expresan su tristeza.
¿Las prosas? No; las prosas
no se toman como unas mariposas.
Solo los hombres siembran en el llano,
pero hasta un niño enfermo corta rosas.
¡Los versos de una triste poesía!
Dejad la prosa para el hombre sano,
capaz de la unidad y la armonía
y capaz de las vastas concepciones.
Nosotros, decadentes,
llevamos inclinadas nuestras frentes
para escuchar a nuestros corazones.
¿Qué fuera de nosotros, los dementes
que arrojamos semillas en el yermo,
clavados en los potros
del nerviosismo de este siglo enfermo,
sin nuestras pobres quejas decadentes?
¿Qué fuera de nosotros?
Linfa que sangre fue, miembros cenceños,
este decadentismo es la retorta
en que una falsa alquimia arroja nombres
de similor, en barajar de sueños.
¿Que es femenil la queja? Y bien, ¿qué importa
si ya no somos hombres?
1914
El demente
Sombra es enfermedad. Las almas sanas
son luminosas como las ventanas.
La dicha es la bondad. Las almas buenas
son sin dolor como las azucenas.
Todas las almas blancas son serenas.
En mí existieron floraciones malas;
hubo en mi corazón cortezas duras;
y un día en mi razón sentí unas alas,
unas alas oscuras,
que se llevaron todas las escalas
y me dejaron todas las locuras.
Mis brazos abrí en cruz, como un arbusto
seco, sin una queja ni un reproche.
Porque hay pecado en mí, yo sé que es justo
que en mí aniden las aves de la noche.
1914
El beodo
Vivo una vida miserable, completamente artificial.
Manda en mis actos no el cerebro sino la médula
espinal.
Mi cuerpo se ha hecho transparente como una copa
de cristal
y transparenta un alma loca, sin la noción de bien
ni mal
en la que ha muerto ha tiempo el hombre y
sobrevive el animal.
1914
El poeta
De todas esas almas de cristales
recogí los dolores inmortales.
Nada más doloroso que yo existe.
Yo soy amante, beodo, loco y triste.
1914
Ya tengo medio siglo y sin embargo…
Ya tengo medio siglo y sin embargo
los ojos se me van tras las muchachas.
He seguido a mis hijas en la calle
si no me dan la cara.
¿Qué hacemos, corazón, porque envejezcas?
¿Cuándo envejeces, alma?
He amado sucesivas floraciones
del mismo tronco o de la misma rama
y dirigí cumplidos a las nietas
de las mujeres en un tiempo amadas.
Pues soy como la tierra: nunca viejo
y muy capaz a todas de guardarlas.
Siento el influjo de la primavera
como si fuera el suelo de mi patria.
Ya tengo medio siglo y sin embargo
los ojos se me van tras las muchachas.
La vida cuelga
La vida cuelga en todas partes:
cuelga en los brazos de una madre
y en las ramas de un árbol
y aun de las manos de una estatua de mármol
hecha nidos de golondrinas.
La vida cuelga por doquier.
Y las columnas de la vida
son el manzano y la mujer.
La vida cuelga en las tetas de las vacas
y en los bolsones de libros de las colegialas.
La vida cuelga
en los festones de las enredaderas
y en las ramas de la noche con
sus frutos de estrellas.
La vida cuelga por doquier
y las columnas de la vida
con el manzano y la mujer.
Ella es una muchacha muy gorda y muy fea…
Ella es una muchacha muy gorda y muy fea;
Pero con un gran contento interior.
Su vida es buena, como la de las vacas de su
aldea,
Y de mí posee mi mejor amor.
Es llena de vida como la mañana;
Sus actividades no encuentran reposo
Es gorda, es buena, es alegre y es sana;
Yo la amo por flaco, por malo, por triste y por
ocioso.
En mi bohemia, cuando verde copa
Se derramaba, demasiado henchida,
Ella cosió botones a mi ropa
Y solidaridades a mi vida.
Ella es de esas mujeres madres de todos
Los que nacieron tristes o viven beodos;
De todos los que arrastran penosamente,
Pisando sobre abrojos, su vida trunca.
Ella sustituyó a la hermana ausente
Y a la esposa que no he tenido nunca.
Cuando se pone en jarras, parece un asa
De tinaja cada brazo suyo; es tan buena ama de
casa
Que cuando mi existencia vio manchada y helada y
destruida
La lavó, la planchó, y luego, paciente,
La cosió por dos lados a la vida
Y la ha tendido al sol piadosamente.
Ananké
Cuando llegué a la parte en que el camino
se dividía en dos, la sombra vino
a doblar el horror de mi agonía.
¡Hora de los destinos! Cuando llegas
es inútil luchar. Y yo sentía
que me solicitaban fuerzas ciegas.
Desde la cumbre en que disforme lava
escondía la frente de granito,
mi vida como un péndulo oscilaba
con la fatalidad de un “está escrito.”
Un paso nada más y definía
para mí la existencia o la agonía,
para mí la razón o el desatino…
Yo dí aquel paso y se cumplió un destino.
Tomado de:
https://ciudadseva.com/autor/rafael-arevalo-martinez/poemas/
Aurretrato
Un árbol luengo, deshojado y seco,
pero que enhiesto, sigue todavía;
una culebra en línea vertical;
un poste de telégrafo en la vía,
eso soy por mi bien o por mi mal.
Soy un hombre de chicle que los dioses
del Popol-Vuh jalaron de los pies
y la cabeza a un tiempo: y que, después
(entre risas y toses,
al mirarlo tan largo y tan delgado)
sin reparar su mísero destino,
dejaron a la vera del camino,
irreal y abandonado.
El Señor que lo veía
Porque en dura travesía
era un flaco peregrino,
el Señor que lo veía,
hizo llano mi camino.
Porque agonizaba el día
y era cobarde el viajero,
el Señor que lo veía,
hizo corto mi sendero.
Porque la melancolía
sólo marchaba a mi vera,
el Señor que lo veía,
me mandó una compañera.
Y porque era la alma mía
la alma de las mariposas,
el Señor que lo veía,
a mi paso sembró rosas.
Y es que sus manos sedeñas
hacen las cuentas cabales
y no mandan grandes males
para las almas pequeñas.
El caricaturista Mom Crayón (José C. Morales) Caricatura de Rafael Arévalo Martínez
Tiene una vista aviesa; una vista embozada
en un párpado grueso. Parece su mirada
una mano con guante que ha blandido una espada.
Cámara fotográfica es su oscura retina.
Es bajo. Es su cabello negro como la endrina;
tiene un rostro moreno: fue algo de tinta china
que un día de trabajo cayó de su paleta,
porque tuvo la audacia de trazar mi silueta
sin recordar que siempre fue inviolable un poeta.
Es hombre que en la mano mantiene el corazón;
pero en el ancho óvalo de su rostro, un burlón
lineamiento, nos miente con su ruda expresión.
Su mirada de acero corta como un cincel.
A pesar de su fuerza me he batido con él:
yo blandía un soneto y él blandía un pincel.
Fueron armas corteses. En la cámara oscura
de sus ojos burlones le quedó mi figura
y sentí el botonazo de una caricatura.
Tomado de: