sábado, 21 de marzo de 2015

POEMAS DE GOETHE

Poema Balada De Mignon de Johann Wolfgang von Goethe

¿Conoces tú la tierra que al azahar perfuma
do en verde oscuro brillan naranjas de oro y miel,
donde no empaña el cielo caliginosa bruma
y entrelazados crecen el mirto y el laurel?
¿No la conoces? dime.
Es allí, es allí
donde anhelo ir contigo
a vivir junto a ti.
¿Conoces tú el palacio que un rey pomposo habita,
con pórtico y salones que alumbra tanta luz?
Y príncipes de mármol, que al verme: «¡Pobrecita!
diránme; ¿qué te has hecho? ¿de dónde vienes tú?»
Es allí, es allí
do quiero estar contigo
y vivir junto a ti.
¿Conoces tú aquel monte que une al abismo un puente,
que escalan las acémilas en lenta procesión,
donde retumba el trueno e hidrópico el torrente
se precipita altísimo con resonante son?
¿Conóceslo, oh maestro?
Por ahí, por ahí
anhelo irme contigo
a vivir junto a ti.
Versión de Rafael Pombo

Poema El Trovador de Johann Wolfgang von Goethe

Was hör Ich drauzen vor den Thor
Was auf der Brücke schallen?
¿Qué acento afuera del portal resuena?
¿Qué rumor de la fuente el aire agita?
Dejad que el canto que el espacio llena
en la real estancia se repita.
A la voz de su rey, que así lo ordena,
el paje a obedecer se precipita,
y cuando vuelve, dice el soberano,
haced entrar al trovador anciano.
¡Salud! hidalgos y gentiles hombres,
¡Salud! señoras de belleza rara,
de tanta estrella, ¿quién sabrá los nombres?
¿Quién se atreve a mirarlas cara a cara?
Humilde corazón no aquí te asombres
ante esplendor y pompa tan preclara,
y ciérrense mis ojos que para ellos
no han de ser espectáculos tan bellos.
Cierra los ojos y del arpa brota
bajo su mano, excelsa melodía
que con el canto confundida flota
en raudal de purísima armonía.
Versión de Santiago Pérez Triana

Poema El Rey De Los Elfos de Johann Wolfgang von Goethe

Van cabalgando en altas horas
entre la lluvia y el misterio,
y como el niño está miedoso
lo arrima el padre contra el pecho.
-¿Qué tienes, hijo, que así tiemblas?
-Al rey de los silfos contemplo
con cetro real y manto undívago.
-Solo son nieblas por el cielo.
-Vente conmigo, niño hermoso,
a mi palacio azul de ensueño;
Con trajes de oro y pedrería
en los pensiles jugaremos.
¿No sientes, padre, cuál me llama
con dulces voces en secreto?
Deja el temor. Lo que tú escuchas
son hojas secas en el suelo.
¿Por qué demoras? De mis hijas
tendrás los mimos y los besos,
y con sus cantos y sus danzas
te arrullarán entre tu lecho.
Del rey las hijas no contemplas
en la penumbra, a lo lejos?
-No llores más… Son lentos sauces
que se columpian en el viento.
-Si tú no vienes, a la fuerza
te tomaré porque te quiero.
-Me ahoga, padre, entre sus brazos
el rey de los silfos, violento…
Aguija entonces el caballo
y asiendo aún más al pequeñuelo
llega a su hogar… Cuando se apea
halla, oh dolor, que el niño ha muerto…
Versión de Nicolás Bayona Posada

Poema Ganimedes de Johann Wolfgang von Goethe

En tu luz matinal como me envuelves,
¡oh primavera amada!
Con todas las delicias del amor,
entra en mi pecho
tu sacro ardor de eterna llamarada;
¡oh infinita Belleza:
si pudiese estrecharte entre mis brazos!
Recostado en tu pecho languidece
mi corazón; de musgos y de flores
dulcemente oprimido, desfallece.
Tú apaciguas mi sed abrasadora,
¡oh brisa matinal y acariciante!
mientras el ruiseñor enamorado
me llama entre la niebla vacilante.
Ya voy, ya voy, y ¿adónde?
¡Ay! ¿Adónde? Hacia arriba, ¡siempre arriba!
Flotan, flotan las nubes o descienden
y abren paso al amor de ímpetu fiero.
A mí hacia mí, contra tu ser, ¡arriba!
¡En abrazo sin par, arriba, arriba!
Contra tu corazón, ¡oh dulce padre,
oh inmenso padre del amor fecundo!
Versión de Guillermo Valencia

Poema Elegía De Marienbad de Johann Wolfgang von Goethe

¿Qué me reserva el devenir ahora
y este hoy, en flor apenas entreabierta?
Edén e infierno mi inquietud explora
en la instabilidad del alma incierta.
¡No! Que al cancel de la eternal morada
los brazos me transportan de mi amada.
Cruël y dulce el ósculo postrero,
almas gemelas, al herir, desprende;
mi pie vacila ante el umbral severo
que un querube flamígero defiende.
Mi ojo impasible ante la vía desierta
ve las selladas hojas de la puerta.
¿Finó ya el orbe? ¿Sus rocosos muros
no se coronan ya de sombra santa?
¡La mies no grana? ¿Prados verdeoscuros
ya no cortejan al raudal que canta?
¿Ni ante el mundo prolífero se extiende
la comba astral que el devenir defiende?
Como para agradarme -cual solía-
ella se empina en el umbral, rïente,
y me da gota a gota su alegría
y se me anuda en ósculo ferviente.
Sobre mis labios me grabó su beso,
con llamas, añoranza y embeleso.
En lo más noble nuestro ser cultiva
anhelos de rendirse a lo inefable
por honda gratitud que el don no esquiva
al Ser puro, a lo Eterno inexpresable.
Llemémosle Bondad; yo a su clemencia
me acojo y me diluyo en su presencia.
«Haz como yo; cotéja el breve instante
con tu grácil cordura; no apresures,
tómalo a punto, dúctil, insinuante,
ya que en la acción o en el amar perdures.
Si vistes de candor en el conflicto,
serás hombre cabal y un héroe invicto>,.
¡Vano hablar, pensé yo, si un Dios te ha dado
el minuto feliz por compañero!
Todo ser, junto a ti, predestinado
se siente, no mi sino lastimero.
Me espanta tu decir: dejar tu lado
es un alto saber que no he logrado.
Lejos ya estoy. ¿Qué me dará el instante
fugaz? ¡Quién sabe! Mágico tesoro
para crear Belleza. Como Atlante,
me doblo al peso… y me deshago en lloro.
De fuga en fuga, en fútiles andares
y, por alivio, lágrimas a mares.
¡Fluyan y rueden sin cesar! La llama
jamás se apagará, que me devora;
crepita, y por mi pecho se derrama
do muerte y vida traban lid ahora.
Para el dolor del cuerpo hay plantas buenas,
y a mí me ahogan inacción y penas.
Ya perdí el Universo y me he perdido
a mí mismo -yo, amado de los dioses-
su Caja de Pandora me han vertido,
rica en gajes u horóscopos atroces.
Me tientan con la pródiga cascada
de los goces… y me hunden en la nada.
Versión de Guillermo Valencia

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