martes, 17 de marzo de 2015

Reportaje Especial: Iglesia de la Liberación en Colombia. Una Iglesia desafiada por la profecía

19.05.10 - COLÔMBIA
Reportaje Especial: Iglesia de la Liberación en Colombia. Una Iglesia desafiada por la profecía
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Por Héctor Torres, para ADITAL
Director de la Revista Utopías, en BogotáA- UN POCO DE NUESTRA HISTORIA
El choque entre liberales y conservadores en Colombia viene de lejos, así como el casamiento de la iglesia oficial con estos últimos. Ya en el siglo XIX, cuando se impuso el Partido Conservador en las elecciones de 1884, tras breves períodos de victorias liberales, incluyendo medidas contra los eclesiásticos, -como la expropiación de bienes de "manos muertas", como se llamó a las abundantes propiedades de diócesis y conventos (esclavos, tierras y edificios), la libertad de los esclavos, la educación laica, la separación Iglesia-Estado y hasta de la expulsión de un Arzobispo, hermano de un liberal radical, Monseñor Mosquera-, el Presidente Núñez favoreció y restableció las relaciones estatales con la Iglesia.

Firmó el Concordato de l887, lleno de viejos y nuevos privilegios, comenzando por declarar el catolicismo como la religión oficial del Estado y de la Nación. En 1903, el Congreso decidió que el Presidente hiciese la Consagración de la República al Sagrado Corazón, todos los años, en la Catedral de Bogotá, como Acción de Gracias por el final de la Guerra de los Mil Días (1899-1902), que produjo más de cien mil muertos, cuando el país apenas tenía 4 millones de habitantes.
En esta guerra tuvo intervención no muy santa, en el sur del país, el entonces Obispo de Pasto y hoy Beato Ezequiel Moreno. La República Conservadora (1884-1934) fue siempre favorable a las disposiciones de la Iglesia. Pero con el triunfo liberal en 1934, se ventilaron nuevamente ideas y leyes en la perspectiva del liberalismo, como por ejemplo, la Ley de Tierras (1936) o la legislación a favor de la clase trabajadora, que no gustaron a los conservadores, incluyendo los eclesiásticos. Para las elecciones presidenciales de 1938, el Arzobispo de Bogotá, Ismael Perdomo (está en proceso de beatificación), propuso su candidato conservador, que no ganó.
Se fue gestando así, poco a poco, un ambiente de guerra ideológica y antiliberal, predicada desde los púlpitos civiles y religiosos, que estalló en el período que conocemos como "La Violencia"(1946-1964), que dejó más de 200.000 muertos y el primer gran desplazamiento de los pobres del campo. En ese sistema intolerante no cupo, por ejemplo, el intento fallido (finales de los años 30) de organización de jóvenes trabajadores en la Juventud Obrera Católica (JOC), fundada en Bélgica pocos años antes, por quien fuera después el reconocido Cardenal Cardinj. En ese ambiente enrarecido nació la Unión de Trabajadores Colombianos (la ya desaparecida UTC), fundada por los jesuitas y apoyada por la Jerarquía, para hacerle contrapeso a la Central de Trabajadores de Colombia (CTC), orientada por el Partido Liberal y con influencia socialista. 1957: Conciliación con el Partido Liberal Entre 1934 y 1946 se impuso la "República Liberal". Todo el "establecimiento" conservador, civil y religioso, se le vino encima. En los púlpitos se pronunciaron sermones profundamente intolerantes y justificadores, desde la voluntad de Dios, de la lucha contra los liberales. Nuevamente sobresale un Obispo, Monseñor Miguel Ángel Builes, quien enseña que es pecado mortal ser liberal y prohíbe, también bajo pecado, leer el periódico de los liberales, El Tiempo, en su diócesis.
Cuenta la historia, que los liberales católicos (la mayor parte de los liberales eran fieles creyentes), pasaban a la diócesis vecina para leer el periódico, sin incurrir en pecado mortal. En 1946 ganan los conservadores y comienza la etapa de persecución, desde el Gobierno, contra los liberales, socialistas y comunistas, utilizando a la Policía. El 9 de abril de 1948 cae asesinado, en pleno centro de Bogotá, el líder liberal, progresista y carismático, Jorge Eliécer Gaitán.
Las calles de Bogotá viven la revuelta popular. Tranvías y edificios arden en llamas, incluyendo el Palacio Arzobispal, lo que significa que había un odio reprimido contra la clerecía. Se abre definitivamente la etapa de "La Violencia". Los jefes liberales promueven la formación de la guerrilla liberal, que fue también germen de la actual guerrilla. Este enfrentamiento de once años que, entre 1946 y 1957 costó 200.000 vidas, no sirvió de referencia para evitar esta otra larga guerra que vivimos desde 1964.
Los dueños del país no quisieron ceder en las reformas estructurales que el país necesitaba. La situación se agravó porque, desde los años setenta, la clase política se dedicó a vivir, abiertamente, de la corrupción pública (para muchas personas, ser funcionario público no es un servicio sino un negocio) y de las prebendas de los "señores" de los carteles crecientes del narcotráfico, a tal punto que el Presidente Samper (1994-1998) fue elegido con dineros del Cartel de Cali. Es preciso recordar que monseñor Isaías Duarte, Arzobispo de Cali, fue asesinado en marzo de 2002, por levantar su voz contra la filtración de dineros de los narcotraficantes en la última campaña electoral para el Congreso. En 1953 sobreviene el golpe militar del General Gustavo Rojas Pinilla (conservador), para "pacificar" el país. La Iglesia lo ve con buenos ojos. El Dictador decide pronto durar largo tiempo en el Gobierno, desconociendo a los partidos, amén de las medidas dictatoriales que impone. Los jefes conservadores y liberales deciden retomar el Poder. Los dueños de la economía le pagan a los trabajadores para que hagan paro nacional y salgan a las calles. Fray Severo Velásquez, franciscano, levanta su voz contra el Dictador, desde el templo de la Porciúncula. Rojas renuncia en el amanecer del 13 de junio de 1957.
Las cabezas del Establecimiento firman el pacto del Frente Nacional, en 1957, en España, para repartirse el Estado durante un lapso de 12 años. El Frente Nacional significó para la Iglesia Institución, la conciliación con el Partido Liberal, con el cual había estado "en guerra" desde el siglo XIX, cuando el naciente partido enarbolaba las ideas liberales que nuestra Iglesia siempre rechazó y condenó. (El Vaticano condensó en el Syllabus de 1864 el listado de los "errores modernos"). Vale la pena recordar que siempre la Corona española había sido pródiga en privilegios para obispos, clero y comunidades religiosas.
El Partido Liberal asume trazos conservadores, abandona sus reivindicaciones modernizantes y se concilia con la Institución Eclesiástica, que en adelante no sólo adornará los principales actos públicos de unos y otros, sino que levantará su voz contra quienes atenten contra el nuevo pacto, tanto en la sociedad como en la misma Iglesia. En 1973 se firma el actual Concordato con la Santa Sede. (Todavía en 1974, el Presidente López Michelsen (1974-1978) tuvo que derogar el decreto de nombramiento de una gobernadora que ya había posesionado del cargo, en la persona de una señora casada por lo católico, separada, pero viviendo en unión libre. El Arzobispo de Manizales consideró que era una ofensa a un país católico).
En los años sesenta, mientras en otros países las iglesias se preparaban para el gran acontecimiento del Concilio Vaticano II e iban asimilando su espíritu, la Iglesia de nuestro país siguió las noticias, asistió, pero no lo entendió, no lo asumió y no lo practicó, salvo en las cosas litúrgicas. Esta Iglesia, paternalista, asistencialista, acostumbrada a los privilegios y conservadora en teología e ideas políticas, será sacudida por fuertes temblores proféticos apenas cerrado el Concilio. Pero su estructura no cambiará porque su capacidad antisísmica estaba hecha a toda prueba.
B- LA IGLESIA LIBERADORA
Hablar de la Iglesia Liberadora en Colombia, es hablar de un caso atípico en el Continente. Su génesis se hizo siempre en medio de una gran conflictividad con las autoridades eclesiásticas y ante la indiferencia e inclusive rechazo del clero y de la Vida Consagrada. El conjunto del pueblo creyente ha vivido en el analfabetismo teológico, que le impide participar, todavía hoy, en debates eclesiales.
Esta Iglesia solidaria con la vida de los sectores populares empobrecidos y con las luchas de sus movimientos sociales, fue pionera y abrió caminos en otros países e iglesias, pero se le cerraron los propios. Su atipicidad se explica por las particularidades propias de la historia político-religiosa de un país en el cual quedó fallida la modernización liberal. Este vacío repercutió y repercute todavía hoy en el pueblo colombiano.
Los cambios significativos en las sociedades obedecen a diferentes factores. En el caso eclesial colombiano no es fácil medir la influencia que han tenido los aportes de la Iglesia liberadora en toda la Iglesia y en el país, pero sí los ha habido y los sigue habiendo. Entendemos por Iglesia Liberadora, el conjunto de personas (laicas/os, religiosas/os, sacerdotes, obispos, pastores), organizaciones, instituciones, parroquias, pastorales sociales, etc., con una visión crítica y analítica de la realidad nacional y con una visión teológica y pastoral que no sólo busca la renovación de la Iglesia, según el Evangelio de la Liberación (Lucas 4, 16-20) y el espíritu del Concilio Vaticano II, sino el cambio de las estructuras políticas y económicas, desde las necesidades básicas de las mayorías populares. Esa Iglesia así concebida sigue viviendo en invernadero en algunas partes o en compromisos fuertes en otras. Toma rostros múltiples y va por "mil" caminos. Así vive y sobrevive. En unas partes se levanta contra la guerra y acompaña a las víctimas de todos los actores armados; en otras se solidariza con las organizaciones y las luchas populares; aquí concientiza y organiza en barrios de empobrecidos; allende levanta la voz por las/os que no tienen derecho a la palabra... Son situaciones vividas en una fuerte conflictividad, todavía bastante desconocidas, pero altamente significativas para el presente y el futuro de cristianos y cristianas en el país. Camilo Torres, "Golconda" y "SAL" Como en toda América Latina, en Colombia, la Iglesia de la Teología de la Liberación o la Iglesia de los Pobres, como se le llamaría más tarde, tuvo varias fuentes: unas intra-eclesiales, como la "Teología Nueva" y el "Cristianismo Social", en algunos países de Europa Occidental, que entre otras cosas dieron lugar a la experiencia de los "Sacerdotes Obreros" y abonaron la tierra para que brotara la primavera del Concilio Vaticano II.
Es bueno recordar que Juan XXIII fue Nuncio Apostólico en Francia, en una etapa en que bullían muchas ideas y experiencias en la "Hija Primogénita" de la Iglesia. Sin el Concilio, no habría tenido lugar la primavera específica de la Iglesia en América Latina, que fue abonada por la Conferencia Episcopal de Medellín (1968).
La jerarquía y el clero colombianos no estaban preparados para asumir el Concilio y "Medellín", por su pasado histórico. Pero también - es la segunda fuente - en la génesis de la Iglesia de los Pobres tuvo enorme peso, indudablemente, la toma de conciencia del por qué de la pobreza y de la miseria de la inmensa mayoría de las/os habitantes del Continente. Esa cuestión fue objeto de profundos análisis e intensos debates, a propósito de la teoría del desarrollo, del "desarrollismo" y de la "dependencia", que también llegaron a los patios eclesiales. Sacerdotes, religiosas/os y laicas/os bebieron en esas fuentes, sobre todo en Francia y Bélgica. Camilo Torres estudió en Lovaina.
Un hecho bastante desconocido Ya en la segunda mitad de la década de los años cincuenta, el convento de Santo Domingo, de los Dominicos, en Bogotá, fue epicentro de debates y encuentros teológicos, pastorales y socio-políticos, animados por sacerdotes que apenas regresaban de Europa.
La revista "Actualidad Cristiana" alimentó, animó y recogió esa novedosa dinámica. Allí participó Camilo Torres. Esa experiencia fue reprimida, desde la propia autoridad de la muy conservadora comunidad religiosa, que envió al exilio a los tres frailes promotores, en el año 1961. Unos y otros sufrieron una primera frustración.
La represión eclesiástica inmediata será el sino del sector progresista de la Iglesia en Colombia. No nos detendremos en la experiencia cristiana, sacerdotal y profética de Camilo Torres (muere en combate el 15 de febrero de 1.966), porque todavía es bastante conocida y reconocida. La convicción de mucha gente es que sin Camilo, la vida comprometida de muchas/os cristianas/os, por toda América Latina, no hubiese dado un salto cualitativo, no tanto por la cuestión de la toma de las armas para intentar realizar grandes cambios en la historia, sino por la radicalidad y sinceridad de su entrega para vivir su compromiso, con o sin armas.
El Cardenal Concha y Córdoba fue implacable con Camilo. Como se le cerraron todas las puertas, no tuvo más remedio que retirarse del clero. Camilo arrastró en "desgracia" al entonces Obispo auxiliar, con derecho a sucesión en la silla arzobispal de Bogotá, Monseñor Rubén Isaza, hombre de corazón paterno que intentó comprenderlo. Muy pronto fue nombrado a Cartagena y en adelante se le hizo el vacío al interior de la Conferencia Episcopal, como él mismo me lo confesó, luego de varios años de insistencia sobre el por qué no se le había respetado su derecho arzobispal.
Colombia hizo un segundo aporte a la Iglesia de la Liberación que todavía no había sido bautizada con ese nombre: la corta vida y el testimonio del grupo sacerdotal "Golconda" (1969-1970), uno de los primeros grupos sacerdotales del Continente. Bajo el liderazgo espiritual del Obispo de Buenaventura, Gerardo Valencia Cano, uno de los obispos protagonistas del papel profético que debería jugar y jugó el CELAM por unos años, se reunieron unos treinta sacerdotes diocesanos y religiosos, en la finca llamada "Golconda", cerca de Bogotá. Los tiempos eran propicios para que los medios de comunicación hicieran despliegue del acontecimiento y del documento final con fuerte sabor a Concilio y a "Medellín".
Lo que a muchos llenó de alegría y esperanza, a otros "escandalizó", particularmente a las autoridades eclesiásticas y políticas. El Obispo recibió críticas de sus pares. Los sacerdotes fueron presionados para que se retractasen, a tal punto que la segunda y última reunión tuvo menos participación y se hizo bajo estricto sigilo. Sólo unos pocos sacerdotes siguieron dando la cara en público, hasta que también fueron obligados a retirarse del clero, como René García, en Bogotá, y el sacerdote Vicente Mejía, en Medellín. Algunos sufrieron detenciones arbitrarias por parte de la Fuerza Pública. Desafortunadamente Monseñor Valencia Cano murió en un accidente aéreo, en enero de 1971. El relevo lo tomó muy pronto SAL (Sacerdotes para América Latina), a lo largo de la década del setenta, prácticamente en la "clandestinidad". A pesar de su nombre, se trató de un grupo de colombianos, pero en relación con otras experiencias similares en el Continente. "Tierra pa' quien la trabaja". ¡Dios no le hizo escritura de la Tierra a nadie! De 1969 a 1974, las luchas por la tierra y los derechos de los campesinos, promovidas la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), sacudieron al país. Sus tomas de tierra y marchas fueron reprimidas. Algunos sacerdotes y cristianas/os los acompañaron. Varios fueron descalificados por sus obispos y también sufrieron los rigores de la creciente imposición de la Doctrina de la Seguridad Nacional (legalizada en el Estatuto de Seguridad, el 6 de septiembre de 1978, cuando Turbay Ayala cumplía apenas un mes en la Presidencia.
Años más tarde sería Embajador ante la Santa Sede). La corriente cristiana tuvo un lento desarrollo organizativo. La represión fue doble: eclesiástica y estatal. En el contexto de las luchas campesinas, un grupo de unos 15 sacerdotes españoles dejaron la diócesis de Magangué y abandonaron el país, porque dos fueron deportados y su Obispo, Monseñor Eloy Tato, español, no los defendió. Entre mayo-junio de 1.976 tuvo lugar un paro nacional de trabajadores bancarios. Estos decidieron la huelga de hambre en varios templos del país. Un grupo de cristianos organizó una eucaristía, en solidaridad, en un parque público, en pleno centro de Bogotá. Fue concelebrada por varios sacerdotes, de congregaciones religiosas. El "escándalo" fue total. En los días siguientes los clérigos fueron suspendidos "a divinis" (no podían celebrar misa, confesar, predicar...) por el Arzobispo Aníbal Muñoz Duque. En ese contexto el Arzobispo Primado decidió aceptar el título de General de la República, en su calidad de Vicario Castrense, con todos los honores y símbolos propios de tal título y fue a bendecir la nueva sede de un banco, con gran despliegue de los medios de comunicación.
La Conferencia de Obispos publicó un documento, condenando la corriente de las/os cristianas/os en perspectiva de liberación (Recuadro 1). Los obispos atacan a SAL, Golconda, la Organización de Religiosas para América Latina (ORAL), Cristianos por el Socialismo (CPS), Cristianos por la Liberación; mencionan al CINEP de los Jesuitas, al periódico juvenil DENUNCIA y la revista ENCUENTRO de los salesianos y al Instituto Latinoamericano de Pastoral Juvenil (IPLAJ), como instituciones de investigación o centros de estudio que participan de las mismas tesis.
Al año siguiente la corriente liberacionista le contestó con un documento del mismo título "Identidad Cristiana en la Acción por la Justicia". Unos y otros fueron descalificados. A las/os superioras/res de las congregaciones religiosas se les exigió acabar con las organizaciones de las/os religiosas/os, que obviamente se reunían bajo el sigilo total, para apoyarse en sus compromisos con los sectores populares.
El CINEP de la Compañía de Jesús sufrió allanamiento y dos jesuitas fueron detenidos durante varios meses. El 14 de septiembre de 1977 se llevó a cabo el Primer Paro Cívico Nacional, que a pesar de las medidas altamente represivas que fueron tomadas, no opacaron la solidaridad de cristianas/os. El paro arrojó una cifra de 30 personas asesinadas, amén de varios cientos de personas detenidas. En septiembre de 1978 se impone el Estatuto de la Seguridad. La Jerarquía guardó silencio. Silencio que sostuvo en el año 1979, cuando se inicia la etapa de persecución política, allanamientos sin orden judicial y torturas en las caballerizas del Cantón Norte, magistralmente denunciadas en las caricaturas del Maestro Héctor Osuna, a raíz del robo de armas del Ejército, por el M-19. En este contexto se intensifica la vinculación de cristianas/os a la defensa de los derechos humanos, a su denuncia y a la solidaridad con las víctimas, en las ONGs que se van creando.
En los caminos de Puebla: el impulso a las CEBs
A pesar de todas las dificultades, la corriente de cristianos en perspectiva liberacionista siguió su lento desarrollo, al calor de la preparación de la Conferencia de Obispos de América Latina que se reunió en Puebla (México), en el mes de febrero de 1979. En ese mismo mes convoca su Primer Congreso de Teología. En este evento se tomaron tres decisiones históricas: darle prioridad a la organización de las comunidades eclesiales de base (CEBs), impulsar una red nacional de CEBs y Grupos Cristianos y unificar las diferentes pequeñas publicaciones. Así nació la revista Solidaridad, Aportes Cristianos para la Liberación, que duró once años. Su primer número apareció en el mes de marzo. En la madrugada del día en que se debía retirar de la imprenta la edición, la sede fue allanada por la Fuerza Pública. Gracias a un párroco, desde la casa del cura se hizo el primer envío. Las instituciones bajo la dirección de comunidades religiosas se vieron obligadas a no hacer publicaciones en materia de teología o pastoral, con visión liberacionista, para evitar conflictos con las autoridades episcopales o con las/os superioras/os mayores.
En la década de los años ochenta se consolidó la Coordinación Nacional de CEBS y Grupos Cristianos. Lo que no quiere decir que en ella estuviesen todas/os las/os cristianas/os en perspectiva liberacionista. La Coordinación fue mal vista por las autoridades eclesiásticas, que no soportaban su creatividad, su protagonismo, su solidaridad con las luchas populares, sus iniciativas y textos teológicos y pastorales. Se le descalificó bajo el título de Iglesia paralela, infiltrados en la Iglesia, de promotores de la lucha de clases, de propagandistas de la violencia...
En l.986, la Conferencia Episcopal amenazó con la excomunión, en un comunicado público. Ese mismo año, un joven cristiano, Antonio Hernández, trabajador de la revista Solidaridad, fue desaparecido la noche del 11 de abril, luego de salir de una reunión de grupos juveniles, en vísperas de la visita de Juan Pablo II a Colombia, visita que tuvo lugar en una etapa de enorme represión. Su cadáver se encontró en las afueras de Bogotá, con señales de tortura, el viernes siguiente, en horas de la mañana. El martirio de "Toño" inició la larga noche de martirio que todavía atraviesan los cristianos comprometidos con los sectores populares.
En septiembre de1991, por diferentes razones, ante todo políticas, se dividió la Coordinación de CEBs y Grupos Cristianos y se cerró la revista Solidaridad. Se configuraron dos coordinaciones. Con la ruptura, perdió la Iglesia y perdieron los sectores populares. En 1993 fue creada la Revista Utopías, Presencia Cristiana por la Vida, sin vinculación orgánica con las coordinaciones, pero con la voluntad de prestar un servicio a quienes quisiesen alimentar su mirada crítica, desde el Evangelio, sobre país y sobre la Iglesia.
C- LAS SEMILLAS DE LA IGLESIA LIBERADORA
En el seno de la Iglesia Liberadora que atraviesa CEBs, Grupos Cristianos, parroquias, pastorales sociales, diócesis..., se formó una generación de laicas/os que han incidido en la gestación de los nuevos movimientos sociales y de sus organizaciones, así como en múltiples ONGs de derechos humanos, de paz, de mujeres, de niñas/os, de jóvenes, de campesinos, de trabajadoras/res, etc. Ellos acompañan y trabajan con y en los sectores populares. Aún más, gracias a este trabajo lento y paciente de años, se gestó también una generación de personas de los sectores populares, ante todo mujeres y jóvenes, con un alto grado de conciencia política y social y de protagonismo en sus propias ONGs, en los centros de cultura popular de sus barrios y municipios y otras formas de accionar cotidiano.
Fernando Torres, teólogo y biblista, laico, miembro de Dimensión Educativa, una organización que ayudó a gestar la Iglesia Liberadora, sintetiza así los logros: "La Iglesia Liberadora es ante todo una expresión de gente laica y de religiosas/os que realiza la formación de laicos y laicas, en el campo de la acción social y política y está desarrollando sus proyectos en el campo pastoral, desde una fe mucho más política. A través de la lectura popular de la Biblia, ha propiciado una teología que, a través de las actividades pastorales, se articula con los procesos de educación popular y los fortalece".
Torres recuerda que "el compromiso con los derechos humanos ha sido algo muy propio de las/os cristianas/os de la Iglesia Liberadora, desde sus mismos comienzos. Ese ha sido un gran aporte al movimiento de los derechos humanos, que lo abre más allá de lo político y ha significado una presión para que la misma jerarquía comenzase a plantearse tal compromiso." "La misma espiritualidad es laical, bíblica, social y política. Es la espiritualidad de la esperanza, de compromiso con los pobres y de inserción en el pueblo, en las comunidades, con las víctimas. Lo que algunos llaman la "Santidad de lo político" en que si vive lo martirial, la mística, la fe testimonial. Esa es la vivencia que plasma el enorme martirologio, como también los testimonios de servicio excepcional de toda una vida, a pesar de la incomprensión y de la enfermedad. Es el caso del sacerdote francés, Michel Jane, fallecido el 27 de enero de 2002, añade Torres. Él consumió toda su vida en Colombia y trabajó siempre en la perspectiva de la Iglesia de los Pobres, organizando la Pastoral Obrera en la diócesis de Facatativá (Cundinamarca), porque en Bogotá no recibió apoyo eclesiástico".
De cara al futuro inmediato, el trabajo libertador de la iglesia en Colombia tiene varias cuestiones pendientes. Debe encontrar el camino para ver cómo reproducir y cómo re-significar esta experiencia en las nuevas generaciones y eso lo puede realizar si hay una nueva comprensión de lo cultural. Es clave el asunto de las nuevas culturas, las culturas urbanas, la cultura mediática.
Otro punto es lo político, crucial en un país en guerra. ¿Cómo sostener una propuesta de negociación, de paz, de justicia, de reconciliación y de reconstrucción de la convivencia? Carmiña Navia, del Centro de Cultura Popular "Meléndez" de Cali, institución que impulsó y anima la organización de CEBs, sintetiza así el aporte y los desafíos de la Iglesia Liberadora: "Hoy me resulta difícil hablar de la Iglesia Liberadora, porque la mayor parte de las veces, la iglesia que se reclama hija de los procesos de la Teología de la Liberación, es una iglesia que ayudó a formar conciencia sobre las injusticias sociales del país, pero no logró la liberación a fondo, en la práctica, de los sujetos sociales, tales como las mujeres, los indígenas y otros sujetos marginados de la sociedad." "Considero que los grupos y las redes de mujeres, para citar este ejemplo, vamos consiguiendo procesos parciales de liberación, en la medida en que asumimos nuestra práctica religiosa de una manera diferente, con una simbología diferente. Pero eso, al interior de la Iglesia, no se dio a fondo." "Desde mi perspectiva actual, el mayor aporte que ha hecho esta iglesia, ha sido el permitir quebrar ciertos dogmatismos y ciertas estructuras y posibilitar que se crearan múltiples grupos y redes a lo largo del país, donde poco a poco y lentamente, grupos de mujeres fueron tomando la palabra y fueron haciéndose sujetos.
Comunidades de indígenas se relacionaron con el texto bíblico de otra manera, así como grupos negros. Esa iglesia contribuyó a poner en tela de juicio estructuras que eran intocables y permitió que laicos y mujeres empezaran a vivir su práctica eclesial con mayor libertad. A través de los años se conformaron una serie de gérmenes que ahora están floreciendo. Grupos que, con mayor autonomía y libertad, intentan vivir su religiosidad y su espiritualidad." "Para lograr una iglesia liberada, se hace urgente cuestionar la estructura jerárquica, más en la práctica que en la discusión. Es decir, desarrollar libertad de conciencia en la interpretación del texto bíblico y en la relación con Dios, con mediaciones mucho más igualitarias y no tan jerárquicamente institucionalizadas." Carmiña encierra sus palabras afirmando que, "en esa perspectiva, hay que crear y desarrollar muchos grupos autónomos que descubran de verdad lo fundamental de la Tradición, que se encuentren con los aspectos liberadores del mensaje bíblico, abiertos a lo ecuménico y liberadores de otras iglesias y religiones, para que se vaya generando un tejido nuevo".
Recuadro 1:
"PROPUGNAN DOCTRINAS ERRÓNEAS"

En ese clima, en 21.11.76 la Conferencia Episcopal de Colombia, en su XXXIIª Asamblea Plenaria, condena radicalmente a todos los movimientos de cristianos que se identifican con las causas populares.
A continuación: citas del documento episcopal colombiano "Identidad Cristiana en la Acción por la Justicia". "En este contexto cada vez más radicalizado, (el de la injusticia que azota a nuestro continente), se han encerrado como en torre inexpugnable algunos sacerdotes, religiosos y laicos en Colombia, que conforman grupos casi siempre anónimos, propugnan doctrinas erróneas y asumen actitudes equivocadas. Su pensar y su obrar llegan hoy al extremo de desfigurar esencialmente la persona de Cristo, lo mismo que la misión de la Iglesia, del episcopado, del sacerdocio y de la vida religiosa, con lo cual acaso sin darse cuenta comprometen su destino temporal y eterno..." (Pág.5). "Después del fallido ensayo del grupo de "Golconda", en el año de 1970 se reunió en Bogotá el Simposio sobre Teología de la Liberación. A éste le siguió en 1971 el Encuentro Teológico sobre Liberación en América Latina... Muchas de las tesis allí expuestas son inaceptables... Pero inmediatamente después irrumpe en el panorama nacional el denominado grupo SAL... Desde sus comienzos adoptó un tono agresivo, un lenguaje acre y, sobre todo, un propósito anti-jerárquico y revolucionario" (Pág.9)"...
Constituido por algunos sacerdotes (se refiere a SAL) que de hecho han roto la comunión con su Obispo, por sacerdotes reducidos al estado laical, y por laicos de evidente inspiración marxista. Emplean como táctica por demás sabida, otros nombres de grupos inexistentes o no consolidados para dar la sensación de que son numerosos. Bajo estos nombres, que amparan el anonimato poco valiente de las personas, publican documentos y lanzan proclamas de acción revolucionaria y anti-eclesial. Sólo ellos saben de dónde les llega el dinero para tan amplia divulgación" (10-11) "... Solidarios con cualquier movimiento de izquierda, comprometidos con casi todos los paros laborales, llegan a tal inversión de valores que las huelgas se hacen en los templos y las misas se dicen en las calles... La instrumentalización de la Eucaristía es acaso el mayor de los abusos que cometen. La Eucaristía dejó de ser para ellos el Sacrificio y el Banquete del Señor, para trocarse en medio de "concientización", en instrumento de lucha revolucionaria, en ocasión de arengas políticas "(10-11).

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