domingo, 8 de noviembre de 2015

Poemas de Joan Maragall


España (1860- 1911)


LA VACA CIEGA

Topando de cabeza en una y otra cepa,
avanzando maquinalmente por el camino del agua,
se viene la vaca sola. Es ciega.
De un golpe de piedra lanzado con demasiada traza,
el muchacho vació un ojo, y en el otro
se le ha puesto un tel: la vaca es ciega.
Viene a abrevar en la fuente como años solía,
mas no con el firme puesto otras veces
ni con sus compañeras, no; viene sola.
Sus compañeras, por los riscos, por las comas,
el silencio de los prados y en la ribera,
hacen sonar el cencerro, mientras pastan
la hierba fresca al azar ... Ella caería.
Topa de morro en la afilada pica
y retrocede afrontada ... Pero vuelve,
y baja la cabeza en el agua, y bebe calmosa.
Bebe poco, sin mucha septiembre Después levanta
el cielo, enorme, el embanyada testa
con un gran gesto trágico; parpadea
sobre las muertas muñecas y se vuelve
huérfano de luz debajo del sol que quema,
vacilante por los caminos inolvidables,
blandiendo llànguidament la larga cola.
 
 

LA SARDANA; [I]

La sardana es la danza más bella
de todas las danzas que se hacen y se deshacen;
es la móvil magnífica anilla
que con pausa y con tamaño va lenta oscilante.
Ya se decanta a la izquierda y vacil.la,
ya vuelta otra vez a la derecha dudando
y se vuelve y retorna intranquil.la,
como mal orientada la aguja de imán.
Fija s un punto y se detiene como ella ...
Del contrapunto arrancándose novel,
de nuevo alrededor.
La sardana es la danza más bella
de todas las danzas que se hacen y se deshacen.
 
 

LA SARDANA; [IV]

No es la danza lasciva, la innoble,
unos pares de otros desaparejar:
es la danza entera de un pueblo
que ama y avanza dándose las manos.
La guirnalda suavemente se desata;
deshaciéndose, se ensancha, desvaneciéndose alrededor;
cada mano, dejando a la amiga,
le parece prometer que ya volverán.
Ya volverán de pareja en pareja!
Todo mi patria cabrá en esa anilla,
y los pueblos dirán:
la sardana es la danza más bella
de todas las danzas que se hacen y se deshacen.
 
 

CANT ESPIRITUAL

Si el mundo ya es tan hermoso, Señor, si se mira
con tu paz dentro del ojo nuestro,
qué más nos puede a en otra vida?
Per'xò estoy tan celoso de los ojos, y el rostro,
y el cuerpo que me diste, Señor, y el corazón
que se mueve siempre ... y temo tanto la muerte!
Con qué otros sentidos me harás ver
este cielo azul encima de las montañas,
y el mar inmenso, y el sol que todo brilla?
Dadme en estos sentidos la eterna paz
y no querré más cielo que este cielo azul.
Aquel que en ningún momento le dijo: "-Atura't"
sino al mismo que le llevó la muerte,
yo no la entiendo, Señor; yo, que quisiera
detener tantos momentos de cada día
para fê'ls eternos dentro de mi corazón! ...
O es que este "Fe eterno" es ya la muerte?
Pero entonces, la vida, ¿qué sería?
Sería la sombra sólo del tiempo que pasa,
la ilusión de lo lejos y de la cerca,
y la cuenta de lo mucho, y lo poco y el demasiado,
engañador, porque ya todo lo es todo?
No importa! Este mundo, sea como sea,
tan diverso, tan extenso, tan temporal;
esta tierra, con todo lo que se cría,
es mi patria, Señor; y no podría
ser también una patria celestial?
Hombre soy y es humana mi medida
por todo cuanto pueda creer y esperar:
si mi fe y mi esperanza aquí se
me haréis una culpa más allá?
Más allá veo el cielo y las estrellas,
y aún allí querría ser en ella se:
si ha hecho las cosas a mis ojos tan bellas,
si ha hecho mis ojos y mis sentidos por ellas,
por qué aclucâ'ls buscando otro como?
Si por mí como este no habrá ninguna!
Ya sé que sois, Señor; pro donde sueldo, quién sabe?
Todo lo que veo se os parece en mí ...
Dejadme creer, pues, que está aquí.
Y cuando venga esa hora de temor
en que cierran sus ojos esos ojos humanos,
abra-me, banderas, otros más grandes
para contemplar su faz inmensa.
Sia'm la muerte una mayor nacimiento!
 
 

Música de poetas ODA A ESPAÑA

Escucha, España, - la voz de un hijo
que te habla en lengua - no castellana;
hablo en la lengua - que me ha dado
la tierra áspera:
esta lengua - pocos te hablaron;
en la otra, demasiado.
Demasiado - los saguntinos
y de los que mueren por la patria:
tus glorias - y tus recuerdos,
recuerdos y glorias - sólo de muertos:
has vivido triste.
Yo quiero hablarte - muy de otro modo.
¿Por qué derramar la sangre inútil?
Dentro de las venas - vida es la sangre,
vida por los de ahora - y por los que vendrán:
derramada es muerta.
Demasiado pensabas - en tu honor
y demasiado poco en tu vivir:
trágica llevabas - a muertos los hijos,
te satisfacían - de honras mortales,
y eran tus fiestas - los funerales,
oh triste España!
Yo vi barcos - marchar rellenos
los hijos que llevabas - a que muriesen:
sonrientes marchaban - hacia el azar;
y tú cantabas - orilla del mar
como una loca.
¿Dónde están los barcos? - ¿Dónde están los hijos?
Pregúntale al Poniente ya la ola brava:
perdiste, - no tienes nadie.
España, España, - vuelve en ti,
arranca el llanto de madre!
Sálvate, oh !, sálvate - de tanto daño;
que el llanto te haga alegre, fecunda y viva;
piensa en la vida que te rodea:
levanta la frente,
sonríe a los siete colores que hay en las nubes.
Dónde estás, España? - No te veo en ninguna parte,
No sientes mi voz atronadora?
No entiendes esta lengua - que te habla entre peligros?
Has desaprendido de entender a tus hijos?
Adiós, España!

Escolium


Cual dos que hablando juntos van,
andando por un sendero partido,
uno por el veril soleado;
otro abajo, en la umbría,
Adelaida y el poeta se han hablado,
cuerpo y espíritu él; tan sólo espíritu, ella.

Adelaida:

Ay! ¡Cuánta angustia en este camino!
¡Cuán oscuro y cuán malandado!
Veías siquiera el sol, las montañas,
brillar las cosas bajo el cielo azul,
y no este limbo de voces extrañas
sin forma ni color... Dime, Arnaldo:
¿Quién es ése que por la triste senda
nos conduce cual sombras sin virtud?
Ya será algún poeta que sueña
el sueño de eterna inquietud.

El poeta:

La verdadera vida
del espíritu vives, ¿y aún te quejas?
Hacia lo inmutable caminas.

Adelaida:

¡Nada hay como ver el sol!
Llévanos, pues, a la senda
de las cosas corporales,
buen amigo, aunque sea
sufriendo todos sus males.
Aunque la luz nos deslumbre,
aunque el fragor nos atonte,
y el cuerpo entero nos infierne,
con todos sus sentidos sufriendo,
la vida primera quiero,
ver, oir, gustar y tocar:
no sé vivir de otro modo,
ni tampoco deseo probar.

El poeta:

La vida que ahora ansías
es la gran resurrecci6n.
Quizá no fuera la que tenías,
pero tampoco la otra; aún no.

Adelaida:

Pues bien te contentas tú
con la vida que ahora tienes.

El poeta:

Mientras pueda ver a través del mundo
lo que para ti sólo es puro gozo o tormento,
de mi vida estaré contento,
ya que en una dos vidas son.
Pero si este ser fuese dividido
y sólo corporales quedaran mis sentidos,
antes preferiría abandonarlos
y, como tú, ser sólo un espíritu.
No ahora, que todo canta en mis entrañas,
y esposa tengo, e hijos,
y que en la cima de las solariegas montañas
un grito hay de renacimiento entre mil peligros.
De amor y lucha es éste mi momento,
y ansío brazos para amar, luchar.
Cuanto tengo, deseo, y a lo hecho pecho.
Mas, ¿qué sé yo de lo que querré mañana? (...)

Adelaida:

¿Y qué sabes tú de este mundo o de otros,
ni lo que un cuerpo es, o un espíritu,
ni el poder que el deseo tiene sobre nosotros,
en el pecho alentando hasta el final?
Si por muerta me tienes, yo me tengo por viva;
si bien, cual enterrada en vida,
mis sentidos furiosamente quiero,
mas algo hay que me oprime.
Si no puedes librarme de ello,
¿de qué os sirve, pues, poetas, la poesía?

El poeta:

En tal punto una voz escucho
que escuchar de otro modo no podría.

Adelaida:

¡Oh! ¡La voz sin sonido del difunto!
No es esta voz la que querría,
sino la que de mi pecho surgida
en torno mío alegre resonaba:
ésa es, amigo, la que yo te pido,
todo cuánto ella comportaba.
y si tanto no puede tu poesía,
si no puedes volverme al mundo, calla y acaba.

El poeta:

Por piedad, Adelaida,
al igual que aún hay cosas no sabidas,
apenas la poesía está iniciada,
y de virtudes desconocidas está llena.
Mas tienes razón, ya basta de hablar.
En silencio aguardemos otra edad.

Versión de José Batlló




Insolada

En una casa campesina había
una doncella que tenía
los diecisiete años de amor, y era tan bella
que decían de ella:
«Es una moza como un sol.»
Ella bien sabía
el parentesco que con él tenía:
porque cada mañana,
de par en par abierta la ventana,
con su fuego ambarino y mañanero
le llenaba su cuarto por entero,
y ella, toda desnuda, con delicia,
se entregaba al fulgor de su caricia.
De tanto darse a estas tan dulces mañas,
el sol se le quedaba en las entrañas
y bien pronto sentía
un ardor que en su seno se movía.
«Adiós los míos y mi casa amada:
me voy al mundo, por la luz preñada.»
Abandonada y sin hogar
por la comarca comenzó a vagar.
Alegre como un pájaro volando,
iba sola cantando:
«Yo me soy la alborada,
pues llevo dentro el sol y soy rosada,
mis cabellos rojean,
mis ojos centellean,
mis labios bermejean,
llevo en frente y mejillas su color
y en el pecho su ardor:
toda yo soy claror contra claror.»
La gente que la oía
se paraba admirada y la seguía:
la seguía por el llano y la montaña
para escucharle su canción extraña,
que poco a poco la iba embelleciendo.
Que su hermosura era cabal sintiendo,
dijo: «Mi hora ha llegado.»
No canto más y, hallándola a su lado,
entró en una cabaña que allí había.
La gente que en aquel entorno estaba
sólo veía un resplandor y oía
los gritos de dolor que ella lanzaba.
Las grietas de la puerta, de repente
lucieron como estrellas fuertemente.
En seguida se alzó una llamarada,
toda la gente huyó de allí aterrada,
y en la gran soledad sólo quedaba
un niño igual que el sol, que caminaba
y decía, subiendo por la sierra:
«Vengo a juntar al cielo con la tierra...»


Miércoles de Ceniza


¡Miércoles de Ceniza, oh tú que extiendes
     tus nubes rosadas
sobre la ciudad de mis pensamientos,
igual que en la otra de calles pobladas!
Es en ésta que algún sonriente rayo
     del sol de febrero
     deja la alegría.
También sonríen mis nubes, cruzadas
     por un chorro de poesía.

Es como una vuelta eterna al principio,
es la juventud siempre renovada.
De la neblina del mucho pensar
     surge una palabra
     toda iluminada
con un sentido nuevo: la niebla se deshace,
y el pensamiento toma otra vez fuerza;
un día, esta palabra te tendrá
a ti; también a ti, al verla impresa;
y también a tus ojos atónitos brillará
en ese instante, como recién creada.

Seré yo quien entraré traidoramente
en tu casa, cuando menos lo pienses,
y aguardaré allí, en la penumbra
     durante días,
hasta que al verte solo
en tu alcoba, recluido en la tristeza,
sobre ti caeré cual chorro de sol
con mi perenne grito juvenil.
Me meteré en tus ojos, hasta tu corazón.
Mi brillante puñal hasta la entraña
te penetrará, dándote la vida con la muerte.

Versión de José Batlló

 

 

«Nutre al amor de recuerdos y ausencias...»


Nutre al amor de recuerdos y ausencias;
brotará así maravillosa flor;
desprecia cualquier complacencia
que no llegue por medio del dolor.
No guardes otro don que tus lágrimas
ni otro consuelo quieras que suspiros:
tu palabra mejor está en el alma,
y el más sabroso beso te dieron los zafiros.
No sería la amada en su presencia
nunca como es ahora en tu adoración.
Nutre al amor de recuerdos y ausencias;
brotará así maravillosa flor.

Versión de José Batlló

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