jueves, 17 de octubre de 2024

POEMAS DE HAN KANG


Negrísima casa de luz

Aquel día en Ui-dong

caía la aguanieve

y mi cuerpo, compañero de mi alma,

tiritaba con cada lágrima derramada.

 

Sigue tu camino.

 

¿Está dudando?

¿Qué estás soñando, flotando así?

 

Casas de dos pisos encendidas como flores,

debajo de ellas aprendí la agonía

y hacia una tierra de alegría aún sin tocar

como una tonta extendí una mano.

 

Sigue tu camino.

 

¿Qué estás soñando? Sigue caminando.

 

Hacia los recuerdos que se formaban sobre la farola, caminé.

Allí miré hacia arriba y dentro de la pantalla de luz

había una casa negrísima. Una negrísima

casa de luz

 

El cielo estaba oscuro y en aquella oscuridad

las aves residentes

volaron deshaciéndose del peso de sus cuerpos.

¿Cuántas veces tendría que morir para volar así?

Nadie sostendría mi mano.

 

¿Qué sueño es tan hermoso?

¿Qué recuerdo

brilla con tal fulgor?

 

El aguanieve, como las puntas de los dedos de la madre,

se amontona en mis cejas despeinadas

golpea las heladas mejillas y de nuevo

acaricia ese mismo lugar,

 

Date prisa y continúa tu camino.

 

Invierno a través de un espejo

1.

 

Mirar la pupila de una llama.

Azulado

corazón

ojo moldeado

lo más caliente y brillante

eso que lo rodea

la llama interior naranja

lo que parpadea más

eso que rodea de nuevo

la llama externa semitransparente

mañana por la mañana, la mañana

que parto a la ciudad más alejada

esta mañana

el ojo azulado de una llama

mira más allá de mis ojos.

 

2.

 

Ahora mi ciudad es mañana de primavera, si traspasas el centro de la tierra, taladras recto hasta el centro sin vacilar, esa ciudad aparece, la diferencia horaria allí exactamente doce horas menos, la estación exactamente medio año atrás de modo que aquella ciudad es ahora una tarde de otoño, como si siguiéramos en silencio a alguien a quien la ciudad sigue detrás de la mía, para cruzar la noche para cruzar el invierno espero en silencio, mientras mi ciudad deja atrás a aquella como alguien que te adelanta en silencio

 

3.

 

Dentro del espejo el invierno está esperando

Un lugar frío

Un lugar totalmente frío

tan frío

que los objetos no pueden temblar

tu cara (congelada una vez)

no puede hacerse añicos

No extiendo mi mano

tú tampoco

quieres extender la mano

Un lugar frío

Un lugar que se mantiene frío

tan frío

que las pupilas no pueden vacilar

los párpados

no saben cómo cerrarse (juntos)

Dentro del espejo

el invierno espera y

dentro del espejo

no puedo evitar tus ojos y

tú no quieres extender la mano

 

4.

 

Dijeron que volaríamos durante un día entero.

Dobla bien veinticuatro horas métetelas en la boca y

entra en el espejo dijeron.

Cuando haya deshecho el equipaje en una habitación de esa ciudad

debería tomarme un momento para lavarme la cara.

Si el sufrimiento de esta ciudad en silencio me sobrepasa

en silencio me quedaré rezagada y

cuando no estés mirándola durante un instante

me apoyaré en la espalda escarchada del espejo

y canturrearé despreocupada.

Hasta que, habiendo doblado bien veinticuatro horas

y habiéndolas escupido empujadas por tu lengua caliente

vuelvas y me observes

 

5.

 

Mis ojos son dos cabos de vela que deslizan gotas de cera mientras consumen la mecha, no es abrasador ni doloroso, dicen que el temblor del núcleo de la llama azulada es el advenimiento de las almas, las almas se sientan en mis ojos y tiemblan, canturrean, la llama externa que se balancea en la distancia oscila para llegar más lejos, mañana partes hacia la ciudad más lejana, aquí estoy yo ardiendo, ahora pones las manos en la tumba del vacío y esperas, la memoria te muerde los dedos como una serpiente, no te abrasas ni te duele, tu inquebrantable rostro no se quema ni se hace añicos.

 

[Poemas pertenecientes a Stowed Evening in the Drawer que he traducido desde la versión inglesa realizada por Sophie Bowman.

Tomado de:

https://sakuranomonogatari.wordpress.com/2017/09/27/dos-poemas-de-han-kang/

 

 

Baile en silla de ruedas

 

Las lágrimas

se han convertido ya en costumbre,

Pero eso

no me ha devorado.

 

Las pesadillas también

se han convertido ya en costumbre.

Ni siquiera una noche de insomnio que incendie

todos los vasos sanguíneos de mi cuerpo

puede tragarme por completo.

 

Mira. Estoy bailando.

En una silla de ruedas en llamas

sacudo los hombros.

Oh, intensamente.

No tengo magia,

ni métodos secretos.

Es sólo que no hay nada

que pueda destruirme por completo.

 

Ni un infierno,

ni una maldición

o tumba,

tampoco ese sucio y helado

granizo ni el pedrisco

como hojas de cuchillo

pueden aplastarme.

 

Mira,

estoy cantando.

Oh, silla de ruedas

que escupes intensamente llamas,

baila silla de ruedas.

 

 

Mark Rothko y yo — Muerte en febrero

 

Sin nada que declarar por adelantado,

no existe relación alguna entre Mark Rothko y yo.

 

Él nació el 25 de septiembre de 1903,

murió el 25 de febrero de 1970.

Yo nací el 27 de noviembre de 1970

y sigo viva.

Es sólo que

a veces pienso en el espacio de nueve meses

que separa mi nacimiento de su muerte.

 

Sólo unos pocos días

después de aquella mañana temprano en que se cortó las venas

en la cocina aneja a su estudio,

mis padres unieron sus cuerpos

y poco después una mota de vida

se debió quedar alojada en el tibio útero.

Mientras en el invierno tardío de Nueva York

su cuerpo aún no se habría descompuesto.

 

Eso no es algo maravilloso,

es algo solitario.

 

Me debí quedar alojada como una mota

cuyo corazón aún no había empezado a latir,

sin saber nada del lenguaje,

sin saber nada de la luz,

sin saber nada de las lágrimas,

dentro de un útero rosado.

 

Entre la vida y la muerte,

febrero como una brecha

que perdura,

perdura y finalmente sana.

 

En la tierra a medio derretir, todavía más fría,

su mano aún no se habría descompuesto.

 

(Traducción de Ángel Salguero a partir de la versión en inglés de Brother Anthony y Eun-Gwi Chung)

Tomado de:

https://www.poetica2puntocero.com/cuatro-poemas-de-han-kang-premio-nobel-de-literatura-2024/

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