viernes, 11 de octubre de 2024

POEMAS DE JOSÉ ANTONIO MAZZOTTI


Abdominal 

 

Llueve por todos los vitrales, llueve

y el canto del nogal anaranjado

se bate tras la luna del gimnasio,

y el farol que secciona

el rabo de los roedores

pinta sus señas con un brazo

bajo el techo:

al principio es el agua que se filtra

mojando el chor en pleno centro

y el clavo de Cristo va emergiendo

a medida que un ojo se perfila:

la nariz y la boca por debajo

y el otro ojo de pronto

y un manto de cabellos que desciende

y es el techo del gimnasio más brillante

que el fuego del nogal y de la luna:

rostro de la Madonna en las esferas

del ágil corazón que lo recuerda.

 

Y le hago reverencias.

 

 

Interdicciones con el Inca

 

Qué extrañeza al conocer a los marqueses, tus tíos,

sintiendo de veras el desdén que se les dedica

a los de tu calaña, mala sombra, diciendo,

de unos aventureros de rapiña, alturados

sin mayor lustre, retoños en indias promiscuas, que ahora llegan

a reclamar dudosos heroísmos.

 

Allí y sólo allí

te encontraste de pronto ante el espejo, hijo de reyes y de los mayores poetas

reducido al polvo de forjarse una honra con el brazo, hasta que el brazo

se resolvió en una fina extremidad

que fue más poderosa que todas las macanas

y alabardas, el vuelo de la mano con la inteligencia

del halcón, el sonido de los precipicios

como un animal de plata

y un puente que se desteje en la memoria

y que comienzas a trenzar iluminado

por el triángulo perfecto del Salqántay.

 

“Y así me llamo yo a boca llena, y me honro con ello”, decidiste

y fue como salir de las tres cuevas, aliviado

de unos dolores de costado, de unos paños

que llegaban por el mar

en medio de botellas, pesando sobre tu cama

como los crucifijos que te perseguían, noche a noche, alucinando

el encuentro con los primos, condiscípulos, abuelos

y la sabiduría de esperar al Sol en los solsticios, celebrando

juntos el paso de las estaciones, tal como se figuraban

tus autores favoritos. ¿Dónde empezó la realidad? ¿Creaste todo o todo

fue así como te lo contaron, destilando el batallar de las olas sobre las conchas

como el mar que se enloquece para lamer la costa, o la palabra

que soporta los estantes del Imperio?

 

Villorrio de Montilla. Verano de 1571. Ya de vuelta

rasguñas unos libros con la pluma

adiestrándola

a dirigirse como el rayo sobre el árbol preciso, a ordenar

una por una las naciones, los refranes

y los versos que cuentan el origen de la lluvia

y “sus idolatrías”, que por eso

muestran más limpio su rastro de felino, y su esperanza

que se reparte como plumas de los cóndores,

en pérfido arco iris

uniendo al noble padre con la madre silenciosa.

 

Hatun Qusqu, Ancha Llaqta, Sumaq Llaqta, un centro colorido o, como expresabas,

otra Roma en su Imperio, para que te entendieran

los que confiaban en la majestad de tus palabras,

único territorio con el que te compensaron

una vida de servicio y la feroz humillación

de que vendieran a tu madre y con tu madre

toda la grandeza de los Incas.

 

“Así me incliné a vindicar los nombres mancillados

desde estos rincones de soledad

y de pobreza, martilleando

como los pájaros guaneros otro Imperio, contemplando

cómo un rebaño de llamas

en campos de zafiro pace estrellas”.

 

 

Sakra Boccata
21

 

 

Huele el viento a espuma del Atlántico

La sombra se articula como un rumor extranjero

De campanadas al compás del río

Una extraña picazón le raspa los pies a la ciudad

El Ciego deambula

Preguntando por el otro es el tiempo

     de los Vientos Árticos

Y el Hada Cristalina que toca con su vara erecta

Cuanto en piedra en barro en polvo

Se le tiende y lame

Es el tiempo de la alfombra mágica del último rosal

     el que aún tiene

La yema relumbrante de las cortaduras

Las pasiones secretas y las interrumpidas

Las miradas profundas que por un instante

Arrojan su deseo por la lengua

Es el tiempo es el tiempo —el Hada proclama—

Pidiendo que le rasguen las propias vestiduras

Con las arañas de un pincel

 

Así

Mirábanle y mirábanse alterados

Cubierto el mundo de doradas hojas de crujidos

Y colas acolchadas reventando

 

En la punta las flores encarnadas

Y al centro las agujas retorciéndose

 

 

Lincoln Memorial

 

De lejos y en las fotos parecen tus rasgos un portento de Miguel Ángel.

 

No es así tu mirada pétrea.

 

Eres más como las columnas casi acartonadas

     que ascienden del rociado resplandor del agua.

Eres el oráculo de Delos por encima de las escaleras.

Allí vienen a mirarte de todos los rincones del planeta.

Leen tus inscripciones en las tablillas de mármol,

Hablan de la Unión y de la Libertad,

Repiten la lección de Gettysburg,

Que despierte el leñador, murmura un niño

     desde la sombra,

Que despierte bailando sobre las tumbas

     de los soldados,

Que resucite a los que fundieron sus grilletes

En el muelle de un Ford 1901.

 

Aun así tu mirada pétrea habla con la tristeza

De un mundo perdido que ya no más

Devorará.

 

En el espejo acuático del cielo penetra una aguja pálida

Y atrás de las palmeras se encienden los ojos rojos

De un dealer

Acuchillando la sombra.

 

 

Amazonas

 

Padre poderoso que te esfumas en el horizonte

Santificado sea tu fondo franela donde las conchas

Se funden con las ramas cimbreantes y las ramas

Un sueño milenario aletean en el desvientre de luz

El sabor de la sábila y el oro esperma del paiche

La iguana marrana / el cóndor delfín / la anguila mona

Y el loto de alfombras que dibuja el chullachaqui

Cubres lagos desde tu loma lechosa desde tus

Sabanas sabrosas de savia soberbia de subidas

Y bajadas restallando en el alcázar de tu sombra

Padre sembrado de arena derretida flotando sideral

Enfermo repentino incrustado de termómetros

Tus ninfas pústulas de arsón y fungen pécora

Tus algas ostentan las puntas quebradas tus pirañas

Se muerden entre ellas danzando en la niebla sidérea

Padre que estás en las ovas con la audacia de quien

Invade la planicie mamífera con océanos barrosos

Acidándose de úrea y de sueños de lavandería

De blancuras por venir que no olfatean su caña de mayo

Y miras con misericordia lo que hemos hecho de ti

Un seguro sin techo un dios inmortal y solamente eres

El animal bóveda de los espíritus de todas las matas

Y todas las copaibas y las nectandras y los zancudos

Que beben de tu cuello carnoso el hidrógeno sangre

La taruca tapiresca / el tortugo perezoso / la boa lagartija

Y el tahuarí amarillo que los amaranta y charapea

Padre Yacuruna estarás con tu lagarto negro por los

Abismos de las cochas plateadas en la luna de tu madre

Corteza de tornillo cocinando la poción santificada que

Llevará tu grito ayaymama raspante por las quebradas

Sentado como el simpira auscultarás los movimientos

De los intrusos antorchas que suturan tus poros estarás

Atento a la hoja inerte alada de los rombos cristalinos de

La caoba inmaculada y la cumala imberbe y la manchinga

Acurrucada en el pino chuncho y el cachimbo con sangre

De grado investirás de honor como pantera esos cráneos

Removerás con tus garras la hojarasca acecharás

Esos monos desnudos extraviados de su sendero

Y esos monos vestidos que traerán la fiebre ceniza

Padre Sachamama te desgajas y abandonas tu piel

Que bordan las enanas cabezonas definitivamente

Ordenadas herederas del universo en ellas te deslizas

Silencioso por las hojas del cedro y te recoges

En el vientre de una roca raída al acecho escondiendo

Tus sables insaciables paladines de tu vientre infinito

Padre Yanapuma brujo perverso entre los más malignos

Tu silueta de jaguarnoche se confunde con los gallinazos

Para comer carne humana a cualquier costa la más dulce

De todas las delicias que la selva ofrece porque su aroma

De animal limpio es más agradable a las entrañas rojizas

Que asoman por tus ojos braseros por tu amargura de dios

Momentáneo de dios todopoderoso lo que un rayo azota

Padre Mapinguari perezoso gigante deambulas a veces

Tumbando los arbustos más altos desgarrando pieles

Cubiertas de esmeraldas bailas bajo las tormentas

Cazando cocodrilos en las bolainas y en las orquídeas

Saltando con los colibríes y los urcututos

Trompeando con los trepatroncos y las guacamayas

Tu monte de gigante es temido andante de los maqui

Sapas colas de mano arácnidos con tetas y cara

De gárgola asustada de los ocelotes gruñidos y lentos

De los relámpagos que paren tu sombra abiertos

De piernas ante tu portento de portaestandarte

Padre Chicua que revelas las infidelidades felices

Las de los animales que sólo caen ante la gravedad

Del amor sin condiciones ni futuro sólo presente

Puro insondable como tu bolsa de boa traga aldabas

En tus serenas curvas se solaza el universo erige

Su bastón de mando para besarte en cada abismo

En cada noche bajo los troncos guarecidos y la lluvia

Lamiendo con furia su entrada al Paraíso rezando

Ave María Bendita Tú eres entre todos los placeres

Dispénsanos de rodillas te lo pedimos humildes

En tu leche palpitante y mullida nos fundimos en

El primer encuentro en el mar de la célula con cola

Y el recinto secreto de la esencia de la Eternidad

Padre Yurupary que cruzas el caudal silente

Subiste al cielo en misión oficial y así te pagaron

Tomando la batuta los que antes te temían

Decidieron ordenar la casa hacerse cargo de todo

Y tus hijos olvidados como los sajinos deambulan

Por las cortezas de las moenas y los motelos rumiando

Las estrellas reclamando tu regreso / el Sakro Cosmos

Restablecido por los siglos de los siglos loado tu Nombre

Padre Tanrilla frágil garza de patitas de flauta de licor

Tu música levanta obeliscos humedece las nubes plácidas

Que encuentran en su ritmo de posishon el goce eterno

Por el que vive y muere y se desdice en gemidos el coro

Que canta cada noche:

“Ayaymama, Huischuhuarca: Nuestra madre ha muerto

Y nos abandonaron”.

 

 

Ewa Chotamis
(la mamá libidinosa)

 

 

Cosa espantable es ser abandonada, sentir la carne ardiendo de deseo.

Ewa Chotamis cantaba mientras lavaba a su pequeño hijo. Cinco años

Tenía el muchacho y lloraba. Lloraba y lloraba por días y noches.

Su madre a veces lo engullía completo, y lo calmaba. El niño era feliz

Dentro de ella, se engordaba sin dar jugo y veía su boshki como un

Tentáculo hundido en su cocha-mashpi tibiecita y mojada como flor.

Y cuando Ewa no estaba el muchacho lloraba como un ayaymama

Mischuwarpi por qué me has abandonado? Y su grito corría el follaje

Rasgando cada hoja hasta hacerla temblar, sentir su pena infinita.

“¿Qué cosa quieres, hijito?” Y el niño no quería nada. Le daba de tomar,

De comer. Y nada. Sólo lloraba y lloraba y señalaba el mashpi sabrosísimo

De Ewa. Nada más quería. Nada más hermoso que ese loto perfumado.

Pero su boshki había crecido como una palma en verano, inundado de lluvia

Esparciendo sus ramas por el aire. Ewa le dijo: “Ven ya de una vez a hacer

Lo que hacía tu papá” y se le abrió chaparakai, bien bonito. Mas el brazo

Del niño se había transformado, era de mono grande, no entraba, dolía.

Ewa Chotamis insistía y el niño se desesperaba, hasta que entró, matándola.

Él es ahora torcaza; Ewa musmuki y canta por las bolainas mordiendo su herida.

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2021/11/poesia-peruana-jose-antonio-mazzotti/

 

 

Intromisiones cuzqueñas
I. Tullumayu

 

Regresan dócilmente los cadáveres

al Río de los Huesos a bañarse.

Tiembla la noche blanca al ver los brazos

y nalgas y testículos flotando. Los modernos

andantes en el Cuzco hunden las piernas

sobre el rociado asfalto, como momias

intactas para siempre y con el brillo

de pétalos de plata en la mirada.

 

«Yo los toqué de niño y era tanta su frescura

que únicamente les faltaba hablar. Pero eran duros

como un espino seco, y sin embargo

más vivos porque hacían agacharse

por los cuatro países a millares

y hasta los invasores retiraban el sombrero

al paso de sus trajes con respeto».

 

Si ávido de pronto Tullumayu

del limo en que descansa se vistiera

y echara como en tiempo de sus padres

a andar las piedras todas y los templos

oh planchas de oro oh soberanas

torres dispuestas en función del arco iris

qué tristeza

hundirse como tibia en sus mollejas.

 

:

 

II. Saqsawaman

 

Un ángulo bosteza entre las piedras

igual que el inestable cielo limpio

que arquea ya sus nubes, ya sus gotas

y entonces la mañana es un incendio

claro:  se hunden las montañas en el aire

y arriba estira el brazo, al primer rayo,

el ángulo que carga las murallas.

 

Saqsa Uma:  cabeza jaspeada

con que el puma recibe la voz blanda

de un sol besando el valle más que el cielo

y extiende al otro extremo la pelambre

y échase a andar con sus comercios frescos.

Un trueno de paredes redondea

las torres sucesivas en que una

destaca por el norte y así instala

la boca del felino hacia los límites

de selvas y de mares imposibles.

Un solo muro, al sur, tiende las plantas

dejando para arriba que se curve

el arco cuya sombra ha de entregar

la mano de la esposa a la del cónyuge

en santa posesión de cielo y valles

teniendo como ombligo la sagrada

plaza que se alza y que camina con las garras

sobre el dorado imperio, cuyas puertas

cargan iglesias hoy, y éstas orines.

 

 

Sakra Boccata (28 poemas) (2006)

 

 

 3

Tu Koncha es el lugar exquisito más dentro de la guerra

Allí hay que llegar con la destreza del piloto herido

Manejar los laberintos como la palma de su mano

Seguir cada curva como el mapa de un tesoro

Con sus paredes y sus puertas

Gritando Ron Rojo Ron Rojo / Nunca Destrucción

Desgarramiento de cuerpos sólo existe el que desbroza

Tus vellos recortados ante el espejo feliz

Ojo inmenso de la cerradura del delirio que te observa

Mira el rosado de su pliegue

Como el labio que cubre el horizonte

Al levantar la niebla

 

Tu Koncha es el espacio al centro de la Cruz del Sur

Santifica la ciudad con su rayo

Todos sus pecados se transforman en guirnaldas

Rodeando a la Virgen de Chapi con su manto negro

El olor del incienso trae brisa de espuma

Levita sobre los huesos

Besa la Vara del Señor y el oro se desliza de su frente

Ojos más verdes que el fondo de la selva

Purifica el orín de todas las paredes

Ventila el dedo la boca inferior

Repta la lengua por la acequia perfumada

 

Tu Koncha es ese músculo esponjoso que late

Y no deja de latir

 

 

18

¿Por qué desaparece el poeta de la faz de la tierra

Como si se hundiera

Y ganan las elecciones los soldados los mejores sueldos birladores

Que esconden sus denarios detrás de cada sílaba por qué desaparecen

Las nubes protectoras y el Sol nos latiguea sin cubrirse

Hace siglos del globo de la Luna?

 

He bajado a los Infiernos para rescatarte y llevo las manos heridas

Los extraños precipicios centellean

Y salen enanos orejudos de las cuevas preguntando

Cartones y documentos sayón de costal y sólo una flauta en la mano

La misión del peregrino siempre será secreta pues a ti sólo te concierne

Tú que te casaste con tantos martilleros que ocupaste

Un trono de lava y las plumas quemadas

Ave María Santísima Pagana te mereces el Reino de la Tierra

Tu molúsculo de diosa vivirá en mis cantos y aunque mis pecados

Te envíen al Reino de las Sombras volverás

Como el castaño que se incendia cada otoño

Y deja sus botones enterrados

 

¿Por qué desaparece el poeta si no es para traerte

limpiando la hojarasca aún helada

para alumbrar los atajos

en que tus pies marcarán una a una las piedras

como tus dientes en la espalda?

 

El Infierno, Eurídice, es tu ausencia

Sobre la faz de la tierra

 

 

EPITALAMIO DEL POETA Y SU DAMA

 

I went to the Garden of love

and saw what I never had seen

William Blake

 

 

Ya no postergaremos el momento de la rama

y su boca de rosa como nunca oscura:

en el espacio liberado

miríadas de historias salpicarán cada día

a los bordes del pliego donde repten

unas huellas cuneiformes:

de semejante baile obtendrás

este pequeño informe

plagado de colmillos y de escamas, evocando

la presa que puntual llega a cubrir su caza grande:

Ven entonces, Bestia Mía,

con tu figura de concreto en actitud contrita

dibujando la forma cuneiforme

a la luz de la luna alucinada:

tu soberano socaire

cae como un manto de agua limpia

en la testa calcinada por la arena

y el arco de tus playas

donde lamen las tarucas su franja de sal turquesa

anuncia su inmediata apertura hacia la tierra:

destrózame todita de inmediato, murmuraste

en el más alto obelisco de las contemplaciones

y despegué mi escondite de retamas

zarpando como un zorro hacia el Jardín central:

Desde entonces se suspende todo trámite intermedio;

el universo se reduce a la lenta conjunción

de Marte sobre Venus, cosa nunca vista

de la rama

saliendo de su boca como nunca clara.

 

 

HIMNOS NACIONALES

 

 

Cuántos jóvenes sacrificados

y aún no calma su hambre el Minotauro.

Persio

 

 

 

 

 

 

II

 

 

Este espacio que habito se llama el Perú.

Limita por el Norte con las auroras boreales

por el Sur con un galeón encallado en el Estrecho

por el Este con océanos de lodo

por el Oeste con el Laberinto.

Va hasta donde va mi pensamiento, como una llave Rosa

que abre las arcas herrumbradas, pero que nos hunde

en una Torre de Babel volteada

a la manera del flan de las abuelas.

Y se le ha cortado la leche,

se le ha endurecido el azúcar.

 

 

Allá habitan mis semejantes.

Se encuentra lejos en el mundo, en un rincón

que sólo se ilumina cuando le sonríen, como la concha

que goza en su molusco y su molusco la gobierna:

pero nunca gobernaron los moluscos

sino los erizos, se salieron en una marejada

y hasta hoy se encaraman en los arrecifes

cuando sueltan las acequias su descarga.

 

 

Y se encuentra en el espacio y forma constelaciones

aún no terminadas de nombrar.

 

 

IV

 

 

Por eso morir es comenzar nuevamente

por el Hijo del Hombre, el que surgió

de las fronteras andrajoso, marcando como huellas de un pirata

los pasos de su cayado y deteniéndose

únicamente en los pueblos más brillantes.

 

 

Oh mira, caminante bastardo, no es suficiente ya el daño que has hecho

con tu existencia dudosa, tu condición de trickster y tus rayitos

señalando las estaciones y los límites

del día y la noche?

Dicen que saliste del lago, o que de la vagina de una cueva, a estas alturas

quién sabe.

Dicen que lloviste fuego y que empreñaste

con tu verga de pájaro a la chica más rica.

Pero si del viejo cadáver quizá aún salga una esperanza.

Quizá si el mismo pelo.

Quizá las mismas uñas.

Millones se han levantado con tu recuerdo y han dejado su filo dental

en maderones y en cuellos delicados, una por otra, se dijeron

la ominosa cadena los manifiestos más cursis

millones y millones se han levantado con una erección

sin lúcuma y sin sapo, sólo para contemplarte

saltando por los aires como una onda radial.

 

 

Y desde entonces

sus luces negó el Sol

y suponemos que has de volver

desde el mismo agujero que rompiste.

 

 

V

 

 

Por eso ya no lustramos el voto solemne, ya que no hay

Eterno. Desde el fondo del Laberinto se escucha el bramar

de las ametralladoras, suspirando como vigilante

del Círculo de los Violentos.

 

 

Danilos y marías eran de infinitas losetas

que abrazaban el transbordador, dirigiéndose febriles

hacia los labios de la Nebulosa.

Ella era delgada y hermosa, él

flexible como un gato. Subidos a la punta de la barca se explayaban

en recomendaciones para sus padres. Una vez arriba

se interrumpían las comunicaciones, intercambiaban miradas,

soplaban su última sonrisa

ante el grito más intenso de una estrella.

 

 

Y nunca emitieron la menor señal de queja,

ni derramaron una lágrima en la gendarmería.

Tomado de:

https://catedradepoesia.blogspot.com/2010/09/poemas-de-jose-antonio-mazzotti-peru.html

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