viernes, 17 de julio de 2015

POEMAS DE Hermann Hesse

    Esbozos

      El viento del otoño crepita frío entre los juncos secos,
      Envejecidos por el anochecer;
      Aleteando, las cornejas vuelan desde el sauce, tierra adentro.

      Un viejo solitario se detiene un instante en una orilla,
      Siente el viento en sus cabellos, la noche y la nieve que se acercan,
      Desde la orilla en sombras mira la luz enfrente
      Donde entre nubes y lago la línea de la costa más lejana
      Todavía refulge en la cálida luz:
      Áureo más allá, dichoso como el sueño y la poesía.

      La mirada sostiene con firmeza en la fulgurante imagen,
      Piensa en la patria, recuerda sus buenos años,
      Ve palidecer el oro, lo ve extinguirse,
      Se vuelve y, lentamente, se dirige
      Tierra adentro desde aquel sauce.



        Anochecer en la aldea

          Entra el pastor con sus ovejas
          Por callejuelas silenciosas,
          Dormir desean las casuchas
          Y cabecean en la sombra.
          Entre los muros donde estoy
          Me siento solo y extranjero,
          Mi corazón apura el cáliz
          De mi dolor con pesadumbre.

          Donde el camino me llevó
          Siempre una lumbre daba abrigo,
          Pero yo nunca conocí
          Qué son una patria y un hogar.



          En la niebla


          ¡Qué extraño es vagar en la niebla!
          En soledad piedras y sotos.
          No ve el árbol los otros árboles.
          Cada uno está solo.

          Lleno estaba el mundo de amigos
          cuando aún mi cielo era hermoso.
          Al caer ahora la niebla
          los ha borrado a todos.

          ¡Qué extraño es vagar en la niebla!
          Ningún hombre conoce al otro.
          Vida y soledad se confunden.
          Cada uno está solo.

          Versión de Andrés Holguín



          Lobo estepario


          Yo, lobo estepario, troto y troto,
          la nieve cubre el mundo,
          el cuervo aletea desde el abedul,
          pero nunca una liebre, nunca un ciervo.

          ¡Amo tanto a los ciervos!
          ¡Ah, si encontrase alguno!
          Lo apresaría entre mis dientes y mis patas,
          eso es lo más hermoso que imagino.
          Para los afectivos tendría buen corazón,
          devoraría hasta el fondo de sus tiernos perniles,
          bebería hasta hartarme de su sangre rojiza,
          y luego aullaría toda la noche, solitario.

          Hasta con una liebre me conformaría.
          El sabor de su cálida carne es tan dulce de noche.
          ¿Acaso todo, todo lo que pueda alegrar
          una pizca la vida está lejos de mí?
          El pelo de mi cola tiene ya un color gris,
          apenas puedo ver con cierta claridad,
          y hace años que murió mi compañera.

          Ahora troto y sueño con ciervos,
          troto y sueño con liebres,
          oigo soplar el viento en noches invernales,
          calmo con nieve mi garganta ardiente,
          llevo al diablo hasta mi pobre alma.


          Lamentación 


          Nos es negado ser. 

          O tan sólo somos corriente; dóciles fluímos en todas las formas: 

          a través del día y de la noche, a la cúpula y al antro, 

          nos empuja siempre la sed de ser. 

          Así vamos llenando forma tras forma sin descansar jamás: 

          ninguna se torna patria nuestra, por suerte o por desgracia. 

          Siempre venimos de camino, eternos viadores; 

          no nos llaman ni el campo ni el arado: no cosechamos pan. 



          ¿Qué quiere de nosotros el Señor? Lo ignoramos. 

          El juega con nosotros y somos como arcilla entre sus manos, 

          callada y maleable, que no ríe ni llora. 

          Y Dios la amasa, sí, pero nunca la quema. 



          ¡Quedar petrificado algún día! ¡Perdurar! 

          He ahí nuestras ansias, eternamente inquietas; 

          mas tras ellas no queda más que un temblor pequeño 

          que nunca llega a hacerse reposo en el camino. 


          El Juego de los Abalorios 


          Estamos dispuestos para escuchar con respeto 

          la música del universo y la música del Maestro 

          y para evocar en pura solemnidad 

          los venerados espíritus de los tiempos de gracia. 

          Encumbrémonos en alas del misterio 

          que encierran las mágicas fórmulas y leyendas: 

          dentro de ellas se plasman en clara alegoría 

          lo ilimitado, lo proceloso, la vida: 

          suenan como constelaciones cristalinas; 

          a su servicio cobra sentido nuestra vida, 

          pues nadie que proceda de su círculo 

          puede moverse sino hacia su sagrado centro.
           


          EXTRAVÍO.
          Vagabundo nocturno por bosque y quebrada,
          un fantástico cerco arde a mi alrededor,
          acosado o maldito, no me importa nada,
          yo continúo fiel a mi impulso interior.
          ¡Cuán a menudo la realidad me ha llamado,
          esa en que vivís vosotros, a su lado!
          Despierto y temeroso en ella residí,
          hasta que pronto, en cuanto pude, huí.
          ¡Oh, patria cálida, que quitarme queréis,
          oh, sueño de amor, no me lo arrebatéis!
          Hacia él por mil esclusas tiene que manar
          mi ser, como las aguas fluyen al mar.
          Fuentes secretas me guían con cadencia,
          aves de ensueño agitan su plumaje brillante;
          suena de nuevo el canto de mi adolescencia
          y entre zumbidos y trenzas de oro radiante
          vuelvo, sollozando, a la materna presencia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario