miércoles, 8 de julio de 2015

POEMAS de Jorge Gaitán Durán

AMANTES I

Somos como son los que se aman.
Al desnudarnos descubrimos dos monstruosos
desconocidos que se estrechan a tientas,
cicatrices con que el rencoroso deseo
señala a los que sin descanso se aman:
el tedio, la sospecha que invencible nos ata
en su red, como en la falta dos dioses adúlteros.
Enamorados como dos locos,
dos astros sanguinarios, dos dinastías
que hambrientas se disputan un reino,
queremos ser justicia, nos acechamos feroces,
nos engañamos, nos inferimos las viles injurias
con que el cielo afrenta a los que se aman.
Sólo para que mil veces nos incendie
el abrazo que en el mundo son los que se aman
mil veces morimos cada día.


AMANTES II

Desnudos afrentamos el cuerpo
como dos ángeles equivocados,
como dos soles rojos en un bosque oscuro,
como dos vampiros al alzarse el día,
labios que buscan la joya del instante entre dos muslos,
boca que busca la boca, estatuas erguidas
que en la piedra inventan el beso
sólo para que un relámpago de sangres juntas
cruce la invencible muerte que nos llama.
De pie como perezosos árboles en el estío,
sentados como dioses ebrios
para que me abrasen en el polvo tus dos astros,
tendidos como guerreros de dos patrias que el alba separa,
en tu cuerpo soy el incendio del ser.


LA TIERRA QUE ERA MIA

Únicamente por reunirse con Sofía Kühn,
amante de trece años, Novalis creyó en el otro mundo;
mas yo creo en soles, nives, árboles,
en la mariposa blanca sobre una rosa roja,
en la hierba que ondula y en el día que muere,
porque solo aquí como un don fugaz puedo abrazarte,
al fin como un dios crearme en tus pupilas,
porque te pierdo, con la tierra que era mía.


SE JUNTAN DESNUDOS

Dos cuerpos que se juntan desnudos
solos en la ciudad donde habitan los astros
inventan sin reposo el deseo.
No se ven cuando se aman, bellos
o atroces arden como dos mundos
que una vez cada mil años se cruzan en el cielo.
Sólo en la palabra, luna inútil, miramos
cómo nuestros cuerpos son cuando se abrazan,
se penetran, escupen, sangran, rocas que se destrozan,
estrellas enemigas, imperios que se afrentan.
Se acarician efímeros entre mil soles
que se despedazan, se besan hasta el fondo,
saltan como dos delfines blancos en el día,
pasan como un solo incendio por la noche.

Poema De Repente La Música de Jorge Gaitán Durán

La pura luz que pasa
por la calle desierta.
Nada humano
bajo el cielo abolido.
La blancura absoluta
de la ciudad confunde
la muerte y el sigilo.
De repente la música,
la sombra de los amantes en el agua.

Quiero

Quiero vivir los nombres
Que el incendio del mundo ha dado
Al cuerpo que los mortales se disputan:
Roca, joya del ser, memoria, fasto.
Quiero tocar las palabras
Con que en vano intenté hurtarte
Al duelo de cada día,
Estela donde habitaban los dioses,
Hoy lisa, espacio para el gesto imposible
Que en el mármol fije el alma que nos falta.
No quiero morir sin antes
Haberte impuesto como una ciudad entre los hombres,
Quiero que seas ante la muerte
El único poema que se escriba en la tierra. 




4


Si mañana despierto

De súbito respira uno mejor y el aire de la primavera
llega al fondo. Mas sólo ha sido un plazo
que el sufrimiento concede para que digamos la palabra.
He ganado un día, he tenido el tiempo
en mi boca como un vino.

Suelo buscarme
en la ciudad que pasa como un barco de locos por la noche.
Sólo encuentro un rostro: hombre viejo y sin dientes
a quien la dinastía, el poder, la riqueza, el genio,
todo le han dado al cabo, salvo la muerte.

Es un enemigo más temible que Dios,
el sueño que puedo ser si mañana despierto
y sé que vivo.
Mas de súbito el alba
me cae entre las manos como una naranja roja.


5

¡Vengan cumplidas moscas!

Cuántas veces de niño te vi
cruzar por mi alcoba de puntillas.
Enhebrabas tu aguja con manos
más ligeras que los días.

Luego te olvidé. No es poca cosa
vivir. El mundo es bello y el deseo
vasto. (Que lo diga Ulises,
cuando nada en el mar y come uvas
después de la batalla). Mas cada
año acortabas el hilo, zurcidora
aplicada.
                Como una madre
o Penélope siempre lozana me has
guardado fidelidad. ¡La única!

Empollabas la herencia con tus
mimos. Solícita, cuidabas huesos,
dientes, toda la ruin materia
que te ceba.
                      ¿Vale más el alma?
No encontraste nada en la mía
que e hiciera rey. Quedaba poco
cuando destapaste el pudridero.

¡Vengan cumplidas moscas! Hoy te pago
el ansia con que viví cada momento.

Poema Canto Xiii de Jorge Gaitán Durán

La dulce tolvanera del silencioso otoño
va anegando tu imagen en su vaga humareda,
encendiendo en el tiempo la hoguera del olvido
para borrar la última ceniza de la ausencia.
Nadie sabrá que vivo para ti, que defiendo
contra las llamas trémulas tu desnudo recuerdo,
que lucho en el otoño de vientos desolados
y en sus ondas sombrías te reclaman mis sueños.
Nadie sabrá que fuiste mía bajo el otoño
de estrellas delirantes y crepúsculos vagos,
que llenaste mis labios con tu fuego de siempre,
que cayó mi tristeza sobre ti como un canto.
Porque nada resiste la invasión del olvido
cuando llega a mi alma su himareda de otoño.
Todo se va de mí, se fuga de mi vida,
tú también te me vas y permanezco solo.


Poema El Instante de Jorge Gaitán Durán

Ardió el día como una rosa.
Y el pájaro de la luna huyó
cantando. Nos miramos desnudos.
Y el sol levantó su árbol rojo
en el valle. Junto al río,
dos cuerpos bellos, siempre
jóvenes. Nos reconocimos.
Habíamos muerto y despertábamos
del tiempo. Nos miramos de nuevo,
con reparo. Y volvió la noche
a cubrir los memoriosos.

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