sábado, 9 de abril de 2016

Poemas de Francisco Amighetti



AUTORRETRATO EN EL BAR


Tanta música y solo en el fondo de un Bar, 
la mesa siempre la misma igual a todas, 
delante el papel para escribir y dibujar 
y el vaso de cerveza y las olas.

"Esta vida así no puede continuar" 
como decían mis mayores con su voz moral, 
esta música sólo, este licor sin amigos, 
esta ventana llena de mar ... 
y esa vida no pudo continuar.


LAS VOCES AMIGAS

Cuando yo me vaya me llevaré el rumor de los sapos
el verso de la lluvia en los inviernos largos,
el canto de los grillos y la voz de los niños
caminarán conmigo sonándome en el pecho,
no importa adonde vaya;
en mesas, solitario debajo de las lámparas,
en los trenes que cruzan quejándose en la noche
o, en el exilio cerca de una ventana,
me sonará la música de las voces amigas
que arrullaron mi infancia, mi mocedad, mi vida.
No importa adonde vaya, ni las puertas que cruce,
y si mi viaje es corto o es eterno,
aún en otros mundos recordaré las voces,
las voces amigas.

EL REGRESO


Llegaré una tarde a una ventana 
con los ojos de plata y gris el corazón, 
"Vengo de otros países y tengo muchos años", 
pero ninguno sabrá quién soy.

Y mi nombre sonará tan lejano 
como una vieja canción, 
y no seré más que un fantasma 
sin pasaporte ni profesión.



MI CASA


¡Oh mi casa! Cada vez que repito estas palabras 
la veo con sus maderas doradas 
subido yo en los árboles del patio.

La miro entre los gritos de mis hermanos 
y el ladrido del perro en los geranios, 
y mi padre volviendo del trabajo 
en los atardeceres de colores.

¡Oh mi casa, siempre hipotecada! 
Yo miro los entierros que salieron 
brutalmente desatando mi llanto.

Mi casa cada vez está más sola, 
más llena de silencio, y en las noches 
todavía rezan el rosario mi tía y mi madre 
por todos los que estamos lejos.

INVENTARIO

¿Qué tengo?, sino una lámpara dorada 
en cuya luz dibujo, escribo y sueño, 
y en mi mesa una "uncuña" decorada 
que en el Perú manos indígenas tejieron.

La cabeza güetar de un Dios de piedra,
los cuadros que me miran por los ojos 
del "vendedor de santos" y "el barbero", 
y un orgullo de ser lo que yo quiero.
 


SOY


Soy un animal herido
(en mi corazón
no cabe el odio)
que dibuja escribe y canta.

EL VENDEDOR DE SANTOS


Compañero, a mi edad no importa la miseria; 
firmes están mis ojos, mi corazón y mi cerebro, 
pero tu rostro sepia de pena estilizado 
como los cristos pálidos que fabricas y vendes, 
es digno del respeto que merece el que tiene, 
no pelo sino plata, en el bigote y sienes.

Frente a la multitud sorda de los mercados 
con tus santos purpúreos en el cajón de pino, 
te he dibujado, igual que a un ángel de madera 
que me hubiera encontrado en medio del camino.

Compañero, yo conozco la tristeza y dulzura 
de ser como tú eres: pobre obrero y artista. 
¿Qué somos sino trágicos y honorables mendigos 
buscando compradores para nuestra pintura?







Inventario


¿Qué tengo?, sino una lámpara adorada
en cuya luz dibujo, escribo y sueño,
y en mi mesa una “uncuña” decorada
que en el Perú manos indígenas tejieron.

La cabeza güetar de un Dios de piedra,
los cuadros que me miran por los ojos
del “vendedor de santos” y “el barbero”,
y un orgullo de ser lo que yo quiero.








Canción del fracasado


De fracaso en fracaso por estar echando
barcos de papel,
después de los treinta años hago versos,
y me mezclo con putas y ladrones
para dibujar.


En un país donde no se cotiza el arte,
debería arrancarme esta quimera ardiente
que llevo en el corazón desde la niñez.
“Dejar de hacer muñecos” como decía
mi maestro,
“y aprender a leer, a multiplicar y a escribir”.

Yo te oigo Pierrot en esta noche
sin ladridos de perros,
tocar en la guitarra hipotecada
la cancioncita triste
del que nunca tuvo éxito


Pierrot y yo


¿Quién oirá la canción triste
sino Pierrot?
¿Quién tendrá en su bolsillo
unos versos, una carta de amor,
unos centavos de cobre perdidos?
Quién sino Pierrot y yo.
¿Quién amará después de la luna
la ventanita de oro donde vive su sombra?
¿Quién  pasará su mano de fantasma
sobre los perros desgraciados?
¿Quién hablará con el policía
Como una sombra blanca?
Quién sino Pierrot y yo.


Buscan la noche


Los pobres, los artistas, los comerciantes, el hombre
buscan la noche, la pequeña muerte
preludio y símil de la otra.
Sumergirse en la oscuridad y su nepente
ser en el no ser de lo que duerme,
y resucitar con la luz que despierta,
la luz de San Agustín, la de Plotino,
la de Turner,
la que nos purifican en la ablución cotidiana.
en cada pecho se despereza un ave
que trémula bate sus alas en la sangre.


El poema


El poema es una línea
que rige las montañas, desdibuja las manos
y se hace río.
Es una bandera que el viento ha devorado
sobre el mar,
o lleva un niño en una fiesta patria.
El poema es una fruta,
se aspira como flor y se ve como  cuadro.
Es la geometría metiéndose en el tallo
y organizando la dirección de las hojas
en proporciones áureas.
Y el poema es también
la noche de la ventana
en donde el ruiseñor de una constelación canta.

Si la poesía está fuera hecha paisaje
o hecha mujer
es porque la llevamos en la sangre.

El poema es un hilo de seda
que sale del corazón a sujetar las cosas,
y retenerlas en el instante
en que cruzan de la luz a la sombra.

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