sábado, 26 de enero de 2019

POEMAS DE WALTER ADET


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(Salta, 3 de diciembre 1931 – Salta, 9 de octubre 1992)

ORDEN SOCIAL


Enseñan a escribir en las escuelas y a leer
entrelíneas en las cárceles,
persuaden a los gatos regándolos, rociándolos.

Contradecirlos
es hacer un nido
en el sombrero
del espantapájaros.

En la otra vida
allanarán la imprenta
donde publica hojas
inéditas el árbol.

CANCIÓN DEL LUNES


Fumas y cabes en un cenicero,

contemplas apagada
por el fuego
tu casa;

y miras la traición
del hombre al hombre
víspera
de otro día
sin mañana.

(La traición,
esa mano
que lava la otra
mano,

cuando las dos
emponzoñan
la cara).
-del libro póstumo EL HUECO, Salta, 1992.


Canto de amor 


Polvo trepándose
a mi sombra
cielos con pájaros de arena
yo caminé sobre las aguas
a dejar huellas en la tierra.
Sobre las aguas
de tu cuerpo
donde la siembra
es mi cosecha
donde nos deshojamos
en el otoño
de la piedras.


A UNA ROSA


Oh rosa, que a la cima de tu tallo
asomas, requiriéndole a la hierba
la gota de rocío que aún conserva
el fondo de los ojos del caballo.

CANCIÓN DE LOS LADRONES DE SEPULCROS

Sucede que a las vueltas de la vida
vine a ser el vecino de los muertos

y oigo a los desgajados ataúdes
saltar la tapia en busca
de una casa sin puertas.

Vine a ser el vecino
de los que se han ido
y oigo en el viento:

Sólo de entrar las puertas de la muerte
y las de la miseria
de no salir.

CANCIÓN DEL ALBAÑIL

Eres dichoso, albañil;
puedes blanquear tu sombra en las paredes,
tocarle las mejillas
con polvos de albayalde,
maquillarla en la luz,
sobre el andamio.

Pero que no la pierdas encalada,
que bajo la cuchara
no te la olvides, luego,
tapiada y agrietándose,
vieja y descarada,
a la espera del alba
y el añil de tus manos.

Un día, cuando mueras,
en cuántas casas se darán, de pronto,
con que una sombra más
vive en los muros;
y no habrá nadie
para alisarle las arrugas,
para cambiarle sábanas
y encenderle la cara
con un toque de cal.

CIPRÉS

Pájaros y cipreses
sobre tu sueño, en la tarde.
Y en un vaso la flor
que corté de tu pecho.

(Amo el ciprés
donde se llora el verde,
aprendo a leer su nervadura
en cada línea
de mis manos
y huelo su calcárea respiración,
su fósforo,
árbol donde los muertos
echan hojas)

Y tú, por él,
pensando qué nos falta.
El aire y nadie más
te sobrevive.

DESDE BAJO LAS AGUAS

Escribes con la mano que busca dónde asirse
desde abajo las aguas
antes de ser el agua que se
empoza en las nubes.

Sufres la sed que sólo
apaga el fuego.

Oyes en unos muslos
el canto
de los peces, y desde tu tabaco le aúlla un perro
de humo a la muerte!

DESDE LAS ALTAS RAMAS

Hija mía, en tus ojos nuevos ríe
la luz, como los pájaros
en su vaina de pluma,
y quieren correr mundo desde las alturas ramas
donde levanta el árbol
su basamento trémulo.

Una vez, estos míos
-ojos que ya la sombra despabila-
subieron de un envión
a su empinado pedestal,
miraron a la madre
guiar la enredadera
y prohibirle las hojas del rosal,
a la hormiga.

Viajaron con el árbol
sin despegar los pies,
lo vieron irse, hundido,
buscando lejanías
y hoy resbalan cansados sobre
estos fríos muros,
sobre estos paredones
que el tiempo entelaraña.

DÓNDE EL ÁUREO SEMBLANTE

Dónde el áureo semblante,
la rubia imagen de la luz rostrosa
bajo el sabroso aliento;
la sosegada y ancha faz, por la
que pudo florecer la espina
y ser espina y aguijón la rosa.

EL ESPEJO

Irina, no hagas caso de tu lloroso padre;
búrlate cuando diga que hurta el bisel
la imagen y la devuelve vieja,
que la separa del rostro, de la piel,
con sus manos,
y ha enturbiado la faz de rientes ojos
que ardían en la luz,
grandes y claros.

Niégale que desde lo profundo de esos
cofres,
de esos desvanes de la luna suben
las corrosivas aguas;
tápate los oídos a sus fábulas, a sus
leyendas y dile
que jamás han brotado del azogue
los surcos en la cara.

No des pábulo a historias ni hagas
como él y alienta
en los espejos boca a boca, hija mía;
infúndele a tu imagen el soplo de
la vida,
y déjala en el mundo cuando a tus ojos
viajen dormidos
a ser la luz que al fondo del cristal,
se triza.

EL PAN

¡Cuánta abundancia
de escasez en esta época!

Le tiemblas a la hora
de comer,
hombre absurdo.

Le tienes miedo al hambre
porque te saca
todo
el pan.

EL TEJEDOR DE JAULAS

Ser como entonces
el que sonreía
de oir cantar a un tejedor
de jaulas

Señor que dices
en la voz de un niño:
Tengo en la mano
un humo que no
se me escapa

¡Cuándo
verán los ciegos
del oído
la luz
de tu palabra!

EN EL SENDERO GRIS

En el sendero gris, era mi alma
por el invierno de celaje yerto,
que fingía ceñir trémula palma
de neblina, en los árboles del huerto...

Meditaban las horas... y su calma
llegó a mi vida en el trajín desierto,
y fue tu acento sepultando en mi alma
su garganta de pájaro ya muerto.

Recordaba tu voz, que otrora fuera
en mi garganta caudaloso río,
nieve de lirios, mármoles de hoguera.

Y ya en el alba de ceniza y ola
vi, corazón, copiada en el rocío,
tu palabra de ayer, llorando sola!

EN ESA TIERRA EL AIRE

Yo tuve hogar en la región que agrieta
un terremoto de leyenda clara.
(Tal vez por eso le surcó la cara
la vida, con su fábula, al poeta)

EPITAFIO EN LA TUMBA DE UN PODEROSO

¿Reconoces el polvo de mis huesos
en la ceniza de los fuegos fatuos?

Es mi castigo el de los que ambicionan
en la vida hojas de oro:

con el otoño
regresar a la fiebre del oro en hojas de árbol.

ESTE AÑO NUEVO

No seguiré escribiendo
este año nuevo
porque no habrá de qué,
mientras tus muletas enterradas
pasean, pobre mía,
sobre mi corazón, despertándolo.

Ahora que fueron
a sembrar tus ojos
cuando la luz
no brota
de la tierra.
II
¡Oh la tibieza con que me atolondra
el aire de esa tierra!

(Yo soy el de la boca
en una brizna
sorbiendo la pradera)
III
Árboles de esos ríos
de un envión en mi frente,
álamos que adelgazan
en pájaros
sus ramas,
y mi niñez, que asoma
desde fotografías,
a ver, absorta,
cómo estoy
de viejo

INFANCIA

¡Tiempo de luces como arrodilladas!

En este día de sucia sal y de gastado hueso,
llegas, vestida con la piel del cielo
y con un gorrión salpicado de rocío,
ágil de plumas, suelto de gorjeo
sacudiéndose en las lajas...

¡oh el luto familiar aposentándose
en tapizados muebles de otro siglo!
Las polillas gastaban la quietud de cera
de los viejos arcones,
y la rosa, en el cerco de mis manos
latía, aleteaba como una paloma.

II

Con el pico sangrando su agonía,
sepulté por la siesta, y ahora sube
el pájaro de infancia que en mi había,
a la mortaja de una blanca nube;
muerto, quemado por la luz del día.

III

¿Recuerdas que el otoño
era el último vuelo de los gorriones muertos,
bajo un sudario de hojas?

¿Que el invierno aventaba la ceniza
de todos los crepúsculos?

En los amaneceres se descuajaba un árbol,
por alzar a los cielos su canasta de pájaros.

Salían de los albañiles, flotantes en la luz,
casas ovacionadas por el polvo
y tú dormías con un pie en la calle,
trinos por cabecera
y la boina sonámbula en los prados.
IV
Quiero llorar y todo me consuela,
la voz amada y el paciente oído.

(Sobre un campo de lobos,
caballos de ojos de agua
bebiéndose el rocío)

JONÁS Y LA SEMILLA I

Cuando Jonás, el profeta,
tocaba fondo en el vientre del pez,
soñó en su corazón un germen,
una semilla insumisa
y, tragándola, un pájaro como una flor de calcio, de
plumas color viento, una paloma.

Un pájaro zambulléndose en sus alas
disolvía en su boca la piel, la placenta verde de la
semilla
y germinó la yema y dijo a Dios:
¿Siembras tu voluntad llena de brotes
y no la mía, tus salpicantes gajos de saliva en
mi boca?

Árbol de mala sombra crezco porque es un viento
deshojante la vida,
es como las hormigas con el viento en sus velas.

Porque también he visto construir para la muerte, y
hombres lo mismo que albañiles de sepulcros.
Porque también conozco abortos de mujer a los nueve
meses, en forma de hombres.
Y este injerto de pájaro, del otro reino en mi yema
de árbol,
la incisión con la uña, que has abierto, no
cicatrizará.
Has deshecho el tejido donde duermo, comes igual que
perra la bolsa de tu cría.

JONÁS Y LA SEMILLA II

Y rociaba un gran sueño la nube de semillas en los
párpados de Jonás cuando preguntó:

¿Soy el hijo de Alicia, de su ala que acaricia, o
lombriz de tierra?

Porque los muertos huelen el agua y siento su sabor
en la lengua.

Porque fui como antojos
de parturienta pobre diciendo: injertaré a un rosal
mi sombra de árbol.

Porque junté las plumas de una paloma en la
primavera verde y fría, quise soldarle un ala
al viento

y estoy aquí buscando un vaso
en el fondo del río, en la piel de los dientes del pez.

JONÁS Y LA SEMILLA III

Entonces Jonás
regresó a las espinas de la tierra,

a esta vida que brota de la muerte como las hojas
de una puerta en el árbol

Su alma estaba triste
y Dios le dijo:

¿Todavía recibes en la casa del duelo, y
me niegas?

¿Ves en sazón la doncellez del fruto, y preguntas
quién desfloró a la higuera?

¿Conocerás recién la vida en el
crecimiento de tus uñas y de tus cabellos bajo la
tierra?

Afianza tus raíces, porque no seré siempre
jardinero de almácigos.

¡Ay de los que tragando saliva escupen su alma!

¡Ay de los que maldicen la pesadilla de soñar
despiertos!

¡Ay de los que en el pésame deshojan la palma
de su mano!

¡Ay del hombre, nacido de dos vientres a la
muerte!

LA CASA

La saludas con ojos baldíos,
le tiendes una mano
de cal, a tu casa.

Vives para la puerta en que te cierras y te sepulta
la ventana.

Ya de tantas paredes
con orejas
das a una tapia sorda,

animal sediento de espejismos;

hombre que ves al humo
desasirse del fuego
bajo las indolentes nubes,

dóciles
al empuje
de sus aguas.

LA GRIETA

(Oh espiar por mis hendijas
un negro escarabajo)

Oh insecto de ojos
rojos,
que tascas en mis cuevas
mandíbulas de alambre.

Que de mi sed abrevas
y comes de mi hambre.

LA LUZ DONDE ME ESPERA

Un pájaro con alas de madera
trampeado del zaguán a la cocina
y que lo mismo que una golondrina
ha enlutado la luz donde me espera.

Un gorrión salpicándose en mi acera
con el bastón que al caminar lo espina
y que muy lejos en otro árbol trina
desenjaulado de mi cabecera.

Y se fue del umbral y de la sala
con la muleta muerta bajo el ala
y todo el cielo para hacer su nido.

Madre o gorrión o golondrina en viaje
yo ya no sé y he de esperar que baje
desde la nube donde se ha dormido.

LA PUERTA

Desde que el hilo de tu sangre tierna
se desvenó por no jugar con juicio
quedó un portal, en su mordiente quicio,
abierto al paso de la voz eterna.

En el jardín del sanatorio, interna,
le sonreíste a un aprendiz de oficio
y qué dulce tristeza el ejercicio
de modelar, en su taller, tu pierna.

Casi bailabas sobre un pie y un soplo
de amor al hueso de tu vida rota
por las muletas infundió su escoplo.

Él fue tu Dios y con su mano injerta
ese codillo de ataúd, que brota
en el muñón que te dejó la puerta.

LA ROSA

Blanca sobre la tierra de una fosa
la luna sueña en flor que te despierto,
que a tus ojos, dormidos, les injerto
esa niña de luz que hubo en la rosa.

Niña la de tus ojos, tan lejosa,
de tus sembrados en un huerto
donde brota sin alma lo que ha muerto
y la rosa de amor se desenrosa.

Palmas, ramos comidos por los piojos,
mármoles bajo el fuego de la luna
que un polvo de luciérnagas rocía.

De la luna sin música en tus ojos
encenizándolos.... Y era mi cuna
la rosa que en tus brazos florecía.

LAS TABLAS DE LA LEY

Que harás con tu formón,
con tu taladro,
cribando contrafuertes y alfajías
y con el garlopín cavando estrías
en el cebil, para enmarcar un cuadro;
¡padre mío, qué lejos de ti ladro
a coro, con las perras agonías!
Mi niñez, que a tu sombra vio sacudir
los trenes,
era la mano de una fuente viva,
para la siembra virgen de la tierra.

Soy yo,
que ni una fotografía guardo de tu pelo,
que voy, bajo esta capa de niebla,
entre tus valses con la muñeca de lustrar,
y que pegando el rostro a los cristales
del corazón te veo,
cuando la lluvia baja gota a gota
al espacio patio de los días.

Yo, cauteloso avaro
de la moneda que perdí en los pobres
y que una y otra vez,
otra vez y una,
de rosa a espina voy,
de espina a rosa.

LIRA Y SONETO A DIOS

Por la tierra y el cielo,
con las manos del agua entre los tallos
te busca mi desvelo;
y me cabe en la boca todo el suelo
si te arrasan de verde los caballos.

*

Busco tu huella por el claro día
y por la noche de lunar asombro,
por tu mano, sentida sobre el hombro,
y tu pie, compañero de mi vía;
busco tu blanco fuego en mi agonía
quemando el labio con que no te nombro,
arquitecto en el tiempo de mi escombro,
dulce alfarero de la vida mía.

Apenas puedo presentirte ahora,
es mi vida un cegado desconsuelo
y un torpe anhelo que en la voz me llora,

y te busco, extraviado y a deshora,
¡que es mi tiempo de errar bajo del cielo
hoy, desterrado de tu eterna aurora!

LLOVIZNA

Hoy que otra vez contra un fallido verso
el corazón golpeo,
alzo la vista al vano de la puerta,
que un soplo entreabre y deja ver el cielo.

En los tejados la llovizna reza
por el hogar disperso,
y lloro, agazapado en los espejos.

LOS FUEGOS FATUOS

¿Apenas el zumbido de una hormiga con alas
y te sientes pájaro?

¿Ves el dolor pero tus ojos lloran en el humo de
los fuegos fatuos?

Todavía tu sombra gatea en los almácigos

Cuándo serás el árbol

¡Ay del hombre que busca su camino en los hombres!

¡Ay del ciego palpando las orejas del sordo!

¡Ay del camello y ay de su joroba!

¡Ay de los poderosos!

LOS OFICIOS

Porque yo sé también que el que trabaja
no se da tiempo para hacer dinero
y que cuando destape un agujero
lo tendrá que tapar con su mortaja.

Que le enseñaron a lustrar mi caja
pero no a preguntarme por qué muero
y que a veces por hombre y jornalero
con dos tragos asienta una migaja.

Que cuando yo me voy de una taberna
están su botamanga y su entrepierna
mostrando una costura descosida

y que con un remiendo en la mirada
dice que nunca juntaremos nada
porque todo lo echamos a la vida.

MEMORIAL DE JONÁS I

Yo deshojé mis plantas en los caminos.

Soy el que buscó las raíces
del jardinero.

Y sólo hallé, sediento de espejismos,
ciudades agobiadas
bajo el peso de sus cimientos.

Allí tras el amor
es el recuerdo
como leer las líneas de la vida en las manos
de un muerto.

MEMORIAL DE JONÁS II

Allí también la piedra
donde dormía un niño,
poca leche en el diente que se llevan los ratones
del sueño;

y las cocinas donde hierven el agua
los que jamás descubrirán el fuego.

Al fondo de la casa
donde entró el desalojo
había un árbol mesándose los cabellos.

MEMORIAL DE JONÁS III

Y más allá el adiós,
la última senda.
El callejón de los ojos disueltos.

La vejez con sus manos temblorosas.

Seca como la higuera maldecida la nuca de los
viejos

Allí una mosca
desovó en mi oído
y me apagué a dormir
después del sueño.

NO ES ROCÍO DEL ALBA

Cuándo le saldrá la patita a la abuela
-preguntaba-
y no es rocío lo que tiembla en estas
flores, sino lágrimas,
porque anduvo la vida de un pie, sobre un zapato,
y le sobraba el otro
del par, en los cajones.

No es rocío del alba sino en la voz un ruego,
porque dije de pronto, pero la abuela ha muerto,
y al irse le dejamos las muletas
por si no la esperaba su otro pie detrás del muro
de cal negra.

Cuándo habrá de salirse, y no es el fuego,
es la ceniza que arde en la cal viva
de esos muros donde no se oye el roce
de la luz, en los ojos,
donde todas las bocas
se han puesto a juntar agua, porque no echa raíces
lo que riega la sangre.

No es rocío del alba sino lágrimas,
sal de la vida
que ha disuelto el agua.

PADRE CARPINTERO

Dio virutas de cedro su garlopa
cuando asentando nuestra casa pobre
fueron sus manos, del pisón de cobre
a los muebles, lustrados por su estopa.

Y el pan casero y una humeante sopa
bastaron a su almuerzo, sin que sobre,
y el agua pura como la salobre
que humedeció su polvorienta ropa.

Buen tiempo que pasó. Ya casi anciano
preside nuestra mesa con su obrero
ordenar de herramientas y formones.

Y ya jamás me asombrará su mano
como en mi infancia ¡padre carpintero!
recortando a serrucho los tablones.

SALMO


Hundióme en sombras con mortal desvelo
la débil carne, de dolor culpada,
que siendo de tu mano abandonada
ganó en tristezas y perdió en consuelo.

Apenas vuelto el corazón al cielo,
lloró tu imagen, por la luz bañada,
y sentí que la luz, arrodillada,
llevaba en oración oculto duelo.

SIRVIENTA

Buscó su pieza, la del fondo, el cuarto
que hoy nadie ocupa porque una suicida
ahogó los platos en el agua hervida.

Y se durmió
sin jabonar la casa.
Su corazón
tan percudido y harto,
que ni la tierra
lo desengrasa.

SOLEDAD

Quiero llegar, vestido
del aire que anochece,
a tu jardín, que guarda
el ángel de la muerte.

TRES SONETOS

Porque mi sangre
de otra piel se viste,
y en otro pie se yergue
y otro paso.


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