MATAR EL PAVO
Hagamos el fuego: Tiramos bombillos plásticos del guaro,
periódicos, revistas porno ajadas, y el fuego se hizo.
Sin pavo. Sin luces. Con disparos como fuegos artificiales.
A todos nos gustaría la carne fresca. El vino. Estar entre
familia.
Un pavo delicioso. Y una mujer o un hombre y nunca nosotros,
que cogíamos para evitar el hielo. Las cobijas rotas y sucias.
Incendiaríamos esta ciudad con toda su gente.
Y el culo de los pavos con salsa chorrearía sobre la mesa.
Hemos visto demasiado para una misma vida:
Sacerdotes pedófilos con dinero para que drogadictos se las mamen.
También policías hincados, borrachos, rodeados
de jóvenes ladrones buscando sexo en las tinieblas.
Putas cagando en la boca de pervertidos.
Ah, sí sabremos nosotros lo que significa la noche.
Iglesias llenas.
Bares vacíos.
Hagamos el fuego, dijiste,
no comprendías que esta ciudad
arde desde hace tiempo.
RINOCERONTE BLANCO
¿Es que no te vas a levantar tampoco hoy?
¿Vas a quedarte ahí como un rinoceronte blanco,
echado, a la espera de una bala?
Respiré profundo, muy profundo.
como un buzo dispuesto a perderse
en la oscuridad de las heladas aguas.
Saqué fuerza y me asomé sin camisa
por la estrecha ventana del cuarto.
A lo lejos,
parpadeaba el sucio neón
del Hotel de Paso Paradise.
Desde ahí, se miraban carros viejos y lujosos.
-todos fornicamos en menor o mayor medida-
Abajo, entre los departamentos del suburbio,
un policía arremetía contra indigentes
que ensuciaban el parque del Alcalde
con sus cobijas, periódicos en llamas
y sus bombas de guaro contra el frío.
Y pensar que ya son escasos los periódicos,
las revistas Playboy, el contrabando del bueno.
Dentro de poco no tendrán nada para quemar,
excepto esta enorme y bulliciosa ciudad.
Me rasqué el trasero y fui en busca
de otra cerveza en el refrigerador.
Nada ha cambiado allá afuera.
Nada, aunque creo la lluvia es combustible
para los indigentes y las putas con ligueros.
Esta ciudad arderá en poco tiempo
o la prenderé con mis propias manos.
Tiene razón.
Me quedaré aquí.
Por esa bala perdida.
DÉJAME MORIR SOBRE LA PLAYA
Es necesario saber, amiga mía,
que los tiempos del amor
son tan distintos para ambos.
A tu corta edad, por ejemplo,
los errores más grandes,
son simples daños colaterales,
un giro y cambio de timón.
A la mía, es evitar el filo
del témpano de hielo,
el hundimiento previsto,
las señales del faro lejano
a las puertas de un desastre.
No lo esperaba;
aunque debí.
Cargo el corazón de un cachalote
herido por todos los arpones
de cazadores furtivos sobre el hielo.
Todos tenían inscrita la palabra amor
hasta que fui cauto y dejé de acercarme
a las costas limpias con aguas cálidas.
Con la punta más afilada
y nunca pudieron hundir
a este viejo corazón curtido
de cicatrices atadas por el fuego.
Y ya ves, amiga mía, previne todo,
menos los tiempos del amor tan evidentes.
No es necesario asombrarse,
amores perdidos como el nuestro
ya se han visto naufragar de peor manera.
Hoy sobre esa playa blanca
una enorme ballena rodeada de turistas
daba sus últimas bocanadas de aire.
Miro ese corazón enorme a punto de ceder
y es inevitable que piense en su último latido:
“Pobre amiga, también llegaste tarde,
has equivocado los tiempos del amor”
Tampoco hay que vestir la ilusión de rabia.
Ya cargarás tu maleta
con puntas de arpón,
trozos de redes de arrastre
y, entenderás de lo que hablo,
como siempre; demasiado tarde.
QUE LOS MUERDA EL AMOR
Que los muerda el acantilado del amor
antes de que sus ojos encerrados con la tarde
sean faros para los barcos pedidos.
Que se abalance sobre sí, con colmillos huecos
y perfore la carne con moscas blancas,
su caldo rojo se ensucie tras el beso;
otros heridos extiendan su amor incontenible.
Entren a las tiendas, muerdan a dependientes,
cajeros, transeúntes. Que se lance sobre sí
un tigre rabioso de nubes grises
y estalle de noche en una mancha negra
que no penetre un dardo blanco.
Conozco el aroma del amor, su virulento
espasmo en las ideas. Un ruido paralizante.
Impide alzar la voz, contrae el tórax, tus ojos
son borregos diezmados ante el cuchillo
y su beso es un camino de sangre espesa
en los dormitorios con pisos de mármol.
Que al irse perciban su ausencia
como falta una pierna, un brazo,
un ojo, una mano diestra amputada.
Que su sombra, su sentido de que aún está
no los abandone y busquen su caricia
desesperados, dementes, enfermos.
El amor es un virus incontenible.
Padézcanlo.
Difúndanlo
con
el
beso.
Que el amor sea peor que un tigre
y no lo vean venir entre su cielo
glorioso, difuso, compartido,
solo para que recuerden la herida
cuando los traicione. Y mueran.
Aún entre vivos hablantes. Mueran.
De manera irremediable. Como
mueren los dementes. Los que
aman con la carne expuesta
ante la voracidad de los perros.
Mueran.
Hasta que no olviden
que se vive de la desgracia.
HÉCTOR VIEL TEMPERLEY
En compañía del poeta argentino, Héctor Viel Temperley.
Me narra su poesía completa, bebe una cerveza.
¿A qué viene Héctor Viel a casa?
¿Para tomarse la cerveza y hablar de cómo deja de llover?
No lo quiero en casa. Siempre bebido o invitándote a la bebida.
Tratalo de lejos, como él quiere, igual que un barco apestado.
Viene con un cuchillo en mano, los ojos en vidrios húmedos,
con vapores limpios de la cebolla. Insiste en que se largue de una
vez.
Nada de cerveza. Nada de sus libros.
Tipos holgazanes que beben de la ubre de su madre
y de mujeres como su madre.
Dejo la Obra Completa de Viel sobre el escritorio.
También quiere que deje de escribir.
De perder el tiempo en un oficio sin salario ni seguro social.
Con ese libro cerrado, sé que no habrá más poemas.
Dentro tiene una dedicatoria del editor Quintanilla:
“Este libro pertenece a Randall Roque,
que ama la poesía y quiere vivir en ella”.
No sé qué quiso decir. Estoy solo en casa.
Héctor Viel Temperley ha muerto.
DITA VON TEESE
De algún modo perdí el juego
y era quien cortaba las cartas.
Se supone que no sucedería.
He bebido y llorado sobre ese paño verde
tanto como Jesús en el Monte de los Olivos
y tampoco apartaron el caliz de tu martini
derramado en botellas sobre tus caderas.
¿Apostaste en mi contra?
Si es así, te felicito,
serás afortunada lo que resta del juego.
Conservarás la santa castidad de las cantinas.
Podrás pulir con tus piernas los azules tubos
de Clubes nocturnos en Orange de California,
lleno de traileros, taxistas y locos ejecutivos,
atrapada entre las luces ambarinas,
líneas de coca en billetes tan verdes
como el fuego de varylio del whisky.
¿Cumpliste el sueño de tu padre
en la primera portada de PlayBoy?
Complaceme ahora con tu acto Burlesque.
Los ángeles perdieron sus alas por mirarte
a través de los vitrales de abandonadas iglesias.
Amor,
la horda del fuego
no arde en estos maderos.
Te he amado
en un cuerpo rocoso,
un caldero de huesos
más blanco que tu encaje
¿De qué fuego estás hecha Dita Von Teese?
Es hora de demostrarlo.
SÍNDROME DEL CORAZÓN DEL SOLDADO [1]
No habló por casi tres meses
y cuando lo hizo, distó de ser
un buen conversador. Luego
escribió un libro sobre la guerra
que nunca publicó y quedó
sobre un viejo banco de laurel,
escrito con una máquina Olympia
e incorregible en el mejor de los casos.
Entonces su nieto olvidó el sufrimiento
de su padre con su abuelo mudo y ortodoxo.
Vendió la finca, el heno, un caballo flaco,
quemó la panga y las cañas de pescar,
enterró el cuchillo con el que su padre
degolló a su abuelo cuando sufrió alzheimer.
Y apostó en Las Vegas la locura de su abuelo
la agónica tristeza de su padre viudo
y colgante de una viga en el cuarto de lavado.
Todos regresan a sus casas u hospitales
con el síndrome del corazón del soldado.
No hablan. No duermen. Convulsionan.
Su rostro es rígido como su afecto.
Quedan ciegos de pronto y rodeados
de ruidos inaudibles para otros.
Así que apostó todo lo que pudo
en busca de una satisfacción
entre tanta desgracia.
Hay pequeñas glorias.
Como lanzar los dados.
Apostar a un caballo.
Quemar la casa del abuelo
con tu padre colgado de una viga.
Notas
[1]
Del libro Desplazados y Adictos (Ed. Juglar, 2020. Madrid)
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/randall-roque-2/
Rojo escarlata
Yo miré a un inmigrante mexicano lleno de sangre,
y su sangre era rojo escarlata, gruesa
como vigas de acero en los cimientos
del Hotel Plaza en Atlantic City
y todas tenían inscrita la firma Donald Trump
Miré a la diestra de Obama, esa casa blanca
con policías robustos, bien formados
y ciudadanos negros con la sangre rojo escarlata
como trabajadores en la ciudad de Mc Kinney,
con su carne debajo de rieles y construcciones inmensas
Vendrán tiempos peores, Dylann Roof,
en los que la sangre sea rojo escarlata,
te cuenten como una de las cincuenta estrellas
y no sientan pena
Tiempos en los que asesinen a veinte niños
en la escuela primaria de Sandy Hook de Newtown,
los noticiarios no tengan asco de vender
y hagan a Gary Ridgway una sonada canción
Vendrán tiempos peores
o pasaron sin darnos cuenta
Ensuciá el amor
Ocultate del mundo y su gente sincera
o llegarán una tarde de estas hasta tu casa
con el amor más puro sin saber amar
la oscuridad del hombre
Sacarán los demonios de tu casa,
con cánticos de poder místico
sacudirán el polvo para devolverte
a la tierra infecunda y sus cimientos
Te recordarán las infelices noches
cuando eras un trapo sucio y roto
que nadie recogería de las calles
y, a eso, llamarán amor
No existe nada más poderoso que la palabra
y la usan bien
Muchos movieron masas con el odio
persiguieron a otros y justificaron
su orgullo en la humilde existencia
No seás un estúpido como tantos
Que no te engañen tan fácil
La derecha asesinó lo mismo que la izquierda,
ambas manos deberían cortarse de raíz
La anarquía hará al hombre libre
bajo su propio riesgo,
ellos lo saben
y tocarán tu puerta
para hacerte igual a otros
Serás un genio en la oscuridad
Ya sabemos qué sucede a los genios
lo mismo que a los hombres buenos
Los harán carne molida
para que los consuman
multitudes
Los encerrarán en libros,
cadenas televisivas,
premios, aplausos,
hasta que sean algo común
y a nadie importe lo que digan
Sé un buen tipo
y no te conformés
con tan poco
Hacé lo que hago en estos días
Alimento a los buitres carroñeros
con el árbol de la ciencia del bien y el mal
para que la sabiduría no sea de los dioses
Es imposible conocerlo todo,
es imposible amar si desconocés
Entregate a los instintos más bajos
Luego buscá el amor entre las frutas
podridas que se han desperdiciado
en la gula, la avaricia, la ira,
la pereza, la lujuria, la envidia
y la soberbia
No creás nada de lo que digan,
solo tratan de escribir un código de barras
que luzca bien sobre tu frente
Ensuciá el amor para reconocerlo
Colchón blanco para Sasha Grey
A eso de las tres y quince de la tarde
llegó el nuevo colchón matrimonial,
lo trajo un tipo mal encarado
que exigía la contrafactura
y un garabato en sus papeles
Tuve que buscar en el basurero
y sacudirle la borra del café
para dejarla, al menos,
un poco presentable
Me gusta la cama con buen espacio,
para las piernas, la ropa y la distancia,
sobre todo, que sea ortopédica
Luego, en la noche junto a un Jack Daniel’s,
miraba una película porno de Sasha Grey,
quien se sacrificó para que todos gozáramos del cielo
y es lo más cercano a la santidad en este mundo
De todas las escenas repetidas,
atrajo mi atención de inmediato
el colchón blanco ortopédico
Qué bien se siente saber,
aunque sea de este modo,
que la garantía está segura
Me levanté y fumé un cigarro
¿De qué otra cosa podía escribir, sino de esto?
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2016/02/poesia-de-costa-rica-randall-roque/
Á𝐍𝐈𝐌𝐀𝐒
Las ánimas
bajan de los cocoteros
a las tres de la mañana
es la hora de las ánimas
y Jesús de la misericordia.
Todo te conceden
por una gota de sudor del Cristo,
un rezo que les corte su tiempo
en aquel fuego purificante.
No necesitás de las alarmas
si te despiertan con pellizcos
o mueven sillones y cortinas.
-Las ánimas cumplen-
Pero no debés faltarles o bajarán
desesperadas de los cocoteros
por esa gota de agua o de sudor.
Yo que vi a mi santa madre
doblegar indecibles demonios
con el miedo de los mortales
-le creo.
Yo que la vi acercarse
con el sudario café
de las promesas y gruesos
rosarios de la virgen de El Carmen
atados de la cintura
-le creo.
Las ánimas
bajan de los cocoteros,
portan collares de plata
con brazos, piernas,
bueyes, manitas o cabezas
de niño, casas, ojos, corazones
de las promesas pagas en la iglesia;
te los dejan en un rincón de la casa
cuando se liberan por tus rezos.
Los collares suenan al golpear
los metales entre sí, como cascabeles,
como valijas en los aeropuertos.
Las ánimas son desesperadas
y buenas, blancas sombras
en las veladoras y santuarios.
Mi madre
dice que van hacia los ríos
y no beben de ese portal de aguas.
Que todas las madrugadas
van a las tres al mismo río,
y los alcohólicos se arrastran
de cuatro patas a los estanques
para saciar la sed desesperada.
Y beben
y no sacian.
Y ruegan
por beber más.
Esperan el cielo.
Es lo único que esperan.
Y mi padre es un perro más
en la laguna de los perros.
Solo una gota de sudor,
una lágrima del rezo calma
a las almas penitentes.
Un ánima
siempre te cumple.
Rezá por tu padre, dice. Si abrís
los ojos a las tres de la mañana.
Rezá para que las ánimas bajen
de los cocoteros y se hundan
[en los ríos
como luciérnagas de agua.
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𝐌𝐀𝐑𝐘 𝐒𝐇𝐄𝐋𝐋𝐄𝐘
Mary guarda el corazón
de su esposo, Percy Shelley,
envuelto en un papel de seda
en el cajón de su escritorio.
En las noches -esas largas noches-
lo escucha escribir nuevamente
ese último poema, pedirle un té,
abrirle la ventana a los estorninos.
Sus amantes también escuchan
la hoja que se contrae y expande
junto a ese corazón a oscuras.
Mary
Shelley
los distrae amorosamente,
les habla al oído sobre la nieve
que cubre con huesos la hierba,
las flores que yacen dormidas,
todo lo que fecunda en el silencio.
Cada noche repasa una vez más
aquel último poema de memoria,
se asegura que el corazón
esté aún en el escritorio,
lo toma entre las manos
y lo besa.
***
El 8 de
julio de 1822, se anunciaba el naufragio del velero don Juan, así como el
fallecimiento de Percy Shelley de 29 años, poeta y escritor del romanticismo
Inglés, esposo de Mary Shelley, quien escribiría la célebre obra Frankenstein.
Mary, pidió el corazón de su esposo para que le acompañara hasta el día de su
muerte, mismo que conservó envuelto en una seda dentro de una gaveta de su
escritorio durante unos treinta años, hasta el día de su muerte, precisamente
el 01 de febrero de 1851.
Tomado de:
https://www.revistaelgolem.com/2025/01/19/poemas-de-randall-roque/
PEZ CON CUCHILLO
Un pez grande y plateado
sobre una tabla blanca de picar,
con un cuchillo de cocina
incrustado justo en el medio.
Esta fue la imagen de un sueño,
aún no entiendo por qué no había
ni una sola gota de sangre.
La muerte en un delantal blanco
doblado con descuido sobre una silla.
Tomado de:
https://salvador-madrid.blogspot.com/2017/12/randall-roque-amar-el-monstruo-que-somos.html
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