viernes, 21 de marzo de 2025

POEMAS DE RANDALL ROQUE

 

MATAR EL PAVO

 

Hagamos el fuego: Tiramos bombillos plásticos del guaro,

periódicos, revistas porno ajadas, y el fuego se hizo.

Sin pavo. Sin luces. Con disparos como fuegos artificiales.

 

A todos nos gustaría la carne fresca. El vino. Estar entre familia.

Un pavo delicioso. Y una mujer o un hombre y nunca nosotros,

que cogíamos para evitar el hielo. Las cobijas rotas y sucias.

Incendiaríamos esta ciudad con toda su gente.

Y el culo de los pavos con salsa chorrearía sobre la mesa.

 

Hemos visto demasiado para una misma vida:

 

Sacerdotes pedófilos con dinero para que drogadictos se las mamen.

También policías hincados, borrachos, rodeados

de jóvenes ladrones buscando sexo en las tinieblas.

Putas cagando en la boca de pervertidos.

 

Ah, sí sabremos nosotros lo que significa la noche.

 

Iglesias llenas.

Bares vacíos.

 

Hagamos el fuego, dijiste,

no comprendías que esta ciudad

arde desde hace tiempo.

 

 

RINOCERONTE BLANCO

 

¿Es que no te vas a levantar tampoco hoy?

 

¿Vas a quedarte ahí como un rinoceronte blanco,

echado, a la espera de una bala?

 

Respiré profundo, muy profundo.

como un buzo dispuesto a perderse

en la oscuridad de las heladas aguas.

 

Saqué fuerza y me asomé sin camisa

por la estrecha ventana del cuarto.

 

A lo lejos,

parpadeaba el sucio neón

del Hotel de Paso Paradise.

 

Desde ahí, se miraban carros viejos y lujosos.

-todos fornicamos en menor o mayor medida-

 

Abajo, entre los departamentos del suburbio,

un policía arremetía contra indigentes

que ensuciaban el parque del Alcalde

con sus cobijas, periódicos en llamas

y sus bombas de guaro contra el frío.

 

Y pensar que ya son escasos los periódicos,

las revistas Playboy, el contrabando del bueno.

 

Dentro de poco no tendrán nada para quemar,

excepto esta enorme y bulliciosa ciudad.

 

Me rasqué el trasero y fui en busca

de otra cerveza en el refrigerador.

 

Nada ha cambiado allá afuera.

Nada, aunque creo la lluvia es combustible

para los indigentes y las putas con ligueros.

 

Esta ciudad arderá en poco tiempo

o la prenderé con mis propias manos.

 

Tiene razón.

Me quedaré aquí.

Por esa bala perdida.

 

 

DÉJAME MORIR SOBRE LA PLAYA

 

Es necesario saber, amiga mía,

que los tiempos del amor

son tan distintos para ambos.

 

A tu corta edad, por ejemplo,

los errores más grandes,

son simples daños colaterales,

un giro y cambio de timón.

 

A la mía, es evitar el filo

del témpano de hielo,

el hundimiento previsto,

las señales del faro lejano

a las puertas de un desastre.

 

No lo esperaba;

aunque debí.

 

Cargo el corazón de un cachalote

herido por todos los arpones

de cazadores furtivos sobre el hielo.

 

Todos tenían inscrita la palabra amor

hasta que fui cauto y dejé de acercarme

a las costas limpias con aguas cálidas.

 

Con la punta más afilada

y nunca pudieron hundir

a este viejo corazón curtido

de cicatrices atadas por el fuego.

 

Y ya ves, amiga mía, previne todo,

menos los tiempos del amor tan evidentes.

 

No es necesario asombrarse,

amores perdidos como el nuestro

ya se han visto naufragar de peor manera.

 

Hoy sobre esa playa blanca

una enorme ballena rodeada de turistas

daba sus últimas bocanadas de aire.

 

Miro ese corazón enorme a punto de ceder

y es inevitable que piense en su último latido:

“Pobre amiga, también llegaste tarde,

has equivocado los tiempos del amor”

 

Tampoco hay que vestir la ilusión de rabia.

 

Ya cargarás tu maleta

con puntas de arpón,

trozos de redes de arrastre

y, entenderás de lo que hablo,

como siempre; demasiado tarde.

 

 

QUE LOS MUERDA EL AMOR

 

Que los muerda el acantilado del amor

antes de que sus ojos encerrados con la tarde

sean faros para los barcos pedidos.

 

Que se abalance sobre sí, con colmillos huecos

y perfore la carne con moscas blancas,

su caldo rojo se ensucie tras el beso;

otros heridos extiendan su amor incontenible.

 

Entren a las tiendas, muerdan a dependientes,

cajeros, transeúntes. Que se lance sobre sí

un tigre rabioso de nubes grises

y estalle de noche en una mancha negra

que no penetre un dardo blanco.

 

Conozco el aroma del amor, su virulento

espasmo en las ideas. Un ruido paralizante.

Impide alzar la voz, contrae el tórax, tus ojos

son borregos diezmados ante el cuchillo

y su beso es un camino de sangre espesa

en los dormitorios con pisos de mármol.

 

Que al irse perciban su ausencia

como falta una pierna, un brazo,

un ojo, una mano diestra amputada.

 

Que su sombra, su sentido de que aún está

no los abandone y busquen su caricia

desesperados, dementes, enfermos.

 

El amor es un virus incontenible.

 

Padézcanlo.

Difúndanlo

con

el

beso.

 

Que el amor sea peor que un tigre

y no lo vean venir entre su cielo

glorioso, difuso, compartido,

solo para que recuerden la herida

cuando los traicione. Y mueran.

Aún entre vivos hablantes. Mueran.

De manera irremediable. Como

mueren los dementes. Los que

aman con la carne expuesta

ante la voracidad de los perros.

Mueran.

 

Hasta que no olviden

que se vive de la desgracia.

 

 

HÉCTOR VIEL TEMPERLEY

 

En compañía del poeta argentino, Héctor Viel Temperley.

Me narra su poesía completa, bebe una cerveza.

 

¿A qué viene Héctor Viel a casa?

¿Para tomarse la cerveza y hablar de cómo deja de llover?

No lo quiero en casa. Siempre bebido o invitándote a la bebida.

Tratalo de lejos, como él quiere, igual que un barco apestado.

Viene con un cuchillo en mano, los ojos en vidrios húmedos,

con vapores limpios de la cebolla. Insiste en que se largue de una vez.

Nada de cerveza. Nada de sus libros.

Tipos holgazanes que beben de la ubre de su madre

y de mujeres como su madre.

Dejo la Obra Completa de Viel sobre el escritorio.

También quiere que deje de escribir.

De perder el tiempo en un oficio sin salario ni seguro social.

Con ese libro cerrado, sé que no habrá más poemas.

Dentro tiene una dedicatoria del editor Quintanilla:

“Este libro pertenece a Randall Roque,

que ama la poesía y quiere vivir en ella”.

 

No sé qué quiso decir. Estoy solo en casa.

Héctor Viel Temperley ha muerto.

 

 

DITA VON TEESE

 

De algún modo perdí el juego

y era quien cortaba las cartas.

 

Se supone que no sucedería.

 

He bebido y llorado sobre ese paño verde

tanto como Jesús en el Monte de los Olivos

y tampoco apartaron el caliz de tu martini

derramado en botellas sobre tus caderas.

 

¿Apostaste en mi contra?

 

Si es así, te felicito,

serás afortunada lo que resta del juego.

Conservarás la santa castidad de las cantinas.

Podrás pulir con tus piernas los azules tubos

de Clubes nocturnos en Orange de California,

lleno de traileros, taxistas y locos ejecutivos,

atrapada entre las luces ambarinas,

líneas de coca en billetes tan verdes

como el fuego de varylio del whisky.

 

¿Cumpliste el sueño de tu padre

en la primera portada de PlayBoy?

 

Complaceme ahora con tu acto Burlesque.

Los ángeles perdieron sus alas por mirarte

a través de los vitrales de abandonadas iglesias.

 

Amor,

la horda del fuego

no arde en estos maderos.

 

Te he amado

en un cuerpo rocoso,

un caldero de huesos

más blanco que tu encaje

 

¿De qué fuego estás hecha Dita Von Teese?

 

Es hora de demostrarlo.

 

 

SÍNDROME DEL CORAZÓN DEL SOLDADO [1]

 

No habló por casi tres meses

y cuando lo hizo, distó de ser

un buen conversador. Luego

escribió un libro sobre la guerra

que nunca publicó y quedó

sobre un viejo banco de laurel,

escrito con una máquina Olympia

e incorregible en el mejor de los casos.

 

Entonces su nieto olvidó el sufrimiento

de su padre con su abuelo mudo y ortodoxo.

Vendió la finca, el heno, un caballo flaco,

quemó la panga y las cañas de pescar,

enterró el cuchillo con el que su padre

degolló a su abuelo cuando sufrió alzheimer.

Y apostó en Las Vegas la locura de su abuelo

la agónica tristeza de su padre viudo

y colgante de una viga en el cuarto de lavado.

 

Todos regresan a sus casas u hospitales

con el síndrome del corazón del soldado.

 

No hablan. No duermen. Convulsionan.

Su rostro es rígido como su afecto.

Quedan ciegos de pronto y rodeados

de ruidos inaudibles para otros.

 

Así que apostó todo lo que pudo

en busca de una satisfacción

entre tanta desgracia.

 

Hay pequeñas glorias.

Como lanzar los dados.

Apostar a un caballo.

Quemar la casa del abuelo

con tu padre colgado de una viga.

 

Notas

 

[1] Del libro Desplazados y Adictos (Ed. Juglar, 2020. Madrid)

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/randall-roque-2/

 

 

Rojo escarlata

 

Yo miré a un inmigrante mexicano lleno de sangre,

y su sangre era rojo escarlata, gruesa

como vigas de acero en los cimientos

 

del Hotel Plaza en Atlantic City

y todas tenían inscrita la firma Donald Trump

 

 

Miré a la diestra de Obama, esa casa blanca

con policías robustos, bien formados

y ciudadanos negros con la sangre rojo escarlata

como trabajadores en la ciudad de Mc Kinney,

con su carne debajo de rieles y construcciones inmensas

 

 

Vendrán tiempos peores, Dylann Roof,

en los que la sangre sea rojo escarlata,

te cuenten como una de las cincuenta estrellas

y no sientan pena

Tiempos en los que asesinen a veinte niños

en la escuela primaria de Sandy Hook de Newtown,

los noticiarios no tengan asco de vender

y hagan a Gary Ridgway una sonada canción

 

Vendrán tiempos peores

o pasaron sin darnos cuenta

 

 

Ensuciá el amor

 

Ocultate del mundo y su gente sincera

o llegarán una tarde de estas hasta tu casa

con el amor más puro sin saber amar

la oscuridad del hombre

 

Sacarán los demonios de tu casa,

con cánticos de poder místico

sacudirán el polvo para devolverte

a la tierra infecunda y sus cimientos

 

Te recordarán las infelices noches

cuando eras un trapo sucio y roto

que nadie recogería de las calles

y, a eso, llamarán amor

 

No existe nada más poderoso que la palabra

y la usan bien

 

Muchos movieron masas con el odio

persiguieron a otros y justificaron

su orgullo en la humilde existencia

 

 

No seás un estúpido como tantos

Que no te engañen tan fácil

 

La derecha asesinó lo mismo que la izquierda,

ambas manos deberían cortarse de raíz

 

La anarquía hará al hombre libre

bajo su propio riesgo,

ellos lo saben

y tocarán tu puerta

para hacerte igual a otros

 

Serás un genio en la oscuridad

Ya sabemos qué sucede a los genios

lo mismo que a los hombres buenos

 

Los harán carne molida

para que los consuman

multitudes

 

Los encerrarán en libros,

cadenas televisivas,

premios, aplausos,

hasta que sean algo común

y a nadie importe lo que digan

 

Sé un buen tipo

y no te conformés

con tan poco

 

Hacé lo que hago en estos días

 

 

Alimento a los buitres carroñeros

con el árbol de la ciencia del bien y el mal

para que la sabiduría no sea de los dioses

 

Es imposible conocerlo todo,

es imposible amar si desconocés

 

Entregate a los instintos más bajos

 

Luego buscá el amor entre las frutas

podridas que se han desperdiciado

 

en la gula, la avaricia, la ira,

 

la pereza, la lujuria, la envidia

 

y la soberbia

 

No creás nada de lo que digan,

solo tratan de escribir un código de barras

que luzca bien sobre tu frente

Ensuciá el amor para reconocerlo

 

 

Colchón blanco para Sasha Grey

 

A eso de las tres y quince de la tarde

llegó el nuevo colchón matrimonial,

lo trajo un tipo mal encarado

que exigía la contrafactura

y un garabato en sus papeles

 

Tuve que buscar en el basurero

y sacudirle la borra del café

para dejarla, al menos,

un poco presentable

 

Me gusta la cama con buen espacio,

para las piernas, la ropa y la distancia,

sobre todo, que sea ortopédica

 

Luego, en la noche junto a un Jack Daniel’s,

miraba una película porno de Sasha Grey,

quien se sacrificó para que todos gozáramos del cielo

y es lo más cercano a la santidad en este mundo

 

De todas las escenas repetidas,

atrajo mi atención de inmediato

el colchón blanco ortopédico

 

Qué bien se siente saber,

aunque sea de este modo,

que la garantía está segura

 

Me levanté y fumé un cigarro

 

¿De qué otra cosa podía escribir, sino de esto?

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2016/02/poesia-de-costa-rica-randall-roque/

 

 

Á𝐍𝐈𝐌𝐀𝐒

 

Las ánimas

 

bajan de los cocoteros

 

a las tres de la mañana

 

es la hora de las ánimas

 

y Jesús de la misericordia.

 

Todo te conceden

 

por una gota de sudor del Cristo,

 

un rezo que les corte su tiempo

 

en aquel fuego purificante.

No necesitás de las alarmas

si te despiertan con pellizcos

 

o mueven sillones y cortinas.

 

-Las ánimas cumplen-

Pero no debés faltarles o bajarán

 

desesperadas de los cocoteros

por esa gota de agua o de sudor.

 

Yo que vi a mi santa madre

doblegar indecibles demonios

con el miedo de los mortales

-le creo.

 

Yo que la vi acercarse

con el sudario café

de las promesas y gruesos

 

rosarios de la virgen de El Carmen

 

atados de la cintura

-le creo.  

 

Las ánimas

bajan de los cocoteros,

portan collares de plata

con brazos, piernas,

 

 

 

bueyes, manitas o cabezas

de niño, casas, ojos, corazones

de las promesas pagas en la iglesia;

te los dejan en un rincón de la casa

cuando se liberan por tus rezos.

 

Los collares suenan al golpear

 

los metales entre sí, como cascabeles,

 

como valijas en los aeropuertos.

 

Las ánimas son desesperadas

y buenas, blancas sombras

en las veladoras y santuarios.

 

Mi madre

dice que van hacia los ríos

y no beben de ese portal de aguas.

 

Que todas las madrugadas

van a las tres al mismo río,

y los alcohólicos se arrastran

de cuatro patas a los estanques

 

para saciar la sed desesperada.

 

Y beben

y no sacian.

 

Y ruegan

por beber más.

 

Esperan el cielo.

Es lo único que esperan.

 

Y mi padre es un perro más

en la laguna de los perros.

 

Solo una gota de sudor,

una lágrima del rezo calma

a las almas penitentes.

 

Un ánima

siempre te cumple.

 

Rezá por tu padre, dice. Si abrís

los ojos a las tres de la mañana.

Rezá para que las ánimas bajen

de los cocoteros y se hundan

                                    [en los ríos

como luciérnagas de agua.

----

 

 

𝐌𝐀𝐑𝐘 𝐒𝐇𝐄𝐋𝐋𝐄𝐘

 

Mary guarda el corazón

de su esposo, Percy Shelley,

envuelto en un papel de seda

en el cajón de su escritorio.

 

En las noches -esas largas noches-

 

lo escucha escribir nuevamente

 

ese último poema, pedirle un té,

 

abrirle la ventana a los estorninos.

 

Sus amantes también escuchan

la hoja que se contrae y expande

 

junto a ese corazón a oscuras.

 

                        Mary Shelley

 

los distrae amorosamente,

les habla al oído sobre la nieve

 

que cubre con huesos la hierba,

 

las flores que yacen dormidas,

 

todo lo que fecunda en el silencio.

 

 

Cada noche repasa una vez más

aquel último poema de memoria,

se asegura que el corazón

esté aún en el escritorio,

lo toma entre las manos

y lo besa.

 

***

 

El 8 de julio de 1822, se anunciaba el naufragio del velero don Juan, así como el fallecimiento de Percy Shelley de 29 años, poeta y escritor del romanticismo Inglés, esposo de Mary Shelley, quien escribiría la célebre obra Frankenstein. Mary, pidió el corazón de su esposo para que le acompañara hasta el día de su muerte, mismo que conservó envuelto en una seda dentro de una gaveta de su escritorio durante unos treinta años, hasta el día de su muerte, precisamente el 01 de febrero de 1851.

Tomado de:

https://www.revistaelgolem.com/2025/01/19/poemas-de-randall-roque/

 

 

PEZ CON CUCHILLO

 

Un pez grande y plateado

sobre una tabla blanca de picar,

con un cuchillo de cocina

incrustado justo en el medio.

 

Esta fue la imagen de un sueño,

aún no entiendo por qué no había

ni una sola gota de sangre.

 

La muerte en un delantal blanco

doblado con descuido sobre una silla.

Tomado de:

https://salvador-madrid.blogspot.com/2017/12/randall-roque-amar-el-monstruo-que-somos.html

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