jueves, 20 de marzo de 2025

POEMAS DE SALUSTIANO MASÓ

 


ELLA

 

Cuánto tesón por anular la muerte.

 

“Mientras existes tú no existe ella…”

 

Pero ella no se aparta de tu huella

 

y se asoma a tus ojos para verte.

 

Hablas –o cantas– por hacerte el fuerte.

 

Mas fuerte y todo, el tiempo te atropella.

 

Ella marcha contigo y hace mella

 

en lo que empuñes para sostenerte.

 

Es tu amante escondida, tu tabú.

 

“Cuando ella existe ya no existes tú”,

 

ni la almohada, ni el vino, ni la estrella.

 

Una estrella de polvo, una almohada

 

de polvo, una embriaguez de polvo… Nada:

 

Nada tú, nada el tiempo, nada ella.

 

***

 

No trates nunca de escapar a un sueño.

 

Suéñalo hasta su última

 

embriaguez o catástrofe,

 

tan sólo así lo anulas y te impones

 

a su ficción:

 

hunde las manos en sus arcas de oro,

 

date a su vértigo, a sus persecuciones,

 

entrega el cuello a sus verdugos,

 

el sexo a sus amores

 

ilícitos, no trates

 

de escapar, véncelo

 

y proclámate rey de su brevísima

 

eternidad.

 

***

Tomado De:

http://www.jesusfelipe.es/salustiano_maso.htm

 

 

REALISMO TRÁGICO

 

Ahora voy a sentarme,

y me quitan la silla

y me fracturo los huesos,

tiendo el mantel sobre la hierba,

llega el señor del latifundio con su jauría,

pronóstico reservado,

me acomodo en un templo,

me arrojan a la testa el tabernáculo,

gravísimo,

me pierdo entre una muchedumbre de humanoides,

agonizo en el delirio del estrujamiento,

extremaunción,

presiento la voluptuosidad del precipicio,

vacilo, otros me empujan,

colorín colorado,

una mujer oscura me trae flores,

pero no abro los ojos

 

 

SÍNTOMAS ALARMANTES

 

Anoto síntomas

alarmantes

en mi comportamiento personal.

 

Cada día despierto siete veces

y setecientas veinte veces más.

 

Voy por la calle —insisto— dando abrazos

a entidades corpóreas: leves sombras

despavoridas.

A usted, señor, yo le conozco, digo,

de otra galaxia.

                              El pobre se me espanta.

 

Usted y yo, señora, somos seres

pertrechados de alas.

Hemos llegado aquí desde mañana.

Ella infaliblemente se desmaya.

 

Trato con terroristas y con magos:

en el fondo son niños

desorientados, crueles, casi santos,

curiosos de la muerte,

ávidos del calor de sus entrañas.

 

Ser niño es regresar al caos. Amarle.

Meter las manos en su masa oscura.

Recordarle en formas imprevistas

a trallazos de épica y de magia.

 

Por todos estos síntomas

estoy fichando como peligroso

para la sociedad:

liberto, libertario, libertino,

demente imprevisible,

inadaptado radical.

 

Pensando en ello ha edificado el mundo

melancólicas cárceles

y deslumbrantes clínicas psiquiátricas.

 

No saben, tristes,

que ver lo real en su irrealidad

es verlo acaso en su perennidad

y por tanto muchísimo más real.

 

Pero soy su rehén. Me vencen siempre.

Tienen su inquisición. Su democracia.

Su ciencia inatacable. Sus leyes sanitarias.

 

Ya conocéis mis síntomas. Prendedme.

Pero antes escuchad:

ese río de oro que quisierais robarme

revertirá a la nada con mi postrer aliento.

Era tan sólo barro traspasado

por un fulgor de mágica mentira.

 

AUTODIDACTO

 

Aprender sin programa,

con errante pasión

o con atávico desvelo,

a veces con hastía,

con pavor, con mortales

cólicos misereres

de lo aprendido.

 

Así mis ojos una madrugada

quisieron adherirse a otra galaxia,

ebrios del rojo vino de la historia.

 

Aprender lo dispar, lo paranada,

a los que otros han quemado entre exorcismos.

 

Un curso de verano con los buitres

y sus polladas,

después de mil lecciones vomitadas

y de trocar pizarras por espejos.

 

Nadie tema: yo mismo me sanciono

con asnales orejas en este prado verde:

épicas amapolas me gritan: son campanas

que asordan la pupila: invención de la luz.

Y hay un minuto en que los libros todos

entonan un rebuzno soberano.

Al minuto siguiente son sagrados:

en todas hay al menos una tilde

que cede a la pisada:

abierto escotillón sobre el abismo.

 

Aprender sin programa

los paradigmas de la nieve,

el plenilunio de las catedrales.

la metafísica de un tren que arranca

en la noche.

 

Aprender de los gatos

el magistral silencio.

Dar de beber despacio a las palabras

hasta embriagarlas

de sí mismas,

poner en marcos de oro

no los diplomas sino los aciertos

habidos en amor: las emisiones

de bálsamo divino.

 

Autodidacto náufrago,

descamisado entre levitas

eruditas,

yo qué sé sino lo que sé:

ya la cicuta me doctora en muerte,

ya las estatuas me emparedan vivo,

ya los magos me llenan los zapatos

de una paz que echa hoja igual que un sauce.

 

 

MINUTO DE SILENCIO

 

Algún día quizá, en alguna parte,

guardarán un minuto de silencio por mí,

probablemente, cada cual, allí callado,

pensará en sus cosas,

de pie, tal vez incómodo,

es posible

que dos o tres segundos me recuerde

tal como fui,

o tal como no fui,

brizna o vilano en el tumulto íntimo de su ser,

en los ratos de su alma,

por eso ahora, guardo yo

un minuto de antemuerte por ellos,

y por mí que declaro por mí con ellos junto,

en recital banquete o asamblea,

guardo un silencio nada funeral,

pero, eso sí,

centrado como un dardo en su diana,

enhiesto como un brindis rebelde,

no del alma, de la carne,

un silencio de médula exprimida,

un mutismo de cima,

ultrasónico alarido sin más ruidos parásitos

que este oscuro latir que aún me sostiene,

un silencio por la irrealidad

de cuanto en vida o muerte, calla o habla,

un silencio de nadas implicadas,

por ellos y por mí, que no se olvide.

Tomado de:

https://poesi.as/Salustiano_Maso.htm

 

 

VOLVERÉ (del poemario Una vasta elegía, 1976)

 

                       Volveré. De la sombra o la nada o las transmigraciones o el

                                 Reino, volveré.

                       Seré voluta de humo, chispazo de antimateria, pavesa de algún

                                 abismo, no lo sé; pero os prometo que volveré.

 

                       Y también os prometo no molestar a nadie, no incordiar ni

                                 dar sustos a deudos ni enemigos;

                       no consumar venganzas; no alternar con licántropos ni urdir

                               cortocircuitos:

                       seré un fantasma nada convencional, un espectro correctísimo.

 

                       Volveré, sí, a la tierra, pero no me busquéis en el castillo en ruinas

                                ni en la vetusta casa solariega

                       a mí que nunca tuve solar ni castillo ni siquiera una sábana con que

                                taparme a veces:

                       seré un fantasma indigente, expuesto a los calores y los fríos.

 

                       Buscadme entre las multitudes que amé y aborrecí al unísono:

                       aquellos a quienes nunca comprendí del todo, hombres y mujeres

                                en soledad o emparejados o ferozmente gregarios.

 

                       Estaré junto a ellos ayudándoles a arrastrar sus cadenas en la

                                noche,

                       yo que jamás fui capaz de librarles de un solo eslabón mientras

                                vivía.

 

                       Buscadme en mis querencias, tal un soplo de nostalgia glacial,

                                infinita:

                       en el tumulto y el color de los mercados, en las nochebuenas y

                                carnavales de los pobres,

                       allí donde el vino y la desesperación hagan brotar extrañas voces

                                jamás escritas,

                       donde haya un aquelarre sin convocatoria previa, una plática

                                al sol de visionarios no catalogados;

                       en todos los discursos políticos silbaré, y dirán: es el viento;

 

                       en los desahucios y confiscaciones haré volar las gorras de los

                                funcionarios;

                       en el sermón hipócrita seré un zarzal ardiendo; en la velada

                               espiritista, un largo silencio aterrador.

 

                       Y cómo vibraré, carcajada inaudible, cuando un perro cualquiera

                                levante la pata y haga lo suyo en pedestal de estatua o arco

                                de triunfo.

                       Si escucháis un torrente de aguas claras, sabréis que estoy allí,

                                fantasma en pleno día;

 

                       Y si las aguas corren turbias, habrá lágrimas mías con los

                                derrubios de la tempestad.

                       Lágrimas de añoranza, pues a pesar de todo era hermoso estar vivo.

 

                       Y si quien tenga ojos asiste a un juicio sumarísimo y ve caer al

                                juez que se dispone a decretar

                       la pena capital; si ve que cae de pronto sin causa que lo explique,

                       como cae un borracho, o un títere al que quiebran el hilo, o un

                                globo que solapadamente pinchan,

                       sabrá que estoy allí, fantasma inexorable, dañino, subversivo:

                                sabrá que estoy allí defendiendo la vida.

Tomado de:

https://ciclopeslibreros.blogspot.com/2019/05/una-vasta-elegia.html

 

 

Desayuno

 

Saboreo los gajos agridulces

del nuevo día, salpicando

los olorosos jugos

en el hule de cuadros,

y el café,

que es recuerdo y atisbo de mañana,

parece remedar no sé qué música

que se extingue,

pero hay algo en su aroma que le pone

un contrapunto de inmortalidad;

algo como el acorde perfectísimo

de esta dorada miel

que nutre y lentamente

destruye:

panal que fluirá sobre la muerte

 

Así, ajeno al remontar del día,

me doy al sortilegio y al manjar

y me transformo y soy

el paladar que goza y ya no piensa

y urde su inverosímil ajedrez

sobre el mantel de cuadros

mientras

aún en el llar la cafetera insiste

y la sabiduría está en que no se apaguen

esos rescoldos

 

Álbum de familia

 

Repaso fotos hoy de muy antaño

y se me van clavando en lo más blando

y duradero del sentir:

ésta sí, aquélla también,

hacen saltar las cuentas

de mi amargo rosario

 

Unos que fueron se alzan desde lo gris

del polvo

Otros que aún son y andan lejanos

o prefieren romper con toda imagen

 

Pero duelen, resisten las amarras

de estas fotografías, a dentelladas con

el olvido

Y tan inanes en la niebla

como faros a los que se les ha agotado

el combustible,

clávanseme sin fin desde su nada,

hácenme sollozar desde su todo

 

Y el gato

crece, crece, despide por los ojos

chispas de alto voltaje

 

En un instante se abalanzará

sobre mí

 

Y entonces…

 

¡Ah, entonces,

habrá dejado ya de ser un sueño,

y una vez más me encontraré indefenso

en mi yacija de puñales

despedazado por la realidad!

 

Alta improbabilidad

 

Si me toca la gracia

—quiero decir si me tocara—¬

me doy cuenta al momento,

porque algo me duele —dolería—

¬de vértebras afuera,

de vértebras adentro;

porque algo que hay en mí

ciego de nacimiento

abre un ojo terrible —lo abriría—

¬y voz que nunca tuve rugiría

—desmelenado violín violento—

 

Si me tocara, digo, la gracia, que, en principio,

no sé muy bien en qué demonios

consiste —ruego

que me perdonen—,

de dónde llega cuando llega,

pese a lo mucho escrito con

tan tenaz convencimiento

por la legión rampante

de los desposeídos de ese don

tan egregio

 

La gracia, incomprensible lotería,

de la que llevo —llevaría—

¬participación enésima,

y a buen seguro no me va a tocar

jamás —como ya es obvio

por el momento—¬

Tomado de:

https://poesiaerestu.com/metafisica-recreativa-salustiano-maso/

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