ELLA
Cuánto tesón por anular la muerte.
“Mientras existes tú no existe ella…”
Pero ella no se aparta de tu huella
y se asoma a tus ojos para verte.
Hablas –o cantas– por hacerte el fuerte.
Mas fuerte y todo, el tiempo te atropella.
Ella marcha contigo y hace mella
en lo que empuñes para sostenerte.
Es tu amante escondida, tu tabú.
“Cuando ella existe ya no existes tú”,
ni la almohada, ni el vino, ni la estrella.
Una estrella de polvo, una almohada
de polvo, una embriaguez de polvo… Nada:
Nada tú, nada el tiempo, nada ella.
***
No trates nunca de escapar a un sueño.
Suéñalo hasta su última
embriaguez o catástrofe,
tan sólo así lo anulas y te impones
a su ficción:
hunde las manos en sus arcas de oro,
date a su vértigo, a sus persecuciones,
entrega el cuello a sus verdugos,
el sexo a sus amores
ilícitos, no trates
de escapar, véncelo
y proclámate rey de su brevísima
eternidad.
***
Tomado De:
http://www.jesusfelipe.es/salustiano_maso.htm
REALISMO TRÁGICO
Ahora voy a sentarme,
y me quitan la silla
y me fracturo los huesos,
tiendo el mantel sobre la hierba,
llega el señor del latifundio con su jauría,
pronóstico reservado,
me acomodo en un templo,
me arrojan a la testa el tabernáculo,
gravísimo,
me pierdo entre una muchedumbre de humanoides,
agonizo en el delirio del estrujamiento,
extremaunción,
presiento la voluptuosidad del precipicio,
vacilo, otros me empujan,
colorín colorado,
una mujer oscura me trae flores,
pero no abro los ojos
SÍNTOMAS ALARMANTES
Anoto síntomas
alarmantes
en mi comportamiento personal.
Cada día despierto siete veces
y setecientas veinte veces más.
Voy por la calle —insisto— dando abrazos
a entidades corpóreas: leves sombras
despavoridas.
A usted, señor, yo le conozco, digo,
de otra galaxia.
El pobre se me
espanta.
Usted y yo, señora, somos seres
pertrechados de alas.
Hemos llegado aquí desde mañana.
Ella infaliblemente se desmaya.
Trato con terroristas y con magos:
en el fondo son niños
desorientados, crueles, casi santos,
curiosos de la muerte,
ávidos del calor de sus entrañas.
Ser niño es regresar al caos. Amarle.
Meter las manos en su masa oscura.
Recordarle en formas imprevistas
a trallazos de épica y de magia.
Por todos estos síntomas
estoy fichando como peligroso
para la sociedad:
liberto, libertario, libertino,
demente imprevisible,
inadaptado radical.
Pensando en ello ha edificado el mundo
melancólicas cárceles
y deslumbrantes clínicas psiquiátricas.
No saben, tristes,
que ver lo real en su irrealidad
es verlo acaso en su perennidad
y por tanto muchísimo más real.
Pero soy su rehén. Me vencen siempre.
Tienen su inquisición. Su democracia.
Su ciencia inatacable. Sus leyes sanitarias.
Ya conocéis mis síntomas. Prendedme.
Pero antes escuchad:
ese río de oro que quisierais robarme
revertirá a la nada con mi postrer aliento.
Era tan sólo barro traspasado
por un fulgor de mágica mentira.
AUTODIDACTO
Aprender sin programa,
con errante pasión
o con atávico desvelo,
a veces con hastía,
con pavor, con mortales
cólicos misereres
de lo aprendido.
Así mis ojos una madrugada
quisieron adherirse a otra galaxia,
ebrios del rojo vino de la historia.
Aprender lo dispar, lo paranada,
a los que otros han quemado entre exorcismos.
Un curso de verano con los buitres
y sus polladas,
después de mil lecciones vomitadas
y de trocar pizarras por espejos.
Nadie tema: yo mismo me sanciono
con asnales orejas en este prado verde:
épicas amapolas me gritan: son campanas
que asordan la pupila: invención de la luz.
Y hay un minuto en que los libros todos
entonan un rebuzno soberano.
Al minuto siguiente son sagrados:
en todas hay al menos una tilde
que cede a la pisada:
abierto escotillón sobre el abismo.
Aprender sin programa
los paradigmas de la nieve,
el plenilunio de las catedrales.
la metafísica de un tren que arranca
en la noche.
Aprender de los gatos
el magistral silencio.
Dar de beber despacio a las palabras
hasta embriagarlas
de sí mismas,
poner en marcos de oro
no los diplomas sino los aciertos
habidos en amor: las emisiones
de bálsamo divino.
Autodidacto náufrago,
descamisado entre levitas
eruditas,
yo qué sé sino lo que sé:
ya la cicuta me doctora en muerte,
ya las estatuas me emparedan vivo,
ya los magos me llenan los zapatos
de una paz que echa hoja igual que un sauce.
MINUTO DE SILENCIO
Algún día quizá, en alguna parte,
guardarán un minuto de silencio por mí,
probablemente, cada cual, allí callado,
pensará en sus cosas,
de pie, tal vez incómodo,
es posible
que dos o tres segundos me recuerde
tal como fui,
o tal como no fui,
brizna o vilano en el tumulto íntimo de su ser,
en los ratos de su alma,
por eso ahora, guardo yo
un minuto de antemuerte por ellos,
y por mí que declaro por mí con ellos junto,
en recital banquete o asamblea,
guardo un silencio nada funeral,
pero, eso sí,
centrado como un dardo en su diana,
enhiesto como un brindis rebelde,
no del alma, de la carne,
un silencio de médula exprimida,
un mutismo de cima,
ultrasónico alarido sin más ruidos parásitos
que este oscuro latir que aún me sostiene,
un silencio por la irrealidad
de cuanto en vida o muerte, calla o habla,
un silencio de nadas implicadas,
por ellos y por mí, que no se olvide.
Tomado de:
https://poesi.as/Salustiano_Maso.htm
VOLVERÉ (del poemario Una vasta elegía, 1976)
Volveré. De la sombra o la nada o las transmigraciones o el
Reino,
volveré.
Seré voluta de humo, chispazo de antimateria, pavesa de algún
abismo, no lo
sé; pero os prometo que volveré.
Y también os prometo no molestar a nadie, no incordiar ni
dar sustos a
deudos ni enemigos;
no consumar venganzas; no alternar con licántropos ni urdir
cortocircuitos:
seré un fantasma nada convencional, un
espectro correctísimo.
Volveré, sí, a la tierra, pero no me busquéis en el castillo en ruinas
ni en la
vetusta casa solariega
a mí que nunca tuve solar ni castillo ni siquiera una sábana con que
taparme a
veces:
seré un fantasma indigente, expuesto a los calores y los fríos.
Buscadme entre las multitudes que amé y aborrecí al unísono:
aquellos a quienes nunca comprendí del todo, hombres y mujeres
en soledad o
emparejados o ferozmente gregarios.
Estaré junto a ellos ayudándoles a arrastrar sus cadenas en la
noche,
yo que jamás fui capaz de librarles de un solo eslabón mientras
vivía.
Buscadme en mis querencias, tal un soplo de nostalgia glacial,
infinita:
en el tumulto y el color de los mercados, en las nochebuenas y
carnavales de
los pobres,
allí donde el vino y la
desesperación hagan brotar extrañas voces
jamás escritas,
donde haya un aquelarre sin convocatoria previa, una plática
al sol de
visionarios no catalogados;
en todos los discursos políticos silbaré, y dirán: es el viento;
en los desahucios y confiscaciones haré volar las gorras de los
funcionarios;
en el sermón hipócrita seré un zarzal
ardiendo; en la velada
espiritista, un
largo silencio aterrador.
Y cómo vibraré, carcajada inaudible, cuando un perro cualquiera
levante la pata
y haga lo suyo en pedestal de estatua o arco
de triunfo.
Si escucháis un torrente de aguas claras, sabréis que estoy allí,
fantasma en pleno día;
Y si las aguas corren turbias, habrá lágrimas mías con los
derrubios de la
tempestad.
Lágrimas de añoranza, pues a pesar de todo era hermoso estar vivo.
Y si quien tenga ojos asiste a un juicio sumarísimo y ve caer al
juez que se
dispone a decretar
la pena capital; si ve que cae de pronto sin causa que lo explique,
como cae un borracho, o un títere
al que quiebran el hilo, o un
globo que
solapadamente pinchan,
sabrá que estoy allí, fantasma inexorable, dañino, subversivo:
sabrá que estoy allí defendiendo la vida.
Tomado de:
https://ciclopeslibreros.blogspot.com/2019/05/una-vasta-elegia.html
Desayuno
Saboreo los gajos agridulces
del nuevo día, salpicando
los olorosos jugos
en el hule de cuadros,
y el café,
que es recuerdo y atisbo de mañana,
parece remedar no sé qué música
que se extingue,
pero hay algo en su aroma que le pone
un contrapunto de inmortalidad;
algo como el acorde perfectísimo
de esta dorada miel
que nutre y lentamente
destruye:
panal que fluirá sobre la muerte
Así, ajeno al remontar del día,
me doy al sortilegio y al manjar
y me transformo y soy
el paladar que goza y ya no piensa
y urde su inverosímil ajedrez
sobre el mantel de cuadros
mientras
aún en el llar la cafetera insiste
y la sabiduría está en que no se apaguen
esos rescoldos
Álbum de familia
Repaso fotos hoy de muy antaño
y se me van clavando en lo más blando
y duradero del sentir:
ésta sí, aquélla también,
hacen saltar las cuentas
de mi amargo rosario
Unos que fueron se alzan desde lo gris
del polvo
Otros que aún son y andan lejanos
o prefieren romper con toda imagen
Pero duelen, resisten las amarras
de estas fotografías, a dentelladas con
el olvido
Y tan inanes en la niebla
como faros a los que se les ha agotado
el combustible,
clávanseme sin fin desde su nada,
hácenme sollozar desde su todo
Y el gato
crece, crece, despide por los ojos
chispas de alto voltaje
En un instante se abalanzará
sobre mí
Y entonces…
¡Ah, entonces,
habrá dejado ya de ser un sueño,
y una vez más me encontraré indefenso
en mi yacija de puñales
despedazado por la realidad!
Alta improbabilidad
Si me toca la gracia
—quiero decir si me tocara—¬
me doy cuenta al momento,
porque algo me duele —dolería—
¬de vértebras afuera,
de vértebras adentro;
porque algo que hay en mí
ciego de nacimiento
abre un ojo terrible —lo abriría—
¬y voz que nunca tuve rugiría
—desmelenado violín violento—
Si me tocara, digo, la gracia, que, en principio,
no sé muy bien en qué demonios
consiste —ruego
que me perdonen—,
de dónde llega cuando llega,
pese a lo mucho escrito con
tan tenaz convencimiento
por la legión rampante
de los desposeídos de ese don
tan egregio
La gracia, incomprensible lotería,
de la que llevo —llevaría—
¬participación enésima,
y a buen seguro no me va a tocar
jamás —como ya es obvio
por el momento—¬
Tomado de:
https://poesiaerestu.com/metafisica-recreativa-salustiano-maso/
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