miércoles, 26 de marzo de 2025

POEMAS DE TOMAS TRANSTRÖMER


ALLEGRO

 

Después de día negro toco a Haydn

y siento un sencillo calor en las manos.

 

Las teclas obedecen. Golpean dulces martillos.

El acorde es verde, vivaz y sereno.

 

La música dice que la libertad existe

y que alguien no paga el impuesto al césar.

 

Meto las manos en mis bolsillos haydn

e imito a alguien que contempla el mundo con serenidad

 

Izo bandera haydn —eso significa:

» No nos rendimos. Pero queremos paz. «

 

La música es una casa de cristal en la ladera

Donde vuelan las piedras, ruedan las piedras.

 

Y las piedras atraviesan la casa rodando

pero todos los cristales quedan intactos.

poeta transtromer

 

 

Visión de la memoria

Una mañana de junio, demasiado temprano

para despertar, pero tarde para volver a dormirse.

 

Tengo que salir al verdor que está lleno

de recuerdos, y ellos me siguen con la mirada.

 

No se ven, se funden totalmente

con el fondo, camaleones perfectos.

 

Estoy a un paso de oírlos respirar

pero el canto del pájaro ensordece.

 

Versión de Roberto Mascaró

 

17

Blanca y negra,

terca urraca, en zigzag

va por el campo.

Tomado de:

https://epicavamurta.blogspot.com/2013/06/thomas-transtromer-el-poeta.html

 

 

El cielo a medio hacer

 

El desaliento interrumpe su curso.

La angustia interrumpe su curso.

El buitre interrumpe su vuelo.

 

La luz tenaz se vuelca;

hasta los fantasmas se toman un trago.

 

Y nuestros cuadros se hacen visibles,

animales rojos de talleres de la Época Glaciar.

 

Todo empieza a girar.

Andamos al sol por centenares.

 

Cada persona es una puerta entreabierta

que lleva a una común habitación.

 

Bajo nosotros, la tierra infinita.

 

Brilla el agua entre árboles.

 

La laguna es una ventana a la tierra.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "El cielo a medio hacer" 1962

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Elegía

 

Abro la primera puerta.

Es una gran habitación soleada.

Un camión pasa por la calle

y hace vibrar la porcelana.

 

Abro la puerta número dos.

¡Amigos! Vosotros bebisteis la oscuridad

y os hicisteis visibles.

 

Puerta número tres. Una estrecha habitación de hotel.

Vistas a un callejón.

Un farol que reluce en el asfalto.

El hermoso residuo de las experiencias.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "Senderos" 1973

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Haikus

 

10

Sol de noviembre...

Mi sombra nada, enorme:

se hace espejismo.

 

 

* * *

 

11

Me ve la muerte:

problema de ajedrez.

Ya lo ha resuelto.

 

 

* * *

 

25

Zumba la lluvia.

Yo susurro un secreto

para entrar allí.

 

* * *

 

26

Escena de andén.

Qué extraña esta quietud:

la voz interna.

 

* * *

 

28

El silencio gris.

Pasa, azul, el gigante.

La brisa del mar.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "29 Haikus y otros poemas" 2003

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Kyrie

 

A veces, mi vida abría los ojos en la oscuridad.

Una sensación como de multitudes ciegas e inquietas,

que pasan por las calles camino de un milagro,

mientras yo, invisible, permanecía inmóvil.

 

Como el niño que se duerme con miedo

escuchando los pasos pesados del corazón.

Largo tiempo, hasta que la mañana pone sus rayos en la cerradura

y se abren las puertas de la oscuridad.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "Secretos del camino" 1958

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

La roca del águila

 

Tras cristal de terrario

los reptiles

extrañamente inmóviles.

 

Cuelga una mujer ropa

en silencio.

La muerte es calma chicha.

 

En lo hondo de la tierra

se resbala mi alma

como un cometa, sorda.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "29 Haikus y otros poemas" 2003

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Lamento

 

Él dejó la pluma.

Quedó quieta en la mesa.

Quieta en el vacío.

Él dejó la pluma.

 

¡Demasiado lo que no se puede escribir ni callar!

Está paralizado por lo que sucede muy lejos

aunque la prodigiosa mochila late como un corazón.

 

Afuera, es el comienzo del verano.

Del verdor llegan silbos -¿personas o pájaros?

Y cerezos en flor que palmean los camiones que llegaron a casa.

 

Pasan semanas.

Se hace lentamente noche.

Las polillas en la ventana:

pequeños, pálidos telegramas del mundo.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "El cielo a medio hacer" 1962

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Las piedras

 

Oigo caer las piedras que arrojamos,

transparentes como cristal a través de los años. En el valle

vuela la confusión de los actos

del instante, vociferantes, de copa

en copa de los árboles, se callan

en un aire más tenue que el presente, se deslizan

como golondrinas desde una cima

a otra de las montañas, hasta

alcanzar las mesetas ulteriores,

junto a las fronteras del ser. Allí caen

todas nuestras acciones

claras como el cristal

no hacia otro fondo

que el de nosotros mismos.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "17 poemas" 1954

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Llanura estival

 

Uno ha visto tanto.

A uno la realidad lo ha consumido tanto:

pero al fin, ha llegado el verano:

 

un gran aeropuerto -el controlador baja

carga tras carga de gente

congelada del espacio.

 

La hierba y las flores: aquí aterrizamos.

La hierba tiene un jefe verde.

Yo me pongo a sus órdenes.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "Tañidos y huellas" 1966

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Solsticio de invierno

 

Mi ropa irradia

un resplandor azul.

Solsticio de invierno.

Tintineantes panderetas de hielo.

Cierro los ojos.

Hay un mundo sordo,

hay una grieta

por la que los muertos

traspasan la frontera.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "Góndola fúnebre" 1996

Nórdica Libros S.A. 2010

 

 

Visión de la memoria

 

Una mañana de junio, demasiado temprano

para despertar, pero tarde para volver a dormirse.

 

Tengo que salir al verdor que está lleno

de recuerdos, y ellos me siguen con la mirada.

 

No se ven, se funden totalmente

con el fondo, camaleones perfectos.

 

Estoy a un paso de oírlos respirar

pero el canto del pájaro ensordece.

 

Versión de Roberto Mascaró

De "La plaza salvaje" 1983

Nórdica Libros S.A. 2010

Tomado de:

http://amediavoz.com/transtromer.htm

 

 

El sueño de Balakirev

            (1905)

 

 

El piano de cola negro, la araña brillante,

temblorosa estaba en el medio de su red de música.

 

 

En la sala de conciertos fue tocado un país

donde las piedras eran livianas como rocío.

 

 

Pero Balakirev se durmió con esta música

y soñó con el carruaje del Zar.

 

 

Avanzaba rodando sobre los guijarros

derecho hacia la oscuridad graznando como cuervo.

 

 

Él mismo estaba solo, sentado, veía desde el carruaje

pero también corría por el mismo camino.

 

 

Sabía que el viaje había sido largo

y su reloj medía años, no horas.

 

 

Había un campo en que yacía el arado

y el arado era un pájaro caído.

 

 

Había una bahía donde estaba el barco

congelado, apagado, con gente en la cubierta.

 

 

El carruaje se deslizaba sobre el hielo y las ruedas

zumbaban y zumbaban con sonido de seda.

 

 

Un pequeño navío de guerra: “Sevastopol”.

Él estaba a bordo. Se acercó la tripulación.

 

 

“Te salvarás de morir si es que sabes tocar.”

Le mostraron un extraño instrumento.

 

 

Parecía una tuba o un fonógrafo,

o parte de una desconocida maquinaria.

 

 

Paralizado y desamparado comprendió: era

el instrumento que dirigía el navío.

 

 

Se volvió hacia el marino más cercano,

ansioso, gesticulando, con la mano pidió:

 

 

“¡Haced la señal de la cruz como yo, haced la señal!”

El marino lo miró triste como un ciego,

 

 

estiró los brazos, hundiendo la cabeza:

estaba como clavado en el aire.

 

 

Sonaron los tambores. Sonaron los tambores. ¡Aplausos!

Balakirev se despertó de su sueño.

 

 

Tableteaban las alas de los aplausos en la sala.

Vio levantarse al hombre del piano de cola.

 

 

 

Afuera, las calles oscurecidas por la huelga.

Rápidos pasaban los carruajes en la oscuridad.

 

 

(MILIJ BALAKIREV

COMPOSITOR RUSO, 1837-1910)

 

 

                                                                       

                                                       (de Secretos en el camino)

 

 

 

La ventana abierta

 

 

Parado frente a la ventana abierta,

en un primer piso,

me estaba afeitando una mañana.

Encendí la afeitadora.

Comenzó a zumbar.

Zumbaba más y más.

Creció hasta el estruendo.

Creció hasta ser un helicóptero

y una voz –la del piloto- penetró

a través del estruendo; gritaba:

“¡Mantén la vista alerta!

Es la última vez que ves esto.”

Nos elevamos.

Volamos bajo sobre el verano.

¿Importa saber cómo me gustaba todo esto?

Docenas de dialectos en verde.

Y en especial el rojo de las casas de madera.

Los escarabajos brillaban en el barro, al sol.

Sótanos arrancados por las raíces

llegaban por el aire.

Actividad.

Las prensas se arrastraban.

En ese momento la gente

era lo único que estaba quieto.

Guardaban un minuto de silencio.

Y especialmente los muertos del cementerio rural

estaban quietos

como cuando posábamos para las fotos infantiles.

¡Vuela bajo!

No supe adónde volvía yo

mi cabeza:

con visión dividida

como un caballo.

 

                                            (de Ver en la oscuridad)

 

 

 

Para amigos tras una frontera

                                     

 

Fui tan parco en mi carta. Pero lo que no pude escribir

se hinchó e hinchó como un antiguo zepelín

y se perdió al fin por el cielo nocturno.

 

 

                                         II

 

Ahora el censor tiene la carta. Enciende su lámpara.

En el resplandor vuelan mis palabras como monos en una reja,

se sacuden, se aquietan y ¡muestran los dientes!

 

 

                                         III

 

Leed entre líneas. Nos encontraremos en 200 años

cuando estén olvidados los micrófonos de hotel

y podamos dormir al fin, hacernos ortoceratitas.

                                                                                        (de Senderos)

 

 

Boceto en octubre

 

 

El remolcador, pecoso de herrumbre. ¿Qué hace tierra adentro?

Es una pesada lámpara, apagada en el frío.

Pero los árboles tienen colores salvajes. ¡Señales hacia la otra costa!

Como si algunos pidieran que los recojan.

 

 

 

Camino a casa veo los hongos surgir en la gramilla.

Son dedos que piden ayuda, dedos de uno

que para sí mismo sollozó largo tiempo, en la oscuridad de abajo.

Pertenecemos a la Tierra.

 

 

                                                                   (de Senderos)

 

 

La parroquia dispersa

 

 

                 I

 

Acordamos mostrar nuestras viviendas.

El visitante pensó: son buenas viviendas.

La villa miseria está dentro de ustedes.

 

 

                  II

 

Dentro de la iglesia: bóvedas y columnas

blancos como yeso, como venda de yeso

en torno a los brazos rotos del trono.

 

 

                  III

 

Dentro de la iglesia está el cuenco del mendigo

que se levanta a sí mismo del piso

y camina a lo largo de las hileras de bancos.

 

 

                  IV

 

Pero las campanas de la iglesia tienen que ocultarse bajo tierra.

Cuelgan en los túneles de las cloacas.

Repican bajo nuestros pasos.

 

 

                   V

 

El sonámbulo Nicodemus en camino

a la Dirección. ¿Quién tiene la dirección?

No sé. Pero hacia ella vamos.

 

 

                                                                (de Senderos)

Tomado de:

https://alpialdelapalabra.blogspot.com/2016/01/tomas-transtromer-diez-poemas-suecia.html

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