La llovizna
Yo, con la vaga frente en la balada
y el talón en el musgo de los siglos,
yo, que inventé el otoño lentamente
y gris y lentamente soy su vino,
yo, que ya agonizaba cuando el hombre
me amó para nombrarme "la llovizna",
yo, que cruzando su durar lo nublo
de eternidad y de melancolía,
yo, que debo medir la soledad
entera, y desandar todo el recuerdo
y más, gris y lentamente el día
señalado asperjar el fin del tiempo,
yo, a veces, mientras limo tristes mármoles
y herrumbro amantes, pienso que en la tierra
no existo, que tan sólo voy cayendo,
así, de la nostalgia de un poema.
***
Cada día, cada noche
Cada día
me levanto sin nombre,
y en la nuca
una sombra
tenaz, ajena, a filo,
me acusa desde siempre;
y la culpa
total, indescifrable,
entera, me usurpa,
no sé quién soy, me oculto, huyo,
y me pierdo extranjera.
Hasta sentir,
cada noche,
una luz
fiel, entrañable, mansa,
que vuelca desde siempre
río, libélulas, sol, trébol
en mi cabeza más lejana,
y le apoya
alguna, aquella mano;
y cuando empiezo a recordarme,
un ruido sucio, espeso,
de sombra,
se interpone en la nuca
y despierto
sin nombre.
Tomado de:
https://elrincondemisdesvarios.blogspot.com/2015/04/tres-poemas-de-amelia-biagioni.html
CANCIÓN DE CUNA PARA UN NIÑO MUERTO
Te alzaron de noche
las Siete Cabrillas.
De tu ausencia larga
mueren mis rodillas.
Te ciñen, te mecen
mis brazos vacíos.
Duérmete en el fondo
de los huesos míos.
Dejaste en mis pechos
la tierra y el mar.
Pechos de la luna
te dan de mamar.
Arrorró, lejano
nardo, niño frío,
arrorró! Te siento
llorar el rocío.
Con cuna vacía
ya estoy en el suelo.
Por tus piececillos
en mi desconsuelo.
Tus ojos -mis ojos-
se abren en las flores.
Duerme, que estoy ciega;
niño azul, no llores.
Ramo de mis venas,
esta madrugada
vuélvete a mi pecho:
¿no me ves talada?
*
TORRE DEL TÉ
Sobre infinitos pisos y negocios,
bebo magia de té dorado.
El ventanal profundo está ofreciéndome
un abismo de pórtland delicado.
Con la liviana llave de esta altura
abro el sueño de la ciudad;
y en la tarde, los prismas angustiados
se disfuman en ancha suavidad.
Quizás son voladoras estas torres,
donde milagros se aposentan
entre palomas, torres donde viven
los que de la ternura se alimentan.
En el río, que acaso es lento beso,
mezo un barquito, y Dios, el día.
De una calle, o del rastro de mis ojos,
alzo la miniatura de un tranvía.
Y a ti te olvido, hombre diminuto
como un terroncito de fe,
porque temo que te arroje mi mano
al misterio de mi taza de té.
*
EL AMOR
Solitario a quien palpo,
dios de mi soledad,
ven a tientas,
no hay nadie en la tierra,
nadie más,
y no tengo nombre.
Vengo de lo absoluto de tus fábulas,
cuido tu azar y tu silencio,
y he visto en tu espalda
el rostro que buscas cruzando visiones.
Con todo el amor y la vida
yo te conozco,
solitario, muchedumbre,
y te pregunto
quién eres.
Hombre mío sin bordes,
ven entero,
ven hasta la muerte
y no más, no hasta la tristeza,
ven a tientas,
y desde adentro fórmame
guitarra sin fin,
y lo que arranques,
mi hondo sonido de la especie,
arrójalo con júbilo
a la sombra constante,
amor mío, elemento,
a la tiniebla original arrójame,
así, contigo.
2
Tengo una herida siempre verde
que reconoce el filo
del nombre oculto en la neblina.
*
6
Quisiera decir la pasión
aterradora del universo en la noche,
su ardiente abrazo que abandona.
*
Entré en mi espesura
y vi tu nombre escrito con árboles.
Tomado de:
http://lahistoriadelamelancolia.blogspot.com/2019/08/7-poemas-de-amelia-biagioni.html
El azul
Si te acercas
a su reino ovalado,
la puerta
te engulle suavemente,
y adentro
en lugar de la puerta
está la ley,
que ordena:
Hay que fijarse al tema azul
cantando sin pasado:
“Azul, azul, azul”,
y alcanzar la soga que pende azul
y enroscarla en el propio cuello
distraído,
y apoyando un pie, un párpado azul
-con el otro encogido-
en el vacío azul,
en su mano sin palma,
darse un gran envión
en torno al eje, al ojo azul,
girar desarrollándose
sobre la mano del vacío azul,
y cantar sin pasado:
“Azul, azul, azul”,
hasta que llegue el miedo,
o el rojo con espuma.
O el frío.
Tomado de:
https://loscuadernosdevieco.blog/2018/07/22/cuaderno-de-poemas-el-azul-de-amelia-biagioni/
Decir
Cuando recibo una palabra inesperada
la retengo y vigilo sus diferentes porvenires
hasta que alguno e ellos
de pronto se recuerda se incorpora
y no hay palabra ya
sino un gran viento que me empuña.
León
No importa si la pálida mujer
que en su torre escribe
amontona palabras tibias.
Cuando duerme
de un rojo salto
la arrebato y enciendo
la llevo a su selva
le infundo mi dinastía
y la obligo a reinar,
a avanzar segura y espléndida
a apresar bravamente
las palabras amantes o guerreras
y a desdeñar las otras.
Tigre
En la curva del salto
rujo
Vil cazador
aún no ha nacido el rey
que ha de contar mis manchas
Yo estoy dentro del bosque
dentro del tiempo.
Y él
afuera
temiéndome
sentado sobre mi piel.
Tomado de:
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