Como un pájaro herido...
Como un pájaro herido
venía tu tristeza,
sus pobres alas mustias
sosteniéndote el alma.
Había un aire azul
con un cielo sin fondo
para volar...
Y el pájaro
leve de tu tristeza
voló a mi corazón
¡porqué tú me querías!
Después del amor
El zumo de la noche me gotea
con racimos de estrellas en la cara,
y madura mi frente su luz triste,
como una fruta sola sin su rama.
He perdido mi tronco; ardientemente
ha tajado el amor en sus entrañas
con un hacha sombría. En otro cuerpo
la ceniza enrojece de mi savia.
A solas con la noche me he quedado,
con mi carne tendida, fruta amarga.
y suena el corazón, bajo mi pecho,
con un crudo tañido de campana.
Este abril
Cómo llegas, abril, con qué delgada
planta de junco pisas en la arena.
Un delirio de luz en cada vena
y una gota de azul en la pisada.
Una gota de azul, la delicada
inundación de amor ceñida y plena,
una esbelta delicia que encadena
de inabarcable aroma desbordada.
Algo en mí, que no es mío, se levanta
surtidor de imposibles sensaciones,
canta tu dicha y mi delicia canta.
Y la honda transparencia de tenerte
en la alta alegría que me impones
vencedor cada día de la muerte.
Hoguera de amor
Este día que viene a mis labios
esgrimiendo su zumo de oro,
moja el alma en su triste belleza,
y la embriaga de sueños remotos.
Todo acaba en su luz amarilla.
Los recuerdos se borran, y de otro
me parecen las manos que tocan,
me parecen las cosas que lloro.
No pensar en las hojas que sufren
y olvidar el dolor de sus troncos.
No saber si las nubes que nacen
vuelven ya de un oscuro retorno...
Mas sentir en el pecho, encendida
por el viento que trae el otoño,
una hoguera de fuego que, alegre,
quema el mundo con un amor loco.
Imposible
Nunca la palma blanca del amor
podrá tocar en ti y abrir las fuentes
de un alegre vivir, limpio y desnudo,
que cante como un pájaro en tus sienes.
Nunca, porque el amor deja a los hombres
cuando dejan de serlo con la muerte.
Como sombra de nube, si se apaga
la luz, también el amor muere.
Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza...
Llueven tus ojos palomas somnolientas de ceniza
que hieren lentamente el silencio de este ciervo de
música que tengo
entre los brazos.
(De Norte a Sur abre su boca el firmamento
como un gran perro que tuviera dentadura de
estrellas.)
Te quiero como nunca. Supón que te creciera el
cabello
tantas veces
que fuera para mí un río navegable de pluma.
Supón mis veinte años, uno a uno en tus dedos
o mi sonrisa lenta nevándote la frente.
Supón mis ojos tristes y pensativos, mudos,
viendo crecer el fuego desde hace muchos años.
Los muertos
Hoy vengo a hablarte, mar, como a mí mismo.
Como me hablo cuando estoy a solas,
cuando alejado de los tristes días
que nos contemplan desde el ojo humano
acerco el ascua tenebrosa y sola
al principio del ser, a las raíces
donde alborea, matinal y oscura
la caricia primera de la tierra.
A hablarte vengo, mar, como a mí mismo,
en esta noche mineral y lúcida
mientras la luna, desde arriba, arroja
sobre los mundos una luz calcárea
y en el bisel del horizonte hiere
su duro, lento y solitario hueso.
Desde hace siglos sin cesar palpitas
tu blando corazón contra las rocas
que ante tu orilla, para siempre oyéndote
se bañan mansamente o se derrumban
fingiendo limos, donde solo existen
aristas de ira para tus entrañas.
Hoy vengo a hablarte, porque tú, conmigo
nacistes y sin cesar crecimos
cuando en la rosa del albor primero
con vesperal y fabuloso ojo
detrás de los helechos acechaba
el paso de los corzos y la sangre,
empapando la tierra, me llamaba
hacia los bosques, como el fuego ardiente
de una lejana y cegadora estrella.
En esta noche en que mi historia acaba,
en que los siglos sordamente suenan
bajo las plantas de mis pies desnudos,
bajo la tierra donde crecen árboles
y las palomas y las flores vuelan
junto a la hermosa garra de las águilas...
A ti, acudo, mar, en esta hora
porque el destierro de tu voz me llama
y en el hondón de mis entrañas siento
removerse otra agua clamorosa.
Tú solo, mar y mar, gimiendo
la soledad tremenda del que a nadie
puede decir su soledad. El mundo,
las lejanas estrellas que podían
escuchar tu dolor o presentirlo,
estaban lejos, porque Dios quería
tu sola soledad, tu dolor solo
como un terrible cántico a su gloria.
Quieta y muda, la tierra, duramente
diques ponía a tu invasora forma
que imitaba la vida de los pétalos
o la erizada furia de la selva.
-Nunca nos conocimos. No sabíamos.
Distintas nuestras sangres se ignoraban:
la tuya verde, transparente y única;
la mía roja, sordamente múltiple...-
En esta noche, mar, en esta noche
cuando la luna desde arriba arroja
sobre los mundos una luz calcárea
y en el bisel del horizonte hiere
su duro, lento y solitario hueso,
yo te pregunto lo que están buscando
ese fragor dulcísimo de manos,
esas inmensas lágrimas que chocan,
el eco interminable de las aguas
que como cuerpos sobre ti se aman.
Dime qué buscas, mar, qué es lo que busco
cuando temblando de la orilla huyes,
cuando temblando del amor me alzo,
cuando la mano en mis entrañas hundo
y golpeo sobre ellas como un látigo
cuando royendo la caverna oscura
te rompes con horror contra un peñasco
o ya en la calma de una tarde triste
acaricias, soñando, antiguas playas...
En esta noche, mar, en esta noche
en que mi sino solitario tiende
su milenario cuerpo por tus costas
mientras los viejos musgos y los líquenes
prenden grises hogueras a tu orilla
donde queman su óxido de sombra
las invisibles razas invernales
que algún día se fueron de la tierra
yo pregunto el destino de los muertos
que antes que yo nacieron y gimieron
para darme a la luz, de los que en siglos
y siglos, se tendieron como gérmenes
para que el fuego vivo de mi cuerpo
alma les diera cuando los recuerde.
Yo pregunto el destino de su sangre
corriendo como un río sin orillas
al inquietante reino donde todo
-la carne con la carne, el cuero húmedo,
la tierra junto al tacto deshaciéndose-
forman breves coronas desoladas,
transparentes cenizas que se rinden.
Busco en la sombra. Allá, por los confines
de la mano que elevo como un pájaro
más alta que mi frente. Aquí termina
todo entero mi ser, la carne acaba
y comienza la estela de los astros,
la clamorosa luz de las estrellas.
Aquí comienza el mar. Yo soy el único
junto al que habita solo, desde siempre,
la eternidad errante de la tierra.
Aquí comienza el mar, aquí termino.
Solo después que yo mi voz humana,
un recuerdo sereno en el vacío.
-Por debajo de mí los enterrados,
como fríos veleros, navegando
por otro mar sombrío, el de la muerte,
donde un viento, que es tierra, los empuja
hasta el confín ardiente de mi vida.
Dios no pregunta, porque Dios se basta.
La tierra calla, porque nada espera.
El mar hermoso, bajo los luceros,
y el hombre solo, bajo los planetas,
su muerte inútil, sin morir, rechazan
contra la roca ciega del futuro.
Mar de tus ojos
Puerto de amor tus ojos,
aguas claras.
(Brisa que me querías
sobre la mar salada.
Aguas sin corazón
que me llevabais...)
Hacia el mar de tus ojos
navegará mi ansia.
Mi corazón, mi vida, mi sangre enarbolada...
Mi corazón, mi vida, mi sangre enarbolada,
bajo esta noche hosca, tumbada como un perro,
te busca para siempre, honda huella del llanto,
para estrechar tu alma estremecida y pura
contra este pecho mío tan grande como el mundo.
Quiero tenerte aquí, quiero hundir tu tristeza
con el hacha amorosa de mi ardiente alegría.
Quiero, como una llama, arrancarte la duda
y probar que el dolor nos enseña la herida.
Mi amor no muere nunca, pero renace siempre.
Esta noche se ha alzado con la verdad desnuda
como una espada inmensa cuando sueña en la muerte
aferrándose al puño que conduce su vida.
Tú calmarás mi fiebre, yo beberé en tus manos,
me miraré en tus ojos cuando encontrarme quiera.
De cada día haremos un corto paraíso,
una conquista nueva arrancada al vacío.
Serán cortas las horas, los meses y los años
para tanta hermosura en esta dicha altísima...
Aquí estoy, en la noche, llorando como un niño,
frágil cuerpo de hombre que estremecido espera.
Alrededor de ti crezco como la hierba
junto a la encina clara que le presta su sombra.
Porque en tu sombra habito y para ti me alzo,
corazón, hacia arriba, sangre mía cimera,
en busca de tu tierna delicadeza fresca
que en un talle dulcísimo se me entrega ofrecida.
No quiero más, me basta, se me sosiega el ímpetu.
Como el agua a la mano me ciño a tu presencia
y te mojo la entraña de amor inexpresable.
Quiero vivir amándote, quiero morir contigo,
quiero que nuestras sangres circulen paralelas
asta que nuestros cuerpos se pudran en la tierra.
Tomado de:
http://amediavoz.com/hidalgo.htm
Sol de la muerte
Sueño un sol misterioso, hoja de un viejo otoño,
que pasa levemente por los cuerpos sin dicha,
atardecer de un mundo que nadie ha visto nunca,
donde solo los muertos con ojos quietos miran.
Fuente de un oro triste, como una antigua luna,
manado de un sol vago, sin luz de mediodía;
sombrío sol, que roza sobre los muertos lívidos
y de las almas muertas su lento fulgor liba.
Cuando en la noche helada mi carne se deshaga,
también yo he de llamarte con voz atardecida;
también daré mi alma para que tú fulgures,
por ver si con tu llama mi cuerpo se ilumina.
Pero no has de quererme. Mi alma estará sola.
Las almas de los tristes a Dios sólo iluminan,
y en su noche infinita, inacabablemente,
como un espectro ardiendo, con luz opaca brillan.
Tomado de:
https://trianarts.com/recordando-a-jose-luis-hidalgo-sol-de-la-muerte/#sthash.oEhfud0w.dpbs
Lo fatal
He nacido entre muertos y mi vida
es tan sólo el recuerdo de sus almas
que, lentas van soñando entre mi sangre
y sobre el mundo ciego la levantan.
Quedó lejos la tierra, mis raíces
no saben del frescor que en ella canta.
De invisibles cenizas es mi cuerpo.
Los muertos de la tierra me separan.
Quisiera ser yo mismo, luz distinta
brillando cada día con el alba,
estrella de la noche, siempre joven,
que fulge de sí misma solitaria
Pero ya no estoy solo, mi ser vivo
lleva siempre los muertos en su entraña.
Moriré como todos y mi vida
será oscura memoria en otras almas.
Tomado de:
https://trianarts.com/jose-luis-hidalgo-lo-fatal/#sthash.rZAfo4bv.dpbs
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