Escocia
Fue un día peculiar en esta parte del planeta,
cuando las alondras se levantaron en largas y delgadas
cuerdas de canto
y el aire se movió con el brillo de los ángeles reales,
el verdor entró en el cuerpo. Las hierbas
se estremecieron con presencias, y la luz del sol
permanecía como un halo sobre el heno, los brezos y las
colinas.
Caminando hacia la ciudad, vi, con un impermeable radiante,
a la mujer de la pescadería. “¡Qué día es este!”
grité yo, como un loco golpeado por el calor.
¿Y qué tenía que decir ella al respecto?
Su frente se puso sombría, sus antepasados se enfurecieron
en sus tumbas
mientras hablaba con angustiosa miseria:
“¡Vamos a pagar por ello, vamos a pagar por ello, vamos a
pagar por ello!”
Tomado de:
Ascenso, vuelo, suceso
Di el nombre de la mullida ave, pero no te sorprendas
al verla caer precipitadamente,
fulminada en el vacío, hacia el casillero
columba palumbus, donde habrá de morir,
encajonada, ceñida, sin alas, en tu cabeza.
Que esa cosa de negro lomo y alas harapientas
que raya el agua del puerto y luego cae en picada
para levantarse, con la cabeza lisa y erguida
y un arenque acuñado en su pico,
es un arao, no está en ningún sitio
del asombro que causa su vuelo,
con esas alas que cortan el aire rígido y salino.
Que a esa planta giratoria de hojas puntiagudas,
vestida con la umbela púrpura más pálida,
multicéfala, teñida de azul, de tallo zancudo
al borde del arroyo, uno debe llamarla
angélica por brevedad, está por demás (pero admite
que el nombre mismo es hermoso).
Admite también que cualquier nombre
crea su propia música, que el sonido de brionia
o flor del cuchillo estalla y se convierte en flor,
y que falcón y falaropo echan a volar en el oído,
aun así, los nombres son para decirse en casa.
El punto es ver la gracia
más allá del reconocimiento, las formas
del ave que se alza, innominada, desconocida,
más allá del lenguaje, más allá de su sustantivo.
Los ojos se abren al ascenso, al vuelo, al suceso
y se siguen abriendo. Diverso, el mundo se ilumina
en los ojos que perciben sin reconocer.
Lo importante es el arrobamiento.
No el amor, sino el asombro de amar.
La espiral
Las estaciones de este año van en mi equipaje.
Ahora, al descolgar el último cuadro de la pared,
cierro los ojos de la habitación. Las pisadas
retumban en la desnudez de la escalera.
Los fantasmas de la familia se desvanecen en el aire.
Los espejos reflejan el silencio. No hay mensaje.
En la quietud del salón espero la llegada de un auto.
Atrás, la casa quedará reducida a un nombre.
Lugares, direcciones, rostros abandonados.
El presente es un viento artero
que arrasa días y promesas.
El mañana es la adivinación de un gitano.
Abandonado en ciudades, soñando con el verdor
o aturdido por los viajes, temo la llegada
del cambio, el cambio es donde vivo.
Sólo por posibilidad
elijo dejar atrás
cada lengua, cada país.
¿Será este lugar un fin
o habrá algún otro,
más verdadero, más raro?
A menudo, en el sueño,
llegan paisajes abandonados
representando un tema constante:
¿Nos has dejado atrás?
¿Qué te falta aún por hallar?
En todo el espiral de la distancia,
a través del tiempo y la turbulencia,
el ser arraigado que hay en mí
cartografía su verdadero país.
Y así como mi padre encontró
su pequeña isla erosionada,
yo llegaré a la tierra
donde ese pequeño hombre, mi hijo,
pueda pasar sus años.
Para él, también, llegará el tiempo.
La curiosidad
pudo haber matado al gato; es más probable
que haya tenido mala fortuna, sino es que curiosidad
de ver cómo era la muerte, al no hallar la razón
de seguir lamiéndose las patas o de procrear
camada tras camada de mininos, predeciblemente.
Sin embargo, ser curioso
tiene su riesgo. Desconfiar
de lo que siempre se dice, de lo que parece,
hacer preguntas raras, intervenir en los sueños,
abandonar el hogar, olisquear ratas o tener corazonadas
aleja a los gatos de esos círculos caninos donde
canastas olorosas, esposas decentes y buenos almuerzos
son el orden de las cosas, y donde prevalecen
los meneos de colas y las cabezas poco curiosas.
Acéptalo. La curiosidad
no nos causará la muerte:
más bien la falta de ella.
Jamás querer mirar
el otro lado de la colina
o aquel improbable país
donde vivir es un idilio
(aunque quizá un infierno)
nos mataría a todos.
Sólo los curiosos,
si es que viven, tienen una historia
que vale la pena contar.
Los perros dicen que los gatos aman demasiado,
que son irresponsables y volubles, que tienen muchas
esposas
y abandonan a sus hijos, que estremecen las cenas
con las historias de sus nueve vidas.
Bueno, son afortunados. Déjenlos tener
nueve vidas y ser contradictorios,
bastante curiosos para cambiar y resignarse a pagar
el precio felino, que es morir
y morir una y otra vez,
cada vez con más dolor.
Una minoría de un solo gato
es todo cuanto hace falta
para decir la verdad. Y lo que los gatos han de decir
cada vez que regresan del infierno
es esto: que morir es lo que hacen los vivos,
que morir es lo que hacen los amantes,
y los perros muertos son quienes no saben que,
para vivir, morir es lo que cada uno debe hacer.
Tomado de:
https://lapaginaimpresablog.wordpress.com/2020/12/10/poemas-de-alastair-reid-1926-2014/
Lo que se pierde / What gets lost
I keep translating traduzco continuamente
entre palabras words que no son las mías
into other words which are mine de palabras a mis palabras.
Y, finalmente, de quién es el texto? Who has written it?
Del escritor o del traductor writer, translator
o de los idiomas or language itself?
Somos fantasmas, nosotros traductores, que viven
entre aquel mundo y el nuestro
between that world and our own.
Pero poco a poco me ocurre
que el problema the problem no es cuestión
de lo que se pierde en traducción
is not a question
of what gets lost in translation
sino but rather lo que se pierde
what gets lost
entre la ocurrencia —sea de amor o de desesperación
between love or desperation—
y el hecho de que llega a existir en palabras
and its coming into words.
Para nosotros todos, amantes, habladores
as lovers or users of words
el problema es éste this is the difficulty.
Lo que se pierde what gets lost
no es lo que se pierde en traducción sino
is not what gets lost in translation, but rather
what gets lost in language itself lo que se pierde
en el hecho, en la lengua,
en la palabra misma.
Tomado de:
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