lunes, 6 de septiembre de 2021

POEMAS DE ANTHONY HECHT

(16 de enero de 1923, Nueva York, Nueva York, /20 de octubre de 2004, Washington, DC, Estados Unidos)


Un amigo muerto en la guerra

 

La noche, serpiente gorda, se dirigió entre las plantas,

hacia el centro de sus ojos;

una bandolera pesada colgada de su cuello

como un premio, y rojas hormigas tropicales

escalaban por su cuerpo, él escuchó anticipadamente,

poco a poco, los chillidos femeninos

de los proyectiles de mortero. Él pensó en el Paraíso.

Tal es la visión que otorga el límite.

 

En el limpio brillo de las llamaradas

de magnesio, había siete ángeles junto a un árbol.

Sus cabellos destellaban diamantes, lo hicieron dudar

no eran realmente del Elíseo.

Su carne se abrió como una peonia,

roja en el corazón, pétalos blancos estallando.

Tomado de:

http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/1658-mesa-de-traducciones/5185-no-108-poesia-en-tiempo-de-guerra-anthony-hecht

 

UNA COLINA

por aurelio asiain

En Italia, donde estas cosas pasan,

tuve una vez una visión —se entiende:

no como las de Dante, no la visión de un santo,

quizá ni una visión de veras. Con mis amigos

curioseaba en la plaza soleada

muy de mañana. La greca nítida de sombras

de las grandes sombrillas cubría el pavimento:

bajíos relucientes en que anclaba la breve

armada de carretas. Libros, monedas, mapas,

paisajes burdos, feas estampas religiosas,

todo en venta. Colores, ruidos,

manos al vuelo: gestos exultantes;

aun el regateo

cual verbosa piedad subía hasta el oído.

Y entonces ocurrió: todo calló de pronto,

y oscureció; los carros, la gente y el mismísimo

gran Palacio Farnese, con todo y tanto mármol,

se hicieron aire. En su lugar había

una colina ocre pelada. Cuánto frío

hacía, casi helaba, con presagios de nieve.

Como viejos herrajes, los árboles: chatarra

junto a un muro de fábrica. No había viento y no hubo

más sonido en un rato que el crujido levísimo

del hielo que mis pies quebraban en el lodo.

Vi un pedazo de cinta enredado en un seto,

no otro signo de vida. Y luego oí

como el trueno de un rifle. Un cazador, pensé:

no estaba solo, al menos. Pero entonces llegó

el golpe, suave, como de papel,

de una gran rama que caía no sé dónde, invisible.

Y fue todo, a excepción del frío y el silencio

que, como la colina, se anunciaban eternos.

Resurgieron los precios, y los dedos: fui devuelto

al sol y a mis amigos. Pero por más de una semana

me aterró la amargura pelada que había visto.

Hará diez años ya de todo esto

y no me preocupó hasta que hoy, por fin,

recordé esa colina: está justo a la izquierda

del camino que sale de Poughkeepsie, y de niño

pasaba horas mirándola en invierno.

 

Versión de Aurelio Asiain

Tomado de:

https://aurelioasiain.com/2018/03/07/anthony-hecht-una-colina/

 

Naturaleza muerta

Un vapor sonámbulo, como un fantasma de visita, flota

sobre un lago con una calma a lo Tennyson justo antes del amanecer.

Árboles invertidos y pedruscos tiemblan y se diluyen

en una oscuridad pulida. Destellos de plata despuntan

en el líquido follaje, y poco después desaparecen.

 

Todo está empapado y enjoyado de humedad.

Una telaraña, tejida bien tirante

en el entramado de las puntas del pasto,

se comba como una red de bomberos

con todo el oropel y las riquezas que ha atrapado,

cada gota un pisapapeles de cristal Steuben.

 

Ningún canto de pájaro aún, ni un grillo ni una trucha estalla

   en los remolinos

en busca de una mosca rasante. Todo está por suceder.

Las cosas están calmas e inmóviles a lo largo

de todo el universo, como antiguos cuencos chinos,

y la naturaleza está magníficamente muda.

 

¿Por qué me agita tanto todo esto, como un código o un

   sordo presentimiento

de propósitos y sucesos ya preestablecidos?

Me conoce, y yo reconozco su vacilación cautelosa,

ceñida, ese silencio tan afectado y tan intenso.

 

Como en una superficie de agua contemplo el primer y suave

   decreto color durazno

de la luz, sus pálidas órdenes inaudibles.

Permanezco debajo de un pino en el frío,

justo antes del amanecer, en algún lugar de Alemania,

con un fusil Garand, mojado, helado, en mis manos.

Versión de Joaquín de Tristero

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2020/06/anthony-hecht-naturaleza-muerta.html

 

Una vieja maldición

¿Qué cabeza de nudillo adinerada, directamente del unisex

Peluquero y bañado en cuero ruso,

Dallies contigo estos últimos días de verano, Pyrrha,

¿En tu costoso subarrendamiento? Para quien tu

¿Deslizarse en algo simple de, digamos, Gucci?

Cuanto más tonto es el que se ha trazado a sí mismo

Las latitudes salinas del dolor incontinente.

Deslumbrado como está, pobre tonto, por las miradas doradas

Tus cerraduras sacadas de una botella de Clairol,

El sabrá que el viento cambia, la navegación suave

Está acabado, cuando los rompedores lo golpean en el costado,

Cuando está sin timón, desarmado, completamente inundado

En esa marea sin sentido que me sacó lo mejor de mí

Una vez, cuando me aventuré en tus profundidades, Piranha.

 

 

(LIBREMENTE DESDE HORACE)

 

Testigo

Contra las enormes rocas de una costa accidentada

El océano se embiste en un asalto agudo

Y rabia espástica que no cesa;

Las brigadas de espuma blanca colapsan; pero el gran anfitrión

 

Tiene reservas infinitas; en cada ataque

Los acantilados impasibles miran hacia abajo con desdén gris

En escenas de sacrificio, dolor sin alivio,

Figura en espuma, aguamarina y negro.

 

Algo en la química sanguínea de la vida

Inefable, impresionante, imperturbable,

Se expresa sin necesidad de una palabra.

En esta Lucha Empedocleana enloquecida por el mar.

 

Es un escenario de inigualable melancolía,

Clima de miseria, nubosidad de angustia,

De lo que no hay testigos, a menos que

Se cuenta el acebo de mar salobre, duro y espinoso.

 

Tarántula, o la danza de la muerte

Durante la plaga entré en mi propio.

Era una época de ollas de humo en la casa

Contra la infección. La cabeza ciega de hueso

Sonrió su abuso

 

 

Como buen demócrata con todo el mundo.

Se recitaban runas a diario, se aplicaban hechizos.

Ese fue el momento en que llegué a lo mío.

Media Europa murió.

 

 

Los síntomas son fiebre y manchas oscuras.

Primero en las manos, luego en la cara y el cuello,

Pero incluso antes que el cuerpo, la mente se pudre.

Puedes estar enfermo

 

 

Solo un día antes de que mueras.

Pero lo más curioso es el baile.

La víctima, en resumen, se vuelve loca.

Una especie de trance

 

 

Glasea los ojos, y luego los músculos toman

Su voluntad se aleja de él, las piernas comienzan

Su plantilla fúnebre, los brazos y el vientre tiemblan

Como almas en pecado.

 

 

Algunos, atrapados en estas convulsiones, han sido conocidos

Caerse de ventanas fracturando la columna vertebral.

Otros se han ahogado en arroyos. La piedra lisa de la cabeza,

La caja de pino

 

 

No son para gente como estos. Además, llama

Es impotente contra el contagio.

Ese era el invierno negro cuando vine

En el mío.

 

Claro de luna

Polvo y aroma y silencio. El joven enano

Se echa sobre los hombros su laúd. La luna es levantina.

Coloca su perla en cada copa de vino.

Arlequín ya está en el muelle.

 

 

El galante está enmascarado. Una presión de su pulgar

Comunica interés cutáneo.

Sobre la suave hinchazón ascendente de un pecho

Un pequeño corazón negro se fija con goma de mascar.

 

 

El momento del robo es ahora. Con destreza, Pierrot

Sale, llevando una bandeja de frutas y monedas.

Un mono, encadenado por sus diminutos lomos,

Se sube a bordo. Dejaron ir sus amarres.

 

 

Silencio. Incluso el dios pronto se irá.

Sombras, en su fresca empresa de mareas,

Han comido sus musculosos muslos de piedra.

La luz de la luna atraviesa el césped vacío.

 

 

Tafetán susurra. Alguien está mirando a través

Las nervaduras blancas de la pérgola. Ella mira

A un pequeño pulso granate que desaparece

Constantemente hacia el mar. Ah, querida, eres tú.

 

 

Pero tú no estás solo. Un jardinero va

A través de la luz de los huesos sobre la oscura finca.

Se inclina y, alegremente ebrio,

Admira las cenizas lunares de una rosa,

 

 

Y canta a sus amores imaginarios.

Esperar. Puedes escucharlo. Las notas familiares

Navega hacia los viejos barcos de pesca con fondo de musgo:

"Feliz el corazón que piensa en no quita".

 

 

Esta es tu pesadilla. Esas manos frías son tuyas.

El dolor en el canto borracho es tu dolor.

La mañana volverá a tener sabor amargo.

El corazón se convierte en piedra, pero perdura.

Tomado de:

https://www.poeticous.com/anthony-evan-hecht?locale=es

 

La perra de Dover: una crítica de la vida

Así que allí estaban Matthew Arnold y esta chica

con los acantilados de Inglaterra derrumbándose detrás de ellos,

y él le dijo: "Trata de ser fiel a mí,

y haré lo mismo por ti, porque las cosas están mal por

todas partes, etc. ., etc. "

Bueno, ahora conocía a esta chica. Es cierto que había leído a

Sófocles en una traducción bastante buena

y captó esa amarga alusión al mar,

pero todo el tiempo que él hablaba tenía en mente

la idea de cómo se sentirían sus bigotes

en la nuca. Me dijo más tarde

que después de un tiempo se puso a mirar

las luces del otro lado del canal y se sintió realmente triste,

pensando en todo el vino y las camas enormes.

Y halagos en francés y los perfumes.

Y luego se enojó mucho. Haber sido traída

desde Londres, y luego ser abordada

como una especie de último recurso cósmico lúgubre

es realmente duro para una chica, y era bonita.

De todos modos, lo vio pasearse por la habitación

y tocar la cadena de su reloj y pareció sudar un poco,

y luego dijo una o dos cosas que no se podían imprimir.

Pero no debes juzgarla por eso. Lo que quiero decir es que

ella está realmente bien. Todavía la veo de vez en cuando

y ella siempre me trata bien. Tomamos un trago

Y le doy un buen rato, y tal vez sea un año

Antes de que la vuelva a ver, pero ahí está,

Corriendo a engordar, pero confiables como vienen,

Y a veces le llevo una botella de Nuit d'Amour.

 

 

 

[Ed. nota: ver el poema de Matthew Arnold "Dover Beach"]

© por el propietario. proporcionado sin cargo con fines educativos

 

El fin del fin de semana

Una lumbrera agonizante se desliza a lo largo del quirt

del vaquero de hierro fundido donde se apoya

contra los libros de mi padre. El lazo

gira en la oscuridad. Mi chica en jeans ajustados,

Dedos una página del Capitán Marriat

Invitando sombras insolentes a su camisa.

 

Subimos juntos al segundo piso.

Afuera, al otro lado del lago, un viento interminable

azota las lápidas de los muertos y se lamenta

en los árboles por todos los que han pecado y los que no.

Ella se frota contra mí y siento sus uñas.

Aunque estamos solos, cierro la puerta.

 

Las eventuales formas de todas nuestras oraciones sin forma:

esta oscuridad, esta cabaña de imaginaciones sueltas,

viento, labio, lago, todo aguarda

El lento aflojamiento de su ropa interior

y luego el ruido. Algo se cae. Rechina

contra las vigas del ático. Subo las escaleras

Armado con un cinturón.

 

Un largo rayo de magnesio

de la luz de la luna de la buhardilla abre un camino

entre los esqueletos destrozados de ratones.

Una gran presencia negra bate sus alas con ira.

Sobre el cementerio arden sus ojos dorados.

Un pequeño pelaje gris palpita en su agarre.

© por el propietario. proporcionado sin cargo con fines educativos

 

La fiesta de esteban

I

 

 

Las payasadas de potro del vestuario,

Húmedo con el vapor de las duchas embaldosadas,

Con mezclas desvergonzadas de algalia, almizcle y sudor,

Ruidoso con el chasquido de las toallas mojadas

Bajo las jaulas con nervaduras de acero de las bombillas desnudas,

En Algunos de esos escenarios de gruesas tuberías de sótano

Y realidades de limpieza Los

muchachos por primera vez se miran francamente unos a otros,

Inspeccionan los cuerpos de los demás a corta distancia,

Y lo que ven no es tanto otro

Como una versión extraña y posible de sí mismos,

Y todos los El baile de sparring, la vida suprarrenal, la

agilidad tensa y jubilosa, no es más que un

ballet vago, ocupado y desenfocado de amor propio.

 

II

 

 

Si el corazón tiene sus razones, tal vez el cuerpo tenga su

propia especie de espíritu carnal pesado, se

sintió en los hormigueos de la colisión,

y conocido por los capitanes como esprit de corps.

¿Qué es esta enérgica fraternidad de sincronización,

Pivote y arco de lanzamiento, o indirecta,

hombres sana en la sauna de hombres, en el

agua de la salud y los baños, júbilo privado y corporal,

Esta flota carambola, pliegues y genuflexiones

Antes del salto del salmón, el salto fuente

¿Todo envuelto en una luz brillante, flexionado y alerta?

Desde la vasta cámara de resonancia del gimnasio,

Entre los gritos a trompicones y el estruendo de los silbidos,

El sonido de baloncesto rebotado de un látigo de cuero.

 

 

 

III

 

 

Piensa en esos lugares áridos donde los hombres se reúnen

Para actuar en el terrible nombre de la rectitud,

De la vergüenza acosada, del orgullo punk, músculo o turba,

La delgada superioridad del matón.

Piense en el Sturm-Abteilungs Kommandant

que ama a Beethoven y colecciona a Degas,

o los chicos rubios con jeans cuyos ojos entrecerrados

son enfocados por una lujuria dura y sofocada,

que descansan en una estudiada mímica de facilidad,

mueven sus traseros vivos entre las malas hierbas,

Y peinarse en el espejo de las ventanas rotas

De un almacén abandonado donde guardan

En oscurecida disposición para su ocasión

La soga, las cadenas, las esposas y la gasolina.

 

 

 

IV

 

 

En el calor ondulado del campo de un vecino,

en los kilovatios del mediodía, tienen uno acorralado.

Los insectos están saltando, y los jóvenes corpulentos se desnudan

hasta la cintura para el trabajo caliente que tienen por delante.

Van a armarse contra el muro de piedra seca,

arrojando sus ropas húmedas y saladas

a los pies de un joven que se llama Saúl.

Observa con atención estas

figuras magníficamente bronceadas con el pecho y los hombros de un nadador,

los muslos de un miller, con su gracia tímida,

y entre sus cuerpos lustrosos y convergentes,

brillantemente aceitados y bruñidos por el sol,

vislumbra brevemente el cabello ensangrentado.

Y escucha una oración ininteligible.

© por el propietario. proporcionado sin cargo con fines educativos

 

Tarde: la embestida del amor

Por William y Emily Maxwell

 

A esta hora del día, se

podía oír el sonido de los hierros de calafateo

contra los cascos del astillero.

El humo del alquitrán se elevaba entre los árboles

y grandes manchas aceitosas flotaban en el agua,

ondulando irregularmente bajo

la púrpura luz del sol

como las superficies de bronce florentino.

 

A esta hora del día, los

sonidos se transmiten con claridad a

través de los cálidos silencios de la luz del día que se desvanece.

Los campos de maleza yacían ahogados

en olores de creosota y sal.

Más rico que el tafetán de dos colores, el

aceite flotaba en el puerto,

ameboide, iridiscente, flácido.

Recordó los delgados miembros

del David de Donatello.

 

Fue encantador y ella estaba enamorada.

Habían tomado un bote cubierto a una de las islas.

Los sonidos de la ciudad eran débiles en la distancia:

traqueteo de carruajes, tumulto de voces,

aullidos de perros en las cubiertas de barcazas.

 

A esta hora del día, la

luz del sol iluminó el mundo.

Los álamos se oscurecieron en filas

como sirvientes imperiales.

El agua lamía y ceceaba

en su lengua nativa y tranquila.

Oakum estaba en el aire y olía a hierba.

Habría aromas fritos, cerezas y crema.

Nada diseñado por artesanos italianos

igualaría la perfección de esta noche.

El aceite encharcado fue un milagro de colores.

© por el propietario. proporcionado sin cargo con fines educativos

Tomado de:

https://allpoetry.com/Anthony-Hecht

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