jueves, 2 de septiembre de 2021

POEMAS EFREN REBOLLEDO

(1877, Actopan, México - 1929, Madrid, España)


De Cuarzos (1896-1901)

Prólogo

 

A José Juan Tablada

 

 

Uncioso amante de opulentos

Cofres cuajados de ornamentos,

Donde guardar mis pensamientos,

Viví en el místico santuario

Del arte, y mudo y solitario

Como paciente lapidario,

En las sortijas y diademas

Rimé sonetos y poemas

Con las estrofas de las gemas,

Puliendo joyas de oro fino

Para que ardiera mi divino

Sueño en esmalte peregrino.

Por su tersura y transparencia

Grabé en la clara refulgencia

De los diamantes mi paciencia.

Mi fe es el jaspe veteado,

Y en el zafiro inmaculado

Está mi anhelo cincelado.

Con el carbunclo que derrama

Su luz más roja que una llama

De mi amor digo la flama.

En la turquesa de agua pura

Ríe destellos mi ventura

Y llora el ónix mi amargura,

Y así, labrando en la faceta

De los cristales o en la veta

De oro el ensueño del poeta,

Al pensamiento más sencillo

Le transmití pureza y brillo

Con los cinceles y el martillo.

 

 

Santa Teresa

 

El misticismo de la celda: brilla

En la sombra el reflejo de la lámpara,

Oscilando como una moribunda

Pupila que se estrecha y se dilata.

Qué tristeza en la llama que agoniza,

Qué blancas las paredes de la estancia,

Qué implacable silencio de sepulcro

En la indecisa claridad. La Santa

Reposa sobre el lecho inmaculado,

El lecho que se eleva como un ara

En uno de los ángulos sombríos;

Por su frente que han hecho mustia y pálida

Tanta meditación y tanto ayuno

Corre el sudor en transparentes lágrimas;

Sus ojos siempre abiertos por el éxtasis

Se entornan abatiendo sus pestañas;

En sus labios enjutos y apacibles

Perfumados con mirras de plegarias

Se despiertan los besos voluptuosos,

Y sus brazos, más blancos que las sábanas,

Queriendo rodear algo invisible,

Se retuercen, se agitan y se enlazan.

Sueña: sueña que el Cristo macilento,

El cuerpo exangüe y celestial que ama,

Sonríe tras su mueca de amargura,

Que sus frescas heridas se restañan

Y sus lívidos miembros se coloran

Y se cierran las bocas de sus llagas;

Sueña que su mirada se ilumina

Y del madero ignominioso baja

Más radiante que un ángel y más bello

Al lecho que se eleva como un ara,

Y que mezclan y juntan sus alientos

Y que sus cuerpos vírgenes se enlazan,

Y que en un beso trémulo y sonoro

Se confunden sus bocas invioladas.

 

De Cuarzos

Caro victrix (1916)

El beso de Safo

 

 

 

Más pulidos que el mármol transparente,

Más blancos que los blancos vellocinos,

Se anudan los dos cuerpos femeninos

En un grupo escultórico y ardiente.

Ancas de cebra, escorzos de serpiente,

Combas rotundas, senos colombinos,

Una lumbre los labios purpurinos,

Y las dos cabelleras un torrente.

En el vivo combate, los pezones

que se embisten, parecen dos pitones

Trabados en eróticas pendencias,

Y en medio de los muslos enlazados,

Dos rosas de capullos inviolados

Destilan y confunden sus esencias.

 

 

Ante el ara

 

 

Te brindas voluptuosa e impudente,

Y se antoja tu cuerpo soberano

Intacta nieve de crestón lejano,

Nítida perla de sedoso oriente.

Ebúrneos brazos, nunca transparente,

Aromático busto beso ufano,

Y de tu breve y satinada mano

Escurren las caricias lentamente.

Tu seno se hincha como láctea ola,

El albo armiño de mullida estola

No iguala de tus muslos la blancura,

Mientras tu vientre al que mi labio inclino,

Es un vergel de lóbrega espesura,

Un edén en un páramo de lino.

 

 

Tristán e Isolda

 

 

Vivir encadenados es su suerte,

Se aman con un anhelo que no mata

La posesión, y el lazo que los ata

Desafía a la ausencia y a la muerte.

Tristán es como el bronce, obscuro y fuerte

Busca el regazo de pulida plata,

Isolda chupa el cáliz escarlata

Que en crespo matorral esencias vierte.

Porque se ven a hurto, el adulterio

Le da un sutil y criminal resabio

A su pasión que crece en el misterio.

Y atormentados de ansia abrasadora,

Beben y beben con goloso labio

Sin aplacar la sed que los devora.

 

 

Salomé

 

Son cual dos mariposas sus ligeros

Pies, y arrojando el velo que la escuda,

Aparece magnífica y desnuda

Al fulgor de los rojos reverberos.

Sobre su obscura tez lucen regueros

De extrañas gemas, se abre su menuda

Boca, y prodigan su fragancia cruda

Frescas flores y raros pebeteros.

Todavía anhelante y sudorosa

De la danza sensual, la abierta rosa

De su virginidad brinda al tetrarca,

Y contemplando el lívido trofeo

De Yokanán, el núbil cuerpo enarca

Sacudida de horror y de deseo.

 

 

El vampiro

 

Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos

Por tus candidas formas como un río,

Y esparzo en su raudal crespo y sombrío

Las rosas encendidas de mis besos.

En tanto que descojo los espesos

Anillos, siento el roce leve y frío

De tu mano, y un largo calosfrío

Me recorre y penetra hasta los huesos.

Tus pupilas caóticas y hurañas

Destellan cuando escuchan el suspiro

Que sale desgarrando mis entrañas,

Y mientras yo agonizo, tú, sedienta,

Finges un negro y pertinaz vampiro

Que de mi ardiente sangre se sustenta.

 

 

La tentación de san Antonio

 

 

Es en vano que more en el desierto

El demacrado y hosco cenobita,

Porque no se ha calmado la infinita

Ansia de amar ni el apetito ha muerto.

Del obscuro capuz surge un incierto

Perfil que tiene albor de margarita,

Una boca encarnada y exquisita,

Una crencha olorosa como un huerto.

Ante la aparición blanca y risueña,

Se estremece su carne con ardores

Febriles bajo el sayo de estameña,

Y piensa con el alma dolorida,

Que en lugar de un edén de aves y flores,

Es un inmenso páramo la vida.

 

 

Leteo

 

Saturados de bíblica fragancia

Se abaten tus cabellos en racimo

De negros bucles, y con dulce mimo

En mi boca tu boca fuego escancia.

Se yerguen con indómita fragancia

Tus senos que con lenta mano oprimo,

Y tu cuerpo suave, blanco, opimo,

Se refleja en las lunas de la estancia.

En la molicie de tu rico lecho,

Quebrantando la horrible tiranía

Del dolor y la muerte exulta el pecho,

Y el fastidio letal y la sombría

Desesperanza y el feroz despecho

Se funden en tu himen de ambrosía.

De Caro victrix (1916)

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/113

 

El duque de Aumale

Bajo la oscura red de la pestaña

destella su pupila de deseo

al ver la grupa de esplendor sabeo

y el albo dorso que la nieve empaña.

 

Embiste el sexo con la enhiesta caña

igual que si campara en un torneo,

y con mano feliz ase el trofeo

de la trenza odorífera y castaña.

 

El garrido soldado de Lutecia

se ríe de sus triunfos, mas se precia

de haber abierto en el amor un rastro,

 

y gallardo, magnífico, impaciente,

como un corcel se agita cuando siente

la presión de su carga de alabastro.

 

Insomnio

Jidé, clamo, y tu forma idolatrada

no viene a poner fin a mi agonía;

Jidé, imploro, durante la sombría

noche y cuando despunta la alborada.

 

Te desea mi carne torturada,

Jidé, Jidé, y recuerdo con porfía

frescuras de tus brazos de ambrosía

y esencias de tu boca de granada.

 

Ven a aplacar las ansias de mi pecho,

Jidé, Jidé, sin ti como un maldito

me debato en la lumbre de mi lecho;

 

Jidé, sacia mi sed, amiga tierna,

Jidé, Jidé, Jidé, y el vano grito

rasga la noche lóbrega y eterna.

 

TU NO SABES LO QUE ES SER UN ESCLAVO

 

Tú no sabes que es ser un esclavo

de un amor impetuoso y ardiente

y llevar un afán como un clavo

como un clavo clavado en la frente.

 

Tú no sabes los males sufridos

de morder en la boca anhelada,

resbalando su inquieta caricia

por contornos de carne nevada.

 

Tú no sabes los males sufridos

por quien lucha sin fuerzas y ruega,

y mantiene sus brazos tendidos

hacia un cuerpo que nunca se entrega.

 

Y no sabes que es el despecho

de pensar en tus formas divinas,

revolviéndome solo en mi lecho

que el insomnio ha sembrado de espinas.

 

FAVILAS

 

¿Cómo quieres que te borre de mi visda

si en tus brazos muchas veces fui feliz,

Si muy grande y profunda fue la herida

¿cómo quieres que no deje cicatriz?

 

En tu labio de sensual color bermejo

bebí el vino del deleite hasta la hez:

en mi labio aún se conserva el dulce dejo,

aún nubla mi cerebro la embriaguez.

 

Cual recuerdo la penumbra tibia y grata

do besaba con transportes el albor

de tu cuello, que emergía de la bata

como el diáfano pistilo de una flor.

 

Aún me causa sensación perturbadora

la caricia electrizante de tu pie

aún me excita tu mirada tentadora

donde danzan los espíritus del té.

 

En mi queda la memoria del pasado

como dura en la epidermis la señal

que sutiles alfileres han marcado

a la huella del diamante en un cristal.

 

De tus ojos aún mis ojos están llenos,

y mi mano, como un molde, guarda fiel

el contorno de la curva de tus senos

y el contacto satinado de tu piel.

 

Y en mis noches tenebrosas se destaca

tu desnudo y escultórico perfil

de igual modo que en el tubo de una laca

resplandece la blancura del marfil.

 

CLARO DE LUNA

 

Como un cisne espectral, la luna blanca

en el espacio transparente riela,

y en el follaje espeso, Filomela

meliflua nota de su buche arranca.

 

Brilla en el fondo oscuro de la banca

tu peinador de vaporosa tela,

y por las frondas de satín se cuela

o en los claros la nívea luz se estanca.

 

Después de recorrer el mármol frío

de tu pulida tez, toco una rosa

que se abre mojada de rocío;

todo enmudece, y al sentir el grato

calor de tus caricias, mi ardorosa

virilidad se enarca como un gato.

 

Tomado de:

http://www.poesiaselecta.com/poeefrenrebolledo.html

 

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