viernes, 23 de octubre de 2015

POEMAS DE JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO


fotos.miarroba.com 

 1928-1999

Así...

Algunas veces llego
presuroso, rodeo
tus rodillas, toco
tu pelo. ¡Ay Dios, quisiera
decirte tantas cosas!
Te compraré un pañuelo,
seré buen chico, haremos
un viaje....No sé,
no sé lo que me pasa.

Quiero morir así,
así en tus brazos.





Como la piel de un fruto, suave...


Como la piel de un fruto, suave
a la amenaza de los dientes,
iluminada, alegre casi,
ibas camino de la muerte.

La vida estaba en todas partes:
en tu cabello, sobre el césped,
sobre la tierra que añorabas,
sobre los chopos,  por tu frente...

Todo pasó, tal un verano,
sobre tu carne pura y breve.
Como la piel de un fruto, ¡eras
tan olorosa y atrayente!




Cuando todo suceda

Digo: comience el sendero a serpear
delante de la casa. Vuelva el día
vivido a transportarme
lejano entre los chopos.

Allí te esperaré.
Me anunciará tu paso el breve salto
de un pájaro en ese instante fresco y huidizo
que determina el vuelo,
y la hierba otra vez como una orilla
cederá poco a poco a tu presencia.

Te volveré a mirar, a sonreír
desde el borde del agua.
Sé lo que me dirás. Conozco el soplo
de tus labios mojados:
tardabas en llegar. Y luego un beso
repetido en el río.

De nuevo en pie siguiendo tu figura
regresaré a la casa lentamente
cuando todo suceda.




Donde tú no estuvieras

Dónde tú no estuvieras,
como en este recinto, cercada por la vida,
en cualquier paradero, conocido o distante,
leería tu nombre.

Aquí, cuando empezaste a vivir para el mármol,
cuando se abrió a la sombra tu cuerpo desgarrado,
pusieron una fecha: diecisiete de marzo. Y suspiraron
tranquilos, y rezaron por ti. Te concluyeron.

Alrededor de ti, de lo que fuiste,
en pozos similares, y en funestos estantes,
otros, sal o ceniza, te hacen imperceptible.

Lo miro todo, lo palpo todo:
hierros, urnas, altares,
una antigua vasija, retratos carcomidos por la lluvia,
citas sagradas, nombres,
anillos de latón, sucias coronas, horribles
poesías...
Quiero ser familiar con todo esto.

Pero tu nombre sigue aquí,
tu ausencia y tu recuerdo
siguen aquí.

                               ¡Aquí!
donde tú no estarías,
si una hermosa mañana, con música de flores,
los dioses no te hubieran olvidado.





El aire huele a humo


                                                    A Gabriel Celaya 

¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿Qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?

¿Qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?

¿Qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?

¿Qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?

¿Qué hacer?¿Qué hará? Preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.





El oficio del poeta


Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.
Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.

La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.




El que cuenta las campanadas

El amante de medianoche,
el que ansió que ella le siguiera,
el que cuenta las campanadas
como un enfermo desahuciado;
el que pone cara de cárcel
cuando se mira en el espejo:
es el furtivo que no duerme
acechando a su compañera,
y ella es feliz porque ahora
vive una noche tan inefable
y tan honda como la muerte.




En este mismo instante...


En este mismo instante
hay un hombre que sufre,
un hombre torturado
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro
dónde vive, qué lengua
habla, de qué color
tiene la piel, cómo
se llama, pero
en este mismo instante,
cuando tus ojos leen
mi pequeño poema,
ese hombre existe, grita,
se puede oír su llanto
de animal acosado,
mientras muerde sus labios
para no denunciar
a los amigos. ¿Oyes?
Un hombre solo
grita maniatado, existe
en algún sitio. ¿He dicho solo?
¿No sientes, como yo,
el dolor de su cuerpo
repetido en el tuyo?
¿No te mana la sangre
bajo los golpes ciegos?
Nadie está solo. Ahora,
en este mismo instante,
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.




Esa flor instantánea

Miedo a perderse ambos,
vivir el uno sin el otro:
miedo a estar alejados
en el viento de la niebla,
en los pasos del día,
en la luz del relámpago,
en cualquier parte. Miedo
que les hace abrazarse,
unirse en este aire
que ahora juntos respiran.
Y se buscan y se buscan
esa flor instantánea
que cuando se consigue
se deshace en un soplo
y hay que ir a encontrar otras
en el jardín umbrío.
Miedo; bendito miedo
que propicia el deseo
la agonía y el rapto,
de los que mueren juntos
y resucitan luego.





Esos locos furiosos increíbles


Llegan apresurados y nunca dicen para qué
ni de dónde proceden
y enseguida te piden dos mil francos
que casi siempre te han de devolver
o te quitan la toalla sin respeto
cuando te estás duchando
se ponen la colonia los polvos el masaje
la loción de tu novio o de tu hija
te arrastran a lugares espantosos o bellos
y ni siquiera piden tu opinión
y beben prodigiosamente se ponen a cantar
en cualquier parte
o arman la del gran dios en un bar miserable
y por motivos nimios
siempre siempre avasallan te compran un sombrero
o unas flores
y un día salen al galope quizá hacia los infiernos
qué desastre.

Señora caballero muchachita asustada
militante de un partido ecologista:
si se tropieza usted con uno de esos
locos furiosos increíbles
no le deje escapar llévelo a casa
son tiernos como niños
a veces tienen frío quién sabe si es porque
les han pegado duro
duermen poco se lavan todo el rato y son muy
besucones y mirones
pero cuidan los libros sacan todas las noches
el cubo de basura a la escalera
y están sólo pendientes de tener siempre
un cenicero al lado.

Tienen por fin el gran inconveniente:
se van mas vuelven pronto
duran toda la vida.

Buganvillas, reparaciones y humo

Cuando salió empujándola
pulcro sin una arruga en su traje de ignominia
seguí sin entender cómo podía
ella aguantarlo: será porque le gusta
que la humillen.
 En la iglesia
más allá del jardín se iluminaron
los tímidos vitrales de la misa de seis
de las Reparadoras.
Y aquí
reparan fuerza esos cretinos. ¡Oh Dios
la vida sigue! Y la muchacha no era para ti.
Pero detrás de los altavoces
detrás de los parterres y los árboles y detrás
de la noche oscura: ¿qué hay detrás
de la noche oscura?
Ella no abrió los labios
te miró como con un temor insinuado o difuso.
Alguien pregunta: ¿Es usted
el propietario del coche que está mal aparcado?
Parecía que afuera quemaran rastrojo.
Los vitrales ahora llameaban:
eran reparaciones.
¿Qué decía usted?
Nada; no dije nada. Pensaba
en la noche que va quedando atrás.
Los guardias del palacio
jugaban a los dados mientras el rey de reyes
caminó silencioso hasta el bar
y llenaba de nuevo su copa.
Ahora bailabas
y puedes contemplarte: los otros son tu espejo.
Camarero: ¿qué hay detrás
de la bebida y de los canapés
que hay detrás de los restos del pavo de la cena?
Cesan los altavoces de la fiesta
y la música de órgano repara
las brechas de este absurdo.
¿Cómo aguantar aquí
en este jardín?
Yo tenía una casa con jardín
con geranios con un castaño de Indias
un limonero y muchas buganvillas
que envolvían mi primer coche mi primer juguete.
No quiero beber más ni vivir más:
reparaciones pido.
Quiero que ella
vuelva a decirme: «No te vayas no»
y saltarían los cerrojos y los sellos.
Amanece con frío y niebla sucia y nada
va a pasar. El parque lleno de vasos tristes
va quedando desierto.
Yo no quise
quitarle nada a nadie. Tan sólo me asomé
a un cristal de agua fresca al hondo pozo
del amor prohibido.
 Vuelve el olor
de paja seca ardiendo.
 Los músicos se van
y el órgano se adueña del alba en bancarrota.
No puedo acompañarla señorita
no me siento muy bien debo irme a casa.
Quiero ver el castaño el limonero
¿Quién es el rey de reyes?
¿Qué hago yo en un jardín sin buganvillas?
¿Dónde dejé mi coche? Buganvillas
reparaciones y humo. Centinela
¿qué hay detrás de la noche oscura?

Carta a mi hermano

Querido Juan: te escribo
para contarte algunas cosas.
Ayer por la mañana
yo no sabía si salir o qué
y sentado en mi silla
ante el café con leche
que se me queda frío
casi todos los días
pensaba que es difícil
-para mí por lo menos-
poner cara de hombre
normal y sonreír
a la gente que veo
que me saluda: al viejo
portero de la casa
y en la calle a quien corre
y atraviesa la acera
detrás de algún asunto
-dinero casi siempre-
esos hombres extraños
culpables, como yo
y también extenuados
o enfermos o perdidos
mas que viven y aguantan
esta vida cochina
y hermosa algunas veces.
Si mi mujer me mira
yo no sé qué decirle:
habla de cosas simples
-de otro año o de un piso
mayor o de la escuela
de Julia-. Ay Julia
yo no quise; tú entiendes
y resulta que crece
cada día y sonríe
me mira y me da besos
me pide una peseta:
me ve como un pirata
honrado y cariñoso
y ríe con la risa
de los que aman la vida
-como a veces yo río
cuando no pienso así-.
Estoy cansado hermano;
me siento como un viejo
inútil que ya hizo
todo el mal que podía
y está de sobra aquí.
Si creyese yo en algo
que todo lo arreglara
para mí -y que no existe-
no odiaría mi vida
ni quisiera morir.
Juan: sé que tú comprendes
lo que me ocurre: sé
que leerás la carta
y pensarás en mí
y en Luis que está mejor
después de todo el lío;
y en todo lo que pesa
como un montón de escombros
en mi memoria. En fin:
se termina el papel.
Perdona mis palabras
pero quise explicarte
lo que me está pasando
para sentirme cerca
de ti y de tu ternura
para olvidar un poco
esta sórdida vida
que me cuesta aguantar.
Adiós: escribe pronto
y besos a Monique.

Con nosotros

En la habitación
de al lado
en la misma
habitación
que hasta hace poco
era mía
rodeada de los mismos
libros en las
mismas librerías
mirando los mismos
cuadros sobre las
paredes mismas
toda asombro
vida ojos
amor manos
alegría
canta y juega
ríe ríe
una niña una
niña.

Cuando todo suceda

Digo: comience el sendero a serpear
delante de la casa. Vuelva el día
vivido a transportarme
lejano entre los chopos.

Allí te esperaré.

Me anunciará tu paso el breve salto
de un pájaro en ese instante fresco y huidizo
que determina el vuelo,
y la hierba otra vez como una orilla
cederá poco a poco a tu presencia.

Te volveré a mirar, a sonreir
desde el borde del agua.
Sé lo que me dirás. Conozco el soplo
de tus labios mojados:
tardabas en llegar. Y luego un beso
repetido en el río.

De nuevo en pie siguiendo tu figura
regresaré a la casa lentamente
cuando todo suceda.

El aire huele a humo

A Gabriel Celaya y a Amparo Gastón,
Que tanto le quiso y le quiere todavía.
J.A.G.
¿Qué hará con la memoria
de esta noche tan clara
cuando todo termine?
¿Qué hacer si cae la sed
sabiendo que está lejos
la fuente en que bebía?
¿Qué hará de este deseo
de terminar mil veces
por volver a encontrarle?
¿Qué hacer cuando un mal aire
de tristeza la envuelva
igual que un maleficio?
¿Qué hará bajo el otoño
si el aire huele a humo
y a pólvora y a besos?
¿Qué hacer?¿Qué hará? Preguntas
a un azar que ya tiene
las suertes repartidas.


El buen amor

Pared contra pared la soledad más fea y amarilla te encerró te apartó de todo lo que amabas o era tuyo y con pasos de zorra se metió en el reloj y empezó a trastocar todas las horas para que no supieses ni pudieras notar que terminaba tu tiempo en el festín y así fue como un sucio desaliento se echó sobre tus hombros tal un pájaro enorme en una madrugada sórdida y cruel con aires de desgracia y fue entonces recuerda cuando en el abandono o desamor pronunciaste su nombre repetiste su nombre como un niño perdido entre la sombra. Por azar o conjuro tal nombre te ha devuelto a los días de la más clara luz y ahora notas la brisa el fresco olor de un sitio que conoces, de una casa rodeada de flores y senderos donde el sueño cruza por galerías altísimas y blancas como velas de un navío al largar y jugando te ocultas al final de un pasillo y aguardas que llegue la muchacha que quieres y la asustas con las hojas de un ramo de laurel y cuando ella se ríe contra tu pecho huérfano ya sientes que su piel y su pelo tienen gusto de mar que está temblando y que sus labios queman. Ahora ya no despiertas en horas miserables cuando un frío de angustia estremecía la noche en bancarrota acuchillando tu cansancio hasta el alba, ni tienes pesadillas o apariciones súbitas ojos sin rostro de personas que amabas y desaparecieron alejándose tal faros en la niebla y tampoco es preciso que cuentes hasta mil o que enciendas todos los cigarrillos que tu insomnio pedía para alcanzar la total desmemoria ya que todo es distinto cuando ella está contigo, cuando sientes que respira en la almohada junto a ti y que sus manos te acarician mientras el sueño cae. No quieras indagar, deja perderse el humo, el turbio vaho de años de penitencia: un tiempo que fue tuyo y que ahora no reconocerías; sube hasta los balcones de la mañana y canta canta sin más a la esperanza al viento a los caminos que aquí te devolvieron por conjuro o azar y dile a esta muchacha lo que antes no sabías, cuéntale que cruzabas perdido por lugares sin nombre, que fuiste enfermo y ella te sanó, que escuchando su voz te sientes renacer y amas la vida porque te ha dispensado la fortuna y la gracia de conocer el hondo el buen amor.




El poema

El poema
es un arma de dos filos.
Uno suave
y el otro
como un grito cortante
como un rayo
incisivo.

¡Ah poeta dulcísimo!

No olvides
esa parte
del poema.
El castigo
es morir por la espalda
degollado
por el segundo filo.

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