jueves, 15 de octubre de 2015

POEMAS DE SALVATORE QUASIMODO




Italia 1901-1968



ALBERO

Da te un'ombra si scioglie
che par morta la mia
se pure al moto oscilla
o rompe fresca acqua azzurrina
in riva all'Anapo, a cui torno stasera
che mi spinse marzo lunare
gia d'erbe ricco e d'ali.
Non solo d'ombra vivo,
ché terra e sole e dolce dono d'acqua
t'ha fatto nuova ogni fronda,
mentr'io mi piego e secco
e sul mio viso tocco la tua scorza.

ARIES


En el perezoso andar de los cielos
la estación se muestra: al viento nueva,
al almendro que alumbra
planos de sombra aéreos
nubes de sombra y mieses:
y reconstruye las sepultas voces
de arenales y zanjas,
de días fabulosos de gracia.
Toda hierba ramifícase
y el ansia se apodera de las remotas aguas
de gélidos laureles nudos dioses paganos;
helos ahí, salen del fondo entre guijarros
y tumbados duermen celestiales.

ARIETE


Nel pigro moto dei cieli
la stagione si mostra: al vento nuova,
al mandorlo che schiara
piani d'ombra aerei
nuvoli d'ombre e biade:
e ricompone le sepolte voci
dei greti, dei fossati,
dei giorni di grazia favolosi.
Ogni erba dirama,
e un'ansia prende le remote acque
di gelidi lauri ignudi iddii pagani;
ed ecco salgono dal fondo fra le ghiaie
e capovolte dormono celesti.

AGUAMUERTA


Agua estancada, sueño de las ciénagas
que en vastas láminas venenos maceras,
ora blanca ora verde a la luz del relámpago,
a mi corazón te asemejas.
El álamo se agrisa en torno y el acebo;
hojas y bellotas aquiétanse dentro,
y cada una en su círculo de único centro
desflecadas por el lóbrego zumbido del ábrego.
Así, como sobre el agua extiende
el recuerdo sus anillos, mi corazón,
muévese de un punto y luego muere:
tu hermana es aguamuerta.

ACQUAMORTA


Acqua chiusa, sonno delle paludi
che in larghe lamine maceri veleni,
ora bianca ora verde nei baleni,
sei simile al mio cuore.
II pioppo ingrigia d'intorno ed il leccio;
le foglie e le ghiande si chetano dentro,
e ognuna ha i suoi cerchi d'un unico centro
sfrangiati dal cupo ronzar del libeccio.
Cosí, come su acqua allarga
il ricordo i suoi anelli, mio cuore;
si muove da un punto e poi muore:
cosí t'è sorella acquamorta.

TIERRA


Noche, serenas sombras,
cuna de aire,
me alcanza el viento si en ti me esparzo,
con él el mar olor de la tierra
donde a su vera mi gente canta
a vela, a nasa,
a niños despiertos antes del alba.
Secos montes, llanuras de prístina hierba
que bueyes y majadas espera,
dentro de mí vuestro mal me socava.

TERRA


Notte, serene ombre,
culla d'aria,
mi giunge il vento se in te mi spazio,
con esso il mare odore della terra
dove canta alla riva la mia gente
a vele, a nasse,
a bambini anzi l'alba desti.
Monti secchi, pianure d'erba prima
che aspetta bovi e greggi,
m'è dentro il male vostro che mi scava.

EL DÍA SE INCLINA


Desierto me hallas, Señor,
en tu día,
cerrado a toda luz.
De ti privado me espanto,
perdida senda de amor,
y gracia no me allega
ni siquiera el trémulo cantarme
que hace áridos mis deseos.
Te he amado y castigado;
el día se inclina
y recojo sombras de los cielos:
¡Cuánta tristeza, mi corazón
de carne!

SI CHINA IL GIORNO


Mi trovi deserto, Signore,
nel tuo giorno,
serrato ad ogni luce.
Di te privo spauro,
perduta strada d'amore,
e non m'è grazia
nemmeno trepido cantarmi
che fa secche mie voglie.
T'ho amato e battuto;
si china il giorno
e colgo ombre dai cieli:
che tristezza il mio cuore
di carne!

ANTIGUO INVIERNO


Anhelo de tus claras manos
en la penumbra de la llama;
de robles y de rosas sabían;
de muerte. Antiguo invierno.
Buscaban su alimento las aves
y de pronto hacíanse de nieve;
así las palabras.
Un poco de sol, un resplandor angélico,
luego la niebla; y los árboles,
y nosotros hechos de aire en la mañana.

ANTICO INVERNO


Desiderio delle tue mani chiare
nella penombra della fiamma:
sapevano di rovere e di rose;
di morte. Antico inverno.
Cercavano il miglio gli uccelli
ed erano súbito di neve;
cosí le parole.
Un po' di sole, una raggera d'angelo,
e poi la nebbia; e gli alberi,
e noi fatti d'aria al mattino.

También se aleja mi compañía


También se aleja mi compañía,
mujeres de ghetto, juglares de taberna,
entre los que pasé tanto tiempo,
y está muerta la joven
de ardiente rostro perenne
untado de aceite de la masa ácima
y oscura carne de hebrea.

Tal vez haya cambiado también mi tristeza,
como si yo fuese no mío,
por mí mismo olvidado.


Tú llamas una vida

Fatiga de amor, tristeza,
tú llamas una vida
que dentro, profunda, tiene nombres
de cielos y jardines.
Y fuese mi carne
lo que el don del mal transforma.
 


De "Oboe sumergido":


Convalecencia


Siento amor convertirse en otra muerte
ignota para mí, pero más lenta,
que a menudo me empuja hacia sus formas.

Abandono de alga:
me busco en los oscuros acordes
de profundos despertares
en orillas densas de cielo.

El viento se injerta
dócil en mi sangre,
y es ya voz y naufragio,
manos que renacen:

manos entrelazadas o palma con palma unidas
en distendida renuncia.
Tiene miedo de ti
el corazón seco y doliente,
infancia imposeída.

De tierna mujer echada entre las flores
Se adivinaba la estación oculta
por el ansia de las lluvias nocturnas,
por los cambios de las nubes en el cielo,
undosas leves cunas;
y yo estaba muerto.
Una ciudad suspendida en el aire
era mi último exilio,
y en torno me llamaban
las suaves mujeres de otros tiempos,
y la madre, renovada por los años,
con su dulce mano escogía entre las rosas
y con las más blancas ceñía mi cabeza.

Afuera era de noche
y los astros precisos seguían
ignotos caminos en curvas de oro
y las cosas vueltas fugitivas
me llevaban a rincones secretos
para hablarme de jardines abiertos de par en par
y del sentido de la vida;
pero a mí me dolía la última sonrisa

de tierna mujer echada entre las flores.



Nacimiento del canto


Manantial: luz resurgida:
hojas arden róseas.

Yazgo sobre ríos colmados
donde son islas
espejos de sombras y de astros.

Y me arrolla tu regazo celeste
que nunca nutre de alegría
mi vida diferente.

Muero para volver a tenerte,
aunque sea desilusionada,
adolescencia de los miembros
enfermos.


Oboe sumergido


Avara pena, tarda tu don
en esta mi hora
de suspirados abandonos.

Un oboe gélido deletrea de nuevo
alegría de hojas perennes,
no mías, y olvida;

en mí anochece:
el agua tramonta
en mis manos herbosas.

Alas oscilan en ronco cielo,
lábiles: el corazón transmigra
y yo estoy yermo,

y los días son escombros.


Otoño


Otoño manso, yo me poseo
y me inclino ante tus aguas para beber el cielo,
suave fuga de árboles y abismos.

Áspera pena del nacer
me encuentra unido a ti;
yen ti me quebranto y repongo:

pobre cosa caída
que la tierra recoge.




De "Erato y Apolo":


Canto de Apolo


Noche terrenal, en tu exiguo fuego
me complací alguna vez
y descendí entre los mortales.

Y vi al hombre
inclinado sobre el regazo de la amada
escuchándose nacer,
y transformarse entregado a la tierra,
las manos juntas,
abrasados los ojos y la mente.

Yo amaba. Frías eran las manos
de la criatura nocturna:
otros terrores acogía en el vasto lecho
donde al alba me despertó
un aleteo de palomas.

Luego el viento depositó hojas
sobre su cuerpo inmóvil;
se alzaron sombrías las aguas en los mares.

Amor mío, yo aquí me aflijo
sin muerte, solo.


En el preciso tiempo humano

Yace en el viento de profunda luz
la amada del tiempo de las palomas.
De mí de aguas de hojas,
sola entre los vivos, oh dilecta,
hablas; y la desnuda noche
tu voz consuela
de lucientes ardores y leticias.

Nos decepcionó la belleza, y la desaparición
de toda forma y memoria,
el lábil movimiento revelado a los afectos
a imagen de los internos fulgores.

Pero de tu sangre profunda,
en el preciso tiempo humano,
renaceremos sin dolor.

Sílabas a Erato


A ti se pliega el corazón en soledad,
exilio de oscuros sentidos
en el que transmuta y ama
lo que ayer parecía nuestro
y ahora está sepultado en la noche.

Semicírculos de aire resplandecen
en tu rostro; te me apareces
en el tiempo que la primera ansiedad aflige
y me vuelves blanco, lenta la boca
a la luz de la sonrisa.

Por tenerte te pierdo
y no me aflijo: todavía eres bella,
quieta en dulce posición de sueño:
serenidad de muerte extremo gozo.




De "Nuevas poesías":

El alto velero

Cuando vinieron los pájaros a mover las hojas
de los árboles amargos junto a mi casa
(eran ciegos volátiles nocturnos
que horadaban sus nidos en las cortezas),
alcé la frente hacia la luna
y vi un alto velero.

Al borde de la isla el mar era sal;
y se había tendido la tierra y antiguas
conchas relucían pegadas a las rocas
en la rada de enanos limoneros.

Y le dije a mi amada, que en sí llevaba un hijo mío
y por él tenía siempre el mar en el alma:
«Estoy cansado de estas olas que baten
con ritmo de remos, y de las lechuzas
que imitan el lamento de los perros
cuando hay viento de luna en los cañaverales.
Quiero partir, quiero dejar esta isla.»
Y ella: «Querido, ya es tarde: quedémonos.»

Entonces me puse a contar lentamente
los vivos reflejos de agua marina
que el aire me traía a los ojos
desde la mole del alto velero.

Imitación de la alegría

Donde los árboles aún
más desolada hacen la tarde,
al tiempo que indolente
se ha desvanecido tu último paso,
aparece la flor
en los tilos y persiste en su suerte.

Buscas una explicación a los afectos,
pruebas el silencio en tu vida.
Otra ventura me revela
el tiempo reflejado. Aflige
como la muerte, la belleza
ya en otros rostros fulmínea.
He perdido toda cosa inocente,
incluso en esta voz, que sobrevive
para imitar la alegría.

Ya vuela la flor seca
No sabré nada de mi vida,
oscura monótona sangre.
No sabré a quién amaba, a quién amo,
ahora que aquí restringido, reducido a mis miembros,
en el corrompido viento de marzo
enumero los males de los días descifrados.
Ya vuela la flor seca
de las ramas. Y espero
la paciencia de su cuelo irrevocable.


 

De  "Día tras día":

A mí, peregrino

He aquí que vuelvo a la tranquila plaza:
en tu balcón oscila solitaria
la bandera de fiesta ya pasada.
-Regresa -digo. Mas sólo a la edad
que anhela sortilegios burló el eco
de las cuevas de piedra abandonadas.
¡Cuánto ha que no responde lo invisible
si llamo como antaño en el silencio!
Tú ya no estás aquí ni tu saludo
llega a mí, peregrino. Nunca dos
veces el gozo se revela. Extrema
luz sobre el pino que recuerda el mar.
Vana también la imagen de las aguas.
Nuestra tierra está lejos, en el sur,
de luto y lágrimas caliente. allí,
hablan, con negros chales
mujeres de la muerte a media voz,
en la puerta de la casa.

Carta

Este silencio quieto en las calles,
este viento indolente, que se desliza
bajo entre las hojas muertas o asciende
hacia los colores de las insignias extranjeras...
tal vez el ansia de decirte una palabra
antes de que se cierre de nuevo el cielo
sobre otro día, tal vez la inercia,
nuestro mal más vil... La vida
no está en este tremendo, oscuro, latir
del corazón, no es piedad, no es más
que un juego de la sangre donde la muerte
está en flor. Oh mi dulce gacela,
te recuerdo aquel geranio encendido
sobre un muro acribillado de metralla.
¿O ahora ni siquiera la muerte consuela
ya a los vivos, la muerte por amor?

Elegía


Gélida mensajera de la noche,
has regresado limpia a los balcones
de las casas destruidas e iluminas
tumbas ignotas, desolados restos
de la tierra humeante, aquí reposa
nuestro sueño. Y te vuelves solitaria
hacia el norte, donde todo corre
sin luz hacia la muerte, y tú resistes.


Nieve


Cae la noche: de nuevo nos dejáis,
oh imágenes queridas de la tierra, árboles,
animales, pobre gente encerrada
en los capotes de los soldados, madres
de vientre aridecido por las lágrimas.
Y la nieve nos ilumina desde los prados
cual luna. Oh, estos muertos. Golpead
en la frente, golpead hasta el corazón.
Que grite al menos alguien en el silencio,
en este blanco cerco de enterrados.




Se oye de nuevo el mar


Desde hace muchas noches se oye de nuevo el mar,
leve, arriba y abajo, sobre la arena lisa.
Eco de una voz encerrada en la mente
que resurge del tiempo; y también este
lamento asiduo de gaviotas, o
pájaros de las torres, que abril
empuja hacia la llanura. Ya
estabas junto a mí con esa voz;
y quisiera que a ti también llegase,
ahora, de mí un eco de memoria,
como ese oscuro murmurar del mar.

 



De "La vida no es sueño":

Color de lluvia y de hierro


Decías: muerte silencio soledad;
como amor, vida. Palabras
de nuestras provisorias imágenes.
Y el viento se ha alzado leve cada mañana
y el tiempo color de lluvia y de hierro
ha pasado sobre las piedras,
sobre nuestro cerrado zumbido de malditos.
La verdad todavía está lejos.
Y dime, hombre quebrantado en la cruz,
y tú, el de las manos hinchadas de sangre,
¿qué le contestaré a los que preguntan?
Ahora, ahora: antes de que más silencio
entre en los ojos, antes de que más viento
se alce y más herrumbre florezca.


Epitafio para Bice Donetti

Con los ojos hacia la lluvia y los elfos de la noche,
está allí, en el campo número quince, en Musocco,
la mujer emiliana que yo amé
en el tiempo triste de la juventud.
hace poco fue sorprendida por la muerte
mientras miraba tranquila el viento del otoño
agitar las ramas de los plátanos y la shojas
desde su gris casa de la periferia.
su rostro aún está vivo de sorpresa,
como sin duda lo estuvo en la infancia, deslumbrado
por el tragallamas alto sobre el carromato.
Oh tú, que pasas, empujado por otros muertos,
ante la fosa mil ciento sesenta,
deténte un minuto a saludar
a la que nunca se lamentó del hombre
que aquí queda, odiado, con sus versos,
uno de tantos, obrero de sueños.

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