domingo, 10 de septiembre de 2017

POEMAS DE DINO CAMPANA

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(20 de agosto de 1885, Marradi, Italia - 1 de marzo de 1932, Scandicci, Italia)

LA QUIMERA


No sé si entre rocas tu pálido
Rostro se me apareció, o sonrisa
De lejanías ignoradas
Fuiste, inclinada la ebúrnea
Frente fulgente, oh joven
Hermana de la Gioconda:
Oh de las primaveras
Apagadas por tus míticas palideces
Oh Reina, oh Reina adolescente:
Mas por tu ignoto poema
De voluptuosidad y dolor
Música muchacha exangüe,
Marcado con una línea de sangre
En el círculo de los labios sinuosos,
Reina de la melodía:
Mas por la virgen cabeza
Reclinada, yo, poeta nocturno
Velé las vívidas estrellas en los piélagos del cielo,
Yo por tu dulce misterio
Yo por tu devenir taciturno.
No sé si la pálida llama
De los cabellos fue el vivo
Signo de su palidez,
No sé si fue un dulce vapor,
Dulce sobre mi dolor,
Sonrisa de un rostro nocturno:
Miro las blancas rocas, los mudos manantiales de los vientos
Y la inmovilidad de los firmamentos
Y los henchidos arroyos que van llorando
Y las sombras del trabajo humano encorvadas allá en las gélidas colinas
Y aún por tiernos cielos lejanas y claras sombras fluyentes
Y aún te llamo, te llamo Quimera.

BUENOS AIRES


El buque avanza lentamente
Entre la niebla gris de la mañana
Sobre el agua amarilla de un mar fluvial
Aparece la ciudad gris y velada.
Se entra en un puerto extraño. Los emigrantes
Enloquecen y se enfurecen agolpándose
En la áspera ebriedad de la inminente lucha.
Desde un grupo de italianos vestido
De manera ridícula, a la moda
Bonaerense, arrojan naranjas
A los paisanos alterados y vociferantes.
Un muchacho de porte ligerísimo
Prole de libertad, pronto a lanzarse
Los mira con las manos en la faja
Multicolor y esboza un saludo.


MUJER GENOVESA



Tú me trajiste un poco de algas marinas
en tus cabellos y un olor de viento,
que viniendo de lejos llega grave
de ardor, había en tu cuerpo bronceado
-o la divina
simplicidad de tus formas esbeltas-:
no amor ni sufrimiento, un fantasma,
una sombra de la necesidad que vaga
serena e ineluctable por el alma
y la disuelve en júbilo, en encanto, serena,
para que pueda el viento del sudeste
llevarla al infinito.
¡Que pequeño y ligero es el mundo en tus manos! 

NAVÍO EN VIAJE


El mástil oscila rítmico en el silencio.
Una tenue luz blanca y verde cae del mástil.
El cielo límpido en el horizonte,
cargado de verde y dorado tras la borrasca.
El cuadro blanco del farol en lo alto
ilumina el secreto nocturno: por la ventana,
las cuerdas altas -un triángulo de oro-
y un globo blanco de humo que no existe
como música sobre el círculo,
con los golpes del oleaje en sordina.



LA TARDE DE FERIA

El corazón me dijo esta tarde, ¿no sabes? 
La rosamorena encantadora,
dorada por una rubia cabellera,
la de los ojos brillantes y oscuros, 
la que con gracia imperial encantaba la rosada frescura de las mañanas:
y tú seguías en el aire la fresca encarnación de un sueño matutino:
la que solía vagar cuando el sueño y el perfume velaban las estrellas
(que tú amabas mirar desde detrás de las cancelas, las estrellas, las pálidas nocturnas): 
la que solía pasar silenciosa y blanca como un vuelo de palomas,
ciertamente ha muerto: ¿no sabes?
Era la noche de feria en la pérfida Babel,
la que ascendía en haces hacia [un cielo enmarañado,
hacia un paraíso de llama, con grotescos y lúbricos silbidos,
y tintinear de angélicas campanillas,
y gritos y voces de prostitutas,
y pantomimas de Ofelia destinadas por el humilde
llanto de las lámparas eléctricas.
Una cancioncilla vulgar había muerto
y me había dejado el corazón dolorido,
y sin amor iba vagando,
dejando el corazón de puerta en puerta:
con ella, que no ha nacido y que, sin embargo,
está muerta, y me ha dejado el corazón sin amor:
sin embargo, lleva el corazón dolorido,
dejando mi corazón de puerta en puerta. 


La vidriera

La tarde humosa de verano
Desde la alta vidriera se verten resplandores en la sombra
Y me deja en el corazón un sello ardiente.
Pero quién ha (en la terraza sobre el río se enciende una lámpara) quién ha
A la Virgencita del Puente ¿quién es el que ha encendido la lámpara? Hay
en el cuarto un olor a podredumbre: hay
En el cuarto una llaga roja menguante.
Las estrellas son botones de nácar y la noche se viste de terciopelo:
Y estremece la noche fatua: es fatua la noche y estremece pero hay,
En el corazón de la noche hay,
Siempre una llaga roja menguante.

Por mucho tiempo recordaré

Versión: Hernán Isnardi
Por mucho tiempo recordaré
A aquella joven de ojos
Conscientes, tristes y tranquilos
Y el sombrero monacal.

Jardín de Otoño

Traducido por AZ Foreman 

Hasta el jardín de fantasmas hasta los laureles mudo 
De las guirnaldas verdes
Hasta la tierra de otoño ¡
Un último saludo!
Fuera a las laderas secas
Enrojecido duro en el sol terminal
Confundido en grumbles
Gruff vida lejos está llorando:
Llorando al sol moribundo que arroja
Una sangre que teñe los canteros.
Una banda de metal toca
Ore-piercingly lejos: el río se desvanece en
medio de las arenas doradas: en el silencio
Las grandes estatuas blancas se colocan en la cabeza de puente
Se volvió: y lo que era una vez es ahora no más.
Y de las profundidades de la quietud como un coro
Suave y esplendorosa
Anhela su camino a las alturas de mi terraza:
Y en un aire de laurel,
En un aire de laurel languidez y desnuda,
Entre las estatuas inmortales bajo el ocaso
Ella aparece para mí, está allí. 


furibundo


Yo la había abrazado.
Mientras afanoso por las ciegas ebriedades
En el umbral ciego iba a tientas
Y rápidos golpes repetía
Sobre la puerta de los eternos deleites:
De pronto, sobre mi espalda
Se alzó y volvió a caer martilleando sordo
Y rítmico su pie. Fue el recuerdo
Del instante fugaz, en la plenitud
Fantástica el llamado de la muerte.
Ardiendo desesperadamente entonces
Redoblé mis fuerzas ante aquel llamado
Fatídico y jadeando traspasé
La morada de la nada y de la ebriedad, altivo
Penetré, con fervor, alta la frente
Empuñando la garganta de la mujer
Victorioso en la mística fortaleza
En mi patria antigua, en la gran nada.

Canto de las tinieblas

Luz del crepúsculo se atenúa:
Inquietos espíritus ¡sean dulces las tinieblas
Para el corazón que ya no ama!
Manantiales, manantiales hemos de escuchar,
Manantiales, manantiales que saben
Manantiales que saben que los espíritus están
Que los espíritus están escuchando…
Escucha: la luz del crepúsculo se atenúa
Y para los inquietos espíritus son dulces las tinieblas:
Escucha: te ha vencido la Fortuna:
Mas para los corazones ligeros otra vida está a las puertas:
No hay dulzura que pueda igualar a la Muerte
Ya ya ya
Oye a quién aún te acuna:
Oye a la dulce muchacha
Que dice al oído: ya ya
Y de golpe se eleva y desaparece
El viento: ¡vuelve al mar
Y oímos jadear
Al corazón que más nos amó!
Miramos: el paisaje
De los árboles y las aguas ya es nocturno
El río se va taciturno…
¡Pum! ¡mamá, ese hombre allá arriba!

GÉNOVA

Luego que la nube lejos se detuvo
En los cielos sobre la callada mar
Infinita en lejanos velos encerrada,
Y regresaba el alma ausente
Que todo en torno se había arcanamente
iluminado del jardín el verde
Sueño en la apariencia sobrehumana
De resplandecientes estatuas soberbias:
Y oí canto oí voz de poetas
En las fuentes y las esfinges desde los frontones
Benévolas un primer olvido parecieron a los postrados
Humanos todavía otorgar: de los secretos
Dédalos salí: surgía un torrear
Blanco en el aire: innumerables del mar
Parecieron los blancos sueños de las mañanas
Disolviéndose encadenar lejos
Como un ignoto torbellino de sonido.
Entre las velas de espuma oía el sonido.
Pleno era el sol de Mayo.
Bajo la torre oriental, en las terrazas verdes en la pizarra cinérea
Desborda la plaza en el mar que adensa las naves infatigable
Ríen los arcos del rojo edificio desde el gran pórtico:
Como las cataratas del Niágara
Canta, ríe, varía férrea la sinfonía fecunda urgente del mar:
¡Génova canta tu canto!
Dentro de una gruta de porcelana
Sorbiendo café
Miraba por la vitrina a la multitud subir veloz
Entre vendedoras que parecían estatuas, que ofrecían
Mariscos con roncos gritos que caían
Sobre la balanza inmóvil:
Así te recuerdo aún te veo imperial
Subiendo por la pendiente tumultuosa
Hacia la puerta abierta
Contra el azul vespertino,
Fantástica de trofeos
Míticos entre torres desnudas bajo el aire,
Alrededor tuyo agarrada
La fiebre de la vida
Prístina: por los callejones lúbricos de farolas la copla
Que canturrean las prostitutas
Y del fondo el viento del mar sin tregua.
Por los callejones marinos en la ambigua
Tarde preludios entre las farolas traía
el viento de la maraña de naves:
Los edificios marinos tenían blancos
Arabescos en la sombra languideciente
Y marchábamos yo y la tarde ambigua:
Y yo levantaba los ojos hacia arriba a los miles
Y miles miles de ojos benévolos
De las Quimeras de los cielos: ...
Cuando,
Melodiosamente
De lo alto viene, como blanca el viento fingió una visión de Gracia
Como del número inagotable
De las nubes de las estrellas en el cielo vespertino
Por el callejón marino sube a lo alto, ...
Por el callejón porque rojas a lo alto sube
Marino las alas rojas de las farolas
Arabesqueaban la sombra languideciente, ...
Que en el callejón marino a lo alto sube
¡Qué blanca y leve y quejosa subió!
"Como en las alas rojas de las farolas
Blanca y roja en la sombra de la farola
Qué blanca y leve y temblorosa subió:..."
Ya en el rojo de la farola
La sombra estaba cansadamente
Blanca...
Blanca cuando en el rojo de la farola
Blanca lejana cansadamente
El eco atónito rió una irreal
Risa: y que el eco cansadamente
Y blanco y leve y atónito llevó...
Alrededor de todo
Lucía ya la tarde ambigua:
Latían las farolas
Su palpito en la sombra
Rumores lejanos se despeñaban
Dentro de silencios solemnes
Preguntando: si del mar
La risa no subía...
Preguntando si la oía
Incansablemente
La tarde: a las filas
De nubes allá en lo alto
Dentro del cielo estelar.
En el puerto el barco se posa
En el crepúsculo que brilla
En la arboladura inmóvil con frutos de luz,
En el paisaje mítico
De naves en el seno del infinito
En la tarde
Cálida de felicidad, luminosa
En un gran en un gran toldo
De diamantes extendido sobre el crepúsculo,
En miles miles de diamantes en un gran toldo viviente
El barco se descarga
Ininterrumpidamente chirriante,
Incansablemente aturde
Y la bandera se arría y el mar y el cielo es de oro y por el muelle
Corren los muchachos y gritan
Con gritos de felicidad.
Ya en tropel se dirigen
los viajeros a la ciudad atronadora
Que extiende sus plazas y sus calles:
La gran luz mediterránea
Se ha fundido en piedra de ceniza:
Por los callejones antiguos y profundos
Fragor de vida, alegría intensa y fugaz:
Toldo de oro de felicidad
Es el cielo donde el sol riquísimo
Dejó sus despojos preciosos
Y la Ciudad comprende
Y se enciende
Y la llama titila y absorbe
Los restos magníficos del sol,
Y teje un sudario de olvido
Divino para los hombres cansados.
Perdidas en el crepúsculo tronante
Sombras de viajeros
Van por la Magnífica
Terribles y grotescos como los ciegos.
Vasto, en un olor tenue impregnado
De brea, velado por las lunas
Eléctricas, sobre el mar apenas vivo
El vasto puerto se adormece.
Se alza la nube de las chimeneas
Mientras el puerto en un dulce crujido
De amarras se adormece: que la fuerza
Duerme, duerme que acuna la tristeza
Inconsciente de las cosas que serán
Y el vasto puerto oscila con un ritmo
Fatigado y llega el olor
De la nube que forma el vómito silencioso.
Oh Siciliana proterva opulenta matrona
En las ventanas ventosas de la calleja marinera
En el seno de la ciudad retumbante de sonidos de naves carretas
Clásica hembra mediterránea de los puertos:
Por los grises róseos de la ciudad de pizarra
Se oían los clamores vespertinos
Y luego más apagados los rumores de la noche serena:
Veía por las ventanas luminosas como estrellas
Pasar las sombras de las familias marineras: y cantos
Oía lentos y ambiguos en las venas de la ciudad mediterránea:
Que la noche era profunda.
Mientras tú siciliana, de los hondos
Cristales en un torvo juego
La sombra honda la luz vacilante
Oh siciliana, en los pezones
La sombra recogida tú eras
La Sanguijuela de las noches mediterráneas.
Chirriaba chirriaba chirriaba de cadenas
La grúa del puerto en lo hondo de la noche serena:
Y dentro de lo hondo de la noche serena
Y en los brazos de hierro
El débil corazón con latido más alto palpitaba: tú
Habías apagado la ventana:
Desnuda mística en lo alto honda
Infinitamente estrellada devastación era la noche tirrena.


FANTASÍA SOBRE UN CUADRO DE ARDENGO SOFFICI

Rostro, zig zag anatómico que oscurece
La pasión torva de una vieja luna
Que mira suspendida del techo
En una taberna café chantant
De América: la roja velocidad
De luces
 funámbula que tanguea Española cinérea Histérica en tango de luces se deshace:
Que mira en el café chantant
De América
Sobre el piano aporreado tres
Llamitas rojas se encendieron solas.

A UNA PUTA DE OJOS FÉRREOS

Con tus pequeños ojos bestiales
Me miras y callas y esperas y te aprietas
Y me miras y callas.
Tu carne
Entumecida y pesada duerme torpemente
En el sueño primordial. Prostituta...
¿Quién te llamó a la vida?¿De dónde vienes?
¿De los ásperos puertos tirrenos
De las cantarinas fiestas de Toscana
O en las ardientes arenas
Estuvo tu madre revolcándose bajo los sirocos?
La inmensidad te ha impreso el estupor 
En el rostro salvaje de esfinge
El viento lleno de vida
Trágicamente como a una leona
Revuelve tu negra melena
Y te mira el sacrílego ángel rubio
Que no te ama y que no amas y que sufre
Por ti y que cansado te besa.
Traducción de Miguel Zavalaga.

VIAJE A MONTEVIDEO

Yo vi desde el puente de la nave
Las colinas de España
Desvanecerse, en el verde
Dentro el dorado crepúsculo ocultando la bruna tierra
Como una melodía:
De ignota escena niña sola
Como una melodía
Azul, sobre la orilla de las colinas todavía tiembla una viola.....
Lánguido el crepúsculo celeste sobre el mar:
Puros y dorados silencios de hora en hora de las alas
Cruzaron lentamente un azulear:...
Lejanos tintes de variados colores
De los más lejanos silencios
En el celeste ocaso pasaron los pájaros de oro: el navío
Ya ciego cruza golpeando la oscuridad
Con nuestros náufragos corazones
Golpeando la oscuridad alas celestes sobre el mar.
Pero un día
Subieron a la nave las graves matronas de España
De ojos tórbidos y angelicales
De senos grávidos de vértigo. Cuando
En una bahía profunda de una isla ecuatorial
En una bahía profunda y tranquila más que el cielo nocturno 
Nosotros vimos surgir de la luz encantada
Una blanca ciudad adormecida
Al pie de los picos altísimos de volcanes apagados
En el soplo tórbido del ecuador: hasta que
Después de muchos gritos y muchas sombras de un país desconocido,
Después de muchos crujidos de cadenas y de muy encendido fervor 
Abandonamos la ciudad ecuatorial
Hacia el inquieto mar nocturno.
 Anduvimos anduvimos, días y días: los navíos 
De grávidas velas blandas de cálidos soplos nos cruzaban: 
Entonces sobre la cubierta se nos apareció broncínea
Una niña de la raza nueva,
Ojos resplandecientes y vestidos al viento!y hela ahí: salvaje al final de un
                                                                                      [día que apareció
En la salvaje orilla, allá abajo sobre la infinitud marina:
Y vi como yeguas

Vertiginosas que se soltaban las dunas
Hacia la pradera sin fin
Desierta de moradas humanas
Y volvimos huyendo de las dunas que aparecieron
Sobre un mar amarillo en la portentosa abundancia del río
Del continente nuevo la capital marina.
Límpida fresca y eléctrica era la luz
Del crepúsculo y allá las casas altas parecían desiertas
Ahí sobre la mar del pirata,
De la ciudad abandonada
Entre el mar amarillo y la dunas......
........................................



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