jueves, 9 de agosto de 2018

POEMAS DE CONCHA MÉNDEZ


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En una tarde, como tantas tardes...

En una tarde, como tantas tardes,
y en un gran parque de ciudad lejana,
para evadirse del rumor ajeno
conmigo misma paseando estaba.

Era el frescor intenso, se veían
sobre los verdes las señales de agua,
agua primaveral que da a la tierra
cierta sensualidad que nos exalta.

En un remanso del florido parque,
junto a un banco de piedra verde y blanca,
un gran rosal lucía en la penumbra
-la tarde ese momento declinaba-.
Me senté a reposar y ancho perfume
sentí que en mis sentidos se adentraba.
y se me vino al alma extraña angustia.
El ala de un recuerdo aleteaba...
¡Ah, sí, ya. sé!... ¡Perfume de unas rosas!...
¡Otro país!... ¡El mío!... ¡Ya llegaba
a comprender por qué!...
                              ¡Era en sus brazos
donde un perfume igual yo respiraba!

Eran verdes como un mar...


Eran verdes como un mar,
con reflejos de alto cielo.
-¡Qué bien sabían mirar!-
unos ojos que recuerdo.

En la penumbra lucían
con una luz de misterio,
como dos claros abismos
abiertos a mil deseos.

Muchas horas tuve cerca
los ojos verdes aquellos,
que implorantes me miraban
¡y yo hacia por no verlos!

Y hoy que mirarlos quisiera,
están tan lejos..., ¡tan lejos!

La risa


Alguien dijo que «la risa
es la gran enterradora».
Algo se me está enterrando
porque río a todas horas.


Los brazos que te han llevado...

Los brazos que te han llevado,
no te dejan escapar
para volver a mi lado.

Nos separa un ancho mar
de difíciles tormentas,
y náufrago has de llegar,
si es que vuelves a mi puerta,
para quererte salvar.

Brazos que te sujetaron
para alejarte de mí,
¡a mí sí que me salvaron!...

Cuando ya no sepa de ti
¡qué bien estaré en la vida!,
cuando ya no sepa de ti.

Cuando no vuelvas a verme
y mis horas sean mías
y yo vuelva a ser quien era
lejos de tu compañía:

Cuando no te vean mis ojos,
¡qué bien me sabrá la vida!
No faltará quien se alegre...
Unos, porque no me quieran,
y alguna porque me quiere...

Tan sola no me has dejado,
que estoy conmigo y me basta
-igual que siempre lo he estado...


 Me levanté hasta el sueño. En busca iba...


"La vida es ciervo herido
que las flechas le dan alas."                                                                                        Góngora

Me levanté hasta el sueño. En busca iba
de no sentir la herida que abrasaba.
Las duras flechas del dolor hicieron
brotar en mí el clavel de nueva llaga.

Corriendo al par carrera con el viento
y perseguida por amante llama,
la vida es ciervo herido sin remedio,
que las flechas le dan veneno y alas.


Ni me entiendo ni me entienden...


Ni me entiendo ni me entienden;
ni me sirve alma ni sangre;
lo que veo con mis ojos
no lo quiero para nadie.

Todo es extraño a mí misma,
hasta la luz, hasta el aire,
porque ni acierto a mirarla;
ni sé cómo respirarle.

Y si miro hacia la sombra
donde la luz se deshace,
temo también deshacerme
y entre la sombra quedarme
confundida para siempre
en ese misterio grande.

 

Quisiera tener varias sonrisas de recambio...

Quisiera tener varias sonrisas de recambio
y un vasto repertorio de modos de expresarme.
O bien con la palabra, o bien con la manera,
buscar el hábil gesto que pudiera escudarme...
 
Y al igual que en el gesto buscar en la mentira
diferentes disfraces, bien vestir el engaño;
y poder, sin conciencia, ir haciendo a las gentes,
con sutil maniobra, la caricia del daño.
 
Yo quisiera ¡y no puedo! ser como son los otros,
los que pueblan el mundo y se llaman humanos:
siempre el beso en el labio, ocultando los hechos
y al final... el lavarse tan tranquilos las manos.

Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo...


Se desprendió mi sangre para formar tu cuerpo.
Se repartió mi alma para formar tu alma.
y fueron nueve lunas y fue toda una angustia
de días sin reposo y noches desveladas.

Y fue en la hora de verte que te perdí sin verte.
¿De qué color tus ojos, tu cabello, tu sombra?
Mi corazón que es cuna que en secreto te guarda,
porque sabe que fuiste y te llevó en la vida,
te seguirá meciendo hasta el fin de mis horas.


Todo, menos venir para acabarse...


Todo, menos venir para acabarse.
Mejor rayo de luz que nunca cesa;
o gota de agua que se sube al cielo
y se devuelve al mar en las tormentas.

O ser aire que corra los espacios
en forma de huracán, o brisa fresca.
¡Todo, menos venir para acabarse,
como se acaba, al fin, nuestra existencia!


Ven a mí que vas herido...

Ven a mí que vas herido
que en este lecho de sueños
podrás descansar conmigo.

Ven, que ya es la media noche
y no hay reloj del olvido
que sus campanadas vierta
en mi pecho dolorido.

ANCHO ES EL MAR…

Ancho es el mar;
él ha de separamos...
Ancho es el mar;
él ha de separamos;
quedarán nuestras almas enlazadas.
Como un último retrato,
en nuestros ojos impresas
lucirán nuestras miradas.
El barco en que he de ir
está en el puerto;
a éste seguirá otro en que tú vayas.
Te esperarán mis brazos,
no se en dónde...
tal vez en algún puerto...
en una playa..!


ME LEVANTÉ HASTA EL SUEÑO. EN BUSCA IBA…


Me levanté hasta el sueño.
En busca iba de no sentir
la herida que abrasaba.
Las duras flechas del dolor hicieron
brotar en mí el clavel de nueva llaga.
Corriendo al par carrera con el viento
y perseguida por amante llama,
la vida es ciervo herido sin remedio,
que las flechas le dan veneno y alas.

Recuerdo de sombras


Sobre la blanca almohada,
más allá del deseo,
sobre la blanca noche,
sobre el blanco silencio,
sobre nosotros mismos,
las almas en su encuentro.

Sobre mi frente erguido
el exacto momento,
dices que en una sombra
vives en mi recuerdo.

Sínteis de las horas.
Tú y yo en movimiento
luchando viva a vida,
gozando cuerpo a cuerpo.

Dices que en estas sombras
vives en mi recuerdo,
Y son las mismas sombras
que están en mí viviendo.

La pescadora

No quiero la pipa curva,
ni tu pañuelo bordado,
ni las rosas –los domingos–
ni el cestillo con pescado.

Y, marcharé de este puerto
hacia otro puerto distante
para que decir no puedas:
—¡La pescadora es mi amante!

La isla

Deslizándome en el agua
hasta la Isla he venido.
He vagado entre sus brisas.
Y por su costa he corrido.

Del mar salí llena de algas,
con el bañador ceñido.
Y tras andar por la Isla,
bajo un árbol he dormido.

¡Qué soledad suntuosa!
¡Qué espléndida soledad!
¡Y qué fatigosa vida
la vida de la ciudad!

Alameda

Alameda:
guarda bien
mis siete años primeros.

Y los siete 
posteriores.

Y el carrusel luminoso
de mis primeros amores.

Alameda;
que yo volveré algún día
a recoger los mejores
¿sueños? de la infancia mía.

Automóvil

Automóvil
Una cantata de bocina.
Gusano de luz por la calle sombría.
Los ojos relucientes bajo la noche fría.
Reptil de la ciudad que raudo se desliza.

Malva y rosa
A Guillermo de Torre
De este sueño malva y rosa
que sueña el agua del río,
se van rosando en la tarde
las velas de mi navío.

De las lejanías vengo.
Cruzo fente al espigón.
Una canción marinera
se rosa en mi corazón...

Atardecer. En el Plata.
Sueño, frente a la ciudad.
Izadas llevo las velas,
velas de mi soledad...

Y se me van con el día
—no sé adonde se me irán—
las luces de mi alegría.


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