viernes, 6 de enero de 2023

POEMAS DE LUCIANO ERBA


Los lirios amarillos

Los chicos salieron una mañana

de junio con el aire bajo los plátanos

que parecía envolver otro aire

los chicos salieron a pescar

con una sola línea

pero con su canasta en bandolera cada uno

en silencio ahora se sientan en el trolebús

que sale rápido de la terminal

con el sueño atropellado de que Milán

tenga valles azules más allá del Castillo

donde saltan los peces en los arroyos.

Cubre un poco de niebla la pradera

la tenca en su pozo de barro

vuelve ya a dormirse. Mañanera

la carpa explora los bordes

del tranquilo canal. La carpa

es astuta, nunca pica.

Poca suerte tendrán los pescadores. Mas

remontando los canales y las zanjas,

entre prados e hilos de agua,

llegarán los muchachos donde domina

el verdor de las acequias, donde son

amarillas las flores de los lirios y como espadas

cortan las hojas las frescas correntadas

bajo la sombra de los sauces.

Llegarán hasta las flores lejanas

los pescadores sin fortuna

¡chicos de excursión por la llanura!

 

Luciano Erba (Milán, Italia, 1922-2010), Il male minore, Arnoldo Mondadori Editore, Milán, 1960

Traducción: Natalia D´Agostino, Darío D. Díaz

 

 

El conductor de tranvías metafísico

 

Regresa a veces el sueño en que me veo

maniobrar un tren sin vías

entre campos de papas e higueras verdes

en los cultivos las ruedas no se hunden

esquivo espantapájaros y cabañas

voy hacia setiembre, octubre

los pasajeros son mis muertos.

Al despertar reaparece la antigua duda

si esta vida no es un evento casual

y el nuestro sólo un pobre monólogo

de preguntas y respuestas caseras.

Creo, no creo, cuando creo querría

llevarme al más allá un poco de acá

incluso la cicatriz que me marca

una pierna y me hace compañía.

¿Y entonces? parece decir in excelsis

otra voz.

¿Otra?

 

 

Sin brújula

 

Según Darwin debería haber sido eliminado

según Malthus ni siquiera haber nacido

según Lombroso terminaré de todos modos mal

y ni hablar de Marx, yo, petit bourgeois

a escapar, entonces, a escapar

hacia adelante hacia atrás de costado

(como en el cuarenta, igual que todos) pero

permanecen las personales perplejidades

¿estoy al este de mi herida

o al sur de mi muerte?

 

 

Sin brújula

 

Se creía en Milán que el ver

un hombre en el umbral de casa

yendo a misa el primero de enero

era señal de próspero futuro.

Eran figuras negras de abrigos

inciertos en la niebla matutina

echarpes blancos, sombreros, lánguidos y duros

repiques de bastón, pasos lejanos.

¿Ahora dónde están, hombres augurales?

¿La larga onda de su presagio

rompe aún en la ribera de los años?

En la niebla entre nosotros siempre más espesa

me parece a veces entrever

un vuelo de capas proféticas.

 

 

Año nuevo en Milán

 

Parecía todo posible

dejar atrás las curvas

con un supremo golpe de freno

galopar de pie sobre la montura

otras soberbias cosas

más nobles prósperas cosas

aparecían a la altura de los ojos.

Ahora los años giran veloces

por cielos sin presagios

te despiertan azules bordados

en una habitación de muebles con espejos

estudias las combinaciones de los trenes

pasas un umbral florecido de salvia roja

lees "Hola" sobre un felpudo

más tarde sales en mangas de camisa

a sacudir la ensalada de la servilleta.

La línea de la vida

deriva calla se obstina

salta desfila

entre los pálidos montes de los dioses.

 

 

La Grande Jeanne

 

La Grande Jeanne no hacía distinciones

entre ingleses y franceses

siempre que se hicieran las manos

como decía ella

vivía en el puerto, su hermano

trabajaba conmigo

en 1943.

Cuando me vio en Lausana

donde solía pasar el verano

me dijo que podía salvarla

y que su mundo estaba en mis manos

y entre mis dientes que habían comido liebre en la alta montaña.

 

En el fondo

habría querido la Grande Jeanne

volverse una señora de bien

tenía ya un sombrero

azul, amplio, y con tres vueltas de tul.

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/el-conductor-de-tranvias-metafisico/


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