sábado, 13 de abril de 2024

POEMAS DE ESTEBAN PEICOVICH


EL PALABRISTA

Sándalo

Jacarandá

Penumbra

Cristal

 

 

LA POESÍA

Mar del frío, mar de las lluvias, mar de los

vapores, mar de las nubes, mar de la hume-

dad, mar de la serenidad, mar de la crisis,

mar de la fertilidad, mar de los néctares.

(Nombres dados por la ciencia a dis-

tintas zonas de la cara de la Luna que

se ve)

 

 

EN UN PRINCIPIO FUE LA LUZ

Aguardiente de manzana.

Zumo de limón.

Hombre de las nieves.

Estrépito.

Pistola cargada.

Paso ligero.

Casa redonda.

Vista doble.

Apagón.

(Contraseñas de los nueve grados de alarma atómica del ejército norte-

americano ante un eventual ataque

ruso. «Apagón» significa «la película.

ha terminado»)

Tomado de:

https://pdfcoffee.com/peicovich-poemas-plagiados-pdf-free.html

 

 

El hueco de la cabeza

 

"Tras la noche, vuelve a su ser".

 

(Así me transcribió un empleado de El Corte Inglés, de Madrid, la excelencia -heideggeriena- de una almohada que no perdía su forma).

 

 

La falta de pasión

 

"Lo que ocurrió es que apenas el hierro atravesó las primeras capas blandas de la muñeca, el pulgar se dobló, saltando hasta colocarse en dirección opuesta a la de los cuatro dedos, que sólo se doblaron ligeramente.

La herida en la muñeca es la mejor definida. Sus bordes son netos y la sangre brota oblicuamente de ella. La muñeca derecha fue la más torturada mientras que la izquierda quedó clavada con rapidez y precisión. Una vez clavadas las muñecas, el madero fue izado, lo que provocó la caída del peso del crucificado hasta que fue frenado por los hierros que atravesaban sus muñecas. El frenazo dejó tenso el brazo, a un ángulo de 65 grados, con el palo vertical. Si repartimos el peso del cuerpo entre ambos brazos -40 kilos cada uno- la fuerza de tracción ejercida sobre el brazo equivale a 95 kilos.

El hundimiento del hombro derecho pudo deberse a una deformación profesional derivada del trabajo ejercido por el galileo durante veinte años como carpintero.

El verdugo se valió de dos clavos: uno para cada pie".

 

(Extracto del informe de los doctores Cordiglia, Ricci y Barbet sobre las radiografías tomadas a la Sábana Santa de Turín).

 

 

Petite historie

 

"Imaginemos la Historia de la vida terrestre comprimida en un año.

En esa escala, los ocho primeros meses estarían desprovistos de vida.

En septiembre, virus y bacterias.

En octubre, las medusas.

Los mamíferos recién en la segunda semana de diciembre.

Y el hombre,

tal como lo conocemos, entraría en la escena,

aproximadamente sobre las 23:45

del 31 de diciembre".

 

(Un símil de la edad de la Tierra dado en un libro de historia para niños).

https://eljuegodelataba.blogspot.com/2010/03/poemas-plagiados-esteban-peicovich.html

 

 

La esfinge

 

Si pasáis raudo, no veréis la sombra

 

(Pintada vista en una calle de Sevilla en marzo de 1985)

 

El horizonte más antiguo

 

“Mirá, papá, bueyes”.

 

(Las tres palabras con las que a sus 9 años sorprendió a su padre Marcelino –y luego al mundo- la niña María Sainz de Sautuola al descubrir por azar las cuevas de Altamira en el año 1875)

 

 

El poeta

 

Sol. Sol. Sol.

 

(Única palabra que repitió Robert Graves en una entrevista de dos horas en su casa de Deià, Mallorca, mientras me tomaba de la mano y me pedía que lo paseara entre los almendros de su finca)

 

 

No la toquen ya más

 

Foliolos 4. Tugados, inequilátero, oblongos, obovado, cuspidado-abuminados, glandulíferos en la base, con las flores racemosas. El involucro y el cáliz muy tenuemente hirtomentosos. Cáliz con cinco lóbulos.

 

(Descripción botánica de una rosa)

 

La represión

 

El pescado ha de ser siempre blanco.

Quedan prohibidos los pescados azules.

 

(De una dieta dada por el endocrinólogo Basilio Moreno Esteban)

 

 

La metafísica

 

El tiempo ha terminado.

 

(Una de las respuestas que da una cocina fabricada en Estados Unidos dotada de voz sintética a través de ordenadores)

 

 

Un versículo

 

Llévate el gris

que el gris va a ser la tierra

 

(De un electricista a otro, a propósito de un cable a colocar)

 

 

El levitador

 

El límite es el cielo.

 

(Lema que presidió todos los proyectos de Ogisa Otis, inventor del ascensor)

 

 

Que así sea

 

-Decime, mamá… ¿amén es como enter?

 

(Pregunta de un niño de diez años tras ser llevado por primera vez a una misa católica)

 

 

El instante

 

Sí, de la Librería. ¿Podría traerme una lágrima?

 

(Así escuchó la poeta Mónica Claus pedir por teléfono un café con un poco de leche a la librería que acababa de darle el libro de Adorno “No se puede escribir poesía después de Auschwitz”)

 

 

Posmo

 

Cero: No ser

(Hamlet)

 

(Graffiti repetido en muros de la Avenida Alem, de Buenos Aires)

 

 

La humildad

 

Lo intenté, pero no pude hacer feliz a la vida.

 

(Inscripción en una tumba en Filadelfia, Pennsylvania, Estados Unidos)

Tomado de:

https://zumo-de-poesia.blogspot.com/2019/07/poemas-plagiados-por-esteban-peicovich.html

 

 

LAUTRÉAMONT

Traje de novia por juego de cubiertos.

Farol a mantilla por carillón a péndulo, o grabador.

Bomba de agua y pecera por máquina de coser.

Horno eléctrico por guitarra.

Traje de novia por tocadiscos.

Colección «Mundo Uruguayo» del año 1919 por discos long play de 45 revoluciones.

Tricilo para lisiado a pedal por carro de mano bien construido, un corral de alambre malla chica, un cajón para la cría de pollitos BB y un conejo grande.

 

 

LAS MUSAS

Oh poeta,

sonrojarse como una piel descompuesta;

abrillantarse como una torre polvorienta;

gemir como una feliz lombriz;

soñar como una enorme inundación;

temblar como una locomotora roja;

¡venirse abajo como una puerta húmeda!

Las playas están orando.

¡Escucha como ahogan sus enormes labios!…

El río

parpadea

y yo estoy arrobado.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/esteban-peicovich/

 

 

Curriculum

 

Nací (es un decir).

Guardo entre gasas mi único cadáver,

aquel cordón umbilical que ella mantuvo

en escondite de múltiple avaricia

hasta dármelo a la edad de mis sesenta.

Tozudo soy como una rosa.

Y sucesivo como las hormigas.

Lento, hasta ser todo invierno.

Y dulce hasta mis huesos.

Fui una sólida monja hasta ser padre.

A mi primera hija se la robé a su madre

un día en que el amor andaba

de animal aturdido dando tumbos

casi de farra loca por la casa

y lo atrapamos.

Tengo otra hija con la cabeza revuelta

por los pájaros.

Tres hijos del otro lado del océano,

dos nietos que por dudar de mi existencia

me llaman Sebastián,

y una madre que resiste riendo

la inundación y el tiempo.

De mis cuatro esposas,

la primera se ahogó en sus propios ojos,

la segunda fundó una maternidad,

la tercera regresó a su sitio natural

de un cuadro de Filippo Lippi

y la cuarta me arropa y alimenta

y con cuchillo de azúcar

hace de mi dos hombres que la aman.

Por mi árbol genealógico ha descendido

tanta gente que me hace ruido dentro.

Desde el minero empaquetador de azúcar

que me trajo

hasta Vidriera, el licenciado.

(a pleno día se me ve la noche.)

Por la palabra, al artefacto que soy

le fue dada la rosa en consideración

el cordero en cuidado

y el silencio de Dios en cautiverio.

Silaba a silaba, comparto el gineceo

de las palabras que me aman.

Un mujerío que teje/desteje como Safo

mi inconcluso diccionario perplejo.

Se presentan, ahora, asuntos nuevos

Del girasol se fuga el amarillo.

Llaman a la puerta. Es la humedad.

Ni el licor de lo eterno, ni Sherezade,

ni la picadura súbita del pezón más colibrí

pueden hacer que reviva lo que olvido.

Veré de poner música esta noche

no vaya a ser que tope con un golpe

de dados y mi azar no lo sepa.

 

 

De, La bañera azul

 

 

El gallo

 

Trajéronme aquí, a terraza urbana

las vueltas de la vida de gus ruprecht

quien debió irse a la muerte a los sesenta

y para no estar solo

como niño

pidió un gallo.

Metióme aquí, en jardín de altura,

inadecuado

como flamenco entre esquimales

y una mañana completome con gallina

blanquinegra

y otra pequeña

(con pompón)

Hubo también tortuga y loro portavoz

al que enseñó a insultar en guaraní.

Por fin, Gus se tomó el Arca y partió.

Solo.

Al testar dejó a mi nombre su epitafio.

Y es lo que canto.

 

De, Fauna íntima

 

 

Agua sucia

 

A mí de Rimbaud no me asombra su incursión

al infierno para traernos la guía

que llamó “agua sucia”

antes de echarla a la sombra

del póstumo cajón.

Va y viene y cuenta tamaño hedor

y con garfio de filibustero

y enfriados ojos de halcón

se hunde en Abisinia:

rifles, esclavos, drogas, alcoholes,

bellos papeles chamuscados,

brújula bailándole loquísima.

A mí lo que me asombra de Rimbaud

es el tatuaje que se hace en la lengua,

la pierna agusanada que trae del desierto,

el hongo de gangrena subiendo por la otra

y esa cintura rodeada por ocho kilos de oro

ganados sin arriesgar palabra alguna

en los feroces sucesos que tuvieron lugar.

 

 

Adiós al padre

 

 

Padre mío que estás en el polvo

hágase la voluntad de mamá: dame tus huesos.

Tu lápida te murió aquel mayo del 62

pero fue hoy tu derrumbe

hoy la fecha de tu racimo roto, de tu occipital yorik

de tu fémur yorik, en mi mano.

Empezó a suceder cuando María bordó la A de Andrés

en la bolsa de pan de tu después,

en la lluvia de talco,

en el tren en que viajé hacia vos

en el preamanecer de Plaza Constitución

en la ciudad de Lima que era Buenos Aires:

ciego de pie podrido, enano fumador,

la poca luz, el frío.

Padre de átomos que estás en el polvo

hubo que hacer su voluntad: quedaron huesos.

Entró en otro tiempo la costumbre:

vos hacia vos, nosotros hacia acá.

Padre de átomos que estás en el polvo

ese obrero llegó en su bicicleta,

faja negra, toscano, pico, pala, una conversación.

Dijo: “desentierro dos por mañana y es bastante”

Luego se inclinó sobre tu apagado pecho aquel

trayéndote del fondo de lo negro

hundiendo el pico hasta ese lunes del 62.

Padre de átomos que estabas en el polvo

levantamos tus brazos

la última tranquilidad de tus manos,

ese desorden marrón, y uno a uno, tu cuerpo.

La redondez de tu cabeza llegada de Europa

los antiguos lugares de tu voz,

el dónde de tus ojos.

Padre de átomos,

después del sol y el barro, nos fuimos a beber

con tu gran mano posada como pan en la mesa

y tu ceniza alzada y encendida

como una risa de tres.

Voluntad de mamá, padre mío.

Ya no estás en el polvo.

 

 

La entrevista

 

Esenio, treinta y tres años

soltero, nacido en Nazareth

adorado en Belén

bautizado en el Jordán

huido a Egipto

tentado en Jericó

distribuidor de panes

y de peces

amigo de ladrones

miel del traidor

cómplice de Lázaro

azar de Barrabás

terror del Sanedrín

dilema de Pilatos.

Y de aquí en más, esas horas

de las que no hay memoria clara.

Y nada más hay, ni yo siquiera,

pues trasvasado fui a otros seres

 

 

Teoría

 

Hacer un poema de amor no es hacer el amor

sino tan sólo navegar encima,

al lado, detrás del tiburón.

Hacer un poema de amor no es hacer el amor

sino tan sólo dibujar una futura cara en el espejo.

Puede hacerse mil veces y una vez

y no estar seguro ni del amor ni del poema

y el tiburón detrás,

el tiburón ya en ti

y el espejo en la espera.

 

 

La bañera azul

 

 

El mejor poema escrito esta semana

son los doce tomates hechos crecer

en la buena tierra de la bañera azul

que se buscó otro oficio en la terraza.

Como yo, están verdes todavía. Y como yo

esperan cada tarde la lluvia y el sosiego.

Busco entablar conversación, la mínima,

pedirles el secreto de vegetar en gloria

dorados por el sol y amamantados por la noche.

Deseo esa noble genética que los hace nacer

y morir, irrepetibles, en sus pequeños destinos

que cruzan del amarillo al verde humildísimo

hasta apagarse en sucesivo rojo.

Los doce tomates que alumbran mi azotea

han nacido también de las manos de Dios.

Tan sólo reclamo mi derecho a ser tratado

por él, de igual manera, con igual cuidado.

Pido que ajuste el mecanismo de su obra

y ese argumento de la huida: el tiempo.

Nacer en primavera, disolverse en invierno

desconocer la silenciosa edad de la tortuga.

Sólo ser cada año, una vez, ese estallido

de antiguo asombro: la renovación exacta

del jazmín, la locuacidad de la albahaca

y los tomates, amándose de noche,

hasta amanecer repentinamente soles

en la sonrisa de la tierra.

 

 

Europa

 

Grandes señoras, las gaviotas desayunan soberbias

en los bordes morados del mar de Amsterdam.

Cuando el primer Vermeer alumbra el horizonte

ellas untan sus patas en petróleo

y picotean lo que llega del mundo.

Las grandes señoras están ciegas.

Confunden el velero, se posan torpemente

en el mástil de los semáforos de la Wilhelmstraat

y allí se quedan, redondas y blancas,

sin saber cómo morir.

En ninguna se ve ese relámpago que hace volar

a sus famélicas hermanas del Mediterráneo.

Ninguna insinúa perderse en el mar

o aligerarse

más allá del plomo de sus alas.

No hay una sola con forma de mujer italiana

o de guitarra griega.

A ninguna le ha quedado en la estría del ojo

el refusilo último del color de Van Gogh. Debajo de sus plumas, las gaviotas de Amsterdam

han perdido la estructura del vuelo

el pájaro que eran.

Grandes señoras, las gaviotas de Amsterdam

ya no son ni de la tierra ni del mar.

 

 

Detalle del fantasma

 

Cuelga enfilada la ropa de estos años.

Instantes quietos de muchos yo

sucedidos en su interior.

Camisa que presenció penurias.

Camisa que delicadamente enfermiza

despreció las lisuras, perdió botones

y resistió solísima en la percha del rincón.

La ropa hace su duelo,

se acompaña a si misma.

Linos, lanas, primavera, otoño.

Un yo detrás del yo que lo sucede

tal como fueron usadas en los días

que cuelgan en su olvido.

Hay un nosotros mío en estos yo

que los vaciados trapos recuperan con respeto

en su espantapájara postal.

Y un fino detalle nazareno

entrometido en el conjunto:

los zapatos faltantes.

Última delicadeza del fantasma:

esos colores vivos

de las corbatas con las que no se ahorcó.

Tomado de:

https://lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com/2007/12/esteban-peicovich.html

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