Cuando yo digo amor
Cuando yo digo
amor
identifico
sólo una pobre imagen sostenida
por gestos falsos,
porque el amor me fue desconocido.
Cuando yo digo
amor
sólo te invento
a ti, que nunca has sido.
Y cuando digo amor
abro los ojos
y sé que estoy en medio
de mis brazos vacíos.
Cuando yo digo
amor
sólo me afirmo
una presencia impar
como mi almohada.
Cuando yo digo amor
olvido nombres
y redoblo vacíos y distancias.
Cuando yo digo
amor
en una sala
llena de rostros fútiles
y pisadas oscuras en la alfombra.
Cuando yo digo
amor
crece la noche
y mis manos encuentran
para su hambre doble y prolongada
mi pobre rostro solo
repetido por todos los rincones.
Cuando yo digo
amor
todo se aleja
y me asaltan mi nombre y mis cabellos
y las hondas caricias no nacidas.
Cuando yo digo
amor
soy como víctima.
La inválida en salud.
El granizo y la rosa paralelos.
La dualidad del árbol y el paseante.
La sed y el parco refrigerio.
Yo soy mi propio amor
y soy mi olvido.
Cuando yo digo
amor
se me desploma
la ascensión de las venas.
Sobreviene, un otoño
de fugas y caídas
en que yo soy el centro
de un espacio vacío.
Cuándo yo digo
amor
estoy sin huellas.
De porvenir desnuda
e indigente de ecos y memoria.
Cuando yo digo
amor
advierto inútil
la palma de mi mano ‒que es convexa‒
e increíble
ese girar soltero
del pez en su pecera.
A ti rosal, nevado por la cima...
A ti, rosal,
nevado por la cima
de hielo ligerísimo,
a ti, que en el rigor abres tu rosa
póstuma, desplegada
sobre tu vago verde, y que la agitas
como una carta del verano ausente.
A ti, esbeltez
intrépida, que subes
para estallar de tu mudez de espinas
hasta tu coro de dispersa nieve,
para mecer y para orear tu viaje,
en ésa tu paloma de alas quietas,
bajel de suavidad, vuelo de espumas.
Para ti, que
contigo la trajiste,
que la sacaste de la tierra oscura
como si nos subieras un diamante.
Para ti, que una noche la tuviste
en soledad, como se tiene un sueño,
y luego, bajo el sol, su puerta abriste
igual que desatando
una celeste voz en tus espinas,
lo mismo que si anclaras
una pequeña nube en tus orillas.
Para ti, tesorero de la nieve,
silencioso arquitecto de la espuma,
este poema de este triste día.
Es que
hablándote así, del frágil tallo
hundido y doloroso de mi voz,
desde mi noche que olvidó su estrella,
desde mi soledad, desde mi enero
y su granizo y sus perdidas aves,
me parece, loándote en la gloria
tardía y denodada en que terminas,
que, como tú, levanto yo una rosa.
Elegía
Imaginad un
árbol con las ramas por dentro,
ahogado por su propia e imposible corona
y que cautivo lleva ‒aniquilándole‒
el fruto no vertido de su sombra.
Esto soy yo. La
soledad sin brazos.
Un mar que, despertando, ya es arena,
muriendo solo bajo el mismo grito
que imaginó poner entre sus ondas.
Yo venía
de ser raíz para subir a sueño,
de ser oscuridad a dividirme
en el sereno reino de mis hojas.
Subiendo estaba y encontré esta muerte
de no ser sino el árbol que encerrada
lleva su irrealizable primavera,
su fuerza inútil de imposibles ramas
que no verán jamás a las estrellas.
Esto soy nada
más. Raíz desnuda.
Un viaje que pensó que se movía
hacia el diáfano fuego de la rosa
y se quedó en su origen de ceniza,
más que nunca en la planta desde donde
creyó subir por la escalera angélica.
Y estoy
sintiendo lo que siente un sueño
cuando va a florecer y es despeñado
desde los mismos ojos que lo sueñan.
Soy la que nada
poseyó. La oscura
desesperada soledad terrible,
quien jamás conoció sus propios brazos
ni los colmó de llanto y de dulzura.
No se crea en la
voz que se me escucha,
que no es ésta mi voz. Y este poema
no es siquiera una rama… No es siquiera
una sospecha de mi oculta sombra.
Tan sólo quedó
aquí del mismo modo
que en la orilla del mar a veces queda
‒testimonio de muerte y abandono‒
el lúcido esqueleto de una perla.
A las puertas de Sión
Jʼattends une chose inconnue
Mallarmé
Ya sólo soy un
poco de nostalgia que canta.
Y a tus puertas estoy como una piedra
gris en el lujo nítido de un prado.
No traje nada
aquí ni dejo nada.
Tampoco sombra alguna ha descendido
de mis propias tinieblas y mis brazos.
Ninguna flor tomé sobre la tierra
para no encadenarme a su hermosura
ni por gracia mortal ser poseída.
Ni traigo ni el fantasma de un perfume
a tu jardín de límpidas esferas.
La soledad te traigo que me diste.
Óyeme aquí
gemir, tu criatura
del exilio y del llanto.
Óyeme aquí, tu ciega enamorada
que su muerte muriendo sin morirse,
tu estrella ve temblando, suspendida,
desde el hundido túnel de su canto.
¿Cuándo enviarás
mi sombra a devorarme?
¿Cuándo podré marchar hacia tus prados,
a tus puertas de oro,
cuándo por tus jardines apartados
iré ya sin mi muerte, ya robada
para el ancla vencida de mi polvo?
No más mi cuerpo
ver, como un alcázar
de música ruinosa, ni la noche
circundando mi fiesta de amargura.
No más hablar de ti desde mi boca
que es sólo como muerte detenida,
no hablarte con mi voz, que se levanta
demorado desastre. Abre tus puertas
y ciega con la vista mis dos ojos.
Mátame de belleza, ya alcanzado
el gran callar hacia donde navega
la nave de nostalgia que es mi canto.
Deja que en este
punto mi ceniza
se caiga desde mí, que me desnude
y me deje a tu orilla, consumada.
Qué con brazos de amor ‒no los que tuve‒
llegue por fin a la sortija de oro
con que al misterio ciñen tus murallas.
Tomado de:
Nuevo origen
Estás entre mis brazos
-aún no sé de tu extraña procedencia-
con tus ojos huidos de un firmamento opaco
y tus labios de una ardiente madera.
Eres de nuevo el mundo
que me arrastra y me llama.
Amargo y dulce fuego,
¿por qué sigo,
ya sin oír mis voces descarnadas y altas,
tu ceniza y tu sangre
y tu voz extranjera?
Hablas en el idioma de todo lo que arde.
Y en todo igual al fuego,
entre mis propios brazos te levantas
y luego, consumido,
en silencio te apagas.
Y te acogen mis manos, claras, vivas, indemnes,
como la sombra muda con que esperan los árboles.
Música ardiente, libre en mi sangre pálida,
sobre el invierno del pertinaz banquete
en que yo he sido a un tiempo
el hambre sin medida
y el sórdido alimento…
Oh voz antigua nueva,
la misma que ya estuvo pendiente de una rama
en otro paraíso,
la misma que convierte en vinos estivales
la inocencia del agua
Tomado de:
http://www.8sorbosdeinspiracion.com/nuevo-origen/
ENIGMA DE LA ROSA
Aria celeste, fábula de espuma,
espejo de
la nube o llama quieta,
golpes de
vida oscura levantaron
tu
infalible palacio de silencio,
tu orden
luminoso, tu diadema
de hielo y
hermosura.
En soledad
te inventas y te eriges
— estatua
centellante de ti misma —
bajo un
coro de astros incendiados,
mientras el
grillo en las dormidas hierbas
toca su
verde flauta de rocío.
Y eres,
bajel anclado entre tus hojas,
dinástica belleza
moribunda,
ese sueño
que en largas noches ciegas
tus raíces
soñaron,
el angélico
paso que corona
una
escalera de tinieblas.
De una mina
de sombras ascendiste
por la lenta clausura de tu tallo
bebiendo en
negra copa misteriosos licores.
Y en tu
rostro de luces congeladas
un gran
secreto se desnuda y mira,
y la oculta
raíz conoce el astro.
¿Qué lúcida
potencia te conduce
a los
reinos del sol, y quién te guía
por mudos
laberintos tenebrosos
hasta tu
cima de mortal estrella?
¿Quién
eleva
tu ordenada
presencia prodigiosa?
¿En qué nocturna
veta cristalizas
tu radiante
sistema?
¿Dónde
aprendes
tu oficio
de existir nacido vuelo?
¿Qué manos
alquimistas te decretan?
¿Qué ángel
enigmático te toma entre los dedos,
te sube de
las sombras terrenales
y te deja
flotando, perla mágica,
entre tu
patria original y el cielo?
Golfo donde
la inmóvil materia de la tierra
empieza a
ser oceánicas espumas,
mar
contenido en el sonoro hueco
de las
manos del aire,
irisado
reinar, rostro de fuego,
por tu
alcázar flamígero
o tu tiara
de hielo cincelado
sabe el
hombre que bajan sobre el mundo
las
selladas sonrisas del misterio.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/mexico/margarita_michelena.html
Atmósfera sin tiempo
"Tú eres mi raíz.
La hoja eterna y fiel.
La que no emigra
de la difunta gracia de la rosa.
Tú eres algo idealmente muerto.
De ti asciende la fragancia purísima
de una existencia oculta.
Y así estás, detenido
en una atmósfera sin tiempo,
en el silencio de una antigua alcoba
llena de vírgenes
y un suavísimo aroma.
Mis labios son ahora
el radiante fantasma de los tuyos.
Y los toco a través de un espacio en el que giran
sistemas silenciosos
de raza y de misterio.
Estoy contigo, para siempre,
en medio de una celeste soledad
y el selvático río de mi sangre
se vuelve una constante y mansa devoción
y un rítmico homenaje.
Tú eres ya más que tú.
Una constelación de indecibles presencias.
Una voz que canta ya el tono
de las voces eternas. "
Tomado de:
https://www.epdlp.com/texto.php?id2=9819
La casa sin sueño
Por estas
altas cámaras de ruina,
por estos laberintos sollozantes,
vago mirando que mis sueños cuelgan
como bellos demonios ahorcados,
prófugos de su signo de consumida sangre,
de amor profundo y devastado.
Sueños de
soledad, orgullo fúnebre
de la boca inviolable,
de llegar a la noche
siendo un solo cadáver,
manos sin testamento de ternura,
bajel que parte sin dejar a nadie
diciendo adiós sobre la tierra:
ni al amor que devora
ni al hijo que se cae desde los brazos
a un destino de ser estrella muerta.
Puse la
frente así bajo el dominio
de un oscuro zodiaco.
Y tuve el sonreír, el don prohibido
de la esterilidad y el fuego frío
de un ángel condenado.
II
Pero a mi
soledad vino una sombra.
Pobló este mundo de soberbia ruina
con una voz que gime
como una criatura vengativa,
que tiembla entre el océano de sus lágrimas
lo mismo que una isla delirante.
Paso frente a sus ojos de niebla corroída
como si hubiera cometido un crimen
delante de un espejo.
Y esa voz. Esa voz desesperada
columna federal de helado fuego,
me persigue y me grita:
“Tu boca sin amor es la morada
de una culpa de hielo.
Y tu vientre cerrado
—muelle de soledad en donde nunca
se empezaron las lágrimas de un niño—
es la casa de un gran asesinato.
“Me amaste. Me conoces. Soy tu víctima
y el rostro de tu muerte.
Soy el amor, el fruto de ternura
que no bajó del árbol de tu sangre.
Mírame. Soy la sombra que proyecta
el sol difunto de tu gloria oscura.
“Ya no podrás
tocarme. Soy apenas
una amarga memoria de ceniza.
Pero he de rondar siempre
por tu casa sin sueño,
por tu orgulloso reino de fracaso
y tu victoria taciturna,
llevando entre mis brazos, como ahora,
el imposible rostro de tus hijos,
sus manos confinadas en la noche
y su amorosa forma destruida”.
Tomado de:
https://poemas.nexos.com.mx/la-casa-sin-sueno/
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